domingo, 19 de mayo de 2013

El cine desde la memoria inmediata y el montaje como ejercicio de sentido. Fábrica de Cine sin Autor Fase 3.


Justo a un año de que iniciáramos nuestra aventura de la Fábrica de Cine sin Autor en Intermediae Matadero Madrid, comenzamos la tercera fase, la de montaje general de los cinco proyectos.
Quien nos haya seguido sabe que el período mayo diciembre del 2012 comenzó con la instalación y pre-producción de los proyectos, donde abrimos las puertas a diversas personas y grupos que vinieron a proponer ideas o necesidades de películas. Tuvimos una progresiva afluencia de gente y la pre-producción se trató de un cálculo de posibilidad social, de conocimiento mutuo, de pactos y negociaciones de horarios, de tanteos, de formación de equipos, que culminó en diciembre con la elección de los cinco proyectos que entendimos más idóneos para comenzar a rodar en el período que ha seguido  entre enero y mayo.
Luego de unos intensísimos meses de trabajo y esfuerzo de mucha gente, el espacio del Estudio Abierto se concentrará por varios meses en el montaje de todo el material obtenido.
Según de qué proyecto se trate, fuimos viendo de una semana a otra, durante estos meses, diferentes materiales, sobre todo de ficción y a medida que el escaso tiempo iba permitiendo montar para devolver a los participantes.
Ya sabemos ahora que iniciar 5 proyectos de películas sin más presupuesto que las intensas y largas horas que todos hemos dedicado, es una tarea excesiva, aunque en Cine sin Autor parece que la virtud y el defecto consisten en ponernos metas que generalmente nos sobrepasan.
Introducirnos ahora en la enorme cantidad de material registrado, donde se acumularon semana tras semana sesiones de debate tanto sobre la narrativa como sobre las escenas que se iban grabando, registros de los propios rodajes y material propio de las ficciones, significa empezar un viaje retrospectivo a la memoria de nuestro último año.
Desde las imágenes de aquellas primeras salidas al barrio en busca de respuesta a la pregunta Y tú ¿qué película harías? a día de hoy, el visionado necesario para el montaje supone navegar por un sin fin de episodios registrados a partir de cada película. 
Al igual que cuando hablamos del uso de la cámara y de esa doble función que ponemos a operar, la del registro del acontecimiento humano en sí (de lo que sucede entre las personas) y la de la ficción que ese acontecimiento va generando (aquello que las personas quieren representar) el Montaje lo abordamos también en dos líneas principales de sentido.
La primera pretende rastrear en el material, el factor humano, el retrato del sujeto social productor que forman los grupos, aquello que pasó realmente entre los participantes a la hora de imaginar, rodar y ver lo qué creaban:  ¿Qué tipo de relaciones se fueron entablando? ¿Cómo afloraron las ideas? ¿Cómo semana a semana fueron construyendo las imágenes, protagonizándolas, revisándolas, tomando decisiones, apropiándose del proceso?
Será el material registrado el que nos comience a dar verdaderas pistas. Nuestra memoria de los hechos es muy inexacta siempre, por selectiva, por conveniente, por inexacta, por emocional.
Este viernes, sin ir más lejos, apenas empezábamos a ordenar el material de las primeras sesiones de la película Mátame si puedes, encontrábamos momentos que nuestra memoria no recordaba. Vimos aparecer algunas personas cuyos aportes consolidaron ciertas tramas en las asambleas iniciales, pero que luego, por diferentes motivos, no pudieron continuar.
El montaje también nos hace recordar las ausencias, las ideas que solo se insinuaron y no se continuaron, las cosas y la gente que no permanecieron. El montaje nos permite tensionar la memoria para purificarla de su subjetividad ya que el material registrado nos devuelve una memoria audiovisual precisa. Nos obliga a volver sobre las huellas tanto de lo que queremos recordar, como de lo que quisimos olvidar. Montar es volver a encontrarnos con el sentido de nuestras prácticas, de nuestras opciones, de nuestras intenciones, de nuestros objetivos, para hacerlos madurar a la luz del reflejo de la cámara.
La segunda línea de sentido con la que abordaremos estos meses de montaje, es la propia ficción que se ha rodado. Mayor en unos casos, menor en otras. La ficción que se imaginó y consensuó entre las personas, que fue siendo revisada en sus brutos de manera cronológica tal como se iba decidiendo cada semana.
Esta cronología de la narrativa ya posee un primer nivel de sentido, pero el montaje general de cada proyecto permite ahora una mayor inmersión en las diferentes narrativas, en su posible coherencia formal y en los rasgos estéticos que puede adquirir una película. 
Dos líneas de abordaje que nos permitirán rastrear un tercer factor no menos importante: la de nuestro propio trabajo como equipo técnico y como integrantes activos de cada grupo.
El montaje del material de un año de Fábrica, nos permitirá enfrentarnos a lo que fuimos capaces de hacer y a lo que fuimos incapaces de alcanzar. Nos pone frente a nuestros aciertos y nuestras debilidades, tanto humanas como técnicas. 
Si como desde hace años, nuestro objetivo es ir mejorando un modelo de producción social  de cine para nuestro tiempo, un año de material registrado es también un repaso tanto de nuestra lucidez como de nuestra torpeza, una oportunidad para entender por qué se logró lo que se logró y por qué no llegaron a término objetivos que parecían posibles de alcanzar pero no se alcanzaron.
Lo social y  lo cinematográfico. El acontecimiento humano y el acontecimiento narrativo, formal, estético.
Y si montar es volver a ver con inteligencia el pasado próximo, será una oportunidad para encontrar en las dificultades un reflejo del momento general que vivimos.
Porque nuestra minucia cinematográfica ha estado atravesada en estas dos primeras etapas de producción que ya conforman el año, por lo que a todos y todas nos atraviesa:  delirantes cambios institucionales que, oh casualidad, repercutieron en vaciamiento de cualquier tipo de apoyo a nuestro proyecto que reduce toda relación a un pervertido “tú ubicate por ahí y aprovecha el espacio que ya es mucho con que te dejemos estar”; afluencia de colaboración de muchas personas que al mismo tiempo que buscan experiencias democráticas de cine y entregan con entusiasmo sus horas, están atravesadas por la traumática situación de paro generalizado; el ir y venir de los propios participantes que organizan su tiempo entre el efímero  vaivén de la convulsión social;  jóvenes que deambulan para aquí y para allá en busca de empleos realmente aberrantes; momentos eufóricos de producción que luego no se sostienen en el tiempo por el apremio de la circunstancias y por la permanente agresión a la vida...
Todo ello debería tenerse en cuenta a la hora de pensar en la producción cultural cuando en los guetos de artistas y gestores nos juntamos para debatir nuestros temas.
Porque ¿qué tipo de obra emerge de nuestro mundo sensible y de nuestras ideas cuando están atravesadas por tanta convulsión?
Hablábamos antes del montaje como una huella también de lo ausente, de lo que se perdió, de lo que no se pudo.
Y un ejemplo claro podría ser la experiencia vivida en la película Vida Fácil, un proyecto de jóvenes que fue mutando desde octubre del año pasado hasta tomar tintes de una obra transmedia que va adaptándose al flujo de participantes y al flujo de materiales y escenas diversas. Al ser jóvenes y haber elegido justamente una especie de retrato de sus vidas en mitad de la crisis, es un proyecto lleno de ausencias, que ha sido poblado y despoblado por avalanchas de participantes en algunos momentos y caída en picado en otros, donde solo unas pocas chicas han mantenido la continuidad desde el principio, pero donde la constante de su narrativa podría ser justamente esa sucesión de interrupciones, de alejamientos, de “me encantaría estar pero no puedo seguir”,  de desapariciones casi siempre producidos por la búsqueda de trabajos, la reaparición de alguno que vuelve luego de un intento nefasto en un curro en el exterior, el alejamiento ante el hiperactivismo, etc. Podría ser una crónica de la movilidad y de lo ausente. Y aún así, se fue creando un entusiasmo productivo en base a aceptar la dificultad como componente propio de la narrativa que han elegido: jóvenes en mitad de una crisis y de una debacle del mundo de naipes que los adultos habían construido para ellos y ellas. La película es reflejo del estado social y político. Al no decidir acabarla por problemas de asistencia, se ha ido transformando más bien en una atmósfera cinematográfica, un lugar posible a donde volver a imaginar y representar sus vaivenes.
Nuestra apuesta es que una película de Cine sin Autor surja de un imaginario social de personas cualquiera pero también de que refleje en su forma, las circunstancias personales, familiares, laborales e institucionales del momento histórico.
Seguramente, aunque sea minúscula la muestra de ese casi centenar de gente que ha pasado por nuestro entorno de producción, esta fase de montaje hay que verla también como una minuciosa tarea de encontrar sentidos a nuestras propias vidas para reencontrarnos con lo que hemos sido capaces de imaginar y producir en mitad una sociedad quebrada. Es desde ella desde la que no debemos parar de trabajar para diseñar otros modelos de vida, de relatos, de cultura y de cine que nos permitan un salvoconducto imaginativo común ante el desastre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario