La palabra capitalismo es de tal entidad que parece inabarcable siempre. Pero también se puede pensar en términos más prácticos y entender que con ella nos referimos a una casi infinita cantidad de relatos económicos, políticos, culturales, sociales, a unos procedimientos, prácticas y operativas muy específicas y a grupos sociales que estamos inmersos en dichas mecánicas, grupos que determinan con absoluto poder las circunstansias y su orden y masas sociales más amplias que quedan determinados por las circunstancias que generan estos grupos minoritarios.
Y ponerse a pensar en cómo desenganchar una actividad cualquiera de su habitual funcionamiento capitalista, es más o menos como querer una prenda específica de una montaña de ropa desordenada. Hay que tener paciencia para apartarla de todo su contexto o arrancarla a tirones con riesgo a que se rompa.
En el ámbito del cine, es prácticamente imposible separar sus procedimientos y su estructuración social de producción de la noción y su funcionamiento capitalista, dado que nace y se desarrolla a partir de esas mecánicas de rentabilidad del negocio.
Es un tema de siempre, y un clamor actual: comprobar que la “máquina- sistema del cine” funcione de otra manera. Arrancarlo de una serie de grupos y sus operativas, arrancárnoslo de nosotros mismos en nuestra manera de concebirlo, vivirlo, producirlo, desengancharlo de su estado normal, volverlo socialmente anormal, inhabitual.
Habría que repasar los anteriores intentos para ver por qué es tan difícil, hacer del cine una máquina que genera películas u obras audiovisuales de manera democrática, con amplia participación social y funcionamiento horizontal. Eso es lo que ocupa, ya saben, nuestras diarias obsesiones prácticas y teóricas.
Aquí en España al comienzo de la II República, por ejemplo, cabe recordar, que ese interés de cambio, ante un cine que apenas estaba en plena transformación con la aparición del cine sonoro, se manifestó en cierta labor de las Misiones Pedagógicas creadas por el gobierno en mayo de 1931. Dentro de las actividades didácticas que desplegaban por la España Rural, había una sección de cine dirigida por Gonzalo Menéndez Pidal y el ahora rescatado José Val del Omar, que “exhibía proyecciones de carácter pedagógico, pero también efectuaba rodajes documentales” (Román Gubern).