El pensamiento de cómo hacer cine fue elaborado sobre el trabajo profesional de los especialistas en el oficio. Digamos que como todo oficio fue concebido por sus expertos. Decimos expertos sin ningún tono peyorativo como en otras ocasiones sino como aquellos que por hacer algo habitualmente saben muchos de sus secretos.
Progresivamente, cuando nos enfrentamos ya sea a películas, a textos o a la propia práctica de nuestro cine, nos vamos encontrando con una constante de interés que se convierte en una constante de análisis.
La pregunta se hace simple: si queremos democratizar el cine tendremos que plantearnos de que manera se puede democratizar cada momento de la producción y deriva social de las películas. Entendiendo por democratizar, el hacer plenamente partícipes a personas cualquiera de una práctica y un saber que siempre ha sido hecho, propuesto y analizado desde el punto de vista de y para sus especialistas. No se puede democratizar el cine, así, en general. Debemos plantearnos democratizar el guión, la autoría, el montaje, el rodaje, la cámara, la venta, los beneficios, la propiedad, etc. y hacerlo en un lugar, en un tiempo, con unas personas concretas. Cada procedimiento tiene y viene de una lógica. Tiene una historia y está hecho para construir las cosas con un sentido, con unos intereses. Y hay que transitar por aquella experiencia en la que creemos , empantanándose en vivirla, rompiéndose la cabeza en la faena, encontrándole atajos. Estudiar procesos anteriores. Teorizar en mitad del pantano.
Sentimos el CsA como un cine para extraterrestres. Es decir, para seres que habitan en otro planeta: “el del espectador pasivo”. El planeta donde nunca se produce cine, donde nunca hubo más que horas de películas finalizadas, diseñadas por otros desde el lejano y desconocido “planeta de la producción”.
De ahí que hayamos decidido iniciar un viaje interplanetario desde la tierra de los productores a la tierra de los espectadores.
Dados los problemas que tenemos que sortear nos empeñamos en generar los textos que garanticen el recorrido a cualquier tripulante que quiera hacer el viaje de ida y de vuelta en el futuro. Como un transporte desechable, nuestra reflexión nos permite un escalón de acción, nos abre una ventana. Pero luego hay que construir el otro escalón para no encerrarnos en un dogmatismo, para seguir abriéndonos a la vida.
Problema fundamental: en el planeta productor, el cine es una maquinaria humano-tecno-capitalista con declarado y enfermizo ánimo de lucro o beneficio profesional individualista cuando el mal es menor. Lo inventaron unos tipos para sacar beneficios económicos y esos tipos se transformaron rápidamente en corporaciones mercantiles de entretenimiento y cultura. Este cine supone un espectador pasivo. Pierde su sentido si no tiene un espectador que lo consuma.
Por tanto, cuando llegamos al planeta espectador con nuestro plan, lo hacemos con la intención de formar “industrias sociales de producción” centradas en el beneficio social. Y eso desata los correspondientes problemas de inadaptación de la máquina humano-tecno-capitalista del viejo cine.
Y en eso estamos. Tratando de ajustar aquella máquina de lucro organizada jerárquica, despótica, autoritariamente en pirámides empresariales de obediencia monetario-estética, en un sitio de Madrid dónde veremos si funciona como algo diferente, contrario.
A una máquina entrenada para la persuasión mercantil mediante productos de impacto audiovisual (películas), buscamos transformarla en una máquina social colectivizada de producción fílmica.
A una máquina espectacular, para uso exclusivo de minorías y de lucro privado, buscamos transformarla en una máquina social y participada, de beneficio social, uso y disfrute libre.
A unos procedimientos y saberes encorsetados en el custodiado mundo profesional, académico o corporativo queremos transformarlos en unos procedimientos y saberes de uso y beneficio fundamentalmente social.
Podríamos empezar a los gritos en la plaza del barrio cual iluminados profetas bíblicos, claro: “Estimados ciudadanos del planeta espectador, venimos del planeta productor de cine. Queríamos anunciarles que un grupo de cineastas hemos decidido empezar a hacer las películas aquí mismo y con todos y todas ustedes incluidas en el proceso de producción y en el sistema de beneficios”...etc etc...
Pero no. Vemos más consistente el lento camino de las coincidencias, complicidades y conspiraciones. El trabajo conjunto, el contagio por pedagogía mutua. El desafío de la duración de las acciones.
En la fase actual, estamos justamente haciendo las alianzas mientras duerme el reloj de los grandes resultados. Hoy se trata de ser improductivos en términos capitalistas. Se trata de construir un “estado social de producción que no existe”.
Trabajamos en el territorio de lo latente que hay que hacer emerger en medio de la perversión capitalista cultural, del aislamiento y la quietud:
- guión latente: toda persona tiene cosas importantes que contar, cosas que mostrar, cosas que quisiera protagonizar con las cuales hacer cine y hacerlo junto a otras.
- rodaje latente: toda persona tiene derecho a agruparse, participar y disfrutar de la creación cinematográfica desde su propia realidad, protagonizando e interviniendo cualquier proceso de representación que lo pueda implicar.
- distribución latente: toda persona tiene el derecho y la posibilidad de agruparse para distribuir, mostrar, exhibir sus propios materiales con la dignidad que da el haberlo trabajado como proceso social.
- producción latente: toda persona tiene el derecho de agruparse para producir e introducir en la historia del cine su propia presencia fílmica y beneficiarse de ello.
Etc. Etc.
NO LO HAGAS TÚ MISMO. Eso ya nos lo enseñó el capitalismo publicitario y nos aísla como si fuéramos moscas autistas sin ley a la deriva de su plan. Cambiemos de planeta. El momento demanda otra cosa. “SEAMOS POLÍTICOS. HAGAMOSLO ORGANIZADAMENTE JUNTOS.. REVENTEMOS SU PLAN”.
Progresivamente, cuando nos enfrentamos ya sea a películas, a textos o a la propia práctica de nuestro cine, nos vamos encontrando con una constante de interés que se convierte en una constante de análisis.
La pregunta se hace simple: si queremos democratizar el cine tendremos que plantearnos de que manera se puede democratizar cada momento de la producción y deriva social de las películas. Entendiendo por democratizar, el hacer plenamente partícipes a personas cualquiera de una práctica y un saber que siempre ha sido hecho, propuesto y analizado desde el punto de vista de y para sus especialistas. No se puede democratizar el cine, así, en general. Debemos plantearnos democratizar el guión, la autoría, el montaje, el rodaje, la cámara, la venta, los beneficios, la propiedad, etc. y hacerlo en un lugar, en un tiempo, con unas personas concretas. Cada procedimiento tiene y viene de una lógica. Tiene una historia y está hecho para construir las cosas con un sentido, con unos intereses. Y hay que transitar por aquella experiencia en la que creemos , empantanándose en vivirla, rompiéndose la cabeza en la faena, encontrándole atajos. Estudiar procesos anteriores. Teorizar en mitad del pantano.
Sentimos el CsA como un cine para extraterrestres. Es decir, para seres que habitan en otro planeta: “el del espectador pasivo”. El planeta donde nunca se produce cine, donde nunca hubo más que horas de películas finalizadas, diseñadas por otros desde el lejano y desconocido “planeta de la producción”.
De ahí que hayamos decidido iniciar un viaje interplanetario desde la tierra de los productores a la tierra de los espectadores.
Dados los problemas que tenemos que sortear nos empeñamos en generar los textos que garanticen el recorrido a cualquier tripulante que quiera hacer el viaje de ida y de vuelta en el futuro. Como un transporte desechable, nuestra reflexión nos permite un escalón de acción, nos abre una ventana. Pero luego hay que construir el otro escalón para no encerrarnos en un dogmatismo, para seguir abriéndonos a la vida.
Problema fundamental: en el planeta productor, el cine es una maquinaria humano-tecno-capitalista con declarado y enfermizo ánimo de lucro o beneficio profesional individualista cuando el mal es menor. Lo inventaron unos tipos para sacar beneficios económicos y esos tipos se transformaron rápidamente en corporaciones mercantiles de entretenimiento y cultura. Este cine supone un espectador pasivo. Pierde su sentido si no tiene un espectador que lo consuma.
Por tanto, cuando llegamos al planeta espectador con nuestro plan, lo hacemos con la intención de formar “industrias sociales de producción” centradas en el beneficio social. Y eso desata los correspondientes problemas de inadaptación de la máquina humano-tecno-capitalista del viejo cine.
Y en eso estamos. Tratando de ajustar aquella máquina de lucro organizada jerárquica, despótica, autoritariamente en pirámides empresariales de obediencia monetario-estética, en un sitio de Madrid dónde veremos si funciona como algo diferente, contrario.
A una máquina entrenada para la persuasión mercantil mediante productos de impacto audiovisual (películas), buscamos transformarla en una máquina social colectivizada de producción fílmica.
A una máquina espectacular, para uso exclusivo de minorías y de lucro privado, buscamos transformarla en una máquina social y participada, de beneficio social, uso y disfrute libre.
A unos procedimientos y saberes encorsetados en el custodiado mundo profesional, académico o corporativo queremos transformarlos en unos procedimientos y saberes de uso y beneficio fundamentalmente social.
Podríamos empezar a los gritos en la plaza del barrio cual iluminados profetas bíblicos, claro: “Estimados ciudadanos del planeta espectador, venimos del planeta productor de cine. Queríamos anunciarles que un grupo de cineastas hemos decidido empezar a hacer las películas aquí mismo y con todos y todas ustedes incluidas en el proceso de producción y en el sistema de beneficios”...etc etc...
Pero no. Vemos más consistente el lento camino de las coincidencias, complicidades y conspiraciones. El trabajo conjunto, el contagio por pedagogía mutua. El desafío de la duración de las acciones.
En la fase actual, estamos justamente haciendo las alianzas mientras duerme el reloj de los grandes resultados. Hoy se trata de ser improductivos en términos capitalistas. Se trata de construir un “estado social de producción que no existe”.
Trabajamos en el territorio de lo latente que hay que hacer emerger en medio de la perversión capitalista cultural, del aislamiento y la quietud:
- guión latente: toda persona tiene cosas importantes que contar, cosas que mostrar, cosas que quisiera protagonizar con las cuales hacer cine y hacerlo junto a otras.
- rodaje latente: toda persona tiene derecho a agruparse, participar y disfrutar de la creación cinematográfica desde su propia realidad, protagonizando e interviniendo cualquier proceso de representación que lo pueda implicar.
- distribución latente: toda persona tiene el derecho y la posibilidad de agruparse para distribuir, mostrar, exhibir sus propios materiales con la dignidad que da el haberlo trabajado como proceso social.
- producción latente: toda persona tiene el derecho de agruparse para producir e introducir en la historia del cine su propia presencia fílmica y beneficiarse de ello.
Etc. Etc.
NO LO HAGAS TÚ MISMO. Eso ya nos lo enseñó el capitalismo publicitario y nos aísla como si fuéramos moscas autistas sin ley a la deriva de su plan. Cambiemos de planeta. El momento demanda otra cosa. “SEAMOS POLÍTICOS. HAGAMOSLO ORGANIZADAMENTE JUNTOS.. REVENTEMOS SU PLAN”.
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