
El crítico australiano Adrian Martín habla, en un artículo sobre Robert Kramer, de lo que implica el término ensayo en sus acepciones inglesa y francesa, que además de una forma supone
“una actividad: ensayar, intentar, poner a prueba los límites de algo... En la tradición de Montaigne, un verdadero ensayo es aquél que da la impresión de descubrir de qué se trata a medida que avanza: a medida que observa el mundo, recolecta datos, establece conexiones y dibuja asociaciones... Así, el verdadero ensayo debe comenzar sin un tema preciso, mucho menos una tesis que será ilustrada o confirmada. En términos de Barthes, el ensayista debe modificar un problema, desplazar continuamente su intuición de lo que es el tema central de la obra, más que obtener un resultado... El cineasta-ensayista comienza, no con una estructura fija, sino que con un plan de ataque: un lugar a donde ir, una situación en la cual ubicarse, y una idea de cómo aproximarse a ella, qué actitud o talante asumir ante ella”.