El 26 de Mayo, la revista digital periodismohumano publicaba una entrevista con comentarios, fotos y videos titulado “Los primeros 40 de Sol” donde recogía testimonios sobre lo que ocurrió la madrugada del 15 al 16 de mayo cuando un grupo de jóvenes decidió acampar en la Puerta del Sol de Madrid.
El artículo comienza diciendo que “a las primeras 40 personas que pasaron la noche en la Puerta del Sol nadie las convocó oficialmente. La historia de su éxito es la de una noche de frustración desahogada, golpes de suerte y un enorme deseo de colaboración que convergieron en un punto, el big bang de lo que hoy conocemos como 'movimiento 15M' ”.
Vale la pena repasar este artículo y ver y escuchar el ambiente de aquella noche.
Improvisación, entusiasmo, primer megáfono en mano, azares, nerviosismo, relación horizontal. Casi todo ya estaba ahí.
Cinco meses han pasado de aquellos hechos un poco olvidados. Aunque casi desapercibido, aquella acampada dio arranque a todo lo que siguió como movimiento 15-M. La próxima semana estamos convocados una marcha mundial bajo el lema “Unid@s por un cambio global”. Algo sí que ha crecido.
Ayer, preparábamos un vídeo para dicha marcha con un pequeño grupo y en las esperas del trabajo, se generó, lógicamente, el debate sobre el presente y el futuro del movimiento.
Una posición, resumiéndola al extremo, era: hemos perdido fuerza, no hemos sido efectivos, necesitamos una organización fuerte.
La otra: el movimiento ha mutado, la fuerza está de otra manera y está claro que necesitamos avanzar en la organización pero no se puede obviar los logros.
El punto de discrepancia mayor era si habíamos perdido fuerza o no, y si el hecho de no haber provocado cambios ya, en el sistema político y en los temas fundamentales que afectan a nuestra vida, era un síntoma de deterioro.
Cada uno y una leía las cosas desde su imaginario y su experiencia y sigue apareciendo una tensión fuerte entre una vieja y una nueva manera de entender la vida social y política según nos consideremos antes o después de haber sido afectados por el 15-M. Al menos quienes hayan sido afectados.
Se hablaba de ¡haber perdido fuerza como movimiento! y nos preguntábamos: ¿qué significa y con respecto a qué pierde fuerza un movimiento como éste? ¿Poder de convocatoria en las calles? ¿Poder de presión sobre las instituciones políticas? ¿Capacidad para repetir muchos Mayos?
Coincidíamos en que la experiencia de la Acampada de Sol durante 4 semanas y aunque la habíamos vivido de diferentes maneras, para quien la vivió supuso una potencia absolutamente desbordante, difícil de digerir en el corto tiempo de cinco meses.
Y a la distancia, hoy quizá es más fácil darse cuenta de que la fuerza salvaje de aquellas semanas eran insostenibles de mantener por largo tiempo. Tanto su intensidad de encuentro social como su nivel de eficacia organizativa en el reducidísimo recinto de la plaza central de Madrid constituyeron una poderosa anomalía social.
Quizá, perder fuerza, no sea más que perder la intensidad del origen en función de su expansión, de su mutación, del abandono de su fase embrionaria que toma una deriva menos espectacular y más acompasadas con la rutina de la vida, más árida y menos placentera. Hasta el amor, decía una compañera, agota la intensidad del principio sin que eso implique su pérdida sino solo su transformación.
Pero no estamos educados para aceptar con naturalidad las mudanzas, las pérdidas, las mutaciones, los cambios de escenarios, los cambios de afectos, los cambios de operativas.
Cinco meses para que aquella azarosa e improvisada acampada de la madrugada del 15 al 16 de mayo nos lleve hoy a estar embarcados en un movimiento de expansión global en muchos puntos del planeta. No significa éxito, significa que un espíritu de cambio lentamente se extiende.
Nos preguntábamos si el movimiento ha sido o no eficaz en términos políticos y si es serio esperar que un movimiento pacífico irrumpa en el escenario social y en solo unos meses provoque un cambio de sistema político y financiero. ¿Acaso esperábamos que la mafia político-financiera institucionalizada, al verse ante un acontecimiento como éste, se asustara y abandone sus privilegios?.
Desde la carencia podemos enunciar que no ha habido cambios sustanciales sino que, por el contrario, se ha agudizado la crisis; que no estamos bien organizados; que no les afecta en absoluto la presencia del movimiento y que no se ha creado una organización fuerte que contraponer a las instituciones de poder.
Pero podemos hacer el ejercicio de analizar desde la potencia y preguntarnos:
¿Bien organizados sería tener una estructura jerárquica que replique las del poder para enfrentar sus dinámicas?
¿No sería también útil, preguntarnos qué tipo de organización es la que mueve este movimiento, que diferencias tiene con las tradicionales, qué efectos producen sus acciones y buscar proyectarnos según esa potencia organizativa distinta?
No nos cabía duda de que estamos conformados, como personas, en viejas mecánicas que sirven muy bien a ese sistema que creemos que hay que derrumbar: ansiedad por los resultados, hiperproductividad, vida en tiempo-click para tomar y dejar cosas, educación indolora que nos hace huir de experiencias de sufrimiento, espera o frustración, cultura de la notoriedad donde por más que no queramos reconocerlo le seguimos dando importancia a lo que aparece en en los medios masivos.
Reaprender a vivir no es solo cuestión de enunciados y reacciones, sino sobre todo de la duración que esos cambios suponen cuando se mantienen en el tiempo, cuánto los mantenemos como nuevo entrenamiento de vida y de práctica política.
Con el movimiento ha irrumpido el inicio de un reaprendizaje de la responsabilidad sobre lo político, lo económico, lo cultural y en general sobre todos los aspectos que atañen a nuestra vida. Nuestra vida social y política se la habíamos encomendado cómodamente a los gestores de lo público pero éstos terminaron convirtiendo el servicio en su propio y caprichoso negocio.
El famoso “vamos despacio porque vamos lejos”, comentábamos, marcó una ruptura en las asambleas de mayo porque daba en el centro de un asunto fundamental del capitalismo: su velocidad delirante e hipnótica para hacer suceder las cosas.
Volver a antiguos esquemas siempre es una tentación que viene de la mano del cansancio, un terreno más que propicio para las prácticas de desgaste. Optar por la lentitud en contra de la velocidad, el asamblearismo horizontal y la organización de colmena contra la relación de poder piramidal, minoritario y mafioso, mantener la indefinición institucional en contra de estructurarse con modelos ya sabidos, requiere madurar el temple social, poco a poco.
La denuncia explícita de unas instituciones corruptas provoca siempre la reacción de sus propietarios y la dirección de esta reacción es un automatismo más que sabido, que irá dirigido al control y exterminio de la disidencia, por más sutil que sean sus estrategias. El poder está vacío de Nosotros pero está lleno de Ellos y en su menú a la carta, la violencia es un plato fuerte que nos hacen tragar cuando se ven amenazados. Que una organización mafiosa entre políticos y magnates no se puede tumbar sin una organización que la ponga en jaque es más que obvio. El asunto está en si tendremos capacidad o no para no replicar sus mismas estructuras corrompidas ni intentar jugar dentro de sus reglas. El tema es si estamos entrenando la imaginación y la vida lo suficiente como para pasar como disidencia social a una fase de gran desobediencia civil organizada, a provocarles un apagón en todo su sistema de recaudación, en sus fondos bancarios, en el respeto a sus leyes, a desobedecer a sus instituciones y a sus amenazas. No se trata tanto de mirar si perdemos o no fuerza. Nos viene el vicio de cierta izquierda que cree que transformar es diagnosticar desde la carencia, desde lo mal que estamos, desde lo malos que son los Otros pero sin mover un solo afecto ni una sola variable de su vida, de la propia. Es también un viejo esquema. Lo importante será si vamos ganando en el entrenamiento personal a la vez que social, como para organizarnos de manera distinta, desde la potencia y la creatividad, la ironía y la burla hacia quienes diseñan las condiciones de nuestra vida.
Es verdad, quizá falte mucho para una desobediencia social masiva.
Pero algo debería tranquilizarnos, porque aquella madrugada del 15 y 16 de mayo que recordábamos al iniciar el artículo, nadie había convocado a nadie. Funcionó un resorte social. Podía no haber pasado nada, dicen sus protagonistas, pero pasó. Y ese Miguel que tomó el altavoz improvisadamente aquella noche y que rechazó cualquier protagonismo desde el primer momento, era el mismo que estaba con nosotros ayer en el debate con muchas dudas pero con las mismas ganas de seguir.
Es lo que nos ha enseñado este movimiento, que los héroes tienen dudas, que no están llenos de notoriedad, que no andan con guardaespaldas, que no tienen la agenda plagada de entrevistas, que no concentran el poder, que en cualquier momento, en cualquier madrugada desolada, cualquiera puede encender la chispa de una reacción en cadena y que héroe es, por fin, cualquier persona que decida no aceptar en su vida las reglas de este juego de criminales.
Que no podamos imaginar con precisión el futuro, no quiere decir que no seamos capaces de inventarlo.
#15 de Octubre, nos vemos en cualquier lugar del mundo.
El artículo comienza diciendo que “a las primeras 40 personas que pasaron la noche en la Puerta del Sol nadie las convocó oficialmente. La historia de su éxito es la de una noche de frustración desahogada, golpes de suerte y un enorme deseo de colaboración que convergieron en un punto, el big bang de lo que hoy conocemos como 'movimiento 15M' ”.
Vale la pena repasar este artículo y ver y escuchar el ambiente de aquella noche.
Improvisación, entusiasmo, primer megáfono en mano, azares, nerviosismo, relación horizontal. Casi todo ya estaba ahí.
Cinco meses han pasado de aquellos hechos un poco olvidados. Aunque casi desapercibido, aquella acampada dio arranque a todo lo que siguió como movimiento 15-M. La próxima semana estamos convocados una marcha mundial bajo el lema “Unid@s por un cambio global”. Algo sí que ha crecido.
Ayer, preparábamos un vídeo para dicha marcha con un pequeño grupo y en las esperas del trabajo, se generó, lógicamente, el debate sobre el presente y el futuro del movimiento.
Una posición, resumiéndola al extremo, era: hemos perdido fuerza, no hemos sido efectivos, necesitamos una organización fuerte.
La otra: el movimiento ha mutado, la fuerza está de otra manera y está claro que necesitamos avanzar en la organización pero no se puede obviar los logros.
El punto de discrepancia mayor era si habíamos perdido fuerza o no, y si el hecho de no haber provocado cambios ya, en el sistema político y en los temas fundamentales que afectan a nuestra vida, era un síntoma de deterioro.
Cada uno y una leía las cosas desde su imaginario y su experiencia y sigue apareciendo una tensión fuerte entre una vieja y una nueva manera de entender la vida social y política según nos consideremos antes o después de haber sido afectados por el 15-M. Al menos quienes hayan sido afectados.
Se hablaba de ¡haber perdido fuerza como movimiento! y nos preguntábamos: ¿qué significa y con respecto a qué pierde fuerza un movimiento como éste? ¿Poder de convocatoria en las calles? ¿Poder de presión sobre las instituciones políticas? ¿Capacidad para repetir muchos Mayos?
Coincidíamos en que la experiencia de la Acampada de Sol durante 4 semanas y aunque la habíamos vivido de diferentes maneras, para quien la vivió supuso una potencia absolutamente desbordante, difícil de digerir en el corto tiempo de cinco meses.
Y a la distancia, hoy quizá es más fácil darse cuenta de que la fuerza salvaje de aquellas semanas eran insostenibles de mantener por largo tiempo. Tanto su intensidad de encuentro social como su nivel de eficacia organizativa en el reducidísimo recinto de la plaza central de Madrid constituyeron una poderosa anomalía social.
Quizá, perder fuerza, no sea más que perder la intensidad del origen en función de su expansión, de su mutación, del abandono de su fase embrionaria que toma una deriva menos espectacular y más acompasadas con la rutina de la vida, más árida y menos placentera. Hasta el amor, decía una compañera, agota la intensidad del principio sin que eso implique su pérdida sino solo su transformación.
Pero no estamos educados para aceptar con naturalidad las mudanzas, las pérdidas, las mutaciones, los cambios de escenarios, los cambios de afectos, los cambios de operativas.
Cinco meses para que aquella azarosa e improvisada acampada de la madrugada del 15 al 16 de mayo nos lleve hoy a estar embarcados en un movimiento de expansión global en muchos puntos del planeta. No significa éxito, significa que un espíritu de cambio lentamente se extiende.
Nos preguntábamos si el movimiento ha sido o no eficaz en términos políticos y si es serio esperar que un movimiento pacífico irrumpa en el escenario social y en solo unos meses provoque un cambio de sistema político y financiero. ¿Acaso esperábamos que la mafia político-financiera institucionalizada, al verse ante un acontecimiento como éste, se asustara y abandone sus privilegios?.
Desde la carencia podemos enunciar que no ha habido cambios sustanciales sino que, por el contrario, se ha agudizado la crisis; que no estamos bien organizados; que no les afecta en absoluto la presencia del movimiento y que no se ha creado una organización fuerte que contraponer a las instituciones de poder.
Pero podemos hacer el ejercicio de analizar desde la potencia y preguntarnos:
¿Bien organizados sería tener una estructura jerárquica que replique las del poder para enfrentar sus dinámicas?
¿No sería también útil, preguntarnos qué tipo de organización es la que mueve este movimiento, que diferencias tiene con las tradicionales, qué efectos producen sus acciones y buscar proyectarnos según esa potencia organizativa distinta?
No nos cabía duda de que estamos conformados, como personas, en viejas mecánicas que sirven muy bien a ese sistema que creemos que hay que derrumbar: ansiedad por los resultados, hiperproductividad, vida en tiempo-click para tomar y dejar cosas, educación indolora que nos hace huir de experiencias de sufrimiento, espera o frustración, cultura de la notoriedad donde por más que no queramos reconocerlo le seguimos dando importancia a lo que aparece en en los medios masivos.
Reaprender a vivir no es solo cuestión de enunciados y reacciones, sino sobre todo de la duración que esos cambios suponen cuando se mantienen en el tiempo, cuánto los mantenemos como nuevo entrenamiento de vida y de práctica política.
Con el movimiento ha irrumpido el inicio de un reaprendizaje de la responsabilidad sobre lo político, lo económico, lo cultural y en general sobre todos los aspectos que atañen a nuestra vida. Nuestra vida social y política se la habíamos encomendado cómodamente a los gestores de lo público pero éstos terminaron convirtiendo el servicio en su propio y caprichoso negocio.
El famoso “vamos despacio porque vamos lejos”, comentábamos, marcó una ruptura en las asambleas de mayo porque daba en el centro de un asunto fundamental del capitalismo: su velocidad delirante e hipnótica para hacer suceder las cosas.
Volver a antiguos esquemas siempre es una tentación que viene de la mano del cansancio, un terreno más que propicio para las prácticas de desgaste. Optar por la lentitud en contra de la velocidad, el asamblearismo horizontal y la organización de colmena contra la relación de poder piramidal, minoritario y mafioso, mantener la indefinición institucional en contra de estructurarse con modelos ya sabidos, requiere madurar el temple social, poco a poco.
La denuncia explícita de unas instituciones corruptas provoca siempre la reacción de sus propietarios y la dirección de esta reacción es un automatismo más que sabido, que irá dirigido al control y exterminio de la disidencia, por más sutil que sean sus estrategias. El poder está vacío de Nosotros pero está lleno de Ellos y en su menú a la carta, la violencia es un plato fuerte que nos hacen tragar cuando se ven amenazados. Que una organización mafiosa entre políticos y magnates no se puede tumbar sin una organización que la ponga en jaque es más que obvio. El asunto está en si tendremos capacidad o no para no replicar sus mismas estructuras corrompidas ni intentar jugar dentro de sus reglas. El tema es si estamos entrenando la imaginación y la vida lo suficiente como para pasar como disidencia social a una fase de gran desobediencia civil organizada, a provocarles un apagón en todo su sistema de recaudación, en sus fondos bancarios, en el respeto a sus leyes, a desobedecer a sus instituciones y a sus amenazas. No se trata tanto de mirar si perdemos o no fuerza. Nos viene el vicio de cierta izquierda que cree que transformar es diagnosticar desde la carencia, desde lo mal que estamos, desde lo malos que son los Otros pero sin mover un solo afecto ni una sola variable de su vida, de la propia. Es también un viejo esquema. Lo importante será si vamos ganando en el entrenamiento personal a la vez que social, como para organizarnos de manera distinta, desde la potencia y la creatividad, la ironía y la burla hacia quienes diseñan las condiciones de nuestra vida.
Es verdad, quizá falte mucho para una desobediencia social masiva.
Pero algo debería tranquilizarnos, porque aquella madrugada del 15 y 16 de mayo que recordábamos al iniciar el artículo, nadie había convocado a nadie. Funcionó un resorte social. Podía no haber pasado nada, dicen sus protagonistas, pero pasó. Y ese Miguel que tomó el altavoz improvisadamente aquella noche y que rechazó cualquier protagonismo desde el primer momento, era el mismo que estaba con nosotros ayer en el debate con muchas dudas pero con las mismas ganas de seguir.
Es lo que nos ha enseñado este movimiento, que los héroes tienen dudas, que no están llenos de notoriedad, que no andan con guardaespaldas, que no tienen la agenda plagada de entrevistas, que no concentran el poder, que en cualquier momento, en cualquier madrugada desolada, cualquiera puede encender la chispa de una reacción en cadena y que héroe es, por fin, cualquier persona que decida no aceptar en su vida las reglas de este juego de criminales.
Que no podamos imaginar con precisión el futuro, no quiere decir que no seamos capaces de inventarlo.
#15 de Octubre, nos vemos en cualquier lugar del mundo.
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