Leemos: "La tecnología puede proporcionarnos herramientas mucho mejores para comunicar nuestras historias. La tecnología también puede desarrollar un teatro de la mente. Llegará el día en que toda la película transcurrirá en el interior de la mente y será la experiencia más interna que cualquiera pueda desarrollar: la historia nos será explicada mientras tengamos los ojos cerrados, lo cual no impedirá que podamos verla, olerla, sentirla e interactuar con ella. Ciertamente creo que si actualmente disponemos de una tecnología, debemos usarla. Jamás dejaremos de contar historias".
Con esta cita de Steven Spielberg comienza Esteve Riambau la introducción En los límites de la realidad del libro Hollywood en la era digital.
Luego el libro desarrolla una puesta al día cargada de datos sobre el estado y la salud del cine Hollywoodense, su mutación desde Jurassik Park a Avatar en cuanto al cambio que supone lo digital y las transformaciones del negocio.
En medio de la lectura estamos y queríamos compartir sensaciones y reflexiones sueltas por si apetece el contenido.
Muchas veces hemos hablado de las posibilidades de las nuevas tecnologías miradas desde el punto de vista de su democratización. El libro también hace buena alusión a esto. Pero, sobre todo, el autor se decanta por ponernos al día de lo que ha pasado con aquella maquinaria que se gestó en los Angeles en la segunda década del siglo pasado: Hollywood, las Mayors y su Sistema de Estudios.
Esa primer frase con que abrimos el artículo no deja de ser significativa. ¿Qué está diciendo Spielberg? sabiendo que es uno de los directores más importantes de (cierta) ciencia ficción y uno de los más poderosos.
¿Que las historias se desarrollen directamente en nuestra mente, con los ojos cerrados pudiendo verse, olerse, sentirse e interactuando con ella? ¿Cerrarnos los ojos (al mundo sensible) para experimentar una película (de las suyas)?
Dice: “disponemos” de una tecnología y “debemos” usarla mientras sentencia que jamás “dejaremos” de contar historias.
Es ese “nosotros” (disponemos, debemos, jamás dejaremos) el que nos ha hecho pensar. Es posible que el casi cien por ciento de la población no se sienta representado por ese nosotros. ¿Quién se encuentra en posesión de una tecnología de tal poderío? Hablará por una minoría muy pero que muy selecta que tiene a su alcance tales medios.
Y que nos diga desde esa minoría, que “nunca dejarán de contar “sus” historias”, sumado al panorama del negocio que describe el libro, pues, nos ha hecho pensar en el futuro del cine, en su bipolaridad extrema.
El campo de posibilidades que abrió la era digital aplicada al cine, arranca, según el autor del libro, en la frontera simbólica que supuso la aparición de Jurassic Park, justamente de Spielberg, en que valiéndose de dicha tecnología mezcló criaturas fantásticas resucitadas del pasado, dinosaurios, con personajes de carne y hueso, en un juego de realidad donde una animación simula ser real sin obligación de simular la realidad, ya que los dinosaurios no son parte de nuestra vida.
No deja de ser curioso que siendo Jurassic Park una primer y ostentosa manipulación de la representación fílmica por medios digitales, la historia que cuente sea la de un parque construido por los delirios de un inversor donde el ser humano se verá perseguido y aterrado frente a un entorno habitado por gigantescos animales del pasado (virtuales, irreales) que quieren destruirlo y en el que varios personajes mueren devorados por esos seres virtuales.
No se utilizó por supuesto, tan sofisticada tecnología para hacernos pensar en un mundo (o un parque), donde no exista ni rastros del capitalismo y sus formas de vida, por ejemplo. La nueva tecnología no necesariamente arroja nuevos contenidos: la persecución, la amenaza a la clase burguesa o rica por realidades ajenas, la escapatoria en el último minuto.
Pero bueno, como el libro es muy vasto preferimos quedarnos con dos o tres sensaciones y certezas que plantea Hollywood en la era digital en el arranque :
1) El cambio tecnológico amplía las posibilidades de todas las personas pero también las de la gran industria capitalista del cine y sus obsesiones de dominio.
2) Hay un cambio de paradigma en la fabricación de la representación audiovisual desde los noventa: la combinación entre la fotografía, siempre unida a un objeto filmable de la realidad y la realidad virtual que puede modificar y fabricar cualquier representación sin necesaria referencia al mundo sensible que conocemos. Sin duda que esto significa una inmensa ampliación del poder de los productores para incidir, con sus historias, en la percepción de la masa espectadora. Este tema da para mucho.
3) La salud del sistema imperial parece incuestionable. La prolongación de su poder radica en su diversificación en productos de consumo y la adaptación del negocio a una nueva etapa.
Extendemos este punto repasando brevemente datos que cita el autor aunque ya los conocíamos.
Hasta 1914 hubo un sistema casi artesanal de producción de cine.
Desde los alrededores de 1914 el cine devino industria y se desarrollan las Mayors de Hollywood y su Sistema de Estudios cuyo dominio absoluto (producción, distribución, exhibición) fue innegable hasta aproximadamente los años 50.
Desde mediados de los sesenta Hollywood sufre una serie de transformaciones por diversas causas (cambio en los hábitos de ocio, afirmación de la televisión, entre otras)
En esos años se desmantelan las Mayors (especulación inmobiliaria con los terrenos que ocupaban los estudios, venta de catálogos de películas a las televisiones y absorción de las casas matrices por empresas multinacionales vinculadas a otros sectores (petróleo, seguros, bañadores, refrescos). Relevo de magnates en la gran industria.
Desde 1990 ocurre una nueva mutación, la tercera, que pone a la meca cinematográfica en un flujo de transacciones de capital que la llevan a la órbita de los grandes conglomerados de comunicación y entretenimiento. Nuevos conceptos: diversificación, transnacionalización de las propiedades, multiplicación de los canales de difusión, elevación astronómica de presupuestos, mercados complementarios, dispersión global de la producción.
* * *
Una película de la industria, siempre ha sido un ejercicio de negocio, solo que ahora se suman otra cantidad de usos financieros. La película es un campo imaginario, donde el film es un producto motor que hará posible otra cantidad de ejercicios de rentabilidad. Podríamos decir que se crea y se pone a circular un mundo imaginativo, una historia, unas dinámicas sociales, unos personajes, una visión del mundo. Lo que es tradicional del cine, la exhibición en salas, ya no produce más que una pequeña cantidad de beneficios.
El autor esquematiza la vida activamente rentable de una película en 10 años con prácticas intermedias en diferentes “ventanas” de consumo: arranca con estreno en salas, sigue por el consumo doméstico en DvD, visionado bajo pago, TV de pago, TV en abierto, canales generalistas. El ciclo se reactiva y multiplica con la distribución en salas de otro países donde se vuelve a reproducir su circulación por los formatos locales.
Por dejarnos claro lo que puede ser una de estas franquicias el libro cita un ejemplo: si La guerra de las galaxias fuera un país, por su recaudación derivada de su franquicia (20 billones de dólares) ocuparía el lugar número setenta en lo que a producto interior bruto se refiere.
Sin duda se trata de campo imaginario de altísima, astronómica rentabilidad.
En 2007 seis grandes compañías Buena Vista (Disney), Warner Bros, Paramount, Universal, 20th Century Fox y Sony (Columbia Pictures) acapararon el 80,9 por ciento de la cuota de mercado...
* * *
... Seguiríamos con gusto ya que la lectura es sugerente pero solo queríamos salpicar con alguna idea el blog mientras seguimos leyendo.
No cabe duda que la industria goza de buena salud. Cada vez que repasamos este tipo de datos nos asombra la manera en que se conserva la concentración de los mejores y más sofistificados medios de producción en tan pocas manos y tan reducida imaginación: apenas unas cuantas mentes que intentan determinar y diseñar gran parte del imaginario social mundial y que no son más que el reflejo de la operativa del dinero. Una imaginación que parece regirse por la misma mecánica que la del poder financiero cuando el dinero dejó de ser moneda de cambio para convertirse en un multiplicador insaciable de sí mismo.
Eso ocurre allí arriba, muy arriba, en el olimpo de la fantasía muy poco complaciente con lo lo social y sus necesidades más terrenas.
Pero el autor y otras lecturas que iremos comentando, también hablan de las hibridaciones y los cortocircuitos que la misma tecnología está haciendo desde abajo, desde la gente en posesión de sus pequeñas cámaras: aunque la distancia que separa unas de otras (las cámaras domésticas de las industriales) es enorme, las primeras han contaminado el lenguaje de las películas explotadas en circuitos comerciales.
No hay que alarmarse, sino al contrario, saber que cuando despertamos a la tecnología los dinosaurios (del cine) estaban ahí, es tan veraz como ser conscientes, como dijimos hace un tiempo atrás, que los dinosaurios desparecieron de la faz de la tierra y que, posiblemente, en el futuro, solo la nostalgia de algunos magnates volverán a traerlos a nuestro mundo por medio de operaciones ficticias de su retorcida imaginación.
Pero es que cuando los dinosaurios desaparecieron, la realidad aún estaba allí. Así que no sería difícil de imaginar que si desaparecen estos gigantescos animales del negocio con sus dinosaurios, el cine siga estando allí. Es bastante probable.
Con esta cita de Steven Spielberg comienza Esteve Riambau la introducción En los límites de la realidad del libro Hollywood en la era digital.
Luego el libro desarrolla una puesta al día cargada de datos sobre el estado y la salud del cine Hollywoodense, su mutación desde Jurassik Park a Avatar en cuanto al cambio que supone lo digital y las transformaciones del negocio.
En medio de la lectura estamos y queríamos compartir sensaciones y reflexiones sueltas por si apetece el contenido.
Muchas veces hemos hablado de las posibilidades de las nuevas tecnologías miradas desde el punto de vista de su democratización. El libro también hace buena alusión a esto. Pero, sobre todo, el autor se decanta por ponernos al día de lo que ha pasado con aquella maquinaria que se gestó en los Angeles en la segunda década del siglo pasado: Hollywood, las Mayors y su Sistema de Estudios.
Esa primer frase con que abrimos el artículo no deja de ser significativa. ¿Qué está diciendo Spielberg? sabiendo que es uno de los directores más importantes de (cierta) ciencia ficción y uno de los más poderosos.
¿Que las historias se desarrollen directamente en nuestra mente, con los ojos cerrados pudiendo verse, olerse, sentirse e interactuando con ella? ¿Cerrarnos los ojos (al mundo sensible) para experimentar una película (de las suyas)?
Dice: “disponemos” de una tecnología y “debemos” usarla mientras sentencia que jamás “dejaremos” de contar historias.
Es ese “nosotros” (disponemos, debemos, jamás dejaremos) el que nos ha hecho pensar. Es posible que el casi cien por ciento de la población no se sienta representado por ese nosotros. ¿Quién se encuentra en posesión de una tecnología de tal poderío? Hablará por una minoría muy pero que muy selecta que tiene a su alcance tales medios.
Y que nos diga desde esa minoría, que “nunca dejarán de contar “sus” historias”, sumado al panorama del negocio que describe el libro, pues, nos ha hecho pensar en el futuro del cine, en su bipolaridad extrema.
El campo de posibilidades que abrió la era digital aplicada al cine, arranca, según el autor del libro, en la frontera simbólica que supuso la aparición de Jurassic Park, justamente de Spielberg, en que valiéndose de dicha tecnología mezcló criaturas fantásticas resucitadas del pasado, dinosaurios, con personajes de carne y hueso, en un juego de realidad donde una animación simula ser real sin obligación de simular la realidad, ya que los dinosaurios no son parte de nuestra vida.
No deja de ser curioso que siendo Jurassic Park una primer y ostentosa manipulación de la representación fílmica por medios digitales, la historia que cuente sea la de un parque construido por los delirios de un inversor donde el ser humano se verá perseguido y aterrado frente a un entorno habitado por gigantescos animales del pasado (virtuales, irreales) que quieren destruirlo y en el que varios personajes mueren devorados por esos seres virtuales.
No se utilizó por supuesto, tan sofisticada tecnología para hacernos pensar en un mundo (o un parque), donde no exista ni rastros del capitalismo y sus formas de vida, por ejemplo. La nueva tecnología no necesariamente arroja nuevos contenidos: la persecución, la amenaza a la clase burguesa o rica por realidades ajenas, la escapatoria en el último minuto.
Pero bueno, como el libro es muy vasto preferimos quedarnos con dos o tres sensaciones y certezas que plantea Hollywood en la era digital en el arranque :
1) El cambio tecnológico amplía las posibilidades de todas las personas pero también las de la gran industria capitalista del cine y sus obsesiones de dominio.
2) Hay un cambio de paradigma en la fabricación de la representación audiovisual desde los noventa: la combinación entre la fotografía, siempre unida a un objeto filmable de la realidad y la realidad virtual que puede modificar y fabricar cualquier representación sin necesaria referencia al mundo sensible que conocemos. Sin duda que esto significa una inmensa ampliación del poder de los productores para incidir, con sus historias, en la percepción de la masa espectadora. Este tema da para mucho.
3) La salud del sistema imperial parece incuestionable. La prolongación de su poder radica en su diversificación en productos de consumo y la adaptación del negocio a una nueva etapa.
Extendemos este punto repasando brevemente datos que cita el autor aunque ya los conocíamos.
Hasta 1914 hubo un sistema casi artesanal de producción de cine.
Desde los alrededores de 1914 el cine devino industria y se desarrollan las Mayors de Hollywood y su Sistema de Estudios cuyo dominio absoluto (producción, distribución, exhibición) fue innegable hasta aproximadamente los años 50.
Desde mediados de los sesenta Hollywood sufre una serie de transformaciones por diversas causas (cambio en los hábitos de ocio, afirmación de la televisión, entre otras)
En esos años se desmantelan las Mayors (especulación inmobiliaria con los terrenos que ocupaban los estudios, venta de catálogos de películas a las televisiones y absorción de las casas matrices por empresas multinacionales vinculadas a otros sectores (petróleo, seguros, bañadores, refrescos). Relevo de magnates en la gran industria.
Desde 1990 ocurre una nueva mutación, la tercera, que pone a la meca cinematográfica en un flujo de transacciones de capital que la llevan a la órbita de los grandes conglomerados de comunicación y entretenimiento. Nuevos conceptos: diversificación, transnacionalización de las propiedades, multiplicación de los canales de difusión, elevación astronómica de presupuestos, mercados complementarios, dispersión global de la producción.
* * *
Una película de la industria, siempre ha sido un ejercicio de negocio, solo que ahora se suman otra cantidad de usos financieros. La película es un campo imaginario, donde el film es un producto motor que hará posible otra cantidad de ejercicios de rentabilidad. Podríamos decir que se crea y se pone a circular un mundo imaginativo, una historia, unas dinámicas sociales, unos personajes, una visión del mundo. Lo que es tradicional del cine, la exhibición en salas, ya no produce más que una pequeña cantidad de beneficios.
El autor esquematiza la vida activamente rentable de una película en 10 años con prácticas intermedias en diferentes “ventanas” de consumo: arranca con estreno en salas, sigue por el consumo doméstico en DvD, visionado bajo pago, TV de pago, TV en abierto, canales generalistas. El ciclo se reactiva y multiplica con la distribución en salas de otro países donde se vuelve a reproducir su circulación por los formatos locales.
Por dejarnos claro lo que puede ser una de estas franquicias el libro cita un ejemplo: si La guerra de las galaxias fuera un país, por su recaudación derivada de su franquicia (20 billones de dólares) ocuparía el lugar número setenta en lo que a producto interior bruto se refiere.
Sin duda se trata de campo imaginario de altísima, astronómica rentabilidad.
En 2007 seis grandes compañías Buena Vista (Disney), Warner Bros, Paramount, Universal, 20th Century Fox y Sony (Columbia Pictures) acapararon el 80,9 por ciento de la cuota de mercado...
* * *
... Seguiríamos con gusto ya que la lectura es sugerente pero solo queríamos salpicar con alguna idea el blog mientras seguimos leyendo.
No cabe duda que la industria goza de buena salud. Cada vez que repasamos este tipo de datos nos asombra la manera en que se conserva la concentración de los mejores y más sofistificados medios de producción en tan pocas manos y tan reducida imaginación: apenas unas cuantas mentes que intentan determinar y diseñar gran parte del imaginario social mundial y que no son más que el reflejo de la operativa del dinero. Una imaginación que parece regirse por la misma mecánica que la del poder financiero cuando el dinero dejó de ser moneda de cambio para convertirse en un multiplicador insaciable de sí mismo.
Eso ocurre allí arriba, muy arriba, en el olimpo de la fantasía muy poco complaciente con lo lo social y sus necesidades más terrenas.
Pero el autor y otras lecturas que iremos comentando, también hablan de las hibridaciones y los cortocircuitos que la misma tecnología está haciendo desde abajo, desde la gente en posesión de sus pequeñas cámaras: aunque la distancia que separa unas de otras (las cámaras domésticas de las industriales) es enorme, las primeras han contaminado el lenguaje de las películas explotadas en circuitos comerciales.
No hay que alarmarse, sino al contrario, saber que cuando despertamos a la tecnología los dinosaurios (del cine) estaban ahí, es tan veraz como ser conscientes, como dijimos hace un tiempo atrás, que los dinosaurios desparecieron de la faz de la tierra y que, posiblemente, en el futuro, solo la nostalgia de algunos magnates volverán a traerlos a nuestro mundo por medio de operaciones ficticias de su retorcida imaginación.
Pero es que cuando los dinosaurios desaparecieron, la realidad aún estaba allí. Así que no sería difícil de imaginar que si desaparecen estos gigantescos animales del negocio con sus dinosaurios, el cine siga estando allí. Es bastante probable.
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