Siempre es bueno dejar por escrito las intenciones con las que parte un proyecto que se plantea objetivos a largo plazo.
No son pocas las veces que no alcanzamos nuestros objetivos. Las razones son de muy variada especie. La intención social-productiva que nos proponemos en la Fábrica de Cine sin Autor está embarazada de una alta complejidad así como de una alta potencia.
Los años anteriores nos han ido dando muchas pautas sobre las dificultades que entraña el plantearnos crear ciertas condiciones favorables para la emergencia de la imagen fílmica desde el complejo entramado social.
Toda la realidad es cinematografiable. Y todas las personas y grupos de una sociedad pueden participar de la producción del cine. Otra cosa es que no haya modelos incluyentes para hacerlo.
Un espacio social visto como plató, supone una mirada diferente de la gente y su paisaje. Es la vida social la que se mueve, se interrelaciona, produce actividades, encuentros, trabajos, recorridos, conversaciones infinitas, intercambios.
Alguna vez, al final del siglo XIX, un grupo de hombres entregados a la investigación de aparatos óptico-fotográficos, introdujeron en esa sociedad-plató-mundo, por primera vez, un aparato que comenzaría a cinematografiar lo que en su entorno ocurría.
Hoy en día, al menos en nuestra práctica, intervenir cinematográficamente en un plató social determinado, ya no debiera consistir solamente en introducir la cámara como aparato de registro y los procesos que completan la actividad cinematográfica: tratamiento del material registrado y posterior reproducción pública. Aunque estos siguen siendo los gestos esenciales del cine se hace obvio comprender que la influencia del cine en la realidad no se ha ejercido con unos procedimientos tan simples. Hoy día, este gesto es casi un acto comunicativo audiovisual instantáneo: grabamos algo, lo descargamos en un ordenador, lo mostramos a los demás.
La sociedad-plató siempre ha estado allí, viviendo como a la espera de que cualquier, y a la vez, todo su acontecer, pueda ser convertido en cine.
El cine devino en complejo arsenal de operativas, cadena de procedimientos de negocio altamente compleja.
Convertir una zona de plató social en cine no supone solamente hacer en el una o varias películas.
Tenemos un siglo de procedimientos encima y a disposición. Diferentes formas de fabricación que van de lo estrictamente personal a lo industrial.
El cine industrial se relacionó y relaciona fundamentalmente mediante el sistema de fábricas (grandes estudios, grandes productoras con sus plató, etc) que insertas en un lugar determinado producen películas en serie pensando en el resto de la sociedad o las sociedades, como potencial receptor de sus films. Una productora o un estudio de cine de mediano o gran tamaño está diseñado como toda fábrica, con una serie de procedimientos en cadena que darán como resultado sus productos, sus películas. No suelen preocuparse del entorno social próximo más que como vecinos accidentales, empleados asalariados u oportunidades de servicio, etc.
La producción industrial en serie se movía entre los espacios y túneles casi secretos de la fabricación, distribución, canales de exhibición y venta de sus materiales audiovisuales.
La eficacia del cine industrial en la realidad social había que buscarlos más allá de los procedimientos de impacto en las salas y de la relación que se establecía entre película y espectador durante el momento expositivo. Ese aparentemente apacible encuentro en las salas entre espectadores y película, siempre ha estado acompañado de otras muchas operativas: operativas de legislación que favorezcan la actividad de los propietarios, operativas de difusión que creen la necesidad de sus productos, operativas mediáticas de difusión que aseguren presencia informativa en los medios masivos, operativas de gestión de inversión que aseguren el flujo de capital para la sostenibilidad de los enclaves de producción, por nombrar las principales.
Y aunque nuestra Fábrica esté en pañales, también nos vemos en la obligación de plantearnos un entramado de operativas más allá de la realización de films.
Si queremos hablar con seriedad de Cine, tarde o temprano será necesario plantearse otras operativas. Unos ejemplos pueden ser: 1) operativas de estudio y revisión de la legislación vigente que conforman el estado actual de la producción 2) operativas de inversión que aseguren que esto no será un intento más que decaiga ante el primer temporal. 3) operativas de información y difusión que permitan conocer el nuevo modelo, 4) operativas de teorización que ofrezca los conceptos nuevos como herramientas novedosas de acción para quien quiera empearlas y mejorarlas 5) operativas de inclusión social que permitan progresivamente la incorporación de más y más operarios y operarias a la fábrica, 6) operativas de formación, de facilitación pedagógica para aprender cómo se hacen las películas bajo este modelo, 7) operativas editoriales que produzcan y difundan manuales de uso, cuadernos de campo y publicaciones sobre las nuevas prácticas sociales del cine, 8) operativas de investigación que permita profundizar y actualización el modelo de fabricación. Por decir algunas.
Pero no hablamos de todas éstas líneas de actividades pensando en un abstracto mundo. Creemos que todas ellas deberían estar dirigidas y concentradas fundamentalmente a aumentar el impacto en el Plató que abarque la Fábrica. Se trata de estrategias en primer lugar locales. Lo contrario justamente a las operativas de las Fábricas del negocio.
Aunque ahora mismo esté fuera de nuestro alcance desplegar un trabajo de tal magnitud debemos ser conscientes de que son territorios de la actividad que deben ser inevitablemente abordados en nuestro recorrido si pensamos mejorar el impacto de nuestra Fábrica. Impacto quiere decir: capacidad de nuestro dispositivo y nuestras operativas cinematográficas para una mayor inclusión social en la producción fílmica.
Habrá que tomar buen aliento y pensar más allá del presente y del día a día para ello.
Durante estos años introducíamos, en mitad de algunos grupos de personas, el formato película. Un formato para ser ocupado por la gente y para crear un entorno común de creación. Introdujimos fundamentalmente operativas de realización.
Las dificultades no han sido pocas y los resultados, aún luego de acabar algunas, tampoco han sido los deseados.
Ante el gran déficit organizativo, la falta de estímulos para lo cultural participado y la agresión permanente que sufre el tejido social a la hora de organizarse, nuestra apuesta, es comenzar a utilizar el resto de las operativas de las que el cine siempre se ha valido, como intento de aumentar el “impacto inclusivo” pero reconducidas hacia nuestro objetivo fundamental: recorrer y mostrar caminos de democratización, participación y autogestión popular del Cine.
Tomamos, entonces largo aliento. Las dificultades, como cualquiera puede imaginar, serán de todos los colores. Les invitamos a la larga travesía. Se necesitan operarios para la Fábrica del Cine XXI.
No son pocas las veces que no alcanzamos nuestros objetivos. Las razones son de muy variada especie. La intención social-productiva que nos proponemos en la Fábrica de Cine sin Autor está embarazada de una alta complejidad así como de una alta potencia.
Los años anteriores nos han ido dando muchas pautas sobre las dificultades que entraña el plantearnos crear ciertas condiciones favorables para la emergencia de la imagen fílmica desde el complejo entramado social.
Toda la realidad es cinematografiable. Y todas las personas y grupos de una sociedad pueden participar de la producción del cine. Otra cosa es que no haya modelos incluyentes para hacerlo.
Un espacio social visto como plató, supone una mirada diferente de la gente y su paisaje. Es la vida social la que se mueve, se interrelaciona, produce actividades, encuentros, trabajos, recorridos, conversaciones infinitas, intercambios.
Alguna vez, al final del siglo XIX, un grupo de hombres entregados a la investigación de aparatos óptico-fotográficos, introdujeron en esa sociedad-plató-mundo, por primera vez, un aparato que comenzaría a cinematografiar lo que en su entorno ocurría.
Hoy en día, al menos en nuestra práctica, intervenir cinematográficamente en un plató social determinado, ya no debiera consistir solamente en introducir la cámara como aparato de registro y los procesos que completan la actividad cinematográfica: tratamiento del material registrado y posterior reproducción pública. Aunque estos siguen siendo los gestos esenciales del cine se hace obvio comprender que la influencia del cine en la realidad no se ha ejercido con unos procedimientos tan simples. Hoy día, este gesto es casi un acto comunicativo audiovisual instantáneo: grabamos algo, lo descargamos en un ordenador, lo mostramos a los demás.
La sociedad-plató siempre ha estado allí, viviendo como a la espera de que cualquier, y a la vez, todo su acontecer, pueda ser convertido en cine.
El cine devino en complejo arsenal de operativas, cadena de procedimientos de negocio altamente compleja.
Convertir una zona de plató social en cine no supone solamente hacer en el una o varias películas.
Tenemos un siglo de procedimientos encima y a disposición. Diferentes formas de fabricación que van de lo estrictamente personal a lo industrial.
El cine industrial se relacionó y relaciona fundamentalmente mediante el sistema de fábricas (grandes estudios, grandes productoras con sus plató, etc) que insertas en un lugar determinado producen películas en serie pensando en el resto de la sociedad o las sociedades, como potencial receptor de sus films. Una productora o un estudio de cine de mediano o gran tamaño está diseñado como toda fábrica, con una serie de procedimientos en cadena que darán como resultado sus productos, sus películas. No suelen preocuparse del entorno social próximo más que como vecinos accidentales, empleados asalariados u oportunidades de servicio, etc.
La producción industrial en serie se movía entre los espacios y túneles casi secretos de la fabricación, distribución, canales de exhibición y venta de sus materiales audiovisuales.
La eficacia del cine industrial en la realidad social había que buscarlos más allá de los procedimientos de impacto en las salas y de la relación que se establecía entre película y espectador durante el momento expositivo. Ese aparentemente apacible encuentro en las salas entre espectadores y película, siempre ha estado acompañado de otras muchas operativas: operativas de legislación que favorezcan la actividad de los propietarios, operativas de difusión que creen la necesidad de sus productos, operativas mediáticas de difusión que aseguren presencia informativa en los medios masivos, operativas de gestión de inversión que aseguren el flujo de capital para la sostenibilidad de los enclaves de producción, por nombrar las principales.
Y aunque nuestra Fábrica esté en pañales, también nos vemos en la obligación de plantearnos un entramado de operativas más allá de la realización de films.
Si queremos hablar con seriedad de Cine, tarde o temprano será necesario plantearse otras operativas. Unos ejemplos pueden ser: 1) operativas de estudio y revisión de la legislación vigente que conforman el estado actual de la producción 2) operativas de inversión que aseguren que esto no será un intento más que decaiga ante el primer temporal. 3) operativas de información y difusión que permitan conocer el nuevo modelo, 4) operativas de teorización que ofrezca los conceptos nuevos como herramientas novedosas de acción para quien quiera empearlas y mejorarlas 5) operativas de inclusión social que permitan progresivamente la incorporación de más y más operarios y operarias a la fábrica, 6) operativas de formación, de facilitación pedagógica para aprender cómo se hacen las películas bajo este modelo, 7) operativas editoriales que produzcan y difundan manuales de uso, cuadernos de campo y publicaciones sobre las nuevas prácticas sociales del cine, 8) operativas de investigación que permita profundizar y actualización el modelo de fabricación. Por decir algunas.
Pero no hablamos de todas éstas líneas de actividades pensando en un abstracto mundo. Creemos que todas ellas deberían estar dirigidas y concentradas fundamentalmente a aumentar el impacto en el Plató que abarque la Fábrica. Se trata de estrategias en primer lugar locales. Lo contrario justamente a las operativas de las Fábricas del negocio.
Aunque ahora mismo esté fuera de nuestro alcance desplegar un trabajo de tal magnitud debemos ser conscientes de que son territorios de la actividad que deben ser inevitablemente abordados en nuestro recorrido si pensamos mejorar el impacto de nuestra Fábrica. Impacto quiere decir: capacidad de nuestro dispositivo y nuestras operativas cinematográficas para una mayor inclusión social en la producción fílmica.
Habrá que tomar buen aliento y pensar más allá del presente y del día a día para ello.
Durante estos años introducíamos, en mitad de algunos grupos de personas, el formato película. Un formato para ser ocupado por la gente y para crear un entorno común de creación. Introdujimos fundamentalmente operativas de realización.
Las dificultades no han sido pocas y los resultados, aún luego de acabar algunas, tampoco han sido los deseados.
Ante el gran déficit organizativo, la falta de estímulos para lo cultural participado y la agresión permanente que sufre el tejido social a la hora de organizarse, nuestra apuesta, es comenzar a utilizar el resto de las operativas de las que el cine siempre se ha valido, como intento de aumentar el “impacto inclusivo” pero reconducidas hacia nuestro objetivo fundamental: recorrer y mostrar caminos de democratización, participación y autogestión popular del Cine.
Tomamos, entonces largo aliento. Las dificultades, como cualquiera puede imaginar, serán de todos los colores. Les invitamos a la larga travesía. Se necesitan operarios para la Fábrica del Cine XXI.
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