domingo, 18 de noviembre de 2012

¿Cómo ocupar de gente un concepto? Hacia una fábrica de cine en manos de cualquiera.


Llevamos más de un mes dándole vueltas a un dossier de presentación que en parte está casi diseñado. Pero no es un problema formal el que arrastramos sino un problema poblacional. 
En los meses que llevamos de trabajo en Intermediae Matadero Madrid, empezamos a ver que entre personas que están empezando a hacer sus películas y aquellas que se van uniendo como colaboradores o colaboradoras, hacia diciembre podemos llegar a ser  60 o 70 personas las personas que está acudiendo al Estudio Abierto y siempre que no hagamos la convocatoria que en un principio teníamos pensado hacer.
En dicho dossier queremos contar con brevedad ¿Qué es la Fábrica de Cine sin Autor y cómo funciona?
Definirla, es una tarea relativamente fácil para quienes la hemos creado y llevamos tiempo en el colectivo de Cine sin Autor. Pero si somos coherentes con nuestra propia lógica, una definición actual de la Fábrica  debería comenzar a estar atravesada por todas las personas que la habitan con una u otra intensidad. Si se trata de un cuerpo social en producción, vivo y dinámico, lo que sea la Fábrica debe empezar a ser enunciado por todas las personas que están actualmente formando  parte de ella.
Si la definición comenzara diciendo: “La fábrica de Cine sin Autor es....” seguramente, cada persona participante diría una cosa diferente con alguna referencia en común.
Sabemos que para quién se haya integrado recientemente, su definición carecería de complejidad porque quizá tenga apenas un motivo personal por el que se ha acercado sin haber vivido aún la complejidad que supone la producción. Quizá alguien podría apenas decir  “la Fábrica es un lugar donde se hace cine”... sin poder decir ni qué tipo de cine, ni qué metodologías comprende. 
Las definiciones que podamos dar desde el colectivo fundador seguramente serán muy diferentes en complejidad a las que ofrezca un recién integrado.
Cuánto más tiempo pasa uno en una actividad, más entiende su complejidad y mejor puede enunciarla. Es un conocimiento que no se puede adquirir de un día para otro como ocurre en cualquier lugar de trabajo. 
Partimos entonces de un estado de conciencia sobre las relaciones humanas y la propia producción muy diferente en cada caso. Para quienes la hemos creado, la Fábrica de Cine sin Autor es un espacio de producción que busca la consolidación de un nuevo modelo de producción social de cine. Un entorno de encuentro y creación cinematográfico, una serie de operativas de cine colectivizadas, un cruce de la vida de mucha gente con el cine entre otras muchas cosas.
Cualquier plataforma de producción audiovisual, tiene una estructura predeterminada basada en un reparto de funciones, una cadena de operativas que generalmente va a estar condicionado por el reparto de beneficios monetarios que sus inversores quieren alcanzar. Es la primera y más común estructuración del cine. El dinero inversor genera una estructura humana productiva que mediante la creación de películas busca rentabilizarse.
Sin embargo,  las generaciones que se forman en la producción audiovisual carecen de esta inversión inicial y aún así, se agrupan ya sea por amistad, interés de aprender más, de experimentar el cine, de expresarse y para ello recaudan recursos propios de sus bolsillos para solventar gastos mínimos embarcándose en la producción de sus películas. Un espontáneo cooperativismo audiovisual podría decirse.
La ausencia de ese dinero inversor que ha determinado el cine en su primer siglo, provoca el ablandamiento de esas estructuras herméticas a las que dio origen el  negocio.
Es verdad también que este cooperativismo espontáneo, guarda muchas veces un reparto de roles que viene a emular la del negocio y se estructuran verticalmente bajo la autoridad de un director repitiendo el eco de la mecánica del cine de autor. Podríamos decir que son experiencias que extienden la marea democratizadora que comenzó en los años 60 dentro del propio sector cinematográfico con la política de los autores. Ahora, los y las jóvenes que se forman para ser mano de obra de las diferentes plataformas de producción de cine y televisión, se encuentran ante un panorama tan nefasto como socialmente cínico porque forma gente para un trabajo que nunca podrán realizar tal como se lo han enseñado. Así que utilizando las facilidades tecnológicas actuales, se lanzan a producir sus propias películas sin esperar ninguna certificación ni recorrido que sea avalado por el sector oficial. Algunas compañeras estudiantes que se han acercado a nuestro trabajo, vienen con la ilusión de al menos utilizar una cámara, cosa que en las carreras universitarias ya es casi imposible según cuentan.
Otras veces hemos hablado de la evolución de los sistemas de realización según las clasificaciones de Vicente J. Benet en La cultura del Cine . Los primeros años del cine se basaban en el “sistema de operador de cámara” en el que éste era el responsable absoluto de la película.  En el “sistema de producción central” de las fábricas hollywodenses que se afianzaron hacia la segunda década del siglo XX los ejecutivos toman las decisiones y se constituían grandes espacios que contaban con todos los materiales, personal en plantilla  y tecnología para realizar películas en serie. Hacia mitad de siglo ante la imposibilidad de mantener macrolugares de producción con todo a disposición,  “el sistema de equipo de conjunto” se consolidó como otra posibilidad de hacer películas: todo se alquilaba para un solo proyecto liberándose así del peso de los grandes estudios.
Como estos tres ejemplos podemos encontrar muchos más, ya que en todas las etapas del cine  han convivido muy diferentes formas de hacer películas.
En el caso de  nuestra Fábrica de Cine sin Autor,  no solo buscamos un sistema de hacer películas sino un modelo social de producción. Nuestro  funcionamiento supone la inclusión de gente cualquiera en dicha producción, elemento fundamental para que ésta pueda desarrollarse con normalidad. Si bien todas las operativas del cine (guión, puesta en escena, montaje, difusión, gestión y circulación de las películas) las hemos abierto a la participación, cuando pensamos en la definición de la Fábrica misma, nos vemos en la necesidad de hacer el mismo ejercicio inclusivo para que quienes la definan sean también sus propios y propias participantes.
Esta inclusión social en la definición de la Fábrica, no es más que una actualización de lo que ella significa. Cuando a veces hablamos de Cine en Código abierto, por usar el símil informático, en el terreno presencial de la realidad, supone justamente esto: que la Fábrica como modelo de producción debe ser enunciada por esos usuarios y usuarias que la ocupan activamente.
Pero no se trata solamente de definiciones abstractas para conformidad de nuestro raciocinio o de nuestros, muchas veces, estériles debates culturales. Se trata de las vidas, los encuentros, las personas que van comenzando a fabricar sus películas. Su presencia es la que nos va obligando a romper el código o definición inicial para actualizarlo a la realidad social concreta en que se va constituyendo. 
La presencia de colaboradores nos obligó a repensar en una Escuela de Cine sin Autor porque debemos  integrar una forma de relación ordenada entre los saberes y prácticas del colectivo central y las personas que vienen con ganas de vivir, apoyar o aprender nuestros métodos.
Al mismo tiempo, fue esa progresiva presencia social la que nos obligó a pensar en “colectividades sociales de cine” como una manera de conceptualizar los diferentes procesos de película y el horizonte de su progresiva autonomía.
En definitiva, es un pensamiento simple el que nos mueve. La Fábrica de Cine sin Autor tiene su centro motor en el mismo principio que la realización cinematográfica: el criterio teórico y político de la sinautoría  por el cual creamos un vacío de propiedad y autoridad particular y privado para que sea habitado por la colectividad de una manera activa, creativa, crítica y emancipadora en cuanto a su manifestación y expresión cinematográfica.
Nos acercamos hacia el mes de diciembre y al cierre de una primera etapa de Pre-producción. Desde el mes de mayo no hemos hecho otra cosa que recibir personas y grupos con  la iniciativa de hacer películas o colaborar en ellas.
Nos parece un buen momento para preguntarnos y preguntarles  bajo cámara, a cada uno y una de quienes han pasado por el Estudio Abierto, ¿qué es la Fábrica de Cine sin Autor? 
Intuimos que las definiciones que puedan dar serán de las más variopintas y de acuerdo a la vivencia y comprensión que cada quien está teniendo del espacio y sus operativas. Seguramente que la definición inicial con la que arrancamos con esta aventura, ya no será la misma, no puede serlo, no debería serlo. No sabemos que saldrá, como siempre, pero tenemos la certeza de que nos obligará a elaborar otra definición que seguramente se verá atravesada por el espesor de muchas vidas.
Al irse ocupándose de gente nuestro espacio de fabricación de películas, también nuestras vidas se han ido habitando de rostros, de nombres, de problemáticas, de risas, de dolores, de memorias, de sueños. Una ocupación que nos amplifica y desafía una vez más nuestras pre-comprensiones del cine, cuando no, de la vida.

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