Esta semana preparábamos un posible encuentro con el activista argentino Franco Ingrassia que compartirá experiencia y reflexiones durante algunas semanas con algunos colectivos que operamos aquí en Madrid. A raíz de esto comenzamos a hacernos algunas preguntas en base a sus textos.
Para ubicar a Franco, extractamos de su blog los siguientes pasajes que son en parte eje de su reflexión: “La "lógica estatal” se caracterizaba por la primacía de la estructura sobre la innovación. Por lo tanto, la construcción de alternativas pasaba por prácticas de ruptura, de desestructuración de los órdenes establecidos.
Por su parte, la “lógica mercantil” se caracteriza por la dispersión. Las estructuras (fijas, estables, reproductoras de un ordenamiento) son reemplazadas por las redes (flexibles, mutantes, en permanente recomposición) y es la dispersión el núcleo mismo de la experiencia de lo social (relaciones lábiles, precariedad existencial, contingencia, incertidumbre).
La mutación de las sociedades con mercado (donde el intercambio mercantil era un momento más de la experiencia social) en sociedades de mercado (donde el intercambio social es un momento más de la operatoria mercantil) plantea una serie de redefiniciones tanto para la producción estética como para la crítica.
Una ruptura, por ejemplo...¿Qué sentido tendrá bajo condiciones mercantiles de innovación continua?
¿Cómo orientar las prácticas estéticas (la producción de regímenes de sensibilidad) en un contexto de dispersión, donde cada imagen, cada experiencia, cada enunciado se produce de forma efímera, para ser reemplazado por otro en el encadenamiento incesante y vertiginoso de las dinámicas del consumo?
Por ahí lo dejábamos para (coincidiendo con su diagnóstico) plantearnos la pregunta: ¿qué está significando para nosotros hacer cine en un estado social de dispersión?
Cabe plantearle algunas sospechas a este concepto. La idea de que “la lógica mercantil se caracteriza por la dispersión” parece veraz e incluso vivencialmente constatable. Nos surge la duda de que, si entendemos que hay una operativa que provoca ese estado de dispersión, la financiera, no sabríamos decir con claridad si ésta, como mecanismo productor de dispersión, es, en sí misma dispersa.
Por ser más llanos. Pensemos en un trabajo cualquiera: supermercado, tienda, banco, maquila textil, fábrica de coches u Ong, da un poco igual, cualquiera de nosotros como trabajador.
Diagnóstico certero: vivimos en un estrés inaguantable y una dispersión galopante. Retraso productivo, falta de tiempo personal, relaciones vertiginosas, lazos efímeros, ocupación esclavizante sometida a precarios salarios y lo que cualquiera puede agregar a la lista que compone el cuadro histérico en el que muchas veces vivimos, por lo menos en una urbe como ésta en la que escribimos. Sospecha: ¿Hablamos de una dispersión ingobernada que a la vez desgobierna todo lo que toca? ¿Es un extraño ente impersonal que nos coloca en un igualitarismo por padecimiento?¿Se puede hacer una lectura de clases de ese estado social de dispersión? Las élites que diseñan y gestionan cualquiera de esos enclaves de trabajo ¿también padecen una dispersión cualitativamente igual a la de la gente común asalariada? o ¿se trata de una dispersión para el común pero no para sus élites?.
En la mecánica capitalista del mundo laboral: ¿somos todos y todas atravesados de igual manera por esta “lógica mercantil” que todo lo dispersa? ¿quien provoca la dispersión? .
¿Es igual el estrés dispersante de quienes componen el reducido directorio general de, por ejemplo, la cadena Wall Mart, o Mac Donald, que el que padecen los empleados y empleadas de sus enclaves de explotación y venta desperdigados en todo el mundo?
Estado de dispersión. ¿De quién, en dónde, durante cuánto tiempo?
Pero aún así, con todas estas dudas, es difícil escapar a la certeza del término “dispersión” sin que sintamos que realmente atraviesa nuestras vidas.
Si hay una sensación a la que nuestro camino cinematográfico ha ido reaccionando es justamente a un estado de dispersión que nos impidió por cerca de dos años dar continuidad a nuestros procesos fílmicos con gente cualquiera. Como productores de prácticas cinematográficas éramos personas dispersas en mitad de la dispersión.
Nuestro proceder se fue viendo obligado a varias rupturas en su operativa hasta decidirnos por algunas: arraigo de nuestras prácticas a personas concretas, creación de vínculos estables con ellas, apuestas por largas duraciones de los proyectos, acople al tiempo social de la gente y de nuestras propias posibilidades, enlentecimiento de nuestro hiperactivismo, teorización sobre las acciones para mejorarlas...
Todos estos movimientos nos abrieron tanto la práctica como la reflexión hacia otros campos y territorios de la creación y la experiencia socio-artística. Pero casi todos han estado impulsados por la necesidad de romper con la inercia de la dispersión nuestra y de aquellos con quien trabajábamos.
El arraigo en procesos sociales, personas y escenarios estables evitó la flotación permanente de las propuestas. Deja atrás el nomadismo artístico de los y las creadoras que a veces parecen vagabundear con sus obras en busca de perceptores o directamente compradores.
En términos globales parece obvio que estamos ante un panorama social y cultural diferente al de décadas atrás y hay que saber leerlo para poder plantearse una ruptura.
No se trata de que esta clave genérica de un activismo que debe romper con el estado de dispersión generalizada, origine un nuevo recetario para las acciones rupturistas.
La potencia social y artística de nuestro trabajo está en la tensión que da el buscar en lo particular de un escenario y unas personas, los aspectos universalizabes de sus vidas y de las nuestras como co-creadores.
El cine siempre ha construido imaginario y subjetividad. Siempre desde las élites productoras al resto de la sociedad. Los tiempos actuales nos han abierto a la posibilidad de una producción que se organice para crear esa misma subjetividad desde la gente corriente, desde abajo. El Cine sin Autor, justamente, lo hemos ido enunciando como unas metodologías y procedimientos de realización que vayan posibilitando en un grupo o colectividad de personas, un cambio progresivo de ese estado social de dispersión al que apunta Franco, hacia un estado social de producción audiovisual organizada de la que siempre hablamos en este blog. Nuestros enunciados surgen de las experiencias singulares que desarrollamos pero como apunta el autor en otra entrevista:“la singularidad de una apuesta exige la singularidad de su pensamiento”. Son preguntas iniciales para un diálogo que seguramente seguiremos desarrollando.
Para ubicar a Franco, extractamos de su blog los siguientes pasajes que son en parte eje de su reflexión: “La "lógica estatal” se caracterizaba por la primacía de la estructura sobre la innovación. Por lo tanto, la construcción de alternativas pasaba por prácticas de ruptura, de desestructuración de los órdenes establecidos.
Por su parte, la “lógica mercantil” se caracteriza por la dispersión. Las estructuras (fijas, estables, reproductoras de un ordenamiento) son reemplazadas por las redes (flexibles, mutantes, en permanente recomposición) y es la dispersión el núcleo mismo de la experiencia de lo social (relaciones lábiles, precariedad existencial, contingencia, incertidumbre).
La mutación de las sociedades con mercado (donde el intercambio mercantil era un momento más de la experiencia social) en sociedades de mercado (donde el intercambio social es un momento más de la operatoria mercantil) plantea una serie de redefiniciones tanto para la producción estética como para la crítica.
Una ruptura, por ejemplo...¿Qué sentido tendrá bajo condiciones mercantiles de innovación continua?
¿Cómo orientar las prácticas estéticas (la producción de regímenes de sensibilidad) en un contexto de dispersión, donde cada imagen, cada experiencia, cada enunciado se produce de forma efímera, para ser reemplazado por otro en el encadenamiento incesante y vertiginoso de las dinámicas del consumo?
Por ahí lo dejábamos para (coincidiendo con su diagnóstico) plantearnos la pregunta: ¿qué está significando para nosotros hacer cine en un estado social de dispersión?
Cabe plantearle algunas sospechas a este concepto. La idea de que “la lógica mercantil se caracteriza por la dispersión” parece veraz e incluso vivencialmente constatable. Nos surge la duda de que, si entendemos que hay una operativa que provoca ese estado de dispersión, la financiera, no sabríamos decir con claridad si ésta, como mecanismo productor de dispersión, es, en sí misma dispersa.
Por ser más llanos. Pensemos en un trabajo cualquiera: supermercado, tienda, banco, maquila textil, fábrica de coches u Ong, da un poco igual, cualquiera de nosotros como trabajador.
Diagnóstico certero: vivimos en un estrés inaguantable y una dispersión galopante. Retraso productivo, falta de tiempo personal, relaciones vertiginosas, lazos efímeros, ocupación esclavizante sometida a precarios salarios y lo que cualquiera puede agregar a la lista que compone el cuadro histérico en el que muchas veces vivimos, por lo menos en una urbe como ésta en la que escribimos. Sospecha: ¿Hablamos de una dispersión ingobernada que a la vez desgobierna todo lo que toca? ¿Es un extraño ente impersonal que nos coloca en un igualitarismo por padecimiento?¿Se puede hacer una lectura de clases de ese estado social de dispersión? Las élites que diseñan y gestionan cualquiera de esos enclaves de trabajo ¿también padecen una dispersión cualitativamente igual a la de la gente común asalariada? o ¿se trata de una dispersión para el común pero no para sus élites?.
En la mecánica capitalista del mundo laboral: ¿somos todos y todas atravesados de igual manera por esta “lógica mercantil” que todo lo dispersa? ¿quien provoca la dispersión? .
¿Es igual el estrés dispersante de quienes componen el reducido directorio general de, por ejemplo, la cadena Wall Mart, o Mac Donald, que el que padecen los empleados y empleadas de sus enclaves de explotación y venta desperdigados en todo el mundo?
Estado de dispersión. ¿De quién, en dónde, durante cuánto tiempo?
Pero aún así, con todas estas dudas, es difícil escapar a la certeza del término “dispersión” sin que sintamos que realmente atraviesa nuestras vidas.
Si hay una sensación a la que nuestro camino cinematográfico ha ido reaccionando es justamente a un estado de dispersión que nos impidió por cerca de dos años dar continuidad a nuestros procesos fílmicos con gente cualquiera. Como productores de prácticas cinematográficas éramos personas dispersas en mitad de la dispersión.
Nuestro proceder se fue viendo obligado a varias rupturas en su operativa hasta decidirnos por algunas: arraigo de nuestras prácticas a personas concretas, creación de vínculos estables con ellas, apuestas por largas duraciones de los proyectos, acople al tiempo social de la gente y de nuestras propias posibilidades, enlentecimiento de nuestro hiperactivismo, teorización sobre las acciones para mejorarlas...
Todos estos movimientos nos abrieron tanto la práctica como la reflexión hacia otros campos y territorios de la creación y la experiencia socio-artística. Pero casi todos han estado impulsados por la necesidad de romper con la inercia de la dispersión nuestra y de aquellos con quien trabajábamos.
El arraigo en procesos sociales, personas y escenarios estables evitó la flotación permanente de las propuestas. Deja atrás el nomadismo artístico de los y las creadoras que a veces parecen vagabundear con sus obras en busca de perceptores o directamente compradores.
En términos globales parece obvio que estamos ante un panorama social y cultural diferente al de décadas atrás y hay que saber leerlo para poder plantearse una ruptura.
No se trata de que esta clave genérica de un activismo que debe romper con el estado de dispersión generalizada, origine un nuevo recetario para las acciones rupturistas.
La potencia social y artística de nuestro trabajo está en la tensión que da el buscar en lo particular de un escenario y unas personas, los aspectos universalizabes de sus vidas y de las nuestras como co-creadores.
El cine siempre ha construido imaginario y subjetividad. Siempre desde las élites productoras al resto de la sociedad. Los tiempos actuales nos han abierto a la posibilidad de una producción que se organice para crear esa misma subjetividad desde la gente corriente, desde abajo. El Cine sin Autor, justamente, lo hemos ido enunciando como unas metodologías y procedimientos de realización que vayan posibilitando en un grupo o colectividad de personas, un cambio progresivo de ese estado social de dispersión al que apunta Franco, hacia un estado social de producción audiovisual organizada de la que siempre hablamos en este blog. Nuestros enunciados surgen de las experiencias singulares que desarrollamos pero como apunta el autor en otra entrevista:“la singularidad de una apuesta exige la singularidad de su pensamiento”. Son preguntas iniciales para un diálogo que seguramente seguiremos desarrollando.
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