
El objetivo central de nuestro trabajo cinematográfico es que toda aquella persona que entre en la órbita de nuestra producción se transforme en protagonista activo y gestor de la representación que genera.
Y aunque comenzamos con vidas, al editar no tenemos en nuestro monitor más que imágenes y sonidos de esas vidas con las que en estos casi tres años hemos compartido momentos. Hay, sin embargo, muchas otras personas con las que nos ha sido imposible mantener una relación.
Es en ese sentido en el que las películas tienen un raro sabor a fracaso. Intenso, serio y apasionante fracaso.