miércoles, 25 de marzo de 2009

Atanarjuat en España. Segunda parte: Obligado relevo de Flaherty y FIN del documental occidental-burgués.



Canadá 1922. Comunidad inuit. Canadá 2001.Comunidad inuit.

En 1920 el Cine europeo (el estadounidense había rechazado por cinco veces su película, parece) se asombró con lo que aún ni se llamaba documental, cuando Robert Joseph Flaherty, joven canadiense explorador de yacimientos mineros volvía luego de largos períodos de filmación, con una sorprendente película: Nanook el esquimal, donde mostraba rasgos de la vida de una familia de esquimales de la Bahía de Hudson.
Desde entonces el documental occidental burgués no dejará de parecerse a esto en su gran mayoría: una persona o equipo extraña se sumerge en una realidad social que no es la propia y recoje con su cámara lo que se encuentra allí para devolverlo a los espectadores urbanos de cine de otro sitio que se sientan pasivamente a observar “aquel extraño mundo”, que no es más que “aquella visión subjetiva de unos cineastas que pasaron por allí y recogieron imágenes y sonidos”. Aún hoy no terminamos de apartarnos de esa mentalidad voyeuristica en la mayor parte de los documentales donde los protagonistas son paisajes pasivos, sobre todo a nivel de los beneficios sociales, profesionales, monetarios, culturales que un documental produce.
Por supuesto que la profundidad del trabajo de Flaherty no fue una simple vanalidad de intromisión. Para el film de Nanook, pasó prácticamente dos años y medio conviviendo con el cazador y pescador que encarna al personaje.
“Si se trata de filmar a gente distinta a uno, es imposible que actores o actrices pueda reflejar con todo su histrionismo profesional la vida al natural de los moradores, que pueden interpretar sus propias vidas sin interés comercial”
Seguramente que su forma de trabajo fue el más exigente acercamiento a una realidad desconocida que se podía lograr con la tecnología de los años 20.
“Lo que deseo mostrar es el antiguo carácter majestuoso de estas personas mientras ello sea posible, antes de que el hombre blanco destruya no sólo su carácter sino también el pueblo mismo."

Casi ochenta años después, significativamente, nos encontramos otra vez con una película que tiene como protagonistas a los Inuit . Y estos lo dicen con total nitidez al comienzo de su página web: Jóvenes y ancianos trabajan conjuntamente para mantener el conocimiento de nuestros ancestros vivo. Parece que el mal augurio de Flaherty no se cumplió y el hombre blanco no pudo acabar totalmente con aquellas personas y su cultura. Por lo menos en parte. Flaherty se alegraría de esta noticia.
Los Inuit ya no son solo protagonistas, sino que los nuevos tiempos tecnológicos y seguramente su dignidad y trabajo sobre todo, les ha permitido convertirse en sus propios productores y distribuidores hasta desarrollar un enclave cinematográfico propio. Ya no necesitarán a los “hombres blancos” para darnos a conocer su visión del mundo mediante el cine. ¡Han liberado a su propia región de la intromisión del cine imperialista. Del Viejo Cine.!
Y si no, imaginemos por un instante que llega a la comunidad Igloolik de hoy uno de estos equipos de vampiros cinematográficos para hacer un documental al uso sin conocer su situación. Ja, ja, ja... y descubra derrepente que aquel pueblo al que quisiera retratar para sus estúpidos manejos subjetivos, resulta que se encuentra con una población con sus propios cineastas locales. Sería como ir hacia una comunidad pensando en una tribu de salvajes y resulta que se encuentra con un pueblo que tiene una productora de cine independiente, ISUMA, con oficinas en Montreal y representación internacional en Nueva York.
Pero pensemos que el “Modelo Igloolik” no es una casualidad aislada y si bajamos en el mapa nos encontraremos con el “Modelo Boliviano” que comienza posiblemente con el trabajo de Jorge San Jinés y se expande hasta el actual foco de producción del CEFREC donde desde hace décadas vienen liberando sus comunidades del imperialismo audiovisual y produciendo su propio video y su propio cine”.
Y podríamos seguir enumerando "modelos de producción in situ" e imaginando que cada localidad, barrio, población o comunidad se pueden organizar lentamente de esta manera.
No tenemos que ser grandes soñadores para pensar que el Viejo Cine, es un asunto que podrán mantener las grandes corporaciones y todos los y las autoras que sigan repitiendo como loros sus manuales de producción. Pero no evitarán que les pongamos, por más bellas e interesantes creaciones que nos ofrezcan, el rótulo de Viejo Cine. Para que se acostumbren y no se ofendan, porque éste cine seguirá siendo tan maravilloso como antiguo, anacrónico y pasado. El Viejo Cine del negocio burgués para la sola Exhibición autista que se hacía antaño y que muchos y muchas continúan produciendo.
Y ya que nos hemos puesto las botas, hemos estado desempolvando para la escritura del segundo Manifiesto del Cine sin Autor en el que estamos, por ejemplo, el libro "Teoria y practica de un cine junto al pueblo" de Jorge Sanjinés, escrito en el 79 y a ver si nos animamos a comentar algo. Solo por demostrar que algunas de las cosas que estamos planteando no son para nada nuevas, sino, simplemente, viejas ideas aplastadas por la cínica perversidad del capitalismo audiovisual.
Pues claro que seguiremos con esto.

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