Cada vez que hablamos de la cultura libre, conocimiento proveniente del nuevo contexto tecnológico de producción, los debates parecen inclinarse sobre todo a una especie de deseo y utopía vinculado a la libre circulación y acceso a las obras culturales bajo la operativa de las licencias libres y sus derivados.
Burdamente hablando, nos hemos dividido en dos bandos. Los malos, aquellos que rentabilizan las obras como propiedad privada y particular y las custodian con policías y leyes buscando extraer de dichas obras el mayor beneficio económico. Los buenos, aquellas personas que sellando las obras con licencias, liberamos su uso y circulación, no sin ciertas condiciones: reconozcan que lo he hecho yo (o nosotros) y úsenlo a gusto.
Y hasta ahí digamos que nos entendemos.
Luego, al menos para nosotros, vienen otras zonas de la operativa con algo de oscuridad.
Aunque las obras se liberen ¿nos liberamos del modelo capitalista con el que se producen?
El uso y la circulación de las obras son un aspecto importante de esa producción. La nueva producción en red y en general la tecnología digital han puesto bajo cuestionamiento el anterior estado de cosas con respecto a la Autoridad, o más exactamente el Autoritarismo y la Autoría propietaria del modo de producción capitalista.
La duda nos asalta: ¿por qué, los mismos que cedemos la libertad de uso y circulación no hemos planteado aún un cambio en el modelo de ese Autoritarismo-Autoral de producir?
¿Por qué no hemos declarado también obsoleta la propiedad intelectual de dichas obras en su versión autoritaria y generalmente individual?
¿Nos equivocamos o es que cuestionamos solamente el tipo de circulación del modelo capitalista y no el propio modelo?
Tenemos la impresión de que esta producción colectiva (o muchas veces solo conectada) que nos ha enseñado la tecnología digital, ha ido afortunadamente calando en la sociedad, pero “el estado social de producción”, inserto salvajemente en mecánicas laborales y vitales capitalistas, sigue concibiendo la producción cultural bajo el régimen de ese único modelo de la autoridad propietaria (intelectual y comercial). La comercial es la que atacamos en la cultura libre.
Muy sintéticamente porque no es aquí el espacio de desarrollo, el modelo capitalista, con el que hemos aprendido a operar como si fuera el único posible, tiene componentes identificables:
1) La autoría es propiedad de una clase diferenciada de gente, minoritaria frente a la sociedad, que es la que produce obras de Arte y Cultura. La producción cultural como diferenciación de clase. Autoritarismo productor basado en la persuasión y seducción de perceptores-consumidores de obras.
2) Una tendencia a la espectacularización de la obra y su autor: el objeto se aísla y se convierte en pieza estática adorable. La obra tiene propietario intelectual y legal. En realidad tiene propietario intelectual porque no habría manera de privatizarla.
El autor se desarraiga, se eleva, se distancia de su entorno social. Si le va bien se hace empresa.
3) Se estimula el individualismo exacerbado. Construcción del héroe cultural que trabaja solo o en guetos artísticos pero que no se mezcla para producir con personas que no pertenezcan a su “clase cultural de creadores y profesionales”. Autismo productor. Más Autoritarismo minoritario Autoral.
4) Las obras culturales son mercancía del libre mercado canjeables por dinero. No hay responsabilidad política ni seguimiento del artista sobre los efectos de su obra.
5) Sobre todo, el modelo capitalista reduce las infraestructuras e instituciones de producción cultural privadas y públicas. Pocos privilegiados acceden a ella. Se obstaculiza la democratización de los medios e instalaciones de producción. La sobrevivencia del mercado en su estructura capitalista. Todos no deben ser productores. No es rentable lo que no tiene consumidores.
6) No existe ni la producción ni la propiedad colectiva cultural fuera de la clase social productora.
Mmmm. Como mal boceto y para explicarnos mínimamente lo dejamos ahí.
Algunas preguntas que nos hemos hecho.
Liberamos la circulación y uso de lo que creamos. Pero si lo que creamos lo hacemos siguiendo el modelo anterior: Autoritarismo Autoral de “yo y mis amigos creadores”. Viaje sin retorno de mi subjetividad a la sociedad. El Arte lo imponen los pocos que lo producen. Continuidad del binomio “ productores minoritarios-consumidores mayoritarios".
Exito medido en número de mis seguidores de “mi obra”. Ensalzamiento como héroe cultural.
Y sobre todo nos preguntamos ¿Qué pasa si consideramos por fin obsoleta “la propiedad intelectual de las obras y no solo la propiedad comercial”? ¿Un gran apagón autoral?¿El derrumbe de la clase productora? ¿Muerte de los héroes?
La liberación de la explotación comercial de las obras no nos libera instantáneamente de la forma en que la producimos. Este es un trabajo largo y duro que hay que planificar. Un desenganche. Una desintoxicación.
Nos inquieta, al menos a nosotros, entusiasmarnos con una operativa como la de la “cultura libre”, que crea una ruptura con la propiedad comercial de explotación cultural si no terminamos de plantear caminos para un cambio de modelo en la forma de producirlas.
¿Alcanza con plantearse, por ejemplo en el cine, una forma de circulación gratuita de las películas de la Warner Bros o de la Paramount sin ofrecer alternativas para producir películas diferentes a las que estas majors hacen y con la cual siguen afirmando su colonialismo?¿Y si a estas multinacionales se les diera por liberar la explotación de sus próximas películas y nos llenaran gratuitamente en nuestras casas con sus productos? ¿No habría más nada que reclamar?
Decíamos la semana pasada que liberarnos de nuestra cárcel cultural, no pasa solo por la renuncia al beneficio económico que suelen buscarse en el control legal de las obras, sino también por romper los muros de esa cárcel.
Y esta cárcel es un asunto estructural. Es otro plano de acción. Un preso puede escribir sus libros desde su celda y con licencia de uso libre. Pero ¿deja de ser un preso cuyas libertades fundamentales le están siendo arrebatadas?
Entendemos que los materiales de nuestra cárcel cultural son sobre todo dos: por un lado el modelo de producción cultural con el que operamos, que lo llevamos dentro y por otro, la operativa e ideología del estado institucional y corporativo que mantienen ese modelo y reprimen, obstaculizan e impiden otros.
También mencionamos alguna vez, que en los sectores alternativos nos hemos acostumbrado a la distinción de “Comercio Justo”, como un sello que garantiza que compramos aquel producto que está hecho bajo “trabajo digno y sin condiciones de explotación de personas”, modelo de producción “no-capitalistas”.
Nos preguntamos en ese mismo sentido: ¿No deberíamos plantearnos más bien una “Cultura Justa”? ¿Una Cultura Justa no debería ser aquella que es producida con un modelo de características no-capitalistas?¿Puede surgir una “cultura libre” de un modelo de “cultura presa”? Las nuevas tecnologías nos han puesto de cara a otra forma de producción en algunos aspectos. Pero siempre está remitida a aquellos que están logrando hacer con estas herramientas, otro modelo de producción con acceso y dominio mínimo de esas tecnologías. Es decir, se trata de personas que han roto su manera de producir. No es la tecnología por sí misma. Observamos como los enclaves corporativos están haciendo uso de las mismas tecnologías pero capitalísticamente.
Las nuevas tecnologías también han hecho surgir una considerable multitud de “empresas del yo”. Individuos aislados que producimos aislados haciendo circular nuestra vida y obra en el ciberespacio.
“Cultura Justa”, nos suena más a un cuestionamiento de cómo se produce la cultura y no “cómo circulan ciertas obras de cierto sector que decide dejar libre de beneficio económico su uso”.
Y si una “Cultura Justa” requiere otro modelo de producción no capitalista, pues lo que hay que imaginar es justamente eso, otro modelo con el que producir socialmente. Quizá se nos haga más escabroso porque nos sumerge en el eterno debate del modelo de sociedad en que habitamos, con sus estructuras económicas y políticas. No son justas las condiciones de vida, por eso no pueden producir justicia en la cultura.
Cultura libre. Libertad de circulación. Libertad de uso. ¿Libertad de producción de cultura? ¿Practicamos habitualmente modelos de producción de alguna cosa, con procedimientos que no sean los dominantes?. Interiormente, ¿nos hemos liberados del Autoritarismo Autoral minoritario, del exhibicionismo de artistas, de la diferenciación de clase “productores-consumidores”, de la carencia de infraestructuras y planes donde aprendamos, socialmente, a no ser capitalistas?
Burdamente hablando, nos hemos dividido en dos bandos. Los malos, aquellos que rentabilizan las obras como propiedad privada y particular y las custodian con policías y leyes buscando extraer de dichas obras el mayor beneficio económico. Los buenos, aquellas personas que sellando las obras con licencias, liberamos su uso y circulación, no sin ciertas condiciones: reconozcan que lo he hecho yo (o nosotros) y úsenlo a gusto.
Y hasta ahí digamos que nos entendemos.
Luego, al menos para nosotros, vienen otras zonas de la operativa con algo de oscuridad.
Aunque las obras se liberen ¿nos liberamos del modelo capitalista con el que se producen?
El uso y la circulación de las obras son un aspecto importante de esa producción. La nueva producción en red y en general la tecnología digital han puesto bajo cuestionamiento el anterior estado de cosas con respecto a la Autoridad, o más exactamente el Autoritarismo y la Autoría propietaria del modo de producción capitalista.
La duda nos asalta: ¿por qué, los mismos que cedemos la libertad de uso y circulación no hemos planteado aún un cambio en el modelo de ese Autoritarismo-Autoral de producir?
¿Por qué no hemos declarado también obsoleta la propiedad intelectual de dichas obras en su versión autoritaria y generalmente individual?
¿Nos equivocamos o es que cuestionamos solamente el tipo de circulación del modelo capitalista y no el propio modelo?
Tenemos la impresión de que esta producción colectiva (o muchas veces solo conectada) que nos ha enseñado la tecnología digital, ha ido afortunadamente calando en la sociedad, pero “el estado social de producción”, inserto salvajemente en mecánicas laborales y vitales capitalistas, sigue concibiendo la producción cultural bajo el régimen de ese único modelo de la autoridad propietaria (intelectual y comercial). La comercial es la que atacamos en la cultura libre.
Muy sintéticamente porque no es aquí el espacio de desarrollo, el modelo capitalista, con el que hemos aprendido a operar como si fuera el único posible, tiene componentes identificables:
1) La autoría es propiedad de una clase diferenciada de gente, minoritaria frente a la sociedad, que es la que produce obras de Arte y Cultura. La producción cultural como diferenciación de clase. Autoritarismo productor basado en la persuasión y seducción de perceptores-consumidores de obras.
2) Una tendencia a la espectacularización de la obra y su autor: el objeto se aísla y se convierte en pieza estática adorable. La obra tiene propietario intelectual y legal. En realidad tiene propietario intelectual porque no habría manera de privatizarla.
El autor se desarraiga, se eleva, se distancia de su entorno social. Si le va bien se hace empresa.
3) Se estimula el individualismo exacerbado. Construcción del héroe cultural que trabaja solo o en guetos artísticos pero que no se mezcla para producir con personas que no pertenezcan a su “clase cultural de creadores y profesionales”. Autismo productor. Más Autoritarismo minoritario Autoral.
4) Las obras culturales son mercancía del libre mercado canjeables por dinero. No hay responsabilidad política ni seguimiento del artista sobre los efectos de su obra.
5) Sobre todo, el modelo capitalista reduce las infraestructuras e instituciones de producción cultural privadas y públicas. Pocos privilegiados acceden a ella. Se obstaculiza la democratización de los medios e instalaciones de producción. La sobrevivencia del mercado en su estructura capitalista. Todos no deben ser productores. No es rentable lo que no tiene consumidores.
6) No existe ni la producción ni la propiedad colectiva cultural fuera de la clase social productora.
Mmmm. Como mal boceto y para explicarnos mínimamente lo dejamos ahí.
Algunas preguntas que nos hemos hecho.
Liberamos la circulación y uso de lo que creamos. Pero si lo que creamos lo hacemos siguiendo el modelo anterior: Autoritarismo Autoral de “yo y mis amigos creadores”. Viaje sin retorno de mi subjetividad a la sociedad. El Arte lo imponen los pocos que lo producen. Continuidad del binomio “ productores minoritarios-consumidores mayoritarios".
Exito medido en número de mis seguidores de “mi obra”. Ensalzamiento como héroe cultural.
Y sobre todo nos preguntamos ¿Qué pasa si consideramos por fin obsoleta “la propiedad intelectual de las obras y no solo la propiedad comercial”? ¿Un gran apagón autoral?¿El derrumbe de la clase productora? ¿Muerte de los héroes?
La liberación de la explotación comercial de las obras no nos libera instantáneamente de la forma en que la producimos. Este es un trabajo largo y duro que hay que planificar. Un desenganche. Una desintoxicación.
Nos inquieta, al menos a nosotros, entusiasmarnos con una operativa como la de la “cultura libre”, que crea una ruptura con la propiedad comercial de explotación cultural si no terminamos de plantear caminos para un cambio de modelo en la forma de producirlas.
¿Alcanza con plantearse, por ejemplo en el cine, una forma de circulación gratuita de las películas de la Warner Bros o de la Paramount sin ofrecer alternativas para producir películas diferentes a las que estas majors hacen y con la cual siguen afirmando su colonialismo?¿Y si a estas multinacionales se les diera por liberar la explotación de sus próximas películas y nos llenaran gratuitamente en nuestras casas con sus productos? ¿No habría más nada que reclamar?
Decíamos la semana pasada que liberarnos de nuestra cárcel cultural, no pasa solo por la renuncia al beneficio económico que suelen buscarse en el control legal de las obras, sino también por romper los muros de esa cárcel.
Y esta cárcel es un asunto estructural. Es otro plano de acción. Un preso puede escribir sus libros desde su celda y con licencia de uso libre. Pero ¿deja de ser un preso cuyas libertades fundamentales le están siendo arrebatadas?
Entendemos que los materiales de nuestra cárcel cultural son sobre todo dos: por un lado el modelo de producción cultural con el que operamos, que lo llevamos dentro y por otro, la operativa e ideología del estado institucional y corporativo que mantienen ese modelo y reprimen, obstaculizan e impiden otros.
También mencionamos alguna vez, que en los sectores alternativos nos hemos acostumbrado a la distinción de “Comercio Justo”, como un sello que garantiza que compramos aquel producto que está hecho bajo “trabajo digno y sin condiciones de explotación de personas”, modelo de producción “no-capitalistas”.
Nos preguntamos en ese mismo sentido: ¿No deberíamos plantearnos más bien una “Cultura Justa”? ¿Una Cultura Justa no debería ser aquella que es producida con un modelo de características no-capitalistas?¿Puede surgir una “cultura libre” de un modelo de “cultura presa”? Las nuevas tecnologías nos han puesto de cara a otra forma de producción en algunos aspectos. Pero siempre está remitida a aquellos que están logrando hacer con estas herramientas, otro modelo de producción con acceso y dominio mínimo de esas tecnologías. Es decir, se trata de personas que han roto su manera de producir. No es la tecnología por sí misma. Observamos como los enclaves corporativos están haciendo uso de las mismas tecnologías pero capitalísticamente.
Las nuevas tecnologías también han hecho surgir una considerable multitud de “empresas del yo”. Individuos aislados que producimos aislados haciendo circular nuestra vida y obra en el ciberespacio.
“Cultura Justa”, nos suena más a un cuestionamiento de cómo se produce la cultura y no “cómo circulan ciertas obras de cierto sector que decide dejar libre de beneficio económico su uso”.
Y si una “Cultura Justa” requiere otro modelo de producción no capitalista, pues lo que hay que imaginar es justamente eso, otro modelo con el que producir socialmente. Quizá se nos haga más escabroso porque nos sumerge en el eterno debate del modelo de sociedad en que habitamos, con sus estructuras económicas y políticas. No son justas las condiciones de vida, por eso no pueden producir justicia en la cultura.
Cultura libre. Libertad de circulación. Libertad de uso. ¿Libertad de producción de cultura? ¿Practicamos habitualmente modelos de producción de alguna cosa, con procedimientos que no sean los dominantes?. Interiormente, ¿nos hemos liberados del Autoritarismo Autoral minoritario, del exhibicionismo de artistas, de la diferenciación de clase “productores-consumidores”, de la carencia de infraestructuras y planes donde aprendamos, socialmente, a no ser capitalistas?
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