domingo, 30 de junio de 2013

Negra Blanca. Una película y la posibilidad, aún, de la utopía.


Teatro de Blanca, localidad de Murcia. Unas 300 personas acuden al visionado de la primera versión de la película Negra Blanca. El segundo visionado será el domingo para el cual ya se estaban comprando las entradas. Casi todos se conocen, porque una grandísima parte de los asistentes no son espectadores habituales, sino protagonistas, guionistas colectivos, familiares de intérpretes, colaboradores que aportaron objetos, casas, informaciones, comidas y todo lo que un rodaje de 9 meses puede necesitar.
Película que comenzó cuando nuestra compañera Helena de Llanos, según relataban al incio de la exhibición, colgó el ahora conocido cartel ¿hacemos una peli? por todo el pueblo.
Nadie sabía que podía pasar. Ahora se sabe que se desato un temporal cinematográfico en esta localidad murciana de 6000 habitantes y que aún no acaba.
No aparecía director o directora en los créditos. Aparecía una definición de equipo base y equipo flotante, en una lista interminable de personas. Es una película gestionada colectiva, con metodología de Cine sin Autor.
La emoción y el entusiasmo no es relatable pero se puede imaginar. Posiblemente sea una experiencia bastante única en el panorama cinematográfico.
Aunque los y las compañeras del infatigable equipo base lo planteaban como un visionado para poder debatir, aquello tomó tintes de un emotivo estreno.

domingo, 23 de junio de 2013

Del Cine improvisado, la ocupación del espacio escénico y la suspensión de la Razón Cinematográfica.


Estamos comenzando muy lentamente con los montajes de la  totalidad de las diferentes películas que posiblemente nos lleve una buena parte del resto del año.
En el caso de la comedia Mátame si puedes, nos hemos abocado a encontrar el sentido narrativo de todas las escenas.
Por recordar y ubicar las condiciones de realización de donde surgieron los distintos episodios, diremos que: los y las participantes, vecinos y vecinas del barrio, solo contaban con una hora y media semanal para realizar todo el trabajo. Las características del grupo revelaron que su potencial estaba en la enorme capacidad para la improvisación y en una tendencia clara a crear en el propio rodaje diálogos y situaciones muchas veces delirantes. Desde un principio vimos que la única forma de avanzar era la de preparar la escena de la semana siguiente con unos mínimos pactos de puesta en situación, pasar rodarla prácticamente a primera toma y dedicar la siguiente sesión a la visión y debate de lo que el equipo montaba.
De esa manera surgió todo el material que compone a día de hoy la película que aún faltando posiblemente escenas que rodar pasa la hora y cuarto de ficción.
 Al verlo en su conjunto, este pasado miércoles, empezábamos a encontrar en la relación de escenas, incongruencias narrativas. Algunos personajes secundarios que luego tomaron protagonismo en los siguientes meses de trabajo, un arma del crimen que es adquirida de manera diferente en dos escenas distintas, traiciones que al principio no estaban pensadas y al producirse en escena obligaron a construir otras intermedias que enlazaran, por citar sólo algunas.
La resolución de toda la película consiste en saber resolver con cierta racionalidad narrativa y de montaje, una experiencia intensa de improvisación escénica. Es decir, de dotar de racionalidad a una construcción con muchos episodios de irracionalidad.
Es uno de los primeros asuntos que surge de nuestros debates a la hora de montar.

domingo, 16 de junio de 2013

Entre el imaginario y el mundo. Una película imposible y una posible ficción desmesurada.


En una película de Cine sin Autor, existen al menos dos sujetos sociales que van empujando las ideas hacia un lugar común. Las personas cualquiera y el equipo de técnicos. De los primeros  estalla la chispa del contenido que debe mantener su combustión durante el largo tiempo de trabajo. 
El segundo debe allanar el camino para la emergencia de ese imaginario.
El trabajo disolverá las fronteras entre unos y otros.
Montar una obra colectiva supone volver sobre el material de una larga conversación que produce sentidos, derrotero de escuchas no siempre fácil, de disputas, de miedos,  de fascinaciones y sobre todo de trabajo compartido. El montaje es una reafirmación sobre los laberintos filmados del pasado.
La casa del individualismo va siendo derribada para acceder al lugar de lo común, de lo que termina por interesarnos al conjunto.
Nuestro privado imaginario se hace público. No todos quienes acuden hablan. La diversidad fluctúa con los tiempos. El silencioso. La equilibrada. El impositivo. La ingeniosa. El impulsivo. Luego cada uno va cambiando de etiqueta. Durante los meses que duran los procesos vemos levantarse lentamente el edificio no siempre reluciente de la película. Ahora toca revisar todos los rincones, ajustar, solventar deficiencias, repetir escenas si se puede, tomar decisiones de coherencia. 
Hay algo vago en el funcionamiento colectivo. Algo narcotizante. En la indefinición individual se afirma lo colectivo. La danza del sentido deambula en ese limbo que es pensar entre todos. 
En mitad de los diferentes condicionamientos de la gente común, la narrativa aparece y se esconde entre la vida y sus inconvenientes.

domingo, 9 de junio de 2013

Una generación de “cineastas suicidas” para una historia del cine en colectivo.


La reducida tribu que conforman las élites culturales suelen componernos el universo de personajes para su  mejor visibilidad.  Pasajeros privilegiados, valientes, revolucionarios, innovadores, exéntricos, tarados o frikis,  el mosaico puede ser amplio para conformar las  farolas de la nocturnidad cultural. 
No vemos la historia como acontecimientos colectivos a pesar de que siempre estamos inmersos en un acontecer social. Hay un momento en que la balanza de las narraciones encuentra el punto relatable en sujetos, a partir de los cuales explicar un cambio de ciclo, una avance, una iluminación, una ruptura contundente.
Las historias, sean de lo que sean, suelen relatarse como un camino empedrado por nombres ejemplificadores y ejemplificantes. Un divorcio extraño y complejo. Ejercicios de narración de una historia que aunque nunca es individual se cuenta a través de biografías de individuos, mayormente hombres para variar y que vendrán a explicar las razones de los cambios sociales. Nada que no sepamos ya.
El cine no escapa a esta singular rutina. A veces ni siquiera coinciden los protagonistas con el relato que han hecho de ellos.  
“No me hablen del expresionismo alemán. Esto nunca existió en el cine. Siegfried Kracauer, que escribió un libro llamado De Caligari a Hitler, es un mistificador, un oportunista. Escribió el libro más impreciso y mentiroso que jamás leí. Max Reinhardt, director teatral, nunca tuvo influencia sobre el cine. Mi amiga Lotte Eisner también comete errores al escribir sobre el viejo alemán refiriéndose al expresionismo alemán. Yo fui siempre libre, nunca pertenecí a ningún grupo y mi estilo cinematográfico no varió en nada con mi desplazamiento de Alemania a Hollywood. 

lunes, 3 de junio de 2013

Devenir Institución. El Cine sin Autor como asunto de interés general.


Es muy posible que cualquiera que esté implicado en proyectos artísticos y culturales, en algún momento se haga la pregunta sobre la eficacia de su trabajo. Más bien, es más posible que esta interrogante, atraviese toda la vida de un proyecto.
Lanzarnos a la acción bajo el impulso creador, expresivo y comunicativo es lo que por lo general y primeramente, nos mueve. Con mayor o menor planificación, casi siempre con una menor autoevaluación crítica, ponemos el énfasis en seguir una serie de procedimientos para crear una obra venida desde el mundo sensible materializándola a partir de procedimientos, personas en relación, materiales y tecnología. Con ella ponemos a andar un “algo artístico” que busca introducir una en el terreno común una experiencia que incida en lo sensible, lo relacional, lo expresivo, lo racional, lo humano.
En nuestro caso es hacer películas con los procedimientos sinautorales, es decir, películas donde se democraticen todas las fases de producción. Sobre todo, siempre decimos, colectivizar el sistema de autoridad y propiedad que rige en la casi mayoría de las propuestas de creación.
En ese sistema relacional que se despliega entre el grupo de personas vinculadas a una película, hemos tenido en estos años diferentes formas e incluso formatos de relación productiva.
Podríamos enumerar brevemente los diferentes grupos con los que el equipo de Cine sin Autor fue realizando en estos años sus películas y nos encontramos con un mosaico de perfiles sociales que han pasado entre nuestras cámaras: un grupo de jóvenes que ocupan un edificio, un grupo de jóvenes de un pueblo en la frontera del fin del bachillerato, otro que estaba cursando el segundo curso de un CEPA (formación de adultos y casi todos inmigrantes), un grupo de una asociación barrial, la población vinculada a un bar de barrio, un grupo de niños de cuarto año escolar, un grupo de universitarios, otro grupo de jóvenes cuya unión giraba en torno al paro, los estudios y la crisis, una película familiar que pivotó en torno a la figura del padre ya mayor de la familia, un grupo de vecinos que se conocían de un Centro de Rehabilitación Psicosocial, un grupo de militantes sociales junto a adolescentes y jóvenes en riesgo de exclusión (tal como lo definieron) y una numerosa población mezclada (niños y niñas, jóvenes y mayores) de una población rural.
Digamos que hemos recorrido en éstos años un espectro variado de territorios humanos y que en cada una de las experiencias, hubo un sistema diferente de relación social para la realización de los films.