Si en cualquier conversación dijéramos “el viernes fuimos al cine”, el imaginario común no tendría dudas en recrear la situación y entendería que: fuimos a ver una película.
El ritual aparece claro: nos habremos desplazado hasta un sitio, nos habremos sentado en alguna sala, alguien nos habría exhibido un film, lo habríamos visto. Si comentáramos además que luego de la película hubo un debate que prolongó el acto, también podríamos imaginarnos que se abrió una ronda de opiniones sobre la exhibición para, finalmente, abandonar el lugar con gusto o disgusto sobre la película en cuestión.
Se trata de un imaginario común. Una serie de acciones casi mecánicas que relacionamos con la palabra “cine”.
Sin embargo, el viernes pasado, la Fábrica de Cine sin Autor invitaba a un “visionado en abierto” que no exactamente reproduciría el ritual aunque, quizá, una parte de las personas presentes pudo haberse llevado esa impresión. Es complejo no ver lo que acostumbramos a ver. Es difícil romper con un imaginario que opera en nosotros de manera casi inapelable.
Para empezar, aunque lo que exhibimos es técnicamente una película de media hora, no es exactamente una película (algo que sus creadores y propietarios dan por cerrado y sin posibilidad de modificación) sino un “documento fílmico”, un material para ser intervenido por sus protagonistas y potenciales productores.Vecinos y vecinas del barrio de Legazpi.
Comenzamos con una breve explicación de lo que llamamos Fábrica de Cine sin Autor.
Habíamos dividido el espacio del Terrario de Intermediae donde hicimos la sesión de trabajo, en dos espacios. En la parte de delante dimos sitio a los protagonistas de las imágenes que se proyectarían, “espectadores primeros o presentes”, aquellas personas que están vinculadas a la producción. Luego, alrededor de ellas ubicamos a las demás personas que llegaron a la convocatoria, “espectadores remotos”, aquellas personas que no habían estado vinculadas a la producción del documento fílmico que se exhibió.
Los y las espectadores presentes o primeros eran varias de las personas que en las primeras salidas al Plató-Barrio, nos habían querido responder a la pregunta: ¿si pudieras hacer una película, de qué tema trataría? ¿Qué papel harías en ella? ¿Cuál podría ser la primera escena?
En realidad, a lo que invitamos, fue a presenciar una sesión habitual de trabajo tal como las que llevamos realizando todos estos años. Una reunión de protagonistas a los que habiéndoles grabado en opiniones o escenas propias, pues les invitamos a ver e intervenir el material montado para hacer avanzar el trabajo cinematográfico juntos, de manera horizontal.
Para el colectivo de Cine sin Autor, lo que resultó extraño del formato, era tener en la sala esa división de los espectadores pensada más que nada con fines pedagógicos.
El formato social de ir al cine no es otra cosa que un formato espectacular aunque la realicemos en una sala doméstica. Un tiempo en un espacio donde unos espectadores se exponen a (y a los que se le expone) una secuencia de imágenes y sonidos que alguien a realizado en otro lugar y otro tiempo con fines comunicativos, de negocio, informativos, expresivos, etc.
Que existiera un grupo numeroso de personas que presenciara una de nuestras sesiones que se harán habituales a partir de ahora en la nave de Intermediae de Matadero, si bien nos pareció una manera de abrir la posibilidad de ver como opera el Cine sin Autor, por momentos parecíamos rozar otro formato espectacular, el televisivo. Un público en las gradas, un grupo menor delante en el plató y un conductor que dinamiza los hechos que allí ocurren mientras unos operarios registran el momento.
Durante estos años de experiencia casi anónima, tener sesiones de trabajo e intervención con la gente involucrada (y para permitir que se involucren) en la construcción de sus películas, han sido momento de mucha intimidad donde llegamos a debates, intercambios y hasta confesiones muy intensas. El viernes, quizá se quitó naturalidad a este trabajo por la presencia de “extraños” aunque se haya ganado en compartir lo que hacemos con aquellos que quieren acercarse.
Cualquier espectador o espectadora remota, lo dijimos allí, puede pasarse, de ahora en adelante, al primer círculo de producción de las personas participantes.
Cuando acabó la proyección, la mitad de los "espectadores remotos" abandonó la sala. Es decir, cumplieron el ritual del cine. Acabada la proyección, se retiran. El círculo de protagonistas, el colectivo y otro número de persona se quedaron. Para nosotros, comenzaba la parte más interesante, la esencia de nuestro trabajo: debatir lo visto, plantearnos entre todos y todas la manera de avanzar con la creación, intervenir y modificar el montaje presentado, apropiárselo, ver emerger la narrativa participada, conocernos, acordar la continuidad del trabajo. Así lo hicimos.
La intención de la Fábrica de CsA a partir de este momento es también su desafío mayor: Re- ritualizar el cine. Sentar las bases para su naturalización al menos en la parte de población en la que trabajaremos. Los primeros contactos ya nos han llevado a un colegio, al mercado, a un centro de día de ancianos con alzheimer, a historias personales, a casas particulares, a jóvenes inmigrantes que se juntan en una plaza...
Re-ritualizar el cine significa cambiar profundamente los hábitos que hemos tenido a la hora de relacionarnos con él.
La Fábrica de CsA no es otra cosa que una serie de conceptos y operativas que buscan crear las condiciones de producción para que eso pueda ser posible.
La población acostumbrada al hábito espectador, a la contemplación de películas que les son ajenas, tendrá en la Fábrica la oportunidad de que su relación con el Cine cambie. Se podrán relacionar con ella como productores y gestores de sus propias películas realizándolas con otras personas.
No se tratará de ir al cine sino de habitarlo y ocuparlo. En la medida de que el Plató es el propio barrio donde la gente vive y desarrolla sus actividades cotidianas, pues es el Cine, sus operativas, será el que tenga que ir hacia la gente y no al revés.
Nuestra profesión como colectivo es justamente la de estar al servicio de la narrativa social común abandonando el territorio exclusivo de la narrativa del gueto profesional-cultural. Nuestro ritual como cineastas, se basa en una ruptura con nuestros propios procedimientos. Todos los hábitos de la producción y gestión de las películas las hacemos participados con las personas del plató que se integran a los diferentes procesos.
En este primer visionado del viernes, habían entre las personas protagonistas, diferentes reacciones. Algunas señoras, no podían aún romper con su habitual conducta de ir y ver una película, decirnos que había estado muy bonito y, aunque ellas salieran en el documento, opinar apenas y marcharse sin más.
Otros, en cambio, ya han comenzado a elaborar su propia narrativa aceptando el desafío y empezando a utilizar las operativas de la Fábrica para crear su discurso fílmico.
No es un trabajo rápido ni fácil generar un cambio de actitud en los rituales del cine para pasar a concebirlo como un entorno participado de creación, como una responsabilidad común de construir imaginario fílmico.
La presentación del viernes no era más que un evento en abierto de lo que a partir del lunes se hará habitual.
El Nuevo Ritual del Cine supone que el Estudio Abierto que este mes terminaremos de montar en la nave de Intermediae, será una sala de coordinación y montaje de lo que diariamente pasará en el Plató-Barrio, un lugar donde encontrar a unos profesionales que atenderán y coordinarán las diferentes iniciativas y necesidades audiovisuales que vayan apareciendo entre la población.
Inevitablemente, en la sesión del viernes, salió el debate sobre la indignación social que nos atraviesa por la situación que seguimos viviendo en España.
Seguramente, que nuestro trabajo no va a cambiar dicha situación, un asunto que compete a la sociedad toda. Pero el cine en que creemos no es justamente un cine de impacto perceptivo a través de un film, sino un modelo de producción de "impacto incluyente y progresivo" que debe instalarse y organizarse en el largo tiempo entre la población. Nuestra apuesta es por un cine ocupado y gestionado por la gente. Para desarrollar un nuevo modelo de producción hay que recrear todos sus rituales, forzarlos, para que reflejen la nueva realidad y necesidad social. La Fábrica de Cine sin Autor es el primer intento de demostrar que es posible un nuevo modelo social cinematográfico para el siglo XXI. La aventura no ha hecho más que empezar. El camino será largo, complejo y fascinante como lo han sido todos estos años previos de trabajo en el Colectivo Cine sin Autor. Cualquiera puede unirse. Cualquiera que esté dispuesto a olvidarse de los antiguos rituales del Cine y a ¡ocuparlo!.
El ritual aparece claro: nos habremos desplazado hasta un sitio, nos habremos sentado en alguna sala, alguien nos habría exhibido un film, lo habríamos visto. Si comentáramos además que luego de la película hubo un debate que prolongó el acto, también podríamos imaginarnos que se abrió una ronda de opiniones sobre la exhibición para, finalmente, abandonar el lugar con gusto o disgusto sobre la película en cuestión.
Se trata de un imaginario común. Una serie de acciones casi mecánicas que relacionamos con la palabra “cine”.
Sin embargo, el viernes pasado, la Fábrica de Cine sin Autor invitaba a un “visionado en abierto” que no exactamente reproduciría el ritual aunque, quizá, una parte de las personas presentes pudo haberse llevado esa impresión. Es complejo no ver lo que acostumbramos a ver. Es difícil romper con un imaginario que opera en nosotros de manera casi inapelable.
Para empezar, aunque lo que exhibimos es técnicamente una película de media hora, no es exactamente una película (algo que sus creadores y propietarios dan por cerrado y sin posibilidad de modificación) sino un “documento fílmico”, un material para ser intervenido por sus protagonistas y potenciales productores.Vecinos y vecinas del barrio de Legazpi.
Comenzamos con una breve explicación de lo que llamamos Fábrica de Cine sin Autor.
Habíamos dividido el espacio del Terrario de Intermediae donde hicimos la sesión de trabajo, en dos espacios. En la parte de delante dimos sitio a los protagonistas de las imágenes que se proyectarían, “espectadores primeros o presentes”, aquellas personas que están vinculadas a la producción. Luego, alrededor de ellas ubicamos a las demás personas que llegaron a la convocatoria, “espectadores remotos”, aquellas personas que no habían estado vinculadas a la producción del documento fílmico que se exhibió.
Los y las espectadores presentes o primeros eran varias de las personas que en las primeras salidas al Plató-Barrio, nos habían querido responder a la pregunta: ¿si pudieras hacer una película, de qué tema trataría? ¿Qué papel harías en ella? ¿Cuál podría ser la primera escena?
En realidad, a lo que invitamos, fue a presenciar una sesión habitual de trabajo tal como las que llevamos realizando todos estos años. Una reunión de protagonistas a los que habiéndoles grabado en opiniones o escenas propias, pues les invitamos a ver e intervenir el material montado para hacer avanzar el trabajo cinematográfico juntos, de manera horizontal.
Para el colectivo de Cine sin Autor, lo que resultó extraño del formato, era tener en la sala esa división de los espectadores pensada más que nada con fines pedagógicos.
El formato social de ir al cine no es otra cosa que un formato espectacular aunque la realicemos en una sala doméstica. Un tiempo en un espacio donde unos espectadores se exponen a (y a los que se le expone) una secuencia de imágenes y sonidos que alguien a realizado en otro lugar y otro tiempo con fines comunicativos, de negocio, informativos, expresivos, etc.
Que existiera un grupo numeroso de personas que presenciara una de nuestras sesiones que se harán habituales a partir de ahora en la nave de Intermediae de Matadero, si bien nos pareció una manera de abrir la posibilidad de ver como opera el Cine sin Autor, por momentos parecíamos rozar otro formato espectacular, el televisivo. Un público en las gradas, un grupo menor delante en el plató y un conductor que dinamiza los hechos que allí ocurren mientras unos operarios registran el momento.
Durante estos años de experiencia casi anónima, tener sesiones de trabajo e intervención con la gente involucrada (y para permitir que se involucren) en la construcción de sus películas, han sido momento de mucha intimidad donde llegamos a debates, intercambios y hasta confesiones muy intensas. El viernes, quizá se quitó naturalidad a este trabajo por la presencia de “extraños” aunque se haya ganado en compartir lo que hacemos con aquellos que quieren acercarse.
Cualquier espectador o espectadora remota, lo dijimos allí, puede pasarse, de ahora en adelante, al primer círculo de producción de las personas participantes.
Cuando acabó la proyección, la mitad de los "espectadores remotos" abandonó la sala. Es decir, cumplieron el ritual del cine. Acabada la proyección, se retiran. El círculo de protagonistas, el colectivo y otro número de persona se quedaron. Para nosotros, comenzaba la parte más interesante, la esencia de nuestro trabajo: debatir lo visto, plantearnos entre todos y todas la manera de avanzar con la creación, intervenir y modificar el montaje presentado, apropiárselo, ver emerger la narrativa participada, conocernos, acordar la continuidad del trabajo. Así lo hicimos.
La intención de la Fábrica de CsA a partir de este momento es también su desafío mayor: Re- ritualizar el cine. Sentar las bases para su naturalización al menos en la parte de población en la que trabajaremos. Los primeros contactos ya nos han llevado a un colegio, al mercado, a un centro de día de ancianos con alzheimer, a historias personales, a casas particulares, a jóvenes inmigrantes que se juntan en una plaza...
Re-ritualizar el cine significa cambiar profundamente los hábitos que hemos tenido a la hora de relacionarnos con él.
La Fábrica de CsA no es otra cosa que una serie de conceptos y operativas que buscan crear las condiciones de producción para que eso pueda ser posible.
La población acostumbrada al hábito espectador, a la contemplación de películas que les son ajenas, tendrá en la Fábrica la oportunidad de que su relación con el Cine cambie. Se podrán relacionar con ella como productores y gestores de sus propias películas realizándolas con otras personas.
No se tratará de ir al cine sino de habitarlo y ocuparlo. En la medida de que el Plató es el propio barrio donde la gente vive y desarrolla sus actividades cotidianas, pues es el Cine, sus operativas, será el que tenga que ir hacia la gente y no al revés.
Nuestra profesión como colectivo es justamente la de estar al servicio de la narrativa social común abandonando el territorio exclusivo de la narrativa del gueto profesional-cultural. Nuestro ritual como cineastas, se basa en una ruptura con nuestros propios procedimientos. Todos los hábitos de la producción y gestión de las películas las hacemos participados con las personas del plató que se integran a los diferentes procesos.
En este primer visionado del viernes, habían entre las personas protagonistas, diferentes reacciones. Algunas señoras, no podían aún romper con su habitual conducta de ir y ver una película, decirnos que había estado muy bonito y, aunque ellas salieran en el documento, opinar apenas y marcharse sin más.
Otros, en cambio, ya han comenzado a elaborar su propia narrativa aceptando el desafío y empezando a utilizar las operativas de la Fábrica para crear su discurso fílmico.
No es un trabajo rápido ni fácil generar un cambio de actitud en los rituales del cine para pasar a concebirlo como un entorno participado de creación, como una responsabilidad común de construir imaginario fílmico.
La presentación del viernes no era más que un evento en abierto de lo que a partir del lunes se hará habitual.
El Nuevo Ritual del Cine supone que el Estudio Abierto que este mes terminaremos de montar en la nave de Intermediae, será una sala de coordinación y montaje de lo que diariamente pasará en el Plató-Barrio, un lugar donde encontrar a unos profesionales que atenderán y coordinarán las diferentes iniciativas y necesidades audiovisuales que vayan apareciendo entre la población.
Inevitablemente, en la sesión del viernes, salió el debate sobre la indignación social que nos atraviesa por la situación que seguimos viviendo en España.
Seguramente, que nuestro trabajo no va a cambiar dicha situación, un asunto que compete a la sociedad toda. Pero el cine en que creemos no es justamente un cine de impacto perceptivo a través de un film, sino un modelo de producción de "impacto incluyente y progresivo" que debe instalarse y organizarse en el largo tiempo entre la población. Nuestra apuesta es por un cine ocupado y gestionado por la gente. Para desarrollar un nuevo modelo de producción hay que recrear todos sus rituales, forzarlos, para que reflejen la nueva realidad y necesidad social. La Fábrica de Cine sin Autor es el primer intento de demostrar que es posible un nuevo modelo social cinematográfico para el siglo XXI. La aventura no ha hecho más que empezar. El camino será largo, complejo y fascinante como lo han sido todos estos años previos de trabajo en el Colectivo Cine sin Autor. Cualquiera puede unirse. Cualquiera que esté dispuesto a olvidarse de los antiguos rituales del Cine y a ¡ocuparlo!.
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