Estuvimos en la Universitat de Estiu de la Universidad de Valencia desde el miércoles. El primer día ofrecimos al alumnado 4 horas de teoría del Cine sin Autor y jueves y viernes pusimos en práctica con un reducido número de participantes las operativas que utilizamos para crear una película corta.
Dado que venimos de dos meses de mucha intensidad de trabajo en la Fábrica de Cine sin Autor preguntando "Y tú... ¿película harías?" no dejamos de comprobar cómo ésta simple pregunta es el detonante que nos sumerge directamente en la activación de la narrativa social común, texto inicial del imaginario social.
Alguien nos preguntaba en el curso si las operativas del Cine sin Autor podrían entre otras cosas aportar como resultado un “retrato diferente de la sociedad” que ofrezca una alternativa a un tipo de retrato que generalmente ha venido de la mano de inversores y profesionales del cine.
La evolución de la imagen cinematográfica, contestábamos, de esa “primer imagen audiovisual que el ser humano a creado y visto” se puede leer en varias etapas si miramos su funcionamiento social.
Repasamos brevemente algo que ya hemos escrito en alguna anterior ocasión.
En una primer etapa su impacto fue meramente perceptivo: la imagen fotográfica que podía simular el movimiento y el tiempo de las cosas era una novedad a la vista, atraía las miradas y despertaba el interés.
Ese Sistema de Representación Primitivo que dirá Noël Burch, donde lo impactante fue ver en pantalla la reproducción de las cosas moviéndose, simulando su transcurrir temporal, comenzaría su andadura alojándose más bien en el sentido de la vista y en mucho menor medida en el oído provocando una sensación más vinculada al retrato fotográfico.
En una segunda etapa, que el mismo Noël Burch llamará Sistema de Representación Institucional, la estructuración del relato fílmico dejará el inmediatismo del suceso filmado y adquirirá características técnicas y narrativas de gran poder simbólico para terminar organizando en la pantalla universos complejos que comportarán visiones de la vida, de la sociedad, de la historia.
El Sistema Institucional ocupará el resto de la primera mitad de siglo pasado casi en solitario y permaneciendo hasta nuestros días en mitad de un mundo que se fue poblando de otras pantallas y representaciones audiovisuales.
La segunda mitad del siglo XX arrancará ya en la década de los 60 con el Sistema de director o de autor donde una mayor cantidad de personas, a título personal y vinculadas en su mayoría al sector cinematográfico, comenzarán a hacer películas alejándose, variando o contraponiéndose al Sistema Institucional.
En la segunda etapa, la del imponente desarrollo del sistema industrial, los sentidos visual y auditivo serán lugares que la representación cinematográfica atravesará sin alojarse meramente en ella para buscar colonizar el territorio de las emociones, la razón, el sentido plástico y estético, el sentir, el pensar.
En una tercera etapa, “la pantalla en la era de las interfaces”, las últimas décadas, la imagen audiovisual se ha convertido en una herramienta de uso para acceder a todo tipo de conocimientos, al mismo tiempo que ha permitido que el usuario pueda rediseñar ciertas zonas de la propia imagen e incluso, en el video juego o la imagen de simulador, cambiar y generar propia narrativa aunque siempre entre los límites programados por sus creadores.
Estas tres formas de relación con la imagen audiovisual conviven hoy día.
Para contestar a la pregunta sobre un posible “nuevo retrato social” que debería posibilitar un Cine sin Autor, es necesario explicar el momento actual de la operativa de la imagen audiovisual según sus etapas.
“Ese espectador” que ha sido forjado por la imagen cinematográfica y audiovisual en general, ha sido fundamentalmente un consumidor-receptor de representación.
Creemos que el desafío sustancial en el momento actual y el futuro, no es solamente la generación de un “nuevo retrato de la sociedad” porque estaríamos poniendo otra vez el énfasis en la representación y no en la producción que es lo que vertiginosamente está cambiando.
Si el estado de un “espectador habitado por su propio consumo de imágenes” generadas desde una histórica minoría corporativa y profesional necesita un cambio radical y paradigmático, éste debe ubicarse fundamentalmente en su relación con la producción de las imágenes cinematográficas y no con su consumo como espectador.
El espectador atragantado por la avasallante producción y reproducción de obra audiovisual debería (necesita) encontrar canales para una saludable desintoxicación y catársis que le permitan volver a ubicarse críticamente frente a este nuevo mundo que ya vive y que constituye su futuro perceptual.
Si agregamos una cuarta etapa a nuestra categorización, ésta debería posibilitar y potenciar la calidad productora de la población, la capacidad de imaginar y realizar películas donde el Cine sea una actividad social, un espacio común que promueva esa especie de catársis del imaginario detenido, bloqueado, paralizado por su función espectadora.
El primer paso es comenzar a saber “qué película imaginan y son capaces de llegar a hacer las personas no profesionales”.
A medida que hacemos esa pregunta “Y tú...¿qué película harías?” en diferentes sitios y personas, nos damos cuenta que funciona justamente como un primer testeo del texto fílmico social. Esta pregunta origina de inmediato un conjunto de sinopsis en el que las personas exponen sus primeras ideas de películas.
Una vez enunciado con claridad esta primer sinopsis, lo que sigue es la profundización y análisis sobre ese primer y pequeño relato, tomado ya como un texto de cine.
Luego de hacerse explícito el texto fílmico de cada quien, comenzamos a buscar los elementos comunes, complementarios, contradictorios y todo tipo de relaciones entre los discursos personales que nos permitan construir un “texto común”.
El siguiente paso es ya la planificación de la puestas en escena, puestas en situación, rodajes, etc. es decir, la materialización fílmica de ese primer relato común.
Esa zona de texto que emerge de las personas meta-cinematográficas, está obviamente contaminado y determinado por esa herencia fílmica de las primeras etapas de espectadores-consumidores que hemos sido y somos. Pero hemos ido viendo de qué manera el constante debate de las ideas, la creación de escenas y sucesivos montajes, muchas veces se separan de los primeros relatos heredados de la cultura audiovisual. La propia experiencia los complejiza.
Para producir un cambio sustantivo y profundo en nuestra relación social con lo cinematográfico, debemos desarrollar un cine que sirva para la “expresión y materialización de películas de la población en general”. Sabemos que esa serie de operativas y acciones sociales de producción, exhibición, distribución y venta con las que el cine siempre se ha constituido, han reducido el espacio para la participación social al único momento de la exhibición.
Nuestra propuesta al introducir el modelo de Fábrica de Cine sin Autor, tiene el propósito de conformar un modelo para que todas esas operativas tradicionales del cine, sean concebidos como espacios abiertos de producción social participada, horizontal y autogestionada y para que no sea solamente la habitual exhibición de películas el momento de relación social con el fenómeno del cine.
Quizá sea difícil saber cómo serán los “nuevos retratos de la sociedad” que éste modelo conforme, aunque el trabajo de estos años ya permite vislumbrarlos. Lo más importante es que este modelo inaugure y abra caminos para una cuarta etapa del audiovisual donde cualquier persona se relacione en el cine como participante activa y en comunión creativa con otra gente de su entorno.
Quizá, decíamos estos días, lo que hemos aprendido en estos años no es más que hacer de la producción cinematográfica, un espacio que nos permite cuidar celosamente el imaginario de quienes se involucran en procesos de Cine sin Autor y construir desde allí un cine que nos represente.
“Cuidarnos para poder imaginarnos creativamente juntos”, aunque parezca un detalle sin importancia ante tanta represión de la vida, al menos nos permite ir creando experiencias donde poder conservar un poco de decencia, un poco de cuidado, un poco de atención y escucha, un lugar de vivencias donde podamos libremente soñarnos mejor.
Dado que venimos de dos meses de mucha intensidad de trabajo en la Fábrica de Cine sin Autor preguntando "Y tú... ¿película harías?" no dejamos de comprobar cómo ésta simple pregunta es el detonante que nos sumerge directamente en la activación de la narrativa social común, texto inicial del imaginario social.
Alguien nos preguntaba en el curso si las operativas del Cine sin Autor podrían entre otras cosas aportar como resultado un “retrato diferente de la sociedad” que ofrezca una alternativa a un tipo de retrato que generalmente ha venido de la mano de inversores y profesionales del cine.
La evolución de la imagen cinematográfica, contestábamos, de esa “primer imagen audiovisual que el ser humano a creado y visto” se puede leer en varias etapas si miramos su funcionamiento social.
Repasamos brevemente algo que ya hemos escrito en alguna anterior ocasión.
En una primer etapa su impacto fue meramente perceptivo: la imagen fotográfica que podía simular el movimiento y el tiempo de las cosas era una novedad a la vista, atraía las miradas y despertaba el interés.
Ese Sistema de Representación Primitivo que dirá Noël Burch, donde lo impactante fue ver en pantalla la reproducción de las cosas moviéndose, simulando su transcurrir temporal, comenzaría su andadura alojándose más bien en el sentido de la vista y en mucho menor medida en el oído provocando una sensación más vinculada al retrato fotográfico.
En una segunda etapa, que el mismo Noël Burch llamará Sistema de Representación Institucional, la estructuración del relato fílmico dejará el inmediatismo del suceso filmado y adquirirá características técnicas y narrativas de gran poder simbólico para terminar organizando en la pantalla universos complejos que comportarán visiones de la vida, de la sociedad, de la historia.
El Sistema Institucional ocupará el resto de la primera mitad de siglo pasado casi en solitario y permaneciendo hasta nuestros días en mitad de un mundo que se fue poblando de otras pantallas y representaciones audiovisuales.
La segunda mitad del siglo XX arrancará ya en la década de los 60 con el Sistema de director o de autor donde una mayor cantidad de personas, a título personal y vinculadas en su mayoría al sector cinematográfico, comenzarán a hacer películas alejándose, variando o contraponiéndose al Sistema Institucional.
En la segunda etapa, la del imponente desarrollo del sistema industrial, los sentidos visual y auditivo serán lugares que la representación cinematográfica atravesará sin alojarse meramente en ella para buscar colonizar el territorio de las emociones, la razón, el sentido plástico y estético, el sentir, el pensar.
En una tercera etapa, “la pantalla en la era de las interfaces”, las últimas décadas, la imagen audiovisual se ha convertido en una herramienta de uso para acceder a todo tipo de conocimientos, al mismo tiempo que ha permitido que el usuario pueda rediseñar ciertas zonas de la propia imagen e incluso, en el video juego o la imagen de simulador, cambiar y generar propia narrativa aunque siempre entre los límites programados por sus creadores.
Estas tres formas de relación con la imagen audiovisual conviven hoy día.
Para contestar a la pregunta sobre un posible “nuevo retrato social” que debería posibilitar un Cine sin Autor, es necesario explicar el momento actual de la operativa de la imagen audiovisual según sus etapas.
“Ese espectador” que ha sido forjado por la imagen cinematográfica y audiovisual en general, ha sido fundamentalmente un consumidor-receptor de representación.
Creemos que el desafío sustancial en el momento actual y el futuro, no es solamente la generación de un “nuevo retrato de la sociedad” porque estaríamos poniendo otra vez el énfasis en la representación y no en la producción que es lo que vertiginosamente está cambiando.
Si el estado de un “espectador habitado por su propio consumo de imágenes” generadas desde una histórica minoría corporativa y profesional necesita un cambio radical y paradigmático, éste debe ubicarse fundamentalmente en su relación con la producción de las imágenes cinematográficas y no con su consumo como espectador.
El espectador atragantado por la avasallante producción y reproducción de obra audiovisual debería (necesita) encontrar canales para una saludable desintoxicación y catársis que le permitan volver a ubicarse críticamente frente a este nuevo mundo que ya vive y que constituye su futuro perceptual.
Si agregamos una cuarta etapa a nuestra categorización, ésta debería posibilitar y potenciar la calidad productora de la población, la capacidad de imaginar y realizar películas donde el Cine sea una actividad social, un espacio común que promueva esa especie de catársis del imaginario detenido, bloqueado, paralizado por su función espectadora.
El primer paso es comenzar a saber “qué película imaginan y son capaces de llegar a hacer las personas no profesionales”.
A medida que hacemos esa pregunta “Y tú...¿qué película harías?” en diferentes sitios y personas, nos damos cuenta que funciona justamente como un primer testeo del texto fílmico social. Esta pregunta origina de inmediato un conjunto de sinopsis en el que las personas exponen sus primeras ideas de películas.
Una vez enunciado con claridad esta primer sinopsis, lo que sigue es la profundización y análisis sobre ese primer y pequeño relato, tomado ya como un texto de cine.
Luego de hacerse explícito el texto fílmico de cada quien, comenzamos a buscar los elementos comunes, complementarios, contradictorios y todo tipo de relaciones entre los discursos personales que nos permitan construir un “texto común”.
El siguiente paso es ya la planificación de la puestas en escena, puestas en situación, rodajes, etc. es decir, la materialización fílmica de ese primer relato común.
Esa zona de texto que emerge de las personas meta-cinematográficas, está obviamente contaminado y determinado por esa herencia fílmica de las primeras etapas de espectadores-consumidores que hemos sido y somos. Pero hemos ido viendo de qué manera el constante debate de las ideas, la creación de escenas y sucesivos montajes, muchas veces se separan de los primeros relatos heredados de la cultura audiovisual. La propia experiencia los complejiza.
Para producir un cambio sustantivo y profundo en nuestra relación social con lo cinematográfico, debemos desarrollar un cine que sirva para la “expresión y materialización de películas de la población en general”. Sabemos que esa serie de operativas y acciones sociales de producción, exhibición, distribución y venta con las que el cine siempre se ha constituido, han reducido el espacio para la participación social al único momento de la exhibición.
Nuestra propuesta al introducir el modelo de Fábrica de Cine sin Autor, tiene el propósito de conformar un modelo para que todas esas operativas tradicionales del cine, sean concebidos como espacios abiertos de producción social participada, horizontal y autogestionada y para que no sea solamente la habitual exhibición de películas el momento de relación social con el fenómeno del cine.
Quizá sea difícil saber cómo serán los “nuevos retratos de la sociedad” que éste modelo conforme, aunque el trabajo de estos años ya permite vislumbrarlos. Lo más importante es que este modelo inaugure y abra caminos para una cuarta etapa del audiovisual donde cualquier persona se relacione en el cine como participante activa y en comunión creativa con otra gente de su entorno.
Quizá, decíamos estos días, lo que hemos aprendido en estos años no es más que hacer de la producción cinematográfica, un espacio que nos permite cuidar celosamente el imaginario de quienes se involucran en procesos de Cine sin Autor y construir desde allí un cine que nos represente.
“Cuidarnos para poder imaginarnos creativamente juntos”, aunque parezca un detalle sin importancia ante tanta represión de la vida, al menos nos permite ir creando experiencias donde poder conservar un poco de decencia, un poco de cuidado, un poco de atención y escucha, un lugar de vivencias donde podamos libremente soñarnos mejor.
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