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domingo, 23 de junio de 2013

Del Cine improvisado, la ocupación del espacio escénico y la suspensión de la Razón Cinematográfica.


Estamos comenzando muy lentamente con los montajes de la  totalidad de las diferentes películas que posiblemente nos lleve una buena parte del resto del año.
En el caso de la comedia Mátame si puedes, nos hemos abocado a encontrar el sentido narrativo de todas las escenas.
Por recordar y ubicar las condiciones de realización de donde surgieron los distintos episodios, diremos que: los y las participantes, vecinos y vecinas del barrio, solo contaban con una hora y media semanal para realizar todo el trabajo. Las características del grupo revelaron que su potencial estaba en la enorme capacidad para la improvisación y en una tendencia clara a crear en el propio rodaje diálogos y situaciones muchas veces delirantes. Desde un principio vimos que la única forma de avanzar era la de preparar la escena de la semana siguiente con unos mínimos pactos de puesta en situación, pasar rodarla prácticamente a primera toma y dedicar la siguiente sesión a la visión y debate de lo que el equipo montaba.
De esa manera surgió todo el material que compone a día de hoy la película que aún faltando posiblemente escenas que rodar pasa la hora y cuarto de ficción.
 Al verlo en su conjunto, este pasado miércoles, empezábamos a encontrar en la relación de escenas, incongruencias narrativas. Algunos personajes secundarios que luego tomaron protagonismo en los siguientes meses de trabajo, un arma del crimen que es adquirida de manera diferente en dos escenas distintas, traiciones que al principio no estaban pensadas y al producirse en escena obligaron a construir otras intermedias que enlazaran, por citar sólo algunas.
La resolución de toda la película consiste en saber resolver con cierta racionalidad narrativa y de montaje, una experiencia intensa de improvisación escénica. Es decir, de dotar de racionalidad a una construcción con muchos episodios de irracionalidad.
Es uno de los primeros asuntos que surge de nuestros debates a la hora de montar.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Gestión del caos. Beneficios cinematográficos del desorden.

Vivimos inmersos en una crisis. La sentimos, nos la dicen, la asumimos, nos debatimos en ella, buscamos soluciones, nos resistimos, la padecemos, la intentamos gestionar.
En nuestras prácticas, desde hace algunos años, la relación con la crisis se convirtió desde un principio en un asunto metodológico y político.
Caos y crisis, son dos palabras que parecen relacionarse.
Buscando y simplificando sus significados en relación a cómo la vivimos, el caos lo sentimos como un “estado anterior a todo orden” , algo que subyace a la conciencia presente y la crisis como un “cambio brusco, una mutación importante en el desarrollo de procesos, una situación que pone en duda la continuación de lo que había, un momento decisivo, etc.”

Caos y crisis. Realidad de fondo y situación transitoria entre un orden que desaparece y otro que aparece, provocado o sucedido. La crisis es la evidenciación del caos que potencialmente siempre puede ocurrir. El caos es potencia liberada. La vida, si la dejáramos en su despojada crudeza y fascinante pálpito, por ser puro movimiento, se parece más al caos, sería caos. La ordenamos para soportarla o para gozarla. No estamos muy entrenados para la crisis. Llevamos peor una crisis cuando no asumimos el potencial desorden que nos habita.