domingo, 24 de febrero de 2013

Del Cine como acontecimiento social y la hipervaloración del “minoritarismo autoral especializado”.


El viernes conversábamos en la sala Youkali sobre Autor, Sinautoría y Multiautoría entre un pequeño grupo de personas.
Como siempre, cada quién compartíamos desde nuestro punto de vista estos temas. 
Vamos a centrarnos en algunas dudas sobre nuestros enunciados porque son las que posibilitan crecer.
Concretamente se planteaba la duda o afirmación sobre “la hipervaloración del cualquiera” que nosotros, parece que hacemos a la hora de ubicar a la gente no especializada en cine como productor, director, protagonista, guionista, gestor de las historias. Siempre insistimos a quienes nos conocen sin que hayan podido participar de nuestras experiencias, que las ideas, en definitiva, son muy pobres para lo que realmente vivimos. Pero aún así son necesarias.
Esa “hipervaloración de los cualquiera” se vinculaba a una posible falta de “profundidad” en la creación colectiva. Que no por ser democrática, se decía, tiene por qué tener, digamos, una cierta calidad: no se podría haber escrito el capital de Marx en colectivo, por citar el ejemplo que se mencionó, dejando ver que eso es una tarea profunda, un trabajo que requiere tenacidad, dedicación de una o muy pocas personas.  Quien dice Marx y el Capital, era solo un ejemplo, dice cualquier película de esas que llamamos obras maestras que nos hacen pensar, nos conmueven o incluso admiramos.
El tema que subyace a esta duda, parece ser, una vez más, la oposición que se establece entre el “minoritarismo autoral especializado” que se enfrenta, de alguna manera, al resto de la sociedad, a ese gran resto de personas que no se dedican a lo mismo.
Una especie de oposición negativa donde ese resto de personas aparece siempre como amenaza en el “buen desarrollo” de las ideas personales de cierto sector que, dedicados al asunto de crear, pensar, investigar, alcanzarán otros niveles de luminosidad, profundidad y calidad (o como quiera llamársele) en la obra que realicen, siempre que no se vean interferidos, obstaculizados, por “el resto de los cualquiera”.
Esta oposición que  aparece  en los tres debates en que participamos en el último mes y medio suponemos que viene del campo de las experiencias de cada quien, de las malas, suponemos, o del fomentado temor a abandonar los territorios del “minoritarismo autoral espercializado” en el terreno cultural. 

domingo, 17 de febrero de 2013

¿Cómo NO HACER UN BUEN PAPEL ante las ruinas? Cine, dictadura institucional mercantil o prácticas democráticas desde la precariedad.


La semana pasada, en el encuentro de Valencia que mencionamos, uno de los participantes al que le costaba encajar la idea del “sin autor”, en un momento de descanso en que abundábamos en  la explicación dijimos que “estamos por una democratización total del cine”. Fue allí que nos contestó: “aahh, si me lo explicas así lo entiendo todo, claro, ahora lo entiendo... es que lo del autor...”.
No es la primera vez que pasa esto y la pregunta que nos surgía es ¿ por qué no se conecta con facilidad la noción de desactivar al Autor con la democratización de la producción de cine o de la cultura en general?
A pesar de que solemos explicar que la noción de Autor para nosotros no refiere a las personas sino a su operativa sobre  quien o quienes ejercen la autoridad y la propiedad sobre las decisiones y los beneficios o efectos de las películas, es una idea que se toma con mucha dificultad o se la comprende de inmediato y no deja lugar a duda. Sobre todo la comprende quien se embarca a hacer Cine sin Autor, a vivirlo.
Democratizar la producción cinematográfica indisolublemente  unida a la desactivación de la forma de ejercer esa función de Autor, esa propiedad en exclusiva de la autoridad.
Pero luego pensábamos que éste desentendimiento no es un problema puntual. Hace algunos años cuando hablábamos de estas cosas no se entendía tan clara la dimensión colectiva de la forma de producción que planteamos. Ahora se ha vuelto más entendible. La necesidad de horizontalidad, de inclusión, de participación, de colectivización de la producción son muy próximas en una buena parte de la población. 
Quizá porque es reflejo de una sociedad que se ha polarizado radicalmente entre el funcionamiento dictatorial y mercantil de las instituciones y una urgencia social de democratización que está en la calle. Depende donde uno hable se entiende o no.
Desactivar al Autor para democratizar el cine. Desactivar a los que ejercen la autoridad y la propiedad para democratizar cualquier asunto que nos concierne.
Quizá sea lógico en el contexto actual la dificultad porque se trata de romper con el individualismo, (la dictadura es muy autoral siempre), en aras de sumergirse en una operatividad colectiva, en prácticas democráticas, tan emergentes, reivindicadas y necesarias hoy día.

domingo, 10 de febrero de 2013

En el castillo encantado del cine sin habitantes. ¿Dónde está el dinero? Apuntes demasiado rápidos sobre un encuentro.

Este fin de semana participamos en el encuentro de Cine por venir de Valencia que proponía una exploración sobre lo que es el presente y el futuro del cine.
Las prisas se llevan mal con la profundidad. El sábado por la tarde coincidíamos cinco presentaciones de unos cuarenta minutos. Las condiciones del formato determinan demasiado el poder profundizar en los temas pero al menos vale como primer intercambio.
En los últimos dos encuentros de éste último mes, en el del Reina Sofía con Subtramas y  en éste, hubieron preguntas y dificultades sobre nuestra exposición que se han repetido casi de manera idéntica. Pequeños tests  que nos permiten reflexionar.
El “sin Autor” de nuestro apelativo, por ejemplo detona parte de esas dificultades porque es muy escasa la experiencia de un cine construido con real participación de personas cualquiera. Casi todo el ambiente que ese respira en este tipo de encuentros (casi todo en general de lo que se refiere a cine -y al Arte en general-) tiene que ver con sus profesionales y con la obra individual o como mucho grupal profesional.

domingo, 3 de febrero de 2013

“Vida Fácil”. Un ventanal de Cine sin Autor abierta a los jóvenes y sus no tan sutiles causas para la rebeldía.


-¿Cómo puede crecer una persona en un circo cómo este? - pregunta Jim al oficial Ray de la División Juvenil de la Comisaría de Policía.
-Ni idea Jim. - contesta el oficial- Pero lo hace.
-Si hubiese un día... en que no estuviese confundido...
  y no sintiese que me tengo que avergonzar de todo...
 Si sintiese que pertenezco a algún lugar...
 ¿Sabe?
 Entonces....

Es lo que le confiesa Jim (James Dean) al  jefe de policía al comienzo de la película Rebelde sin Causa, mitificada apenas estrenada, a la que se le atribuye el carácter de manifiesto o retrato juvenil de los EEUU de los años 50 posteriores a la segunda guerra mundial y que encumbraría a James Dean en un icono de esa juventud volviéndose leyenda al morir apenas meses después de finalizada la película en un accidente de coche.
Nicholas Ray explorará, e insinuará justamente las posibles causas de rebeldía de una juventud hija de burgueses que en principio pocos motivos podían tener para incurrir en conductas delictivas. Una juventud inclinada a la delincuencia a la que se debía disciplinar y encausar.
El principal motivo que deja en evidencia Ray, es el de la desestructuración familiar que se esconde debajo del aparente bien vivir de la familia norteamericana que retrata.

 -¿Cómo puede crecer una persona en un circo cómo este? 

Esta pregunta que el personaje se hace frente a un mundo familiar y social en quiebra, en mitad de  una vida aparentemente fácil, podríamos extrapolarla y adivinarla en cualquier joven que pretende mirar fijamente el derrumbamiento de toda antigua certidumbre y de toda estructura social en la que pudo haber nacido y que se ha terminado esfumando hasta convertirse en puro recuerdo de la generación pasada.
Esta semana lanzamos desde la Fábrica de Cine sin Autor la convocatoria a participar de la película “Vida Fácil” que un grupo de jóvenes arrancaron el año pasado con el objetivo de poner en cine sus vidas, su mirada y  su forma de vivir, sobrevivir y atravesar la crisis de una sociedad derrumbada. 
El tono que se eligió fue el de una visión fresca, humorística e inteligente que pudiera desdramatizar (que no frivolizar) la crudeza despiadada a la que cualquier joven se enfrenta hoy día.