lunes, 21 de junio de 2010

La estética incierta del otro estado social de producción.


Daniel Goldmann, compañero de ruta e iniciador en solitario del proyecto Sinfonía Tetuán que ahora desarrollamos colectivamente, hacía un comentario al texto de la semana pasada que aunque definía como un matiz, no lo es tanto: “el valor que tiene el CsA reside en esas dos cosas: por un lado en su capacidad de crear vínculos, relaciones y procesos sociales duraderos fuera del espacio cinematográfico y por el otro lado su búsqueda de crear películas o piezas tal cual como lo desean sus propios protagonistas - una autorepresentación consensuada”.

En dicho artículo, poníamos el énfasis en la cuestión política vinculado a lo organizativo pero dejando de lado el aspecto no menos importante de lo que lo estético es en este nuevo estado de concepción de la producción.
Si el cine provocara solo proceso social, estaríamos hablando de la utilización del cine para fines políticorganizativos:una película hecha por unos pocos, confeccionada para provocar determinadas reacciones. Promover cierta movilización en torno al mensaje empaquetado en el film. Algo que no despreciamos. Solo que creemos que su mecánica es ya conocida y responde a otro momento de producción y sobre todo si estamos hablando de un cine producido bajo otros paradigmas no neoliberales. Un cine revolucionario. Nos importa bien poco que esta palabra esté tan desgasta. Pretendemos dotarla de un nuevo sentido y una nueva práctica.
El Cine sin Autor que vamos desarrollando, es un campo de experiencia socio-cinematográfica, que se empieza a tejer en medio del estado social de un grupo de personas específicas. Se presenta como campo de posibilidad fílmica abierta a la participación de diversas maneras. Al crearse el vacío de representación evidenciamos algo sencillo: “aquí no hay una película y convocamos a hacerla entre todos y todas sin diferenciación social de funciones o saberes".
No estamos hablando entonces de procesos solo relacionales u organizativos en su nivel social provocados por la “exhibición de una película” sino por su producción, estamos hablando de un campo de experiencia social vinculado indisolublemente a la creación de imágenes fílmicas. Dicha situación está sustentada por una teorización proveniente de las formas cinematográficas del campo audiovisual. Por eso le llamamos cine, porque nuestro origen y campo de pensamiento es el cine.
Cuando Dani pone el énfasis en ese otro asunto importante que aborda el Cine sin Autor, la “autorepresentación consensuada” pensamos en seguida en los asuntos estéticos que supone un trabajo cómo este: camino incierto.
Hace poco decíamos que la estética colectiva debería surgir de un estado social organizado para tal fin, una etapa posterior a la que hasta ahora hemos vivido en nuestras experiencias.
Si la estética es ese aspecto general de una obra que permite insertarla en un determinado lugar de “la historia y la reflexión estética” que le precede, pues, partimos entonces de un vacío para poder llegar a una “estética surgida de encuentros sociales”. Camino largo e incierto.
Parece lógico si pensamos en cómo se genera esa cierta estética o estilo personal en un, una artista cualquiera. A base de años de trabajo. Al principio de la actividad de un creador, nadie sabe exactamente en qué derivará las características de la obra propia. Con el tiempo van apareciendo unas constantes en la realización. Lo curioso es que en el plano individual, no parece haber ninguna impaciencia frente a la espera de que un, una artista encuentre su manera de hacer las cosas. Pero cuando nos lanzamos a una creación colectiva con no-artistas, entonces todo se vuelve ansiedad inquisitorial neoliberalista: pero claro, ¿como vas a hacer esto y aquello y lo otro... es que si la gente... pero además es imposible porque... está demostrado que.... y ya lo intentó mengucho...y bla bla bla.
No hablamos de mala voluntad en colegas abocados a tareas vinculadas al arte, sino de simple reacción ante lo que se sale del modelo incuestionable de ese Arte (conocido).
No tenemos respuestas al asunto de la estética aún. La vamos encontrando a medida que caminamos colectivamente en cada expreriencia, como el/la artista individual que toma los pinceles por primera vez o la cámara y no dice: a ver, a ver... ya, si, creo que este es mi estilo... muy bien... muy bien... ahora voy a producir... y todo de una vez. Es ridículo exigir determinadas respuestas a procesos que deben madurar con el tiempo.
Descolonizarnos no es cosa de un día. Ofrecer herramientas para la reacción, en este caso cinematográfica, no es asunto de hacer una serie de eventos y quedarnos satisfechos. Lo que nos parece claro es que si no nos atrevemos a transitar caminos de incertidumbre, a perdurar en ellos, estamos condenados a los caminos de certidumbre, de lo ya sabido, de lo que está siempre ahí de forma rutinaria, del estado habitual de las cosas, del viejo estado de concepción de la producción. Un estado que muchos y muchas pueden criticar fuertemente pero al que nos cuesta derribar en nuestra propia práctica.
Y, entonces, ¿la estética...social?
Si nos ponemos a estudiar supongo que aprenderíamos mucho de esa rama de la filosofía que han desarrollado a lo largo del tiempo las elites intelectuales. Los tratados de estética no han sido nunca consensuados en actos asamblearios masivos, que sepamos, sino que se han ido acumulando en los ámbitos intelectuales, académicos, universitarios, texto tras texto, salido del trabajo fundamentalmente individual de reflexión.
Y allí, en el territorio de la nada de esos tratados de estética cinematográfica, el cine de los vecinos y vecinas cualquiera, un “cine del y desde el barrio”, es un territorio a descubrir, hay que darle su tiempo al ritmo y la vida colectiva.
Uno se puede preguntar sobre esa estética corporativa y productiva de, por ejemplo, ese Cine de Barrio que la ¿renovada? TVE mantiene desde el año 1995.
¿Quién mantiene y diseña un Cine de Barrio, dedicado a comentar y proyectar películas españolas de las décadas de los 50's, 60's o 70's, coincidente con un tipo de producción cinematográfica de la época franquista... ¿qué piensan los directivos de TVE cuando deciden mantener año tras años desde 1995 un programa que se llama “Cine de barrio”?. ¿de qué tipo de barrio están hablando? ¿el que les rememora a los jubilados aquel cine que se pasaba en su barrio durante la época franquista lleno de folklorismo alimenticio para el adormecimiento?. TVE española decide mantener durante más de 1 década, la producción cinematográfica franquista ¿con qué interés, bajo qué fin?. ¿Para alimentar la nostalgia de la población pensionista (mayoritaria) de este país? Y ¿los barrios actuales? No nos sorprende entonces que luego, cuando uno diga que hacemos Cine en y desde el barrio, tengamos que pelearnos con el peso implantado durante años de que lo barrial, unido a la palabra cine, es sencillamente una patochada antigua, para el populacho y sin estímulo alguno. Pensemos en las posibilidades de estetizar la vida diaria desde un Nuevo Cine Popular, sofisticado y no cutre, que de herramientas de análisis y realización tanto a pequeños como a jóvenes sobre el uso de las imágenes en la propia educación, que convierta a las calles, sus negocios, sus tiendas, sus bares, sus parques, sus escuelas, su centro de salud, su gente, en míticos lugares y personajes de una filmografía hecha y exhibida en el propio lugar donde se producen y con quienes se producen.
En la primer secuencia del año, un joven nos propuso hacer un recorrido por su calle, la que recorre todos los días para ir al instituto. Cual orgulloso guía turístico nos habló de detalles de cada una de las esquinas, de aquella casa que siempre le gustó, de la fuente de agua que había sustituido a otra más antigua, de los platos colgados en una pared, de lo fácil que era bajar la cuesta y lo cansado de subirla, de la música que sale de aquella ventana donde viven inmigrantes...
Pero también nos ha pasado que otros jóvenes repudien su propio entorno como indigno de cineamtografiarse. El camino es tan arduo como fascinante.
No vemos muchas más posiblidades para una estética social colectiva que el de una organización social que la pueda hacer emerger. Mientras tanto, nos anima movernos abriendo los intersticios del cine que siempre tienen que ver con los intersticios de la vida.

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