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martes, 23 de julio de 2013

Minar el cine de democracia. Ensayos de apropiación.


Hace unos días leíamos dos noticias. Una referida a los fansfilms y otra a sobre una iniciativa de #Luttkesecretfilm y Calle 13.
Los fansfilms o films de fans es una corriente cada vez más habitual en la que un grupo de fans de una película, una saga, un personaje, hacen sus propias versiones o sus propias prolongaciones narrativas de su película o personaje preferido. Si ponen las palabras en google se encontrarán con suficiente información y vídeos que pueden ilustrarlo.
La noticia de #Luttkesecretfilm y Calle 13  hace esta autopromoción: 13 películas, rodadas en 13 horas, 13 realizadores, 13 duros.
Estos últimos hablaban de un nuevo modelo de producción, ágil, a contrareloj, con mínimos medios, con guión construido sobre la marcha.
Lo que nos interesa rescatar de ambas iniciativas, es la sintomatología que suponen. 
Sintomatología de los nuevos tiempos que van minando la forma tradicional de hacer cine. 
La primera ruptura se da a nivel del espectador, el seguidor, el fan, que más a allá de estar imbuido en una narrativa y un universo fílmico, su fanfilm supone su pasaje, de una manera relativa, de su actitud espectadora a su actitud productora. El gesto es de apropiación e inconformidad. El Cine, su cine preferido, sabe a poco y despierta su lado productor. La tecnología actual le permite esa desobediencia frente al texto fílmico al punto de ponerse a rodar. Movido por su apasionamiento ante tramas y personajes, hace una cinematofagia y la devuelve en una versión alterada o aumentada de aquello que le golpea.
Es una forma más efectiva que la de ese más bien anticuado espectador emancipado de Jacques Ranciére que se conformaba con hacer sus propias películas interiormente, emocionalmente, intelectualmente masticándolas en su memoria. El salto al montaje y al rodaje es, evidentemente, un paso más interesante que la aparentemente sofisticación Rancieriana. 
Pero es importante rescatar que es un espectador colgado de una narrativa que no es propia, que versiona, que altera, que modifica. No quiere decir que esté mal, quiere decir que es una reacción al cine ingerido y no a la posible página en blanco. La que nosotros usamos como materia inicial para la emergencia del imaginario cualquiera. Según el desarrollo que pueda alcanzar un fanfilm, le llevará o no a lugares más propios, más profundos o se quedará en el simple divertimento de la variación. Pero es un buen ejercicio de emancipación, uno más que va minando la omnipotencia de aquel viejo aunque aún presente Cine.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Pistas para un modelo social de sostenibilidad del CineXXI. Breve historia y desafíos de la producción en Cine sin Autor


El viernes, a modo de último debate espontáneo del año, nos enfrascamos con un tema en el que llevamos muchos meses dándole vueltas y que ya sabemos que será el asunto central de la Fábrica de CsA en el 2013: avanzar en el modelo de sostenibilidad de la Fábrica (FdeCsA).
Los caminos hay que recorrerlos para conocerlos y cuando se los atraviesa, también nos atraviesa su especificidad, su densidad, sus desafíos. Recorrerlos es ir resolviendo la complejidad de cada paso  y saber disfrutarlo. Cuando el camino no está hecho, tenemos que hacerlo al mismo tiempo que se recorre. Como cuando se atraviesa una zona selvática a base de machete,  cortando las ramas que impedirían el paso. Abrir el camino para recorrerlo  es más lento que caminar sobre algo trazado, obliga a un descubrimiento constante de lo que se antepone, a gestionar la incertidumbre, ha hacer más cálculos sobre lo posible. La satisfacción de quien funda lo nuevo.
Lo que debatíamos este viernes son las primeras pistas para abordar el tema de la sostenibilidad de un modelo de producción cinematográfico en el formato de una FdeCsA.
En ese recorrido del camino no hecho, de repente uno se da cuenta de una importante zona de déficit, casi que de error. Pero no significa exactamente que se haya hecho algo mal, no es una mirada retrospectiva sino futurista. Significa, más bien, que uno hizo hasta donde pudo ver, como en la maleza, sin poderse anticipar con mayor precisión a lo que sigue.
Nuestro colectivo se embarcó hace más de cinco años a la aventura de hacer películas con gente cualquiera. Eso supuso recorrer el arduo y fascinante camino de abrir las operativas de realización a la gente, de medir y experimentar si era posible avanzar en la democratización de la realización de una película. Vimos que era posible.
Luego vino la fase de pensar en arraigar la práctica en una situación y territorio específico, un plató-mundo, que sirviera de escenario social vivo para el desarrollo de esa película. Y en ese período comprobamos que de una situación así, salían más de una película y la gente se embarca en la tarea.