Por más que uno lo sepa, al repasar los tiempos de la consolidación de Hollywood, al menos a nosotros, se nos despierta una alarma que nos lleva a considerar una y otra vez lo difícil que resulta establecer caminos fuera de su influencia.
En el IV volúmen de la Historia General del Cine publicada por Cátedra, luego de repasar los períodos de formación y consolidación de Hollywood, a modo de conclusión, se plantea como título final de capítulo la interrogante: ¿son posibles las alternativas al cine americano? Y aunque se trata de una historia oficial más, no deja de sorprender el tono con el que cierra el capítulo: “bueno es conocer las circunstancias que permitieron la supremacía internacional de Hollywood por si alguna vez, en un futuro aún lejano, alguien quisiera corregir su gobierno absoluto sobre el reino del cinematógrafo”.
“Por si alguna vez, en un futuro aún lejano....gobierno absoluto...” pocas esperanzas parecen darnos.
¿Qué tendrá que ver con nosotros? ¿Realmente tiene tanta influencia?¿Por qué siempre volvemos a Hollywood? ¿Por qué nunca nos vamos de Hollywood?
Una de las razones que sentimos con cierta evidencia, es que la materialización de su colonialismo estético, formal, temático, penetra tal cual lo hace un virus que progresivamente coloniza el sistema afectivo de quienes entran en contacto con él, sus estructuras de pensamiento, sus gustos, sus habilidades perceptivas, su sentido crítico.
Solemos recordar la experiencia que tuvimos con un joven de la película de Humanes que se empeñó durante toda una sesión en la idea (y la mantuvo en otras a baja intensidad) de que necesitábamos un guión y que debíamos aspirar a hacer una película de Hollywood en toda regla. No se trataba de un debate fácil a pesar de nuestros supuestos conocimientos de cine y su supuesta ignorancia de cine. Tenía tan integrada las películas de tipo comercial que había visto, que parecía un poseído por aquel espíritu cinematográfico industrial: el espectro de Hollywood.
Quizá parezca exagerado porque lo estamos resumiendo pero sus inquietudes (aunque poco claras para él mismo como confesaba mientras hablaba) terminaron haciendo girar casi toda la sesión alrededor de su vehemente propuesta: hacer una película como las de Hollywood. Nos decía : no sé cómo explicarlo pero la cámara no debería moverse así, debe ser un filtro o algo que le ponen que hace que se vea diferente, no sé, así parece un video casero...yo creo que necesitamos un guión, no debe ser tan difícil, es como una obra de teatro...tenemos que hacer algo que guste a todo el mundo...etc. Al final lo hizo más explícito: “es que esto tiene que ser una peli de Hollywood, chaval, pura y dura, debe gustarle a todo el mundo”.
Era difícil rebatirle. El se movía en un registro afectivo perceptivo. Hablaba de cosas que ha visto y le fascinan, lo envuelven, lo conmueven. Y nosotros podíamos exponerle otros gustos y razones. Pero al final, no deberían ser mejores. El argumento sustancial es que nosotros por formación o autoformación podemos discriminar entre diferentes tipos de películas y el sólo tiene un modelo de film al que se ha habituado. Su problema no está en en su preferencia cinematográfica, está en que no ha podido elegir entre las muchas posibilidades que ha ofrecido y ofrece el cine. Quien solo come naranjas porque es lo único que le han dado, es menos libre que aquel que come naranjas porque las ha elegido entre otras tantas frutas disponibles.
Al final accedimos a que se hiciera lo que él planteaba pensando que podría ser una experiencia más que luego podríamos evaluar para enriquecernos. Decidimos que preparara el guión de una escena y que lo trajera al grupo para realizarlo según sus criterios. Cuando llegó el momento de grabar el material en la siguiente sesión, el joven no había preparado más que unas ideas en su cabeza. Seguramente estuvo la semana buscando en el álbum de pelis de su memoria una escena para hacerla en su pueblo. Así que eligió hacer la escena de un accidente, el atropello a una chica. Desde el momento en que pisamos la calle, el caos se apoderó de la situación ya que tuvo que coordinar una escena con apenas unas sensaciones y unas imágenes que le gustaban, pero carecía del oficio y los medios para materializarlas.
Todo derivó en una tarde de intentos por hacer “una escena de accidente tipo Hollywood” pero sin los medios y sin los procedimientos operativos de una productora de Hollywood. Fue un desorden del que aprendimos muchísimas cosas. Es una escena de la película. Es cierto que al enfrentarse a la realización para dirigir su escena, parecería haber comprendido las limitaciones de sus ideas a la hora de producirlas y en el futuro dejó de insistir en hacer una gran película.
Pero no queremos, como siempre, con esto, hacer una demonización de este sistema de producción industrial fácil y al uso, sino, más bien, poner el acento en forma de apunte, en el espesor histórico de su colonización y lo que ello significa.
El imperialismo hollywoodense procede de unos inmigrantes emprendedores de las primeras décadas del siglo XX que vieron en este negocio del cine una posibilidad de prosperidad personal y que huyeron de la persecución del sistema de patentes de Edison. Sin excepción, según dicen, la totalidad de los fundadores de Hollywood eran inmigrantes: Adolph Zukor y William Fox (húngaros), Warner y Samuel Goldfish, la Goldwyn, eran polacos; Louis B. Mayer y los hermanos Schenck eran rusos, Carl Laenmmle alemán, etc... Otros eran nacidos en EEUU siendo hijos de europeos recién llegados... Algo tendrá que ver su espíritu de emprendedores con el tipo de industria que desarrollaron.
La consolidación de Hollywood como sistema imperial tiene lugar cuando en el período de la 1a. Guerra Mundial, el resto de los países europeos entraron en una recesión de producción y exhibición. El segundo asalto hacia los mercados internacionales y su apogeo se produce durante la segunda contienda bélica mundial. 1946 aparece algunas veces como el año de mayores beneficios originados por esta industria. Dos períodos bélicos afirman expansivamente el sistema. Algo tendrá que ver justamente en su producción sensible, en el tipo de imagen que necesitaban y aprovecharon a componer sus inversores y productores, la relación con los períodos de guerra.
La estructuración vertical y el control oligopólico, común en otros sectores comerciales, se apoderó de la industria del cine.
Y más allá de que no se puede hablar de todas las películas porque ni las podremos abarcar seguramente, sabemos de boca de sus historiadores las maniobras y convergencias de grupos de poder que supuso el desarrollo de una industria como ésta.
El Bank of Italy o la Banca Morgan se mencionan como los primeros aportes de capital que condicionaron el cine al imperativo de la rentabilidad comercial.
Un documento firmado en 1916 por Wilbur J. Carr en nombre del State Departament de los Estados Unidos exigía a los estudios “informes detallados sobre la situación del cine norteamericano: su volumen productivo y las condiciones de exportación... las distribuidoras que abastecían el mercado internacional y sus precios de alquiler”. Se llegó a censar “el número de salas que exhibían regularmente películas americanas, su aforo y precio, se hicieron comentarios sobre la aceptación de las películas norteamericanas entre los públicos internacionales, etc...”
A partir de estos informes se aprueba la resolución 121 de 1921 del Senado que pronunciaba explícitamente la defensa de su cinematografía...
El cine de Hollywood ha sido un asunto de estado y de los altos circuitos financieros. Las leyes favorecieron varias veces no ya el apoyo a una industria por considerarla importante como asunto cultural, sino a una producción de películas que se consideraba fundamental para la expansión comercial de EEUU en general, la exportación de su sistema de vida y el acercamiento a su constante obsesión desde siempre: convertir el mundo al capitalismo.
Es lógico que la implantación sostenida de un sistema con tal poder de producción y expansión durante largos períodos permita encontrar, por ejemplo, en un pueblo de las afueras de Madrid, a alguien como nuestro joven, poseído por su espectro imaginario. Quien dice Madrid dice cualquier sitio donde han llegado y llega el poder de su influencia.
Establecer caminos fuera de la influencia de este cine, no es sólo un asunto de armar ciertos conceptos, cierto aparato de realización, de tener habilidades de realizador y llevar a cabo proyectos a contracorriente. La calidad de transformación social de una acción cinematográfica como la que pensamos sólo ofrece resultados en largos períodos de intervención que posibiliten la descolonización progresiva de lo que somos viendo y oyendo cine. Una especie de filmo-pedagogía social que desactive, al ir creándolas, un imperialismo audiovisual instalado durante nada menos que un siglo de existencia.
Emular el sistema de producción hollywoodense es una falacia absurda porque para hacerlo habría que dejarse poseer por su obsesión imperialista, conseguir las alianzas y coyunturas financieras que le dieron origen, los flujos de dinero y las legislaciones que lo fueron conformando durante todas las décadas del siglo pasado. El intento permanente de afianzamiento de las industrias nacionales, tienen ese defecto de forma en su concepción: cada industria nacional no puede aspirar a ser y comportarse como la norteamericana porque la existencia de una industria como la de Hollywood, supone la desaparición del resto de las cinematografías.
Imagina que un dinosaurio ha decidido aplastarte y enfila hacia ti y, entonces, tú, animal diminuto, decides que la mejor defensa es convertirte en un dinosaurio igual que él, que la mejor estrategia es perder toda identidad, mutar en dinosaurio sin serlo e imitar sus movimientos. No te dará el tiempo, te aplastará. Habrá que buscar estrategias de huida, de ataque, de defensa, fabricar formas de vida lejos de su paso, crear clandestinamente trampas gigantescas... cualquier maniobra menos las que te lleven a querer convertirte en un dinosaurio igual que él para poder defenderte de él.
Todos sabemos el cuento: los dinosaurios, tan grandes e imponentes ellos, un día, se extinguieron.
En el IV volúmen de la Historia General del Cine publicada por Cátedra, luego de repasar los períodos de formación y consolidación de Hollywood, a modo de conclusión, se plantea como título final de capítulo la interrogante: ¿son posibles las alternativas al cine americano? Y aunque se trata de una historia oficial más, no deja de sorprender el tono con el que cierra el capítulo: “bueno es conocer las circunstancias que permitieron la supremacía internacional de Hollywood por si alguna vez, en un futuro aún lejano, alguien quisiera corregir su gobierno absoluto sobre el reino del cinematógrafo”.
“Por si alguna vez, en un futuro aún lejano....gobierno absoluto...” pocas esperanzas parecen darnos.
¿Qué tendrá que ver con nosotros? ¿Realmente tiene tanta influencia?¿Por qué siempre volvemos a Hollywood? ¿Por qué nunca nos vamos de Hollywood?
Una de las razones que sentimos con cierta evidencia, es que la materialización de su colonialismo estético, formal, temático, penetra tal cual lo hace un virus que progresivamente coloniza el sistema afectivo de quienes entran en contacto con él, sus estructuras de pensamiento, sus gustos, sus habilidades perceptivas, su sentido crítico.
Solemos recordar la experiencia que tuvimos con un joven de la película de Humanes que se empeñó durante toda una sesión en la idea (y la mantuvo en otras a baja intensidad) de que necesitábamos un guión y que debíamos aspirar a hacer una película de Hollywood en toda regla. No se trataba de un debate fácil a pesar de nuestros supuestos conocimientos de cine y su supuesta ignorancia de cine. Tenía tan integrada las películas de tipo comercial que había visto, que parecía un poseído por aquel espíritu cinematográfico industrial: el espectro de Hollywood.
Quizá parezca exagerado porque lo estamos resumiendo pero sus inquietudes (aunque poco claras para él mismo como confesaba mientras hablaba) terminaron haciendo girar casi toda la sesión alrededor de su vehemente propuesta: hacer una película como las de Hollywood. Nos decía : no sé cómo explicarlo pero la cámara no debería moverse así, debe ser un filtro o algo que le ponen que hace que se vea diferente, no sé, así parece un video casero...yo creo que necesitamos un guión, no debe ser tan difícil, es como una obra de teatro...tenemos que hacer algo que guste a todo el mundo...etc. Al final lo hizo más explícito: “es que esto tiene que ser una peli de Hollywood, chaval, pura y dura, debe gustarle a todo el mundo”.
Era difícil rebatirle. El se movía en un registro afectivo perceptivo. Hablaba de cosas que ha visto y le fascinan, lo envuelven, lo conmueven. Y nosotros podíamos exponerle otros gustos y razones. Pero al final, no deberían ser mejores. El argumento sustancial es que nosotros por formación o autoformación podemos discriminar entre diferentes tipos de películas y el sólo tiene un modelo de film al que se ha habituado. Su problema no está en en su preferencia cinematográfica, está en que no ha podido elegir entre las muchas posibilidades que ha ofrecido y ofrece el cine. Quien solo come naranjas porque es lo único que le han dado, es menos libre que aquel que come naranjas porque las ha elegido entre otras tantas frutas disponibles.
Al final accedimos a que se hiciera lo que él planteaba pensando que podría ser una experiencia más que luego podríamos evaluar para enriquecernos. Decidimos que preparara el guión de una escena y que lo trajera al grupo para realizarlo según sus criterios. Cuando llegó el momento de grabar el material en la siguiente sesión, el joven no había preparado más que unas ideas en su cabeza. Seguramente estuvo la semana buscando en el álbum de pelis de su memoria una escena para hacerla en su pueblo. Así que eligió hacer la escena de un accidente, el atropello a una chica. Desde el momento en que pisamos la calle, el caos se apoderó de la situación ya que tuvo que coordinar una escena con apenas unas sensaciones y unas imágenes que le gustaban, pero carecía del oficio y los medios para materializarlas.
Todo derivó en una tarde de intentos por hacer “una escena de accidente tipo Hollywood” pero sin los medios y sin los procedimientos operativos de una productora de Hollywood. Fue un desorden del que aprendimos muchísimas cosas. Es una escena de la película. Es cierto que al enfrentarse a la realización para dirigir su escena, parecería haber comprendido las limitaciones de sus ideas a la hora de producirlas y en el futuro dejó de insistir en hacer una gran película.
Pero no queremos, como siempre, con esto, hacer una demonización de este sistema de producción industrial fácil y al uso, sino, más bien, poner el acento en forma de apunte, en el espesor histórico de su colonización y lo que ello significa.
El imperialismo hollywoodense procede de unos inmigrantes emprendedores de las primeras décadas del siglo XX que vieron en este negocio del cine una posibilidad de prosperidad personal y que huyeron de la persecución del sistema de patentes de Edison. Sin excepción, según dicen, la totalidad de los fundadores de Hollywood eran inmigrantes: Adolph Zukor y William Fox (húngaros), Warner y Samuel Goldfish, la Goldwyn, eran polacos; Louis B. Mayer y los hermanos Schenck eran rusos, Carl Laenmmle alemán, etc... Otros eran nacidos en EEUU siendo hijos de europeos recién llegados... Algo tendrá que ver su espíritu de emprendedores con el tipo de industria que desarrollaron.
La consolidación de Hollywood como sistema imperial tiene lugar cuando en el período de la 1a. Guerra Mundial, el resto de los países europeos entraron en una recesión de producción y exhibición. El segundo asalto hacia los mercados internacionales y su apogeo se produce durante la segunda contienda bélica mundial. 1946 aparece algunas veces como el año de mayores beneficios originados por esta industria. Dos períodos bélicos afirman expansivamente el sistema. Algo tendrá que ver justamente en su producción sensible, en el tipo de imagen que necesitaban y aprovecharon a componer sus inversores y productores, la relación con los períodos de guerra.
La estructuración vertical y el control oligopólico, común en otros sectores comerciales, se apoderó de la industria del cine.
Y más allá de que no se puede hablar de todas las películas porque ni las podremos abarcar seguramente, sabemos de boca de sus historiadores las maniobras y convergencias de grupos de poder que supuso el desarrollo de una industria como ésta.
El Bank of Italy o la Banca Morgan se mencionan como los primeros aportes de capital que condicionaron el cine al imperativo de la rentabilidad comercial.
Un documento firmado en 1916 por Wilbur J. Carr en nombre del State Departament de los Estados Unidos exigía a los estudios “informes detallados sobre la situación del cine norteamericano: su volumen productivo y las condiciones de exportación... las distribuidoras que abastecían el mercado internacional y sus precios de alquiler”. Se llegó a censar “el número de salas que exhibían regularmente películas americanas, su aforo y precio, se hicieron comentarios sobre la aceptación de las películas norteamericanas entre los públicos internacionales, etc...”
A partir de estos informes se aprueba la resolución 121 de 1921 del Senado que pronunciaba explícitamente la defensa de su cinematografía...
El cine de Hollywood ha sido un asunto de estado y de los altos circuitos financieros. Las leyes favorecieron varias veces no ya el apoyo a una industria por considerarla importante como asunto cultural, sino a una producción de películas que se consideraba fundamental para la expansión comercial de EEUU en general, la exportación de su sistema de vida y el acercamiento a su constante obsesión desde siempre: convertir el mundo al capitalismo.
Es lógico que la implantación sostenida de un sistema con tal poder de producción y expansión durante largos períodos permita encontrar, por ejemplo, en un pueblo de las afueras de Madrid, a alguien como nuestro joven, poseído por su espectro imaginario. Quien dice Madrid dice cualquier sitio donde han llegado y llega el poder de su influencia.
Establecer caminos fuera de la influencia de este cine, no es sólo un asunto de armar ciertos conceptos, cierto aparato de realización, de tener habilidades de realizador y llevar a cabo proyectos a contracorriente. La calidad de transformación social de una acción cinematográfica como la que pensamos sólo ofrece resultados en largos períodos de intervención que posibiliten la descolonización progresiva de lo que somos viendo y oyendo cine. Una especie de filmo-pedagogía social que desactive, al ir creándolas, un imperialismo audiovisual instalado durante nada menos que un siglo de existencia.
Emular el sistema de producción hollywoodense es una falacia absurda porque para hacerlo habría que dejarse poseer por su obsesión imperialista, conseguir las alianzas y coyunturas financieras que le dieron origen, los flujos de dinero y las legislaciones que lo fueron conformando durante todas las décadas del siglo pasado. El intento permanente de afianzamiento de las industrias nacionales, tienen ese defecto de forma en su concepción: cada industria nacional no puede aspirar a ser y comportarse como la norteamericana porque la existencia de una industria como la de Hollywood, supone la desaparición del resto de las cinematografías.
Imagina que un dinosaurio ha decidido aplastarte y enfila hacia ti y, entonces, tú, animal diminuto, decides que la mejor defensa es convertirte en un dinosaurio igual que él, que la mejor estrategia es perder toda identidad, mutar en dinosaurio sin serlo e imitar sus movimientos. No te dará el tiempo, te aplastará. Habrá que buscar estrategias de huida, de ataque, de defensa, fabricar formas de vida lejos de su paso, crear clandestinamente trampas gigantescas... cualquier maniobra menos las que te lleven a querer convertirte en un dinosaurio igual que él para poder defenderte de él.
Todos sabemos el cuento: los dinosaurios, tan grandes e imponentes ellos, un día, se extinguieron.
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