domingo, 9 de diciembre de 2012
La fábula social del cine, la captación de la vida, la puesta en escena de lo sensible y un consultorio cinematográfico abierto al público
domingo, 2 de septiembre de 2012
Sutil tiranía estética sobre lo social sensible o ¿cómo no perdernos en los laberintos del cine?

Hace unos días tuvimos una nueva sesión con un grupo de jóvenes que están haciendo su corto. Llegaron un día con el interés de hacerlo sobre el tema de “la soledad”. Traían sobre todo imágenes bastante definidas de lo que sería el film. Un corto muy visual que estaría acompañado de algunos textos propios. Un arranque que, de desarrollarse, tendría una narrativa más bien poética. Ahora han comenzado a elaborar un story fotográfico, plano a plano. Una manera muy eficaz de hacer emerger el imaginario, de previsualizarlo con más detalle y que permite planificar mejor el rodaje.
En la última reunión, llegaron con un nuevo miembro y con cierto estado de confusión. El joven que se había integrado es guionista y había hecho ver al resto que a las escenas les hacía falta conclusión, que no decían mucha cosa porque no había una historia clara que contar en ellas.
Habiendo aceptado la carencia que el guionista hizo notar, una parte del grupo entendió que había que replantearse un poco las cosas. Algún comentario lo expresaba con sinceridad y llegando a decir algo así como: está claro que no tenemos idea de cine, así que será mejor revisar lo que tenemos.
El debate se extendió en función de si había necesidad de abordar esas “carencias” claras que remarcaba el compañero guionista.
Luego de un rato de rodear esta discusión y de sentir cierto grado de confusión en el grupo, los miembros del colectivo hicimos un diagnóstico en voz alta de lo que creíamos que estaba pasando. Más allá de las personas, para nosotros se daba una vez más un conflicto habitual entre un saber específico, de especialista y un supuesto “no saber” amateur, profano.
domingo, 8 de julio de 2012
La caja de pandora del imaginario social. Liberar la autoría para liberar el cine.

Luego, la zona operativa donde termina el mundo mental de unos y otros, de la gente y del equipo de realización es, quizá, imposible de delimitar. Y tampoco hay por qué hacerlo necesariamente.
Llevamos varias semanas llegando a una sensación liberadora que se gestó en estos años de trabajo. Nuestra tarea se parece cada vez más a la de los antiguos directores de fábrica del cine clásico, que debían poner en escena, coordinar y dirigir lo que en el guión estaba escrito. Era un encargo, una función pagada en la cadena de producción.