domingo, 18 de marzo de 2012

¿Cómo poblar el territorio del cine? Nota para una práctica cinematográfica socialmente inclusiva.

En la última sesión que tuvimos en Medialab Prado, tomando como excusa la planificación de una acción, establecimos una comparativa de procedimientos entre las Políticas anteriores, de los grandes Estudios y de Autor y la Política de la Colectividad que enunciamos.
El concepto con que arrancamos es el de Plató-Mundo desarrollando la idea de reterritorialización cinematográfica.
La historia del cine en relación con el “territorio de la realidad”, las personas, sus vidas y sus espacios, es una historia de exclusión social. La creación de películas, surgidas fundamentalmente del espacio subjetivo de las ideas y el terreno emocional de un guionista, un director etc, ha tenido una dirección generalmente unidireccional, habiendo surgido, casi en exclusividad, desde la subjetividad de la institución cinematográfica.
El cine reterritorializa el espacio de las personas a filmar. El caso más extremo y reconocible es precisamente el espacio del Plató de cualquier Estudio: ese espacio fabricado para que sucedan los hechos filmables, planificados siempre por el estamento cinematográfico. La gran producción industrial, las grandes productoras de cine y televisión siguen fabricando parte de sus películas y series de esta manera.
Este territorio del Plató, será fabricado según lo que el imaginario cinematográfico necesita. Es un espacio artificial, creado para satisfacer los intereses y las ideas de producción. Un espacio extraño al mundo real que ocurre cada día, una interrupción, una ruptura espacial controlada, donde también controladamente ocurrirán los hechos pensados por sus diseñadores. Es el caso extremo, muy común en la gran producción.
Luego, la historia nos ha mostrado una variedad de hibridaciones donde la institución cinematográfica, sobre todo en la figura de ciertos directores, harán uso de espacios ya existentes en la realidad que serán utilizados sin modificación o con modificaciónes parciales, (condiciones de luz para la fotografía, partes del decorado, vestuario de los personajes, etc). En mucho menor medida encontraremos aquellas experiencias que incluirán en los hechos a filmar, a personas cualquiera que pertenecen a estos lugares.
Estos casos de mayor hibridación constituyen un tipo de intervención del espacio real, no en forma de ruptura objetiva, física en mitad de la realidad, pero sí de una reterritorialización imaginaria, donde la delimitación, el control absoluto ya no será el escenográfico del plató fabricado sino una nueva delimitación del espacio ya existente, donde controlar los hechos a filmar, los acontecimientos diseñados por la subjetividad cinematográfica.
Por un lado hay en estas experiencias un cerco físico, que marcará el territorio de las acciones. Por otro lado, se establecerá un cerco de poder imaginario de los acontecimientos: todo lo que ocurra en esos momentos de filmación, será controlado por los profesionales del cine. A pesar de utilizarse espacios reales, la interrupción de la vida en esos sitios significa generalmente una ruptura de la actividad natural que allí se desarrolla ya que los momentos de rodaje específicos, son precedidos por el despliegue mayor o menor del equipo y sus materiales que prepararán las acciones, irrumpiendo la vida del lugar..
Podría pensarse que el formato documental, de mayor y más estrecha relación con la realidad a la que filma tal cual ocurre, cumpliría una más incluyente relación con las personas y sus espacios pero tampoco es lo habitual. Aunque exista este, digamos, respeto por la realidad que se filma, (no hablamos de los formatos divulgativos sino del documental como indagación cinematográfica más profunda de la realidad). Pero incluso en los formatos del más estricto directo, de aquellos cineastas del cine directo que optaban por no ser más que “una mosca en la pared” para hablar de la anulación de toda modificación de la realidad, pues aún en estos casos, es siempre obvio que lo que la cámara filme y lo que se monte, será gestionado por la subjetividad de los profesionales.
Cuando planteamos el concepto Plató-Mundo, lo hacemos justamente para redefinir la relación del Cine con el territorio y las vidas que lo habitan. Mientras la "Reterritorialización" en las políticas anteriores del Cine han sido excluyentes con la realidad que delimita su espacio de operaciones, la "Reterritorialización" en una Política de la Colectividad, convierte a todo lo que queda dentro de los límites del Plató, en materia prima y autogestora del cine que allí se produzca.
Por decirlo de manera simple, mientras el Cine siempre "reterritorializó" la realidad para dejarla fuera o modificarla a su antojo, en la práctica de Cine sin Autor, se reterritorializa para que todo lo que esté dentro de sus límites, comience a vivir y gestionar su propia aventura fílmica.
Este es el comienzo de la operativa en relación al territorio. Delimitar para saber quien en principio comenzará a ser parte activa, protagónica y gestora de lo cinematográfico que allí ocurrirá.
Mientras la Pre-producción significa en el cine convencional esa etapa de planificación y cálculos sobre la viabilidad o no de un proyecto con un trabajo hecho en algunas oficinas desconectadas de la realidad, para nosotros, la Pre-producción se define como “una etapa del encuentro socio-cinematográfico”, de relación obligada con los primeros grupos de habitantes muy alejado del circuito cerrado de una oficina.
El acto de delimitación en esta versión particular de Plató General, no se trata de un cerco estricto fuera del cual no es posible hacer cine. Se trata de trazar una línea para un primer abordaje y una prueba de alcance posibles de las acciones. Una toma de conciencia de que lo que tenemos delante no son nuestras ideas de películas sobre ese lugar sino una geografía y una vida social específicas que iremos conociendo progresivamente, que forzará nuestros límites preestablecidos.
Plató-Mundo para nosotros han sido muy variadas cosas en estos años. Desde un edificio entero a un bar, desde un instituto a la casa de alguien particular. Con el tiempo fuimos entendiendo que todas esas experiencias pertenecían a un mismo entorno barrial, y fue así que arrivamos finalmente a la utilidad que supone hablar de un Plató-General Social donde las diferentes experiencias de Cine sin Autor podrían potencialmente conectarse entre entre ellas y de hecho, es lo que ha ocurrido en algunos casos.
La Reterritorialización del Cine sin Autor, mas allá de su gesto imaginario, supone sobre todo desafíos grandes a nivel social y esfuerzos de tiempo también de largo aliento. Siempre nos quejamos en nuestro colectivo de no estar a la altura de una práctica que nosotros mismos vamos diseñando, poniéndolo en práctica y teorizando.
Cuando hemos mencionado otras veces nuestro concepto de Fábrica de Cine sin Autor como un horizonte al que queremos llegar en breve, ha sido justamente por esta imposibilidad de dar respuesta a nuestra propia incapacidad para responder con un mínimo de honestidad a lo que supone abordad un Plató Social de Cine sin Autor, que siempre incluye un cantidad inmensa de vidas, de historias, de narrativas, de acontecimientos posibles que parecen amplificarse en cada intervención.
El concepto de Fábrica nos remite simplemente a un lugar centralizado donde se puedan abordar todas las experiencias simultáneas que generan las convocatorias de tan diversas personas y grupos que suelen implicarse progresivamente en el desarrollo de su propia filmografía, en la autogestión de su imagen audiovisual común, surgida y generada desde un lugar específico. Se trata de imaginar en mitad de la realidad una Fábrica que esté alejada, en su funcionamiento, de las habituales mecánicas fordistas de jerarquización y producción en serie bajo la tiranía de sus dueños. Se trata de abrir una Fábrica que desde su concepción y por sus métodos de producción y gestión haga posible su ocupación por parte de sus habitantes. Se trata de abrir una Fábrica para ser ocupada socialmente para ocupar socialmente también el Cine.
Ya lo sabemos, en mitad de la miserabilización a la que nos están arrastrando como país, cabe preguntarse si este será el mejor panorama para poner en marcha una maquinaria de cine de éstas características. Pero se trata de ser realistas . Solo una buena dosis de locura puede servir como reacción ante tanta miserabilización de la cultura.

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