domingo, 3 de febrero de 2013

“Vida Fácil”. Un ventanal de Cine sin Autor abierta a los jóvenes y sus no tan sutiles causas para la rebeldía.


-¿Cómo puede crecer una persona en un circo cómo este? - pregunta Jim al oficial Ray de la División Juvenil de la Comisaría de Policía.
-Ni idea Jim. - contesta el oficial- Pero lo hace.
-Si hubiese un día... en que no estuviese confundido...
  y no sintiese que me tengo que avergonzar de todo...
 Si sintiese que pertenezco a algún lugar...
 ¿Sabe?
 Entonces....

Es lo que le confiesa Jim (James Dean) al  jefe de policía al comienzo de la película Rebelde sin Causa, mitificada apenas estrenada, a la que se le atribuye el carácter de manifiesto o retrato juvenil de los EEUU de los años 50 posteriores a la segunda guerra mundial y que encumbraría a James Dean en un icono de esa juventud volviéndose leyenda al morir apenas meses después de finalizada la película en un accidente de coche.
Nicholas Ray explorará, e insinuará justamente las posibles causas de rebeldía de una juventud hija de burgueses que en principio pocos motivos podían tener para incurrir en conductas delictivas. Una juventud inclinada a la delincuencia a la que se debía disciplinar y encausar.
El principal motivo que deja en evidencia Ray, es el de la desestructuración familiar que se esconde debajo del aparente bien vivir de la familia norteamericana que retrata.

 -¿Cómo puede crecer una persona en un circo cómo este? 

Esta pregunta que el personaje se hace frente a un mundo familiar y social en quiebra, en mitad de  una vida aparentemente fácil, podríamos extrapolarla y adivinarla en cualquier joven que pretende mirar fijamente el derrumbamiento de toda antigua certidumbre y de toda estructura social en la que pudo haber nacido y que se ha terminado esfumando hasta convertirse en puro recuerdo de la generación pasada.
Esta semana lanzamos desde la Fábrica de Cine sin Autor la convocatoria a participar de la película “Vida Fácil” que un grupo de jóvenes arrancaron el año pasado con el objetivo de poner en cine sus vidas, su mirada y  su forma de vivir, sobrevivir y atravesar la crisis de una sociedad derrumbada. 
El tono que se eligió fue el de una visión fresca, humorística e inteligente que pudiera desdramatizar (que no frivolizar) la crudeza despiadada a la que cualquier joven se enfrenta hoy día.  
La propia realización del arranque de la película empezaba a dar los primeros rasgos de cruce entre la vida y el cine que queremos realizar: dificultades de tiempo, búsquedas constante de trabajo, emigraciones, estudios y cotidianidad bloqueada, falta de horizontes, desestructuración familiar, todos estos elementos fueron minando la posibilidad de permanencia del grupo entero. Aún así, tres de las chicas, Bea, Katy e Irene, han seguido adelante, presentaron las primeras escenas en el arranque de la Fábrica de Cine sin Autor del 18 de enero en  la Cineteca de Matadero  y a partir de ese momento pareció conveniente ofrecer esa misma ventana del cine a la participación de otros y otras jóvenes que quisieran embarcarse en la aventura de contarse y retratarse en mitad del vendaval.
Lanzamos el jueves la convocatoria a las redes sin saber si habría interés y en 48 horas ya habían escrito más de 50 interesados e interesadas por participar.
El jueves de la semana próxima tendremos una tarde de sesión con todos y todas quienes hayan querido presentarse.
No es un casting, parecerá más bien un meeting, un encuentro para el debate, la reflexión, el intercambio frente al desafío de la pantalla vacía que ofrecemos desde Cine sin Autor.
De repente, la ventana que abre la película “Vida Fácil” en macha, se convierte en un ventanal donde acceder a muchas más vidas y ésto nos llena de estimulante incertidumbre y expectativa.

También tres personajes principales sostienen la película de Nicholas Ray. También ellos reniegan de la estructuración de una sociedad norteamericana de mitad de siglo que les problematizaba, estigmatizaba y asfixiaba el fresco desarrollo de la vida que sentían derecho a vivir. Aquellos tres jóvenes  buscarán refugio en una antigua casa abandonada para poder vivir su efímera utopía de encontrarse, de construir un tipo de relaciones diferentes a la que aprendieron de sus padres, de escapar del acosador, insano y neurotizado estado de las cosas.
La película comienza con los tres personajes que llegan a la comisaría por distintos motivos pero sin conocerse y acabará trágicamente con la muerte de uno de ellos rodeados de  policías. No deja de ser curioso que un sutil estado policial esté tan enredado en el devenir de libertad al que estos tres jovenes, casi instintivamente aspiran y desean.
Pero aquí no estamos en 1950 ni esto es EEUU. Quizá,  la situación aún sea peor. Las causas no se reducen a una conflictividad generacional centrada en la incomprensión intrafamiliar como en la película de James Deam ni tampoco tenemos de nuestra parte al oficial Ray que comprende y empatiza con los jóvenes rebeldes.
Este circo social que se ha hecho invivible e inhabitable para la mayoría de la población y muy especialmente para cualquier joven, lo ha provocado la gran “familia mafiosa”  política y financiera que ha dejado aflorar un desprecio brutal por el resto de las personas. Y la policía también abre y cierra permanentemente nuestra cotidiana película de la vida.

“Si hubiese un día... en que que no estuviese confundido...
Si sintiese que pertenezco a algún lugar...” dice el joven Jim.

Quizá es solo lo que muchos y muchas deseamos: por lo menos sentirnos parte de un lugar en unas condiciones que permitan vivir. 
Ya sabemos que el cine no va a resolver los problemas estructurales que nos aquejan, pero por lo menos quisiéramos que la Fábrica de Cine sin Autor fuera “ese lugar” al que poder pertenecer, esa zona franca  donde poder  encontrarse y conocernos para imaginar y revivir nuestras vidas y ficcionar nuestros deseos más profundos. Ese lugar  donde al menos de a ratos no nos acose el aberrante ordenamiento político con sus patologías, sus robos y sus crímenes.
No necesitamos identificarnos con  James Deam ni con Natalie Wood  para sentirnos parte de una problemática que nos asfixia ni para encontrar las causas de nuestras rebeldías.

Será produciendo, protagonizando y haciéndonos cargo de la película la manera en que mejor nos reflejaremos y por la que quizá otra parte de la juventud se pueda sentir identificada en ella.
Si el propio vivir tiene tanta dificultad para emerger en mitad de unas circunstancias que no le favorecen sino que la agota llenándola de dificultades, la emergencia del mundo sensible y la imaginación común, se encuentra aún más encarcelada, más maniatada.
Las circunstancias de la mayoría de creadores y creadoras sabemos que se encuentran hoy día, en éste país, en una circunstancia de extrema confusión, complejidad y agresividad. ¡Cuánto más si nos abocamos a permitir la emergencia de creativa de un grupo de jóvenes que quieran hacer del cine su arma de expresión y su herramienta de visibilización y  que ni siquiera tienen el status de artistas .
Hacer una película con una generación que ronde los veinte y pocos años, nos obliga a forzar también las circunstancias del cine para convertirlo en un contenedor eficaz de las problemáticas que determinan su situación. Encontrarnos, escucharnos, rodarnos, montar juntos, tomar decisiones, organizarnos, compartir escenas de la propia vida, entrelazar sueños, tejer utopías, conjuntar rabias, retratar nuestro mundo inmediato, respetarnos, equivocarnos juntos, éstos son algunos de los rasgos que, esperamos, conformen la hoja de ruta de la película “Vida Fácil”.
Al igual que ese título ambiguo con el que Ray nombrará su película ya que si hay algo que deja ver su obra es que sobran causas para la joven rebeldía, “Vida Fácil” es un título ambiguo e irónico con el que éstas jóvenes han querido nombrar su película e invitar a otros y otras a unirse. Sabemos perfectamente que no hay ninguna facilidad para la vida en estos momentos, pero sabemos también que el cinismo extremo al que han llegado los responsables de las decisiones más estructurales, parecen suponer que es realmente “fácil” aguantar la agonía, el desprecio, la miserabilización, la humillación hacia nuestra “condición de vida”.

Ayer sábado, el payaso mayor de nuestro circo español, ese esperpento llamado Rajoy, nos llamaba idiotas una vez, en su discurso por monitor y sin posibilidad alguna de hacerle preguntas.
La descomposición acelerada de su circo es evidente aunque no lo es tanto el tiempo en que la sociedad española pueda por fin liberarse de las manipulaciones del club de los psicópatas.
Y una parte importantísima de esa reacción depende de los jóvenes que tienen en sus manos la responsabilidad de soñar y poner en marcha otras formas de vida y de prácticas políticas, humanas, afectivas, económicas.
Igual que Jim, Judit y Platón, los tres jóvenes personajes de Rebelde sin causa, todo parece indicar que la juventud de hoy día, buscará refugio en la casona abandonada que deje la mafia de este país, que allí intentarán vivir su nada pretenciosa utopía, que terminarán rodeados por la policía y que irremediablemente habrá algún muerto. Siempre los hay en cualquier transformación profunda de una sociedad.
Pero no hay que ponerse gratuitamente trágicos. Abrimos la ventana a la sutil rebeldía que se proponen estas decenas de jóvenes que parecen interesados en mostrar, como Jim, que es necesario, cueste lo que cueste, ser más honestos, más éticos, más valientes, más sanos, más alegres, más irónicos, más locos, más imaginativos, más inteligentes que nuestros antecesores de quienes ya sabemos el mundo que han conformado.
Como siempre, abrimos una ventana a la vida y no a depresión, al canto y no al llanto, a la movilidad y no a la quietud, a la potencia y no a la larga lista de carencias y quejas que tan fluidamente nos sale de la boca.
Es el Cine sin Autor: un inacabable y creciente meeting cinematográfico al que cualquiera puede acercarse y que cualquiera puede hacer, esté donde esté.

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