domingo, 26 de septiembre de 2010

Materiales. Estudio Abierto de Cine sin Autor. A quien corresponda.¡Hagámoslo en cualquier parte!

La primer referencia con la que comenzamos el Cine sin Autor en Tetuán hacía una clara alusión al film que Walter Ruttman realizara en 1927, "Berlín, sinfonía de una gran ciudad" donde retrata de manera muy sugerente el transcurso de un día en dicha ciudad. Un retrato urbano que casi un siglo después nos permite asomarnos a las imágenes del cotidiano de Berlín por aquellos años.
Sinfonía Tetuán comenzó a querer retratar este distrito de Madrid de aquella manera.
Luego, cuando comenzamos a sinautorar el proceso -involucrando a los y las retratadas en la producción y gestión de los materiales que empezábamos a generar- comenzamos a plantearnos problemas muy distintos a lo que pudiera tener Ruttman para construir su sinfonía urbana.
Tras un año y mirando nuestros documentos fílmicos, nos hemos visto obligados al comenzar la nueva temporada, a salirnos de la superficie de la imagen en la que creemos que estamos.
La imagen superficial es aquella que se queda en su apariencia. Hasta ahora hemos grabado personas y situaciones que nos han ido sugiriendo en las reuniones de visionado, hemos visto juntos los diferentes films, las personas implicadas han protagonizado sus secuencias y se ha creado una primera conexión social en torno al proceso.
La mayor dificultad y deficiencia que encontramos en nuestro trabajo ha sido la falta de estrategias para crear con las personas implicadas en la experiencia, un hábito de trabajo conjunto, continuo y fuerte.
La demanda de grabaciones se puede volver infinita en una zona como esta y corremos el riesgo de convertirnos en video informadores del barrio sin más, documentalistas de sucesos militantes. Esta tarea, que sabemos necesaria y urgente, ya la realizan otros colegas mucho mejor que nosotros.
Nuestra apuesta surge de la reflexión cinematográfica y no de la tarea informativa. El cine, para alcanzar el poder persuasivo que tiene hoy, siempre se ha caracterizado por una gran inversión de talento y saber humano, de capital financiero, de rigurosidad técnica y de extrema planificación de su explotación comercial.
Quitando el capital financiero que obviamente (y desgraciadamente) no poseemos, creemos que debemos ir exigiéndonos mayor rigurosidad, mayor precisión en nuestra práctica y mayor planificación de la tarea social que pretendemos.
Nuestro trabajo no deja de ser aún superficial aunque no desestimamos lo hecho.
Con la intención de mejorar, comenzamos a formular una síntesis apretada de lo que hacemos buscándo retenerlo en un formato operativo que alcance mayor eficacia. Aquí solo planteamos los apuntes primarios que hemos utilizado como material de trabajo en la primera reunión de esta temporada. Hemos dejado los conceptos fundamentales que siguen siéndonos útiles a la hora de pensar un cine para el siglo XXI. Es lo que hoy queremos compartir, por si esto pudiera servirle a alguien y para que llegue... a quien corresponda.

Estudio Abierto de Cine sin Autor

Un Estudio Abierto de Cine sin Autor es un espacio social de producción cinematográfico, cuyo objetivo es producir filmografía propia desde la realidad concreta donde se instala, utilizando la localidad como plató de cine y a quienes lo habitan como productores y protagonistas de su propia obra.
Plantea El Cine como movimiento ascendente de creación. Contrariamente a la mecánica que siempre ha tenido el oficio cinematográfico, creado verticalmente desde el arriba de minorías corportativas, industrias cinematográficas, productoras o pequeños equipos de profesionales; hacia el abajo de los espectadores en general. El Cine sin Autor crea películas en el sentido inverso, desde abajo y con quienes serían espectadores para el Viejo Cine, habitantes de una localidad social concreta, hacia el arriba del propio mundo cinematográfico.

Apertura del proceso sinautoral.
Convocatoria a la participación a habitantes del lugar en que se pondrá en marcha el proceso cinematográfico.
Hay un primer trabajo que se desarrolla en el campo social sobre la parte de población inmediata al proyecto. Los cineactivistas de CsA deberán informar de que se abre un proceso cinematográfico en el lugar, entregar información que explique el funcionamiento de este tipo de cine, diferenciándolo con claridad del Viejo Cine Autoritario.
El trabajo social va orientado a crear las condiciones sociales para el desarrollo filmográfico de esas personas específicas en ese lugar concreto: el Estado Social de Producción Cinematográfico de quienes se impliquen.
Cualquier persona puede integrarse al proceso de producción no importa edad ni condición, pudiendo ser un simple observador o involucrándose en cualquier función del proceso que le atraiga.

Conceptos operativos, base para la práctica:

ESTADO SOCIAL DE PRODUCCIÓN CINEMATOGRÁFICO: Es el estado de empatía, conocimiento y asimilación que quienes habitan la localidad van adquiriendo a medida que se informa, se realiza y se “naturaliza” el proceso de Cine.
SINAUTORÎA: Es el criterio metodológico por razones políticas sobre el que se sustenta el resto del proceso fílmico. Consiste en la renuncia por parte de los cineactivistas a la dirección y propiedad estética, temática, política y de gestión de los beneficios que ese capital cinematográfico genere.
CAPITAL CINEMATOGRÁFICO: Es el conjunto de personas y materiales, tecnologías y espacios físicos, dinero y máquinas, saberes, sentires y pensamientos a partir del cual se elabora el proceso cinematográfico colectivo.
REALISMO CINEMATOGRÁFICO XXI: En el CsA, Realismo no se refiere a las características estéticas o de rodaje solamente de una película como nos ha acostumbrado la crítica cinematográfica sino sobre todo al proceso de intervención y apropiación social que las personas de la localidad ejercen sobre las diferentes piezas fílmicas que se generan en el proceso. Realismo es intervención, participación, apropiación, autoría y producción compartida de la experiencia de Cine.
CRISIS SOCIO-CINEMATOGRÁFICA: Es la crisis del modo de relación capitalista de producción del cine convencional. Ruptura con lo Autoritario, Individualista, Apropiante de los cineastas y productores del cine habitual.
Sustitución por un modelo horizontal, colectivo, de participación social, de colectivización de trabajo y beneficios, de gestión colectiva, de reflexión estética popular.
Convierte a las personas en Espectadores-Productores de su propio material en igual condición de intervención, decisión y propiedad.
MAKING ON: Actitud con las cámaras. Desde el mismo momento en que se decide abrir una experiencia de CsA se comienza a grabar en vídeo, planificadamente, el devenir de dicho proceso. Cualquier parte de este material es potencialmente incluíble en los films. Pensar en grabaciones limitadas para montajes sintéticos.
CÁMARA INMERSA: La cámara amateur es la de una persona amante del vídeo y del cine que toma la cámara por puro interés y sin conocimientos previos.
La Cámara de Cine sin Autor es la de aquel o aquella amateur del cine que se dispone a un aprendizaje cinematográfico realizando CsA en su propio entorno, en interacción con un grupo de personas de la localidad y junto a cineactivistas de CsA.
También es la cámara de los profesionales que deciden utilizarla de manera inmersa, como servicio a intereses colectivos y unida a un proceso social, una localidad y unas personas determinadas durante un no corto tiempo.
GUIÓN AUDIOVISUAL: Las personas de la localidad deciden los asuntos fundamentales que comenzarán a grabarse: personajes, acciones, escenarios, historias. Cualquier interés del grupo es potencialmente tema de secuencia de un film. Cada una de las propuestas es debatida en colectivo para establecer un orden de prioridades en cuanto a las condiciones, posibilidades y planificación del rodaje.
RODAJE EN ABIERTO: Se ruedan los “asuntos” planteados en el colectivo habiendo debatido su orden. El momento de los rodajes está totalmente abierto a las personas del grupo y a cualquier persona del vecindario que quiera asistir, intervenir, ofrecerse para diferentes tareas dentro del trabajo o simplemente observar.
MONTAJE EN ABIERTO: Se plantea un montaje hecho en abierto, en algún sitio de uso común, con asistencia de público y que haya mecanismos ordenados para la incorporación de la opinión de aquellos vecinos y vecinas que quieran presenciar, opinar e incluso aprender viendo realizar el montaje .
En caso de que las condiciones del lugar de trabajo de montaje no permitan la participación, los cineactivistas realizarán Documentos Fílmicos que en su construcción narrativa y estética permitan interrupciones que habiliten el debate de sus diferentes aspectos.
VISIONADO PÚBLICO: las imágenes producidas en la propia localidad son, por derecho, de las personas que lo habitan. El proceso fílmico de CsA es un proceso socio-cinematográfico que se produce en el seno de esa localidad y entre sus habitantes. El visionado de las piezas varias, material fotográfico, documentos fílmicos y películas que se van a ir construyendo y exhibiendo, deben ser intervenidos por dichos habitantes como proceso de apropiación de la representación que se está gestando entre dichas personas. Debe haber una preparación informativa del visionado para que pueda incluir a más personas del entorno de las que han participado en su creación.
GESTIÓN COLECTIVA de Explotación: Es el proceso colectivo de decisiones por el que las personas que participan en el proceso cinematográfico se van apropiando y responsabilizando de los diferentes materiales y de su uso cultural e incluso explotación comercial si la hubiera.

Por ahí lo dejamos por ahora. Por ahí nos compromete nuestro propio texto a que estas y otras precisiones que hemos hecho de nuestra labor cinematográfica, auguren una temporada de trabajo más lenta, más profunda y más eficaz. Seguiremos compartiéndolo.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Cultura Justa.

Cada vez que hablamos de la cultura libre, conocimiento proveniente del nuevo contexto tecnológico de producción, los debates parecen inclinarse sobre todo a una especie de deseo y utopía vinculado a la libre circulación y acceso a las obras culturales bajo la operativa de las licencias libres y sus derivados.
Burdamente hablando, nos hemos dividido en dos bandos. Los malos, aquellos que rentabilizan las obras como propiedad privada y particular y las custodian con policías y leyes buscando extraer de dichas obras el mayor beneficio económico. Los buenos, aquellas personas que sellando las obras con licencias, liberamos su uso y circulación, no sin ciertas condiciones: reconozcan que lo he hecho yo (o nosotros) y úsenlo a gusto.
Y hasta ahí digamos que nos entendemos.
Luego, al menos para nosotros, vienen otras zonas de la operativa con algo de oscuridad.
Aunque las obras se liberen ¿nos liberamos del modelo capitalista con el que se producen?
El uso y la circulación de las obras son un aspecto importante de esa producción. La nueva producción en red y en general la tecnología digital han puesto bajo cuestionamiento el anterior estado de cosas con respecto a la Autoridad, o más exactamente el Autoritarismo y la Autoría propietaria del modo de producción capitalista.
La duda nos asalta: ¿por qué, los mismos que cedemos la libertad de uso y circulación no hemos planteado aún un cambio en el modelo de ese Autoritarismo-Autoral de producir?
¿Por qué no hemos declarado también obsoleta la propiedad intelectual de dichas obras en su versión autoritaria y generalmente individual?
¿Nos equivocamos o es que cuestionamos solamente el tipo de circulación del modelo capitalista y no el propio modelo?
Tenemos la impresión de que esta producción colectiva (o muchas veces solo conectada) que nos ha enseñado la tecnología digital, ha ido afortunadamente calando en la sociedad, pero “el estado social de producción”, inserto salvajemente en mecánicas laborales y vitales capitalistas, sigue concibiendo la producción cultural bajo el régimen de ese único modelo de la autoridad propietaria (intelectual y comercial). La comercial es la que atacamos en la cultura libre.
Muy sintéticamente porque no es aquí el espacio de desarrollo, el modelo capitalista, con el que hemos aprendido a operar como si fuera el único posible, tiene componentes identificables:
1) La autoría es propiedad de una clase diferenciada de gente, minoritaria frente a la sociedad, que es la que produce obras de Arte y Cultura. La producción cultural como diferenciación de clase. Autoritarismo productor basado en la persuasión y seducción de perceptores-consumidores de obras.
2) Una tendencia a la espectacularización de la obra y su autor: el objeto se aísla y se convierte en pieza estática adorable. La obra tiene propietario intelectual y legal. En realidad tiene propietario intelectual porque no habría manera de privatizarla.
El autor se desarraiga, se eleva, se distancia de su entorno social. Si le va bien se hace empresa.
3) Se estimula el individualismo exacerbado. Construcción del héroe cultural que trabaja solo o en guetos artísticos pero que no se mezcla para producir con personas que no pertenezcan a su “clase cultural de creadores y profesionales”. Autismo productor. Más Autoritarismo minoritario Autoral.
4) Las obras culturales son mercancía del libre mercado canjeables por dinero. No hay responsabilidad política ni seguimiento del artista sobre los efectos de su obra.
5) Sobre todo, el modelo capitalista reduce las infraestructuras e instituciones de producción cultural privadas y públicas. Pocos privilegiados acceden a ella. Se obstaculiza la democratización de los medios e instalaciones de producción. La sobrevivencia del mercado en su estructura capitalista. Todos no deben ser productores. No es rentable lo que no tiene consumidores.
6) No existe ni la producción ni la propiedad colectiva cultural fuera de la clase social productora.
Mmmm. Como mal boceto y para explicarnos mínimamente lo dejamos ahí.
Algunas preguntas que nos hemos hecho.
Liberamos la circulación y uso de lo que creamos. Pero si lo que creamos lo hacemos siguiendo el modelo anterior: Autoritarismo Autoral de “yo y mis amigos creadores”. Viaje sin retorno de mi subjetividad a la sociedad. El Arte lo imponen los pocos que lo producen. Continuidad del binomio “ productores minoritarios-consumidores mayoritarios".
Exito medido en número de mis seguidores de “mi obra”. Ensalzamiento como héroe cultural.
Y sobre todo nos preguntamos ¿Qué pasa si consideramos por fin obsoleta “la propiedad intelectual de las obras y no solo la propiedad comercial”? ¿Un gran apagón autoral?¿El derrumbe de la clase productora? ¿Muerte de los héroes?
La liberación de la explotación comercial de las obras no nos libera instantáneamente de la forma en que la producimos. Este es un trabajo largo y duro que hay que planificar. Un desenganche. Una desintoxicación.
Nos inquieta, al menos a nosotros, entusiasmarnos con una operativa como la de la “cultura libre”, que crea una ruptura con la propiedad comercial de explotación cultural si no terminamos de plantear caminos para un cambio de modelo en la forma de producirlas.
¿Alcanza con plantearse, por ejemplo en el cine, una forma de circulación gratuita de las películas de la Warner Bros o de la Paramount sin ofrecer alternativas para producir películas diferentes a las que estas majors hacen y con la cual siguen afirmando su colonialismo?¿Y si a estas multinacionales se les diera por liberar la explotación de sus próximas películas y nos llenaran gratuitamente en nuestras casas con sus productos? ¿No habría más nada que reclamar?
Decíamos la semana pasada que liberarnos de nuestra cárcel cultural, no pasa solo por la renuncia al beneficio económico que suelen buscarse en el control legal de las obras, sino también por romper los muros de esa cárcel.
Y esta cárcel es un asunto estructural. Es otro plano de acción. Un preso puede escribir sus libros desde su celda y con licencia de uso libre. Pero ¿deja de ser un preso cuyas libertades fundamentales le están siendo arrebatadas?
Entendemos que los materiales de nuestra cárcel cultural son sobre todo dos: por un lado el modelo de producción cultural con el que operamos, que lo llevamos dentro y por otro, la operativa e ideología del estado institucional y corporativo que mantienen ese modelo y reprimen, obstaculizan e impiden otros.
También mencionamos alguna vez, que en los sectores alternativos nos hemos acostumbrado a la distinción de “Comercio Justo”, como un sello que garantiza que compramos aquel producto que está hecho bajo “trabajo digno y sin condiciones de explotación de personas”, modelo de producción “no-capitalistas”.
Nos preguntamos en ese mismo sentido: ¿No deberíamos plantearnos más bien una “Cultura Justa”? ¿Una Cultura Justa no debería ser aquella que es producida con un modelo de características no-capitalistas?¿Puede surgir una “cultura libre” de un modelo de “cultura presa”? Las nuevas tecnologías nos han puesto de cara a otra forma de producción en algunos aspectos. Pero siempre está remitida a aquellos que están logrando hacer con estas herramientas, otro modelo de producción con acceso y dominio mínimo de esas tecnologías. Es decir, se trata de personas que han roto su manera de producir. No es la tecnología por sí misma. Observamos como los enclaves corporativos están haciendo uso de las mismas tecnologías pero capitalísticamente.
Las nuevas tecnologías también han hecho surgir una considerable multitud de “empresas del yo”. Individuos aislados que producimos aislados haciendo circular nuestra vida y obra en el ciberespacio.
“Cultura Justa”, nos suena más a un cuestionamiento de cómo se produce la cultura y no “cómo circulan ciertas obras de cierto sector que decide dejar libre de beneficio económico su uso”.
Y si una “Cultura Justa” requiere otro modelo de producción no capitalista, pues lo que hay que imaginar es justamente eso, otro modelo con el que producir socialmente. Quizá se nos haga más escabroso porque nos sumerge en el eterno debate del modelo de sociedad en que habitamos, con sus estructuras económicas y políticas. No son justas las condiciones de vida, por eso no pueden producir justicia en la cultura.
Cultura libre. Libertad de circulación. Libertad de uso. ¿Libertad de producción de cultura? ¿Practicamos habitualmente modelos de producción de alguna cosa, con procedimientos que no sean los dominantes?. Interiormente, ¿nos hemos liberados del Autoritarismo Autoral minoritario, del exhibicionismo de artistas, de la diferenciación de clase “productores-consumidores”, de la carencia de infraestructuras y planes donde aprendamos, socialmente, a no ser capitalistas?

domingo, 5 de septiembre de 2010

¿Qué es un autor? con apostillas de Daniel Link... ¿cómo le explicamos Foucault al mecánico?

Cuando comenzamos hace algunos años esta reflexión y práctica, el texto de Michel Foucault “¿Qué es un Autor?” aún siendo una reflexión sobre el autor de textos, a partir de lo que allí se definía como “función de autor” nos permitió identificar mejor aquello que queríamos hacer desaparecer: el “dispositivo autor” de discurso, que en nuestro caso se trataba de la representación cinematográfica. Ubicamos así una serie de funciones de autoría que luego nos permitió avanzar en el camino de la sinautoría como ruptura frontal contra la propiedad privada en el proceso creativo. Por eso cuando nos enteramos que había sido publicado otra vez el texto del filósofo francés con apostillas de Daniel Link lo compramos con la ilusión de ver algún comentario que arrojara luz sobre este tema para nuestro hoy.
Pero la publicación es simplemente una reproducción del texto y tales apostillas una cuestión informativa, académica, una ubicación histórica del texto en el desarrollo de la obra de Michel Foucault y en los debates intelectuales del momento en que fue presentado en la Sociedad Francesa de Filosofía en febrero de 1969. Decepción de la que no tiene la culpa el libro sino nuestra expectativa. El tema de la muerte o desaparición del “dispositivo autoral y sus funciones”, desde esta época en que Foucault y Barthes (La muerte del autor) lo enunciaron, parece haber seguido siendo un tema de académicos. A los no académicos, nos cuesta entender y justificar que los temas fundamentales que nos atañen y condicionan, sean tratados siempre con un elitismo expresivo socialmente irresponsable. Cualquiera está en todo su derecho a especializarse en lo que le de la gana. De lo que sospechamos cada vez más maliciosamente es de que tal especialización signifique una campante irresponsabilidad social y política con respecto al común social al que no se le facilita la participación.
¿Cómo le explicamos Foucault o Barthes a Don Luis, el mecánico? ¿O es que creemos que el tipo que tiene su instrucción en mecánica y motores no tiene capacidad para comprender que tenemos un problema con la cultura que posiblemente sea el mismo que tiene el con la industria automotriz, la fabricación de las piezas, el diseño de los motores, la actual división del trabajo en el sector y un largo etcétera? Veamos. Barthes,
“El autor es un personaje moderno, producido indudablemente por nuestra sociedad, en la medida que ésta, al salir de la Edad Media y gracias al empirismo inglés, el racionalismo francés y la fe personal de la Reforma, descubre el prestigio del individuo o dicho de manera más noble, de la “persona humana”. Es lógico, por lo tanto, que en materia de la literatura sea el positivismo, resumen y resultado de la ideología capitalista, el que haya concedido la máxima importancia a la “persona” del autor. Aún impera el autor en los manuales de historia literaria, las bibliografías de escritores, las entrevistas en revistas, y hasta en la conciencia misma de los literatos, que tienen buen cuidado de reunir su persona con su obra gracias a su diario íntimo; la imagen de la literatura que es posible encontrar en la cultura común tiene su centro, tiránicamente, en el autor, su persona, su historia, sus gustos, sus pasiones...”
Pero nosotros que estamos desactivando lo autoral del cine, se lo tenemos que decir a Don Luis:
“¿Cómo va la cosa, Don Luis. Mire, es que somos vecinos y hacemos cine. Estuvimos grabando el otro día en la casa de Doña Berta que le conoce a usted y nos dijo que a lo mejor se animaba. Por eso venimos. Sí, armamos una secuencia con ella y su marido... ¿Le contó? Estuvo bien. Claro, pues eso. Bueno, nosotros hacemos un Cine sin Autor que es otro tipo de cine, películas del barrio que las hacemos juntos. Decimos sin autor porque no viene un tipo a dirigir todo, ¿sabe?, como hacen los cineastas generalmente... ¿Le parece si pasamos un día juntos y vamos grabando lo que le parezca interesante y luego hacemos una reunión entre los conocidos y vemos si quedó bien para seguir luego?...”
Por ahí solemos comenzar...
Y ¿cuál es el punto de unión entre uno y otro texto?, dirá algún neurótico académico. La unión es muy clara, ¿no se ve?
Por ejemplo, uno se entera por Barthes, una tarde cualquiera en que decide leer para mejorar su práctica, de que al final, el Autor, es un invento moderno y encima que consolida su importancia en la literatura con una cosa que se llama “positivismo, resumen y resultado de la ideología capitalista”. De ahí uno se pega un salto (no hay racionalidad que no tenga ruptura) y se cuestiona a sí mismo: ... así que mi noción de autor es un invento construido y encima sofisticado por el puto capitalismo. Pero, ¡si a mi me repugna el capitalismo! ¿Qué hago yo queriendo funcionar como ese tipo de autor? ¿Habrá otra manera de hacerlo?...
Y de ahí sigue un largo derrotero de reflexión y de intentos por hacerlo de otra manera, por desactivar esa figura moderna que, en otra tarde de alimento textual, reencontramos en Foucault: “La función autor es, entonces, característica del modo de existencia, de circulación y de funcionamiento de ciertos discursos en el interior de una sociedad”.
Vamos, que al final el autor es una pieza clave del engranaje social. Menuda ingenuidad la de uno. Michel se pregunta:
¿Cómo se caracteriza en nuestra cultura un discurso portador de la función autor? ¿En qué se opone a otros discursos?
Y propone cuatro rasgos de la función autor de los cuales el primero dice:
“...son objetos de apropiación; la forma de propiedad de la que dependen es de tipo particular; se le ha codificado ahora desde hace algunos años. Hay que señalar que tal propiedad fue históricamente segunda con respecto a lo que podría llamarse la apropiación penal. Los textos, los libros, los discursos comenzaron realmente a tener autores (distintos de los personajes míticos, distintos de las grandes figuras sacralizadas y sacralizantes) en la medida en que podría castigarse al autor, es decir en la medida en que los discursos podrían ser transgresivos. El discurso, en nuestra cultura (y sin duda en muchas otras), no era, originalmente, un producto, una cosa, un bien; era esencialmente un acto --un acto colocado en el campo bipolar de lo sagrado y de lo profano, de lo lícito y de lo ilícito, de lo religioso y de lo blasfemo. Históricamente ha sido un gesto cargado de riesgos antes de ser un bien trabado en un circuito de propiedades (...)”.
¿La aparición del autor es directamente proporcional a la posibilidad de su castigo, al castigo de su transgresión?
Podría ser un asunto del pasado, claro, pero luego sabemos que en la misma Francia de Foucault el 15 de noviembre de 2008 fue encausado Julien Coupat por “terrorismo” junto a otras ocho personas (del grupo Tiqqun, quienes ha publicado una serie de libros de pensamiento radical ) interpeladas en Tarnac (Corrèze) y París, acusados de haber saboteado las catenarias de la SNCF y que uno de los argumentos vinculantes era la escritura del libro La insurrección que viene, y que en su entrevista sobre la autoría de la obra, Julien Coupat respondió aún estando en la cárcel: Desgraciadamente, yo no soy el autor de La insurrección que viene y todo este asunto debería terminar más bien por convencernos del carácter esencialmente policial de la función autor.
Sabemos que los tiempos han cambiado aunque no estamos seguros cuánto. Sabemos que Barthes y Foucault hablaban más del discurso textual. Que nosotros estamos en la materia cinematográfica. Pero sus reflexiones nos permitieron una sospecha nada menor, que luego en la lectura del cine se nos hizo monumental. Porque efectivamente, en el cine -el oficio cultural más capitalista que hemos inventado antes de la era digital- el control, la custodia y la apropiación legal, mercantil y policial han llegado a confluir de una forma determinante en la generación del discurso cinematográfico imperial de las minorías autorales que lo han producido.
Y todo esto subyace en nuestra posible conversación con Don Luis, el mecánico. Y cuando le planteamos compartir un día juntos, no necesitamos instruirlo en los debates de los 60 sobre la figura del autor como primer condición de nuestra relación. Ese es el alimento que nos llevó hasta allí. Pero quizá a lo largo de los días pregunte él de dónde sacamos esta cosa del Cine sin Autor, así como nosotros le preguntaremos de dónde le vino la vocación por la mecánica. Y entonces tendremos oportunidad de decirle, que una tarde leyendo a un tipo que se llama Foucault... nos cuestionamos algunas cosas.
Porque lo importante del conocimiento no es solo el cómo poder reproducirlo para que otros lo entiendan. Lo importante para nosotros es a donde nos lleva ese conocimiento en las posturas ante la vida. Lo desafiante y fascinante del conocimiento no es solo poder repetir con claridad lo que Foucault expuso ante la Sociedad Francesa de Filosofía en febrero de 1969 .... sino también lo que alguna vez algo de su texto, alimentó en nosotros, un viaje sin regreso por la vida y la militancia cinematográfica... nos hizo mejores...nos aportó una dosis de rebeldía... una aliento de ruptura contra aquello contra lo que él batalló a su manera... las mecánicas injustas de los regímenes de poder...en nuestro caso... de los del cine.