lunes, 18 de julio de 2011

¿Hacia otro tipo de producción cultural? Pero... ¿cuándo hablaremos del Autor?



Varias y diversas tertulias de las últimas semanas nos provocan estas reflexiones.
La Autoría, el Autor, a la que nosotros contraponemos la Sinautoría, el Sinautor, a veces se hace un nudo complejo y resistente, hasta irritante diríamos, que parece taponar una de las vías de apertura a cambios profundos en la producción cultural.
Tres anotaciones previas:
1) La Autoría es una potencia de creación que es parte del ser humano, de todas las personas aunque en diferentes medidas, cualidades y aptitudes. Potencia que nos lleva a transformar o crear cosas y materiales de nuestro alrededor con sentido estético, re-creador, inventivo, fundador, provocador, para afectarnos y afectar.
2) La Autoría está determinada por la circunstancia social, política y económica en la que vivimos. Nos facilitan o nos impiden el ejercicio de nuestra potencia autoral.
3) La Autoría es ese conjunto de procedimientos y técnicas, el propio ejercicio de transformar diferentes materiales o situaciones con sentido estético, reflexivo para transdormarlo en obras. Con ellas buscamos presentar, re-presentar a los demás para afectarles y afectarnos y afectarles afectándonos.
Este conjunto de procedimientos es el ámbito propio del Autor como dispositivo, no como yo individual, o grupo de artistas, que es su forma de plasmación, sino como pura operativa social y creativa gestionada por una conciencia: la de saberse Autor.
Estos tres componentes siempre deberían estar en juego al valorar una obra, como resultado de las operativas de un Autor.
Creemos que el estado capitalista de las cosas ha fortalecido muros que ya venían dados llevándolos a la extrema expresión y fijando un paradigma social que nos dice:
No, la autoría como potencia no la tienen todas las personas, sino un solo grupo minoritario de personas.
Por tanto, la circunstancia de esa Autoría debe ser ordenada, financiada, dispuesta para que
ese tipo de Autores (tipo de operativas) ejerzan la potencia creadora en deterioro del resto de gente que deberá admitir o bien que no la tiene, o bien que no tiene derecho a ejercerla.
La narraciones, las imágenes, las voces, los sonidos, los materiales que luego vemos transfigurarse en obras (novelas, películas, poesías, músicas) ya existen como materia prima y como parte del ocurrir del mundo que genera contenidos. Las operativas autorales vendrán a condensarlas con su alquimia en obras.
Obras que deberían seguir mutando indefinidamente en manos de la Autoría universal de cualquiera.
El Autor como dispositivo realiza operaciones:
- Rápidamente crea discurso y representación ya que trabaja solo o con colegas del gremio sin involucrar a más personas de la sociedad, liberándose de la espera de largos consensos si abriera su proceso de creación a personas cualquiera.
- Con sus creaciones afecta a quienes entran en contacto con su trabajo.
- Acelera procesos imaginativos con sus obras, generando debate, forzando el pensamiento, la percepción, los afectos de las demás personas.
- Pone a circular sus narraciones, reflexiones, ficciones, representaciones, performances surgidas del mundo, de la circunstancias que le atraviesan pero trabajándolas en privado.
- Satisfecho con eso, busca recabar dinero de lo que crea estableciendo un cerco de propiedad intelectual sobre sus obras.
- Luego se anima más y establece otro cerco legal y monetario sobre el uso que se haga de lo que ha creado. Muchas veces lo quita y declara libertad de uso.
Nuestra pretensión con colocar una operativa de SinAutoría es forzarlo a un cambio en sus procedimientos. No buscamos la disolución de la autoría ni de los autores, cosa por demás imposible, sino el derribamiento de los muros que ese tipo de Autoría y ese tipo de Autores (esas operativas) suponen.
Y cuando ponemos hincapié en el caso del cine que es de lo que conocemos un poco más, a ciertos nombres (Flaherty, Medvedkin, Herbert Biberman, Vincent Carelli, Sanjinés, Pedro Costa o Peter Watkins.....) más que exaltar sus nombres, reconocemos en ellos operativas, o indicios de operativas que han tendido a fomentar la idea de que la potencia creativa de la Autoría está en las personas de toda la sociedad y no en sus minorías identificadas como Autores.
Sin Autor, es “sin” ese tipo de Autor.
Al exponer nuestra práctica, escuchamos cosas que nos hacen reflexionar cuando no nos preocupan:
- Una actitud repetida es replicarnos: eso de la Sinautoría que se han inventado está bien, pero bueno, es una práctica más.
Para, acto seguido, entonces, volverse, casi instintivamente, a una especie de rescate del Autor (operativas ya conocidas) para revalorizarlo: no está tan mal, hombre, hay muchos que han hecho cosas de puta madre. Y desde ahí se busca ver de qué manera ese mismo Autor (operativas ya conocidas) puede plantearse otros procedimientos para que su obra afecte de manera más eficaz a la sociedad. Porque en los diferentes ámbitos de conversación el tema es que las obras y los autores parecen no afectar a nadie como deberían y porque manejamos cierta sensación de que estamos en bucles de producción que no crean rupturas.
La otra acusación que se nos deja caer es que vamos contra los Autores y pretendemos invalidarlo todo.
Y a esto decimos que en parte sí y en parte no, como todo en esta vida.
En parte sí, porque creemos que sería más eficaz otra forma de Autor (otro tipo de operativas) e incluso contrarias a las que ha venido teniendo.
En parte no, porque nos parece que la forma de Autor no tiene por qué ser invalidada sino profundamente removida y profundizada.
Es común la queja sobre un estado nefasto de la producción cultural por ser unas covachas de privilegiados, por estar machacada de recortes presupuestarios, por insolidaria, por no ofrecer espacios, por ser excluyente, por no ofrecer más que lo visto, por solo plantear matices y nada más que matices.
Pero si realmente logramos hacer ese diagnóstico y buscamos salidas, ¿qué pasaría si dinamitamos esas operativas autorales?
Si las operativas conocidas de Autor fueran sustituidas, modificadas, ampliadas, reformuladas por otras, si lo removiéramos realmente, pues se movería necesariamente el edificio. Probemos por ejemplo:
- Involucrar a muchas personas en el proceso de creación de sus obras.
- Devolver a debate asambleario sus propios hallazgos, sus piezas, sus obras como materiales relativos sin cerco de propiedad intelectual que los proteja.
- Permitir que sus saberes entren en conexión con otros diferentes a la hora de producir representación y discurso.
- Trabajar con el imaginario social de otras personas y no solo con el privado, involucrando a la gente que le inspire su trabajo.
- Producir desde realidades localizadas, personas concretas, situaciones precisas y abandonar un poco el territorio de la abstracción cultural. Historizar, localizar, concretizar, temporalizar las representaciones y hacerlo con otras personas.
Digamos que el nuevo Autor podría ejercer su potencia con libertad siempre y cuando tuviera la libertad suficiente de ponerse en una función política de servicio para que otros ejerzan su autoría.
Insistimos en que no planteamos que el Autor no se sostenga de su trabajo. Ese es otro asunto problemático como el de cualquier oficio y que deberíamos abordar aparte.
Lo que debemos encontrar en la emergencia de una nueva conciencia de lo colectivo como fuerza de producción social, es a qué llamarle Autor (a qué nuevas operativas) en unas nuevas circunstancias como las que se empiezan a vislumbrar en el acontecer social.
Para cambiar radicalmente las cosas, debemos dejar de creer en ellas, en como funcionan, en como se organizan, alcanzar un profundo descrédito sobre lo que ya conocemos de ellas. A veces nos queda la impresión de que esos cambios se dicen pronto como deseo, pero luego se vuelve rápidamente a las viejas fórmulas, a ver si mejoran un poquito, a ver si no me sacan de mi sitio, a ver si no se salen de quicio.
Pero es verdad que para ser coherentes con lo que decimos, mejor será abandonar tanta tertulia que nos vuelve abstractos. No porque no valga la pena sino porque el tiempo es escaso y las rupturas deben hacerse, en la realidad, trabajando en ella, inmersos en ella... Sitio, lugares, personas, procesos, nombres, casos, situaciones, tiempos, la purita realidad muchas veces ubicada fuera del Autor y sus fantasmas, por más sofisticados y travestidos que estos sean. Ese alejado lugar donde resulta tan fácil destruir a las viejas operativas llamadas “Autor” sin que Autor alguno se entere.
Si algo nos desarmó del 15-M, es un desconcertante irracionalidad colectiva.
Mejor hacerlo que decirlo.
¡Pereza da la razón que a tanta razón obliga!
Y que de tanto pensar ¡nuestra acción se nos olvida!

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