Como habíamos dicho, seguimos tomando como excusa ordenada la lectura del libro de Rick Altman, “Los géneros cinematográficos” para poder reflexionar desde nuestros postulados y nuestra práctica una manera de explorar nuevos caminos a la hora de construir cine desde el imaginario social de la gente común.
10 afirmaciones aparecen en el segundo capítulo del libro respondiendo a la pregunta ¿Qué se suele entender por género cinematográfico?
Como éstas reflexiones no tienen interés alguno de enseñar lo ya escrito sino de abrirnos paso ante ello para llegar a otros postulados más propios de nuestra concepción de cine y nuestra práctica, solo los enumeraremos remarcando que el propio Altman dice de ellos que “no todos los métodos o conclusiones presentados en este capítulo están en concordancia con mis propias ideas. En realidad, a lo largo de la presente obra propondremos alternativas a muchas de las actitudes descritas a continuación:
1) El género es una categoría útil, porque pone en contacto múltiples intereses.
2) La industria cinematográfica define los géneros, la masa de espectadores los reconoce
3) Los géneros tienen identidades y fronteras precisas y estables
4) Cada película pertenece, íntegra y permanentemente, a un solo género
5) Los géneros son transhistóricos
6) Los géneros siguen una evolución predecible
7) Los géneros se localizan en un tema, una estructura y un corpus concreto
8) Las películas de género comparten ciertas características fundamentales
9) La función de los géneros es ritual o ideológica
10) Los críticos de los géneros están dístanciados de la práctica de los géneros".
Sabemos que su sola enumeración no es suficiente para entrar en debate, pero nos interesa al menos enumerarlas porque este corpus de afirmaciones constituyen una panorámica elegida como resultado de los años de estudio del autor.
De la lectura de cada uno, sacamos algunas cosas que más nos interesan para nuestra reflexión.
Sobre el punto 1 por ejemplo, en que el género se presenta como una categoría, Altman, citando otros autores dice que “los géneros equilibran a los espectadores con la máquina ideológica, tecnológica, significativa del cine” (Dudley Andrew) y que “el género es una estructura y, a la vez, el conducto por el que fluye el material desde los productores a los directores y desde la industria a los distribuidores, exhibidores, espectadores y sus amigos” (Jim Kitses) .
Altman dice luego que “las conexiones del género cinematográfico con la totalidad del proceso de producción-distribución-consumo lo convierten en un concepto más amplio que el género literario tal y como se ha entendido habitualmente”.... y que “los teóricos de los géneros cinematográficos admiten sistemáticamente que la principal virtud de la crítica de los géneros radica en su capacidad de enlazar y explicar todos los aspectos del proceso desde la producción a la recepción”, que son resultado de “la interacción entre el público y el estudio”...”es la industria quien los certifica y el público quien los comparte”.
En el punto 9, Altman se adentra en las discusiones teóricas comenzadas desde los años sesenta en adelante entre posturas que adjudicaban al público como “ única fuente visible de los géneros” y aquellos “críticos marxistas que siguieron el ejemplo de Louis Althusser, quien había demostrado la carga ideológica que gobiernos e industrias depositan en los sistemas simbólicos y representacionales que ellos mismos producen”
Vertiente ritual y vertiente ideológica, dice el autor, que vienen a contraponer dos posibles funcionamiento de los géneros: “la aproximación ritual considera que el público es el creador de los géneros, cuya función, a su vez, es justificar y organizar una sociedad prácticamente intemporal...” donde “los esquemas narrativos de los textos genéricos emanan de prácticas sociales ya existentes, como superación imaginativa de las contradicciones inherentes a dichas prácticas... el público tiene intereses creados en los géneros, porque éstos son el medio de que dispone para asegurar su unidad y afrontar
su futuro.”
Por su parte, la aproximación ideológica concibe “ los textos narrativos como el vehículo que un gobierno utiliza para dirigirse a sus ciudadanos/sujetos o que una industria emplea para atraer a sus clientes.
Mientras que en los críticos rituales “las situaciones narrativas y las relaciones estructurales ofrecen soluciones imaginarias a problemas reales de la sociedad” en “los críticos ideológicos, por su parte, consideran esas mismas situaciones y estructuras como señuelos para inducir al público a aceptar no-soluciones ilusorias, que en todo momento se prestan a los designios del gobierno o de la industria” .
Para este debate de nunca acabar, el mismo autor propone “una conclusión razonable según la cual los géneros de Hollywood deben su existencia a su capacidad de ejercer ambas funciones simultáneamente sin que se haya llegado a adoptar de manera generalizada”.
Ahora bien, veamos que puede importarle esto a nuestros actuales o potenciales directores de cine, vecinos y vecinas. Seguramente, en principio, para nada.
Quizá sí, a nosotros como equipo de realización que debemos desaparecer activamente en mitad del imaginario social donde operan estos géneros.
Las reflexiones de Altman nos ubican claramente en esa batalla por la propiedad y gestión del imaginario social de la que siempre hablamos. Industria y espectadores, productores y receptores que se presentan como los agentes implicados en el funcionamiento de lo cinematográfico.
La estructuración social en torno al cine, diríamos. Una organización para la producción y circulación entre unas formas y contenidos que ponen en relación dos grupos de personas claramente diferenciados en su relación con unas creaciones culturales específicas: las películas de cine.
Películas producidas entre grupos de personas, que luego son transportadas a muy diferentes sitios para que otros grupos se encuentren con ellas. Paquetes de narración, trasvase de contenidos y formas audiovisuales, estructuración de subjetividad de unos que es visto por otras. Casi un material líquido que discurre entre la sociedad. Hacer películas, ver películas. Las dos posturas que menciona Altman pueden simplificarse pensando en la organización social de poder con respecto a la producción y gestión del cine: los que tienen el poder de crearlas, distribuirlas y exhibirlas y los que no lo tienen. Si hacemos la pirámide que represente la concentración de la propiedad de los medios de producción y gestión de las películas, cuanto más al vértice nos vayamos encontraremos mayor poder (de producción y gestión) en menor número de personas y cuanto más abajo, menor concentración de poder en mayor número de personas, la población espectadora. No es un asunto del cine, sino de la sociedad.
Películas que se hacen arriba, donde se concentra el poder y se reciben abajo, entre la población.
Si le damos sentido histórico al panorama audiovisual de las imágenes de cine, no hay que ser muy marxista para comprender que las películas se produjeron dentro de la pirámide que proponemos y en su casi totalidad, de manera vertical y no de forma horizontal. Se produjeron en sus fábricas y estudios (arriba) para hacerlos circular en la población (abajo).
Si lo vemos en contexto presente, ya hemos dicho que esta circulación en una sola dirección se ha roto definitivamente y el panorama audiovisual produce y pone a circular mensajes-películas en todas las direcciones: de arriba abajo, de abajo arriba, en horizontal, desde las fábricas a la gente, desde cualquier persona hacia el resto.
Se ha producido un cortocircuito en el viejo funcionamiento y más que diagnosticar nos interesa la pregunta sobre qué nuevo ordenamiento va a surgir (si es que va a surgir) que pueda estructurar el estado actual en continua explosión, para madurar un modelo que aporte en dicha dirección.
Una descentralización de tal magnitud en que una masiva cantidad de personas, a título individual puede producir sus mensajes cinematográficos en tantas direcciones, con diferentes intensidades, formas y contenidos, múltiples soportes y diversidad de medios de exhibición, es un verdadero big bang del cine.
En ese sentido, los géneros cinematográficos, tomados como esas gigantescas autovías formales donde circulaban (y circulan aún) los contenidos programados por unos para que una masa espectadora los reciba, van quedando inmersa ante la infinidad de mensajes-películas del mundo actual.
Y si bien hay que hacer un esfuerzo imaginativo para proyectar y diseñar otras formas de organización del audiovisual, los géneros cinematográficos no pueden escapar a esta revisión crítica y propositiva.
No como un hecho histórico solamente, sino como una realidad operando en la sociedad. Los géneros cinematográficos on estructuras del imaginario que están activas tanto por el cine visto como por el inabarcable banco de películas al que tenemos acceso actualmente y seguirá condicionando nuestra mirada del mundo a través de cine.
El debate sobre si históricamente los géneros nacen del público o es un producto del poder y las industrias que le ha determinado, es un debate interesante para ubicarnos en su arqueología. Pero sería bueno ir más allá.
Si los géneros cinematográficos tienen que ver “con la totalidad del proceso de producción-distribución-consumo” como remarca Altman, entonces, un replanteo de todo ese proceso de producción-distribución-consumo, nos tiene que llevar a nuevos y definidos formatos que permitan la circulación de los mensajes-películas en todas direcciones.
Otro tipo de ingeniería formal, otro tipo de géneros quizá, que se ajusten a una nueva circulación de los mensajes-películas.
Las dos tesis que menciona Altman tienen un cruce interesante.
En ambas lo que está en juego es la resolución imaginativa de prácticas sociales existentes, contradicciones, soluciones o no-soluciones ilusorias, intereses.
Desde el punto de vista de la producción, la pregunta es quién va a ejercer el poder de construir esas representaciones para que ejerzan una utilidad a la mayoría de personas, si las minorías de poder o los propios grupos de la sociedad organizándose para hacer su cine.
En medio del big bang cinematográfico, nos embarcamos en hacer cine con el común de la población para descubrir nuevas estéticas, nuevas vías formales que surjan de los escombros de aquella vieja división entre productores privados y públicos. Nos empeñamos en en diseñar nuestra actividad para que progresivamente el cine se vaya convirtiendo en esa especie de carnaval donde no haya distinción de clases, donde el espectáculo sea la propia fiesta de hacerlo, donde el imaginario pueda circular en todas las direcciones y a través de las formas más variadas, donde la sociedad pueda vivir la particular danza del big bang del cine.
No hay comentarios:
Publicar un comentario