domingo, 16 de septiembre de 2012

Cine XXI en marcha. La incipiente industria ecuatoriana en el extrarradio del cine y cómo se nos cuela Godard

El viernes nos visitó en el estudio Patricio Burbano, cineasta ecuatoriano que se ha afincado en Madrid, que amablemente se interesó por nuestro trabajo y con el que mantuvimos una interesantísima conversación.

El intercambio nos abrió de lleno al fenómeno del sorprendente cine ecuatoriano actual al margen de la oficialidad que nos ha ocupado el entusiasmo de este fin de semana con la lectura de un libro que recomendamos muy especialmente y al que dedicaremos más de una reflexión seguramente.

Se trata de Ecuador bajo tierra, videografías en paralelo, que responde a una investigación dirigida por el artista Miguel Alvear.

Para resumir antes de empezar el increíble viaje al que nos lleva este libro y las reflexiones introductorias, diremos que se trata de un alto contingente de películas producidas por autodidactas sin formación profesional, de bajísimos presupuestos, interpretadas por personas cualquiera, en ambientes cotidianos, realizadas “fuera de cualquier establishment o institucionalidad reconocida”. Una verdadera industria incipiente, como dicen los autores.

Christian León hace la primera introducción contando su primer contacto con este mundo a partir de un vendedor ambulante que se subió en un bus ofreciendo películas y que al que el autor miraba con recelo desde el “cinéfilo conservador que habita en mi mirada”, tal como lo dice él.

Allí descubrió que promocionaba una película llamada “Pollito 2” de la que miró su tapa con atención y se dio cuenta que era una película indígena. La vio y así nos narra su experiencia.

“Simplemente quedé desconcertado. Era realmente un largometraje a carta cabal con muchísimos recursos y obviamente con las limitaciones que se pueden ver en cualquier película ecuatoriana. Me sorprendió aún más que nadie del mundo del cine supiese de la existencia de la película y que su director no fuese conocido en el medio de los productores, técnicos y realizadores del cine nacional.

Poco después, arrancó el proyecto Ecuador Bajo Tierra. Entonces las preguntas y desconciertos se multiplicaron. Todos quienes participamos en el proyecto de investigación fuimos de sorpresa en sorpresa. No habían dos, tres o cuatro películas como Pollito 2. Luego de hacer una búsqueda en cinco provincias, constatamos que en los últimos diez años se han realizado más de cuarenta largometrajes. Entendimos que había todo un complejo sistema de producción, distribución y comercialización que no pasaba por los estándares de calidad, las escuelas de cine, el gremio de cineastas, los esquemas de producción audiovisual, las salas comerciales o alternativas, el Servicio de Rentas Internas, las regulaciones de la ley de cine, ni por la jurisdicción de los funcionarios culturales. Descubrimos que existía un gigantesco universo audiovisual paralelo al mundo institucionalizado del cine, la cultura letrada, el universo de la clase media y el mercado formal. Aún más empezamos a sospechar que quizá nosotros, ubicados dentro esa pequeña esfera de la cultura cinematográfica, éramos «los otros»...


Como ponemos el enlace y el lector o la lectora puede acceder al libro, preferimos empezar a escribir sobre lo que nos fue reflejando la propia reflexión de los autores.

¡Complejo sistema de producción, distribución y comercialización fuera del sistema!

La primera cosa que nos salta es pensar Nollywood, la industria nigeriana de cine del que hablamos hace ya tiempo y que estos autores también nombrarán en su reflexión.

En este caso, vuelve a aparecer el dibujo de una producción que funciona de abajo hacia arriba y con una creciente y amplísima organización de distribución y comercialización informal, ajena a la institucionalidad cinematográfica, en torno a la piratería pero que a su vez ha ido creando también un nuevo espectador porque estas películas parecen venderse como reguero, a un euro, por las vías subterráneas de un comercio de cine informal que vende cientos de miles de copias en Ecuador, Perú, Colombia, EEUU y Europa, ante un mundo donde el movimiento migratorio crea espectadores globales.


Los autores logran pensar este fenómeno desde el panorama general del cine que obviamente y una vez más, ignora el fenómeno y cuyas acostumbradas categorizaciones resultan insuficientes.

Vamos a dedicarnos hoy solo a un primer punto para seguir en las semanas siguientes: la frontera entre lo profesional y lo no profesional.

A pesar de que es un cine amateur, dice Christian León” “existen dificultades a la hora de darle su verdadero sentido.

a) Por un lado las películas sumergen en el relato de ficción y las estructuras de los géneros cinematográficos.

b) En segundo lugar, si el cine amateur ha sido producto de una intersección entre la tecnología cinematográfica y la memoria familiar de la clase media, las videografías populares son el resultado de un entrecruzamiento de las tecnologías digitales con la sensibilidad y los imaginarios de las clases subalternas.

c) los primeros datos de la investigación demostraron que las videografías populares se basan en una práctica emergente que está en camino de estabilización y que, por tanto, demanda el conocimiento de un oficio. 3.

d) el carácter emergente del cine ecuatoriano implicaba que una gran parte de los cineastas profesionales tenga una formación autodidacta y trabaje con un modelo de producción poco especializado.


Solo estos cuatro puntos nos plantean asuntos fundamentales ante las nuevas cinematografías que sin duda marcarán el panorama cinematográfico futuro de seguir emergiendo, como seguramente ocurrirá.

Punto primero, la mezcla entre apropiación y transformación de las formas y narrativas del cine. Es importante la distinción que hace el autor sobre la cultura amateur, siempre más vinculada a un tipo de memoria (imaginario diríamos nosotros) de carácter doméstico, familiar proveniente de una clase media bien definida. El amateurismo pre-digital estuvo contenido en un determinado sector con posibilidades, aunque éstas no fueran las altas posibilidades que requería el cine como tal.

Esa mezcla de amateurismo también se le achacó a la primer película de Godard “Al final de la escapada” cuando este desconcertaba en el año 59 con unas formas de rodar, un tratamiento de la luz y un ingeniería de montaje, que apropiándose de un género industrial al que admiraban los jóvenes de la Nouvelle Vague, revelaba una novedad encerrada en su carácter rústico y aparentemente ignorante de las normas standares, que era muy difícil de digerir. Detrás estaría aquel franco-suizo, como lo describiría Glaubert Rocha por los años setenta, “cínico, anarquista, irreverente, trágico, romántico, irresponsable, clásico, inquieto y desconcertante” pero sin duda uno de los más poderosos desprogramadores de las formas y estéticas conocidas de la historia del cine. El acto, en aquel entonces era consciente. Conocer las reglas, violentarlas.

¿Y por qué nos viene ahora, de repente, Godard, cuando ni habíamos pensado, al ponernos a escribir, vincularlo con el cine ecuatoriano?

Posiblemente porque respiramos un poderoso movimiento sísmico y en el cine, es difícil en mitad de una tormenta estética no volver a Godard.

Pero obviamente no es lo mismo ni se le parece más que en la fuerza arrasadora que nos trasmite un estado de ebullición como el que describe la investigación Ecuador bajo tierra.

Desconocer las reglas, violentarlas también.

Aquí, volviendo al punto primero, hay una masificación de la producción donde el amateurismo de antaño, se apropia también de géneros diversos y comienza a ensayarlos, a hacerlos anárquica y salvajemente desde una ausencia de profesionalidad, desde un des-conocimiento de los standars del cine, desde una a-profesionalidad, desde el afuera cinematográfico. La profesionalidad, en todo caso, en boca de algunos directores, se aprende haciendo una y otra película y no acudiendo a unos centros especializados de cinematografía, solo accesibles para minorías privilegiadas.

Las nuevas condiciones tecnológicas han esfumado de estas filmografías emergentes la larga tarea del aprendizaje cinematográfico como método exhaustivo, como obligación anticipatoria del “hacerse con el oficio antes de ejercerlo” (¿es posible aprender un oficio sin ejercerlo realmente? ¿es posible aprender a dibujar sin dibujar, escribir sin escribir? -raro ¿no? ese patrón educativo de anticipación fuera de la experiencia). Podría ser lógico en la era predigital donde para llegar a responsabilizarse sobre un proceso de producción y sus costos, uno debía tener alguna acreditación previa, herencia familiar o amistosa, formación académica o antigüedad al menos en tareas vinculadas a algún enclave de producción, porque de lo contrario nadie arriesgaría a dejar en manos inexpertas una inversión y una responsabilidad.

Pero en pleno siglo XXI, el aprendizaje del cine como momento de entrenamiento y adoctrinamiento previo, quizá, no sea necesario, al menos de la forma en que nos lo dicen la minoría del sector. Alguno de estos directores dicen que miran películas para sacar ideas de los planos. El cine, como esa historia de películas hechas antes que nosotros, está ahí cada vez más accesible. Miramos y copiamos lo que nos guste para luego ir descubriendo las propias formas y los propios procedimientos. Pero es que no hay diferencia con lo que siempre han hecho los productores y directores de cine. Mirar películas, sacar ideas de ellas y hacerlas propias y muchas veces ni propias.

No nos cansamos de decir cuando planteamos la necesidad de una Política de la Colectividad, que la única diferencia es que antes lo que hacían solo algunos, encerrados en sus despachos y salas de proyección, progresivamente se va haciendo de acceso masivo.

Y se nos acaba el post y apenas empezamos a hablar de ciertos asuntos.

Seguiremos, en la próxima, porque nos ha dará para mucho.


Patricio Burbano, el joven cineasta que nos visitó este viernes y nos ha provocado un torrente de reflexiones al abrirnos a éste mundo emergente del cine ecuatoriano, nos decía que nuestro trabajo y posiblemente nuestra teorización ayudaría mucho en Ecuador a este fenómeno aún en emergencia. Ojalá.

Pero es que hace una hora, hoy domingo, cuando abrimos el correo, recibíamos un e-mail desde el Ecuador que nos dice (y creo que Amanda no se enojará por transcribirlo): He visto su página, y me llamado la atención sobre la construcción conceptual y una nueva forma de hacer cine, nosotros intentamos en Ecuador en promover procesos comunitarios de cine, y es muy lindo saber de ustedes que lo hagan. Quisiéramos mantener comunicación con ustedes, ustedes aportarían muchísimo a lo que estamos haciendo en Ecuador, bueno espero sus comentarios, un abrazo.

Casualidades o convergencias, no lo sabemos. Le hemos contestado dada la sorpresa de la coincidencia, pero lo que está claro, es que el aprendizaje, como mucho, será mutuo. Aunque más nos tememos que, de darse cualquier intercambio con ésta realidad, saldremos más beneficiados nosotros.

En este decadente ex-primer mundo español, o surmediterráneo, la clase política es de tan alta inteligencia, que llevamos ya meses arribando al medioevo de banqueros feudales y caciques políticos. Luego nos quedarán unos siglos para arribar al descubrimiento del cine y una vez allí otro siglo más para que se creen las condiciones para la emergencia de una cinematografía social desde la base.

No cabe duda, nos falta mucha miseria para llegar al fenómeno ecuatoriano. Seguro que aprenderemos más nosotros. Pero el cine social del siglo XXI, no cabe duda que ya está aquí.

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