domingo, 20 de octubre de 2013

Desactivar los rituales del Cine. La dictadura de la sala, la tiranía de la película, la prisión del estreno.


¡Los rituales del cine! Ese gran condicionamiento. 
El martes pasado más o menos a las 20:hs se apagaron las luces de la sala Azcona de la Cineteca de Matadero Madrid y unas 200 personas, sala prácticamente llena, empezaban a ver el automóvil de Gioacchino Di Blasi dirigiéndose por una ruta en las afueras de Madrid... empezaba el primer corte final que exhibíamos para intervención del público.
Una hora y cincuenta minutos después terminaba con un prolongado aplauso y aparecía la prisa por salir. No daba tiempo para compartir comentarios.
Los hubo de todo tipo pero en el vestíbulo, en los corredores de Matadero, en los encuentros, en una larga tertulia en algún bar cercano.
Pero no vamos a hablar de la película que creemos que hará su propio camino, no nos cabe duda. Lento y progresivo, a paso discretamente seguro como se ha hecho. Saliendo de esa esa oscuridad del anonimato a la luz de la visibilidad, como la vida de Gioacchino. Como ese viaje de lo intrascendente de un azaroso encuentro a revelarnos algunos importantes asuntos de la vida y de la muerte, que es lo que en la hora y 50 recorrió el primer corte. Una película que se está haciendo, que no está terminada.
Los rituales del cine! decíamos. Qué difícil es salir de sus cadenas. Miren que insistimos en que no era un estreno pero fue una de las cosas que no pudimos desactivar. Lo explicamos en la campaña de invitación, lo anunciamos antes de empezar y aún así, nos ocurrió por segunda vez, (la primera fue en Negra Blanca en Blanca, localidad de Murcia hace apenas cuatro meses) que una buena parte de los espectadores fueron y dicen haber vivido y visto un estreno. Y esto no es para nada inocente.
Revela, como siempre, muchas cosas de un pesado ritual. 
En el cine, casi en su generalidad, no se hace público ningún proceso anterior a la película acabada. Es una parte fundamental del ritual, ocultar el proceso para solo evidenciar el producto. Y cuando uno junta sala oficial de cine, (magnífica, además, como la sala Azcona) con algo que se parezca a una película que nadie ha visto, salta ese condicionamiento que tiene un siglo de antigüedad y que funciona a las mil maravillas: se trata de un estreno.
Evitamos cualquier maniqueísmo complaciente que pueda insinuar: es que ¡pobres escpectadores!, ¡están tan condicionados!... Preferimos algo  más constructivo entendendiendo que el martes tuvimos un condicionamiento general, quienes convocamos y quienes asistieron a la convocatoria.  Nosotros porque creemos que con enunciar un concepto pensamos que la gente lo entiende y convocamos en una sala espléndida para una sesión masiva de visionado y debate. Tarea que hacemos de continuo. Condicionamiento que también tienen los y las espectadoras porque no tienen de donde agarrarse, se sientan en unas cómodas butacas y a las pautas que se dan como previo acuerdo dicen: si pues, ya... pero ¡pongan la peli. 
Luego fue complicadísimo recoger impresiones y sugerencias en estado de excitación o de digestión. No nos pasa nunca en las decenas y decenas de visionados que llevamos en años. Pero esta vez era distinto, porque buscamos acercarnos a la utopía Benjaminiana cuando hablaba en El autor como productor haciendo un análisis sobre los medios de producción y la necesidad de modificarlos refiriéndose a la música: "la tarea de modificar el concierto no resulta posible sin la colaboración de la palabra. Esta es la única que, como formula Eisler, puede operar la transformación de un concierto en un meeting político.”
El deseo benjaminiano estaba ahí: si lográbamos las condiciones para que los comentarios y aportes de las doscientas personas, en lugar de hacerse fuera de la sala los hubieran hecho dentro, hubiéramos tenido un debate masivo sobre la muerte, la vida, qué y qué no es el cine, qué es una película, y muchos otros asuntos narrativos, formales y estéticos que salieron luego en tromba por los corredores. Si hubiéramos logrado eso, habríamos hecho el primer meeting social de cine y Benjamin nos hubiera saludado con afecto.
Pero el ritual del Cine está marcado por la ilusión. El Cine nos acostumbró a un contrato. Como mucho, cuando se crean las condiciones para un debate es sobre la película acabada. Eso es más habitual. Termina la película y la gente conversa sobre sus impresiones. Pero la película, ¡oh, maldito dogma de producción!, no será modificada jamás por los espectadores y espectadoras de una sala.
Revelar los secretos del cine, hacerlos públicos con el fin de intervenir en la producción que se proyecta en la pantalla, debería ser una sana y acostumbrada costumbre social. Es la herejía de lo inédito y más en estos tiempos en que revelar información es revelar procesos de control. El problema no es el contenido revelado en nuestro caso, el desajuste fue que en un templo oficial de la ilusión cinematográfica buscáramos la intervención masiva de la gente sobre la pantalla en el formato de un enorme meeting. No dan aún para tanto nuestros comportamientos aprendidos. Lo medianamente masivo tiende a funcionar como espectáculo. Para el meeting hay que crear mejores condiciones y mejor organización del evento. Vamos de a poco. La vida se revela cuando se vive, no cuando se imagina o se piensa. Aprendemos.
El ritual del cine nos lo dijo claro: ey, a hablar al bar que aquí vemos película y cerramos. Y ahí nos fuimos, a recabar la información donde el ritual obliga. Afuera, en cualquier parte. Es más dificultoso. Nosotros solemos hacer este ejercicio desde el año 2007 en asambleas pequeñas. Pasado cierto número, hay que organizarlo mejor, inventar formas de participación. Los visionados para la intervención son de una riqueza inmensa para nosotros. Anotamos en los debates todo tipo de sugerencias e incorporamos las que más mejorarán la pieza. La poblamos de los sentidos de la gente. La destruimos una y otra vez para colectivizarla. La sinautoramos. La democratizamos.
El martes se repetía un comentario casi tierno cuando se nos decía: me gustó pero le falta aún. Como con el pudor de cierta lástima o el sentimiento de cierta desazón.
Ya - decíamos- es que es un primer corte final. El presupuesto era justo ese, que le falta porque estamos trabajando y hemos hecho público el trabajo para enriquecerlo.
Y entonces decían algunos y algunas. 
- Ah, claro. Es que si me dices eso. 
- No, pero es que lo dijimos en todo momento.
- Ya. Ya. Joder, pero para no estar acabada ya está muy bien.
Así gran parte de la noche.
 Y luego la otra: Pero ¿qué es eso entonces? (un corte final)
Pues, lo que nunca se ve en una sala de cine y solo lo ven sus propietarios, algún allegado y los profesionales que la hacen, generalmente el montador y alguien más. Un primer, segundo, tercer ensayo de la narrativa total de una película antes de darla por buena y poder pasar a postproducción. Tened en cuenta que muchas películas de ficción ni siquiera la ven los propios actores que las protagonizaron hasta el día mismo del estreno. Los amantes pasajeros de Pedro Almodóvar, por ejemplo, si es cierta la noticia que dieron como exaltando lo maravilloso del secretismo de su autor, no la había visto nadie hasta su estreno. Quienes la producen terminan siendo invitados sin derecho a modificación. Es lo habitual.
Nosotros, ya lo saben, trabajamos a código abierto, buscando democratizar las producción hasta donde se pueda, con impurezas y desajustes como este del martes donde no se pudo hacer el enorme meeting que hubiéramos deseado, para que el material trabaje entre la gente, opere entre las personas y en su capacidad obvia de poder cambiarla y plantearse una pieza de cine como algo modificable.
Justamente faltó democratizar la palabra, la que dice Benjamin que puede transformar un concierto en meeting. En nuestro caso, la palabra que deberíamos haber podido expresar organizadamente en la sala y no en los pasillos. La palabra, la opinión efectiva de alguien que hubiera expresado su comentario y hubiera escuchado otras palabras. La gran conversación entre profesionales y gente ajena, entre cineastas amigos que llegaron y el señor mayor que dijo: me gustó, pero ¿no era una película verdad?. La gran conversación que los rituales de la cultura también impiden, que hay que romper, que hay que dinamitar a base no de bombas discursivas sino de ensayos operativos, de dispositivos y artefactos sociales que se pongan ahí delante, para su uso y que hay que perfeccionar.
Ahora, después de esa recogida informal de comentarios luego del imposible meeting, entramos con muy buenos aportes al corte final dos de Más allá de la Verdad, a esperar si se forma una colectividad de apoyo para la finalización de la película a través de una campaña de Crowfunding y a seguir abriendo nuestro trabajo a cualquiera que desee sumarse a las diferentes partes del proceso que queda.
Más allá de la Verdad muestra el intenso viaje de Gioacchino di Blasi, que a sus 80 años lo vimos  crecer, crecer y crecer en la película como un personaje complejo, poético, profundo, crudo. El viaje que nos lleva de una parada de metro a la trascendencia de fundirse como cenizas en el mar mediterráneo donde tantos años había navegado. El viaje en el que estamos cada día y del que quizá deberíamos tener más conciencia de la que tenemos. Conciencia del idéntico peso que tiene, como decía Gioacchino, el nacer que el morir. El vivir que el desaparecer. Conciencia que nos liberaría de tanta nimiedad, de tanto desatino, de tan confusa ansiedad por las cosas banales. Cuando comprendemos profundamente que nuestra azarosa vida puede terminarse en cualquier momento es cuando aprendemos a vivir cualquier momento como ese extraño milagro que es... simplemente... vivir.

1 comentario:

  1. Pues algo que casi nunca hago es dejo un comentario!
    Mira ya se empieza poco a poco, aprenderemos a valorar nuestra voz, sin tener miedo del incorrecto, "el correcto" una invencion hecha para alejarnos de la realidad!

    Soy una de estas que se emociono y que no podia hablar justo al momento ese que la luz ilumino mi khol choreando en mis mejillas... Pero me quede a hablar de la proyeccion toda la noche!!! Quizas necesitabamos todos una pequena pausa... o quizas tienes razon, y eso todavia son discuciones "de comptoir"!!

    Quiero aportar a vuestro proyecto, con un poco de dinero y mis pensamientos desde Marruecos. Mucha suerte!

    GRACIAS

    Nezha.

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