domingo, 22 de diciembre de 2013

2014. “Hace buen tiempo amor mío. Hace buen tiempo en la vida”. Evaluar. Huir. Desaparecer. Reírse. Cambiar de rumbo. Salir del cementerio.

Cerramos el año.
La memoria de anecdotarios desgastados de esta fecha siempre obliga a embarazar posibles utopías. Que el año que viene esto y aquello y lo otro. Fantasías de niñatos pequeños.
Desear deseamos mucho. Todo el año es para nosotros un continuo deseo. Ha sido un año difícil, árido, a contracorriente. 
Así parece prometerse el devenir. Duro.
España es este mercadillo de la mediocridad donde una elite monoideológica, sucia, vulgar y mal enriquecida, reparte gratuitamente miedos y acobarda con espantos y terrores casi medievales.
Un caracol en mitad de una violenta pesadilla se levanta y mira la tormenta y reconoce a aquel amigo u amiga que está huyendo a otro refugio del mundo. Otro.
Desear deseamos muchas cosas para el año que viene mientras los payasos del horror siguen con sus desparpajos despojando el inmobiliario de nuestras casas. ¡¿Aún no damos crédito?!
Sobrevivir un año.  Engrosar esas filas mortuorias. Fumarse una cantina de perversos. Acudir a la orquesta sin trompetas, sin director, sin manos.  Silencios en la cola del paro. No queda  melodía que no necesite una costosa dosis de utopía. Un canto normal, aunque sea espléndido, no es comprensible en esta sucia lluvia. Nos acostumbramos.
Y mientras tanto Ellos. Los inconmensurables, los listos, los bigotes. Los fútbol-bancos men, los no abortistas, los titulares del despropósito social, los fabricantes continuos de colapsos, los ingenieros de reventar caminos, los monarcas vestidos de sotanas, los
rateros de metro en los escaños. Su Policía golpeádote en tu cama.
Y ahí seguimos nosotros. La triste confusión de un deportado. La quejita en el bar, humedeciendo. La boca aún pequeñita.  Aquella funcionaria a la deriva.  La pancarta en el water de algún mosso de escuadra.  Ese odio que humea, de esa guerra civil en la cartera, en la lengua, en la sal, en las hormigas. La lenta obligación de organizarnos. El progresismo imberbe que tampoco  se entera. Y por fin ¡las mareas! Al menos las mareas! que quizá, si hay rigor, acaben el espanto. 

domingo, 15 de diciembre de 2013

Hitchcock y la difícil profesionalización del imaginario social.

El miércoles presentamos en Toulouse el corte final de Le cahier de Kader (El cuaderno de Kader), una película de Cine sin Autor, realizada entre un grupo de niños del Centro Social Alliances & Cutures (perteneciente a la red pública) y un hombre mayor argelino que dio la materia imaginativa para poner en escena:  un recuerdo de su infancia al comienzo de la guerra por la independencia de Argelia, año 1954.
 El imaginario de Kader, fue protagonizado, puesto en escena  y rodado en buena parte por los niños y niñas acompañados por las técnicas del equipo de Cine sin Autor.
Después del visionado, el debate estuvo animado aunque el hecho de que los protagonistas fueran un hombre mayor y un grupo de niños, creó algunos  raros vacíos. 
Kader leyó un breve y emotivo texto. La voz de los viejos tiene algo de solvencia y de profundidad que solo puede provenir de la larga experiencia. 
Cuando llegó el momento de las preguntas a los niños,  hubo un poco de cortocircuito. ¿Cómo se le pregunta a unos niños sobre su propia película?: ¿Disfrutaron? Si. Aprendieron algo. Si.
Ellos no están acostumbrados a los devaneos intelectuales que soltamos los adultos. Se avanzó en una especie de diálogo salvo cuando alguien mencionó la palabra moral. ¿Moral? ¿Qué es la moral?.... y se hizo un profundo silencio.
Digamos que es una experiencia más. Digamos que avanzamos otro pasito. Digamos que alguien ponía  antes de entrar a la proyección, una pregunta repetida sobre los resultados de un proyecto así: ¿es profesional? ¿se alcanza niveles de profesionalidad? Y a eso le sigue una rutina de argumentos: porque la calidad de la imagen.... porque claro, comparado con las películas, etc etc.... 
Lo profesional! Tema recurrente. Allí y aquí. La precoupación por parecerse a ¿qué? de las películas de ¿quién?.
Volvía en ese momento otro pasaje que habíamos leído en el mismo libro de Jacques Aumont que mencionábamos la semana pasada, Las teorías de los cineastas, reflexionando sobre  Hitchcock y el suspense: “Su profesionalismo reviste dos aspectos complementarios: a) la competencia, pero una competencia que no está prefijada: el profesional debe saber hacer cuanto pueda hacerse con el material, sin limitarse al dominio, por perfecto que sea, de una fórmula dada; b) el rechazo  de la improvisación. Hitchcock se aplica a sí mismo esos dos preceptos, sobre todo el segundo (la famosa declaración citada a menudo, según la cual la película termina una vez escrito el guión). Lo que se perfila aquí es - dice Aumont-  en suma, una ideología del dominio. Sus reflexiones sobre el dispositivo y la institución, sobre la forma y sobre el espectador están inextricablemente unidas... una reflexión sobre la máquina-cine, el cine como maquinaria del espectáculo, del imaginario.  Es la cuestión fundamental de la eficiencia. En realidad, todo el dominio está justificado y orientado por una sola consideración: el deseo profundo de “dirigir al espectador”, como dijo ( Hitchcock) en una famosa frase a propósito de Psicosisis... 

domingo, 8 de diciembre de 2013

Un CINE-INDESCIFRABLE desde las flipaduras de Vertov

Es sano para avanzar en la eficacia del trabajo  hacer siempre un relevamiento de las críticas aún de las más radicales del siglo pasado. Posiblemente a ello nos dediquemos más frecuentemente en el futuro.
 Ante una realidad tan vertiginosa, incluso lo más agudo suena a caduco, aunque el crítico se llame Dziga Vertov.
En Las Teorías de los cineastas Jacques Aumont expone lo siguiente: “Vertov bautizó la actividad como un “cine-desciframiento comunista” del mundo, un “desciframiento” posible porque, en el estado comunista, la sociedad es literalmente transparente (para sí misma): en ella nada debe ser ocultado... Vertov no teme comparar - en una metáfora que, con el cambio de actitudes políticas, produce escalofríos- el ojo inquisidor de la cámara con el GPU, la policía secreta política) . Por otra parte, los medios no importan, sólo cuenta el resultado; de manera que el ‘reclamo’ (nombre que recibía entonces la publicidad) no es en sí  condenable puesto que con ella la sociedad se exhibía a si misma...
...Ante todo, el cine sirve para mostrar personas reales de la vida real y no actores escenificando una parodia de la vida real ni personas reales interpretando personajes de un guión”.
Bueno, esto es lo que dice Jacques Aumont sobre Dziga Vertov. Hacemos un acto de confianza hasta que venga un exégeta de Vertov y diga todo lo contrario.
Pero es interesante de todas maneras pensar por un momento esa utopía de una sociedad transparente donde la cámara adoptaría el carácter de ojo inquisidor, una especie de   “cámara-policial-secreta” . Más que sociedad transparente (por si misma) la idea conduce a una sociedad transparentada. ¿Quien tiene la propiedad de uso de esa cámara?¿Una sociedad transparente ante quien y para qué? Ese cine que descifra a la sociedad ¿es aceptado y gestionado por la sociedad o la sociedad lo padece? Incluso la pulbicidad, según el autor, no sería condenable porque también sería expresión de la sociedad sobre sí misma.
Insistimos en que no hemos profundizado en los textos de Vertov sino en lo que Aumont dice que él dijo porque no sabemos si el director ruso estaba convencido de que esa sociedad utópica era viable. Si pensaba esto, es realmente una flipadura de tamaño gigantesco, como toda utopía que les cierra en la cabeza de los machos suprainteligentes pero luego terminan siendo una sucesión de dogmatismos e incluso de totalitarismos aberrantes cuanto más complejo es el pensamiento y más amplitud social se pretende.
Casi un siglo después, la problemática de la transparencia está rabiosamente de actualidad. 

domingo, 1 de diciembre de 2013

El Arte español, entre la cascarilla ciudadana y la institucionalidad desactivada.

Esta semana estuvimos en el seminario Los Horizontes del Arte en España en el Museo Reina Sofía. Durante dos días desfilaron por la mesa ponentes de todos los colores exponiendo sobre todo visiones y estado de la cuestión del sector y su actividad específica dentro de él.
Por dar una idea, se organizaron 4 mesas:
a) una conversación sobre “El Valor social del arte en el período de crisis”
b) un diálogo sobre “Formación, investigación y profesionalización de los agentes”
c) Dos conversaciones  sobre “Construcción de relatos”
d) Dos mesas más por “Arte, coleccionismo y creación de patrimonio”
e) Una mesa sobre “Autonomía y creación de redes”.
Aquí, como siempre, no pretendemos unas conclusiones exhaustivas sino algunas impresiones y precisiones generales para que no pase el momento.
Nosotros formábamos parte de la última mesa. Quizá, la mesa que no concebía a la ciudadanía en general como público sino como potencial o efectiva productora de discurso o de obra. La mesa que hablaba de una actividad con gente común y al margen de lo que es el sector de artistas oficiales, gestores, coleccionistas, historiadores, investigadores, etc. 
La última mesa en la agenda de las jornadas a la que le faltó tiempo para un extenso debate y de la que uno de los ponentes  dijo, en un acto de honestidad y buen humor, que ¡claro!, allí estaba la cascarilla, lo residual de todo el sistema del Arte.
Desde ese sitio hablamos. Venimos años hablando desde lo residual del Cine, así que no nos vamos a molestar por hablar desde lo residual del Arte, desde el lugar de producción ubicado entre la gente que no produce ni gestiona las obras o las instituciones artísticas.
No se piensen que este arranque es prefacio de una queja. No es nuestra costumbre.