lunes, 8 de agosto de 2011

Mutaciones del cine contemporáneo y un pequeño monstruo. (Lecturas de verano 2)

Leemos Mutaciones del Cine Contemporáneo, un libro de intercambios coordinado por Jonathan Rosenbaum y Adrian Martin, dos de los críticos de cine más importantes de la actualidad, que nunca se sabe qué es, cómo se mide y quien lo comenzó a decir, pero bueno, creyéndolo así, preferimos más a Rosenbaum por su penetrante acidez crítica que a Martin que sabe más a lúcido esteticismo.
Cuando comenzamos el libro nos enganchó el prólogo, escrito por Pere Portabella, cineasta veterano catalán que da una visión realmente lúcida del panorama actual del cine.
Nos habla de la condición postmedia para referirse al momento actual como la de “un nuevo modelo narrativo para la comprensión de la historia del arte actual y, por lo tanto, de la historia del cine que estamos construyendo. Es decir: una nueva historia o una nueva fábula del arte contemporáneo. La condición postmedia otorgaría al arte, la pintura, el cine, la fotografía, la escultura, la música, etc... la misión de hacer de la práctica artística un nuevo espacio democrático y global, donde el espectador se convierta en usuario activo, y donde el arte, a través de la supuesta globalización del espacio cibernético, se convierta en un ‘mecanismo de emancipación’ al alcance de todos los individuos...
... El conocimiento, por tanto, sufre una mutación constante, fruto de una ‘inteligencia colectiva’ que permite elaborar nueva información, alterar los datos existentes, modificar los contenidos, evaluar...que nos obliga a adquirir nuevas habilidades, provocando consecuentemente un aumento de nuestra ‘adaptabilidad’. Tenemos que pensar y resolver diferentes temas a la vez, rápidamente, de forma casi intuitiva. Nuestra capacidad para asimiliar los cambios constantes que se producen a nuestro alrededor debe llevar implícita la capacidad para conocer y aprovechar el entorno. Cambia nuestra percepción y nuestra demanda...
... Se crean nuevos espacios colaborativos formados por multiusuarios que participan de un sentimiento comunitario, activo y enriquecedor, espacios que nos permiten disponer de datos a nivel global... Lugar de encuentros y hallazgos, alterados por el azar, sin líneas delimitatorias (mapeos). Nuevos espacios públicos de alcance imaginario, inimaginables hace tan sólo un par de décadas...
Muchos de estos espacios se conforman a través de una multitud de lenguajes... Allí conviven tanto el lenguaje conceptual como el emotivo, el lenguaje lógico, el científico y también el de la imaginación poética. Un lenguaje eminentemente audiovisual que puede utilizar todo tipo de recursos multimedia. Además de mutable, en constante cambio...un lenguaje eminentemente intuitivo, atemporal, que diluye los márgenes establecidos entre ficción y realidad... donde el conocimiento es obsoleto casi en el momento en que se genera".
Nuevos espacios que así planteados se nos presentan como experiencias participadas de cambios en plena ebullición, casi inabordables, en permanente revisión por sus usuarios que, a su vez, generan un lenguaje mutando, obsoleto al instante, modificable siempre. Todo un trastorno de la percepción. Un trastorno de la velocidad con que parecen ocurrir las cosas donde son evidentes las diferencias de actualización entre una página de un libro, un blog, una de facebook o el propio twiter. Cada una nos provoca diferencias estrategias de abordaje, de modos de lectura, de aplicación de códigos.
¿Se trata de una mutación que nos lleva algún sitio o es que nuestra forma de experimentar los espacios y los lenguajes adquirirán una categoría de permanente proceso?
Es difícil imaginar el futuro cuando la tendencia racional suele estar inclinada a formar categorías estables y justo lo estable es lo que está en cuestionamiento. ¿Estaremos entrando en otro tipo de perceptibilidad gobernada por la casi infinita manipulación de las cosas?
Posiblemente se trata de una convivencia de todas nuestras formas de percibir y hacer en el mundo. Una ampliación, quizá, de nuestras facultades y posibilidades, no excluyentes.
¿Qué ha pasado con la industria del cine? - se pregunta el autor del prólogo-, en mitad de estos procesos.
... En plena decadencia de las salas de cine, éstas son incapaces de contener las nuevas estrategias narrativas altamente vinculadas a la transformación acelerada de la tecnología y de la propia realidad.
Hace ya tiempo que pasamos de una política dirigida hacia los creadores a otra dirigida hacia las empresas culturales... las ayudas económicas de las instituciones se destinan en relación a los resultados, cuando en realidad debería invertirse en el proceso. Hoy el proceso es el único resultado...
... Tampoco se presta la suficiente atención, en muchas ocasiones al desarrollo real y ordinario de estos procesos: por ejemplo, que para poder hablar estricta y consecuentemente de la aclamada interactividad que pudiera ofrecer una obra (por ejemplo, cineamatográfica o videográfica) debería existir siempre una comunicación de doble vía entre el usuario y el dispositivo, algo que muy pocas veces sucede...
... En este nuevo universo audiovisual, el cine se mueve a sus anchas en un estado permanente de mudanza y periodos mutantes: la producción cinematográfica ha explosionado...”
Es importante remarcar que todos estos procesos se experimentan a medida que uno se acerca (haciendo uso de el) al epicentro cibernético de la red y al uso de las tecnologías digitales. No le pasa lo mismo a los viejos que están sentados en la plaza. Pero es verdad que, al mismo tiempo, todas esas prácticas van emergiendo desde lo virtual al espacio social impregnándolo de estas mutaciones.
Estas experiencias de aceleración son aún parte de determinados grupos sociales, por suerte en expansión, pero que queda mucho trabajo aún que recorrer para que estas prácticas y sensaciones de nuevos lenguajes, espacios y operativas (o al menos sus efectos) se instalen en una mayor parte de la población.
Las conexiones de estas reflexiones de Portabella con nuestros documentos fílmicos en permanente proceso de realización nos da pistas para seguir pensando en un cine del futuro creado bajo esos procedimientos de constante mutación, de apropiación creativa, de colectivización. Un cine a-representacional donde la obra es el accidente útil pero jamás necesario...

***
Mientras nos sumergíamos en estas lecturas sobre el futuro del cine justo leímos la noticia sobre la intervención de Javier Bardem ante la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual de la ONU, reclamando para los actores y actrices “una pequeña compensación económica una vez ha finalizado su trabajo en la fase de producción con independencia de cuál sea el contexto geográfico del largometraje o serie televisiva en cuestión” y "porque solo los actores aportan y comprometen su imagen personal" y ya que "ninguna obra audiovisual de ficción llegaría a nacer como proyecto colectivo sin su correspondiente elenco de actores".
Dice la nota que "Bardem también había recalcado en la sede de la OMPI que solo un 10% de los actores mundiales vive exclusivamente de su trabajo, frente a un 20% que lo ha de simultanear con otras actividades y un 70% restante corresponde a aquellos actores y actrices que solo se colocan frente a la cámara o suben a los escenarios de manera esporádica" Creemos que no merece comentario alguno tan reverenda estupidez de reclamo ya que le sobraron comentarios de irritación en el blog donde se publicó.
Una anécdota: sabemos que la propia industria, en su versión más sofisticada, está experimentando sistemas de escaneado con láser para generar clones digitales de actores y actrices destinados a escenas futuras que no puedan o no quieran hacer (o que los aseguradores de reparto les prohiban hacer) que van archivando como carpetas digitales. Vamos, que les está robando la imagen directamente. El futuro del oficio dramático quizá. Son también mutaciones del cine contemporáneo que puede, inclusive, engendrar un magnate a partir de un progre de pacotilla español. El resultado puede ser un monstruo, claro. ¡Esto sí que es una mutación y no las de Rosenbaum y Martin!

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