domingo, 30 de diciembre de 2012

Cine sin Autor 2012. Balance. Ratones en la habitación de la utopía.


En estos días de inactividad impuesta por el calendario, se suceden los balances, bastante ridículos por cierto, ya que si la maquinaria del vivir va a tope y no encontramos ni mínimos resquicios en la vida diaria para pensarnos con distancia, serenidad y cierta disciplina, de poco vale un relato anual que nos contamos entre turrones, desajustes emocionales y cuentas familiares generalmente irresolubles. Pero vamos a ser optimistas y a pensar que hay gente que se la pasa muy bien en este berenjenal de cortocircuitos sanguíneos.
Si tenemos que hacer ese ejercicio evaluativo de lo que fue el año 2012 del Cine sin Autor, que por suerte hacemos cada semana pero sin tanto turrón, pues destacaríamos la sucesión de encuentros.
Hace un año, justamente, quienes iniciamos el colectivo, nos encontrábamos bastante solos y dispersos, acosados por el estallido de este homicidio social al que le  llaman crisis.
El año 2012, lo comenzábamos con una reunión, justamente, de crisis, donde el tema central era la ineficacia que provocaba nuestra dispersión. Posiblemente lo comentamos aquí. Cada quien estaba inmerso en su propio autismo de precariedad.
Luego de esa reunión apareció la idea de crear la Fábrica de Cine sin Autor, que se planteó como un nuevo objetivo grupal, una revitalización del cuidado mutuo, y un horizonte de exigencia en el trabajo para la amplificación de la acción cinematográfica. Solos, decíamos, nos disolveríamos en el padecimiento de la agresión social, en la desarticulación de lo que nos había dado coherencia y en la pérdida, en definitiva, del sentido común, del sentido que habíamos elaborado por años, en común.
Decir “vamos a poner a funcionar una Fábrica de Cine sin Autor”, fue un ilusionante acuerdo aún cuando ni sabíamos si era posible, ni dónde, ni cuánto esfuerzo podía suponer. Coincidir en el hablar es muy fácil. 

domingo, 23 de diciembre de 2012

Pistas para un modelo social de sostenibilidad del CineXXI. Breve historia y desafíos de la producción en Cine sin Autor


El viernes, a modo de último debate espontáneo del año, nos enfrascamos con un tema en el que llevamos muchos meses dándole vueltas y que ya sabemos que será el asunto central de la Fábrica de CsA en el 2013: avanzar en el modelo de sostenibilidad de la Fábrica (FdeCsA).
Los caminos hay que recorrerlos para conocerlos y cuando se los atraviesa, también nos atraviesa su especificidad, su densidad, sus desafíos. Recorrerlos es ir resolviendo la complejidad de cada paso  y saber disfrutarlo. Cuando el camino no está hecho, tenemos que hacerlo al mismo tiempo que se recorre. Como cuando se atraviesa una zona selvática a base de machete,  cortando las ramas que impedirían el paso. Abrir el camino para recorrerlo  es más lento que caminar sobre algo trazado, obliga a un descubrimiento constante de lo que se antepone, a gestionar la incertidumbre, ha hacer más cálculos sobre lo posible. La satisfacción de quien funda lo nuevo.
Lo que debatíamos este viernes son las primeras pistas para abordar el tema de la sostenibilidad de un modelo de producción cinematográfico en el formato de una FdeCsA.
En ese recorrido del camino no hecho, de repente uno se da cuenta de una importante zona de déficit, casi que de error. Pero no significa exactamente que se haya hecho algo mal, no es una mirada retrospectiva sino futurista. Significa, más bien, que uno hizo hasta donde pudo ver, como en la maleza, sin poderse anticipar con mayor precisión a lo que sigue.
Nuestro colectivo se embarcó hace más de cinco años a la aventura de hacer películas con gente cualquiera. Eso supuso recorrer el arduo y fascinante camino de abrir las operativas de realización a la gente, de medir y experimentar si era posible avanzar en la democratización de la realización de una película. Vimos que era posible.
Luego vino la fase de pensar en arraigar la práctica en una situación y territorio específico, un plató-mundo, que sirviera de escenario social vivo para el desarrollo de esa película. Y en ese período comprobamos que de una situación así, salían más de una película y la gente se embarca en la tarea.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Campo social de sentido para la acción y organización cinematográfica. Más notas sobre la Escuela de Cine sin Autor


En una entrevista a Agnes Varda realizada hace unos meses atrás en Sevilla, la directora francesa comentaba: "... No enseño en una escuela de cine...Tenemos a menudo becarios a la producción y se quedan 3 meses. Ellos aprenden mucho conmigo. Por tanto, no son mis asistentes pero ellos ven un poco, nos ven localizar, pasan a la sala de montaje, ven los problemas que tenemos para encontrar el dinero, ellos van a correos, ponen los sellos en el correo porque eso es parte de la vida de todos los días. Y después me escuchan hablar y todos los que han estado de becarios y que después han hecho cine son ellos los que han aprendido y no porque yo les haya enseñado... la transmisión se hace a través del propio film...”
Estas afirmaciones no son más que un reflejo del aprendizaje común en el ámbito cinematográfico. Quizá, como en casi todo, el mejor aprendizaje, o al menos el más eficaz, se produce haciendo.
Por los jóvenes que siguen llegando a la Fábrica de Cine sin Autor, resulta evidente que hay un profundo déficit de “práctica”, de poder hacer cine, durante y después de la formación. Las opciones son limitadas al momento de hoy. O te buscas la vida con unos colegas para hacer tus proyectos ante la ausencia de políticas que favorezcan la acción de la colectividad meta-cinematográfica o solo queda la opción de ponerse en la cola de gente que se sienta en la vereda de los enclaves de producción de cine y televisión, esperando como becarios o mano de obra gratuita, a que alguien abra la puerta y haga pasar a dos o tres afortunados que podrán sustituir alguna carencia. Ese es el panorama actual de este país. 
 El restringido acceso a los procesos de fabricación de las películas es la fórmula sagrada del sistema de persuasión del cine (y del arte en general) donde la relación con la población se reduce al momento de la exhibición, de la obra acabada. 
Por eso la Fábrica de Cine sin Autor se constituye como un modelo de producción cinematogrfáfico con la intención de cortocircuitar y hacer saltar por los aires el templo sagrado de la producción de cine. Abrimos las puertas.

domingo, 9 de diciembre de 2012

La fábula social del cine, la captación de la vida, la puesta en escena de lo sensible y un consultorio cinematográfico abierto al público


Jaques Rancière abre el libro La Fábula cinematográfica con una cita de Jean Epstein que acaba diciendo que “ el cine es verdad, una historia es una mentira”, una cita de 1921.
Epstein fue un director francés y uno de los primeros teóricos del arte vinculado a la vanguardia  francesa de los años 20.
Rancière utiliza la cita para remarcar que Epstein hecha por tierra en su reflexión la “fábula en el sentido aristotélico... la orquestación de acciones necesarias o verosímiles que, mediante la ordenada construcción del nudo y el desenlace, permite que los personajes pasen de la felicidad a la infelicidad o de la infelicidad a la felicidad. Agrega que “esta lógica de las acciones ordenadas definía no sólo el poema trágico, sino la idea misma de la expresividad en el arte”. Pero - sigue diciendo- “este joven nos dice que esa lógica es ilógica. Que contradice  a la vida que aspira a imitar. La vida no conoce historias. No conoce acciones orientadas hacia un fin concreto, sólo situaciones abiertas en todas direcciones. No conoce progresiones dramáticas, sólo un movimiento largo, continuo, constituido por infinidad de micro-movimientos”.

La reflexión va ubicada en el debate de aquella época, donde este primer movimiento crítico se planteaba si la potencia del cine no estaba más bien en esa capacidad de registro de la realidad de sus orígenes donde el artista “ni engaña ni puede engañar, pues no hace otra cosa que registrar” . Se planteaban si había que resignarse a que el cine tuviera que contar historias, vincularse servilmente a la literatura o, por el contrario, se debía abrir a la exploración de la pura percepción del movimiento y la luz. “ Racionalidad de la trama... o efecto sensible del espectáculo” dice Rancière.

Germaine Dulac, otra de las integrantes de aquel movimiento murmuraba en sus textos con claro malestar que con el cinematógrafo “no se intentó averiguar si en el aparato de los hermanos Lumiére yacía, al igual que un metal desconocido y precioso, una estética original; nos limitamos a domesticarlo convirtiéndolo en tributario de unas estéticas anteriores, despreciando el examen profundo de sus propias posibilidades”

domingo, 2 de diciembre de 2012

Volviendo al Cine. Ingeniería persuasiva popular en el ecosistema audiovisual actual.


Debatíamos hace unos días la película de 45 minutos que se originó en un taller hecho en el Museo Reina Sofía en este mes de noviembre con jóvenes de un barrio de Ventilla, aquí en Madrid.
Una historia de amor entre un chico pobre y una chica rica que fueron creando los y las participantes de dicho taller.
El trabajo se realizó en 5 sesiones que juntas sumaron unas dieciocho horas de trabajo compartido, más muchísimas horas de montaje aparte que posibilitaba la devolución del material registrado en cada sesión.
Más allá del proceso, que tuvo bastante complejidad por las circunstancias personales de algunos de sus miembros, nos dedicamos a analizar la narrativa y el montaje.
El material obtenido era de tres tipos: las propias reuniones donde se decidía la narratividad, las escenas rodadas y una serie de entrevistas que durante el proceso, los y las jóvenes decidieron hacer en los alrededores del Museo Reina Sofía a gente de la calle, para que opinaran sobre la historia que estaban construyendo.
El documento creado está estructurado siguiendo casi cronológicamente la aparición de esa narratividad y la aceptación que iba haciendo el grupo sobre el material de cada sesión.
El resultado entonces contiene lo que el grupo quería contar y lo que el montador iba devolviendo en cada sesión.
El grupo productor quedó satisfecho con el resultado, el que llamamos primer espectador o espectador presente, ese que está involucrado directamente con la creación de la película.
Lo que debatíamos ahora, una vez acabado el intenso y corto taller, es qué relación comunicativa puede haber con respecto al espectador remoto, el que verá la pieza sin que sepa nada de su forma de producción.