domingo, 22 de septiembre de 2013

El hombre inimaginable. Más allá de la Verdad. La primer película de la Fábrica de Cine sin Autor empieza su cierre.


“¿Qué poder interno, qué ‘maná’ misterioso poseía el cinematógrafo para transformarse en cine? - decía Edgar Morin en el Hombre imaginario mientras sigue enunmerando frases aludiendo al cine.... ‘El cine es creador de una vida’.. declaraba en 1909 Apollinaire. Continuamente se leen expresiones como ‘ojo surrealista”, ‘arte espiritista’ (Jean Epstein), y sobre todo la palabra dominante: ‘el cine es sueño’ (Michel Dard). ‘Es un sueño artificial’ (Théo Varlet). ‘¿No es también un sueño el cine?’ (Paul Valèry). “Entro en el cine como en un sueño” (Maurice Henry). ‘Parece que las imágenes que se mueven han sido especialmente inventadas para permitirnos visualizar nuestros sueños’”
Sueños, sueños, sueños. 
El miércoles 15 ofreceremos a todos los que quieran ver el primer corte final de Más allá de la Verdad, la primer película que entra en etapa final de postproducción.
Mientras preparamos trailers, carteles, notas, fotografías y textos para el espacio web que en en unos días haremos público, es inevitable pensar en todo su proceso, porque las películas, son fundamentalmente su proceso de creación.
Un día de mayo entraba en nuestras vidas un hombre cualquiera, “un hombre inimaginable” que deambulaba como un sueño de sí mismo por la estación de Legazpi de Madrid. Estábamos cansados. Habíamos hecho varias entrevistas a pie de calle. El fue la última ¿Y tú qué película harías?.... Cortamos y nos volvimos a Matadero en mitad del barullo de las dos primeras semanas para seguir trabajando. 
- ¿Cómo dijo que se llamaba el tipo del final, que era italiano no?
- No sé. Ahora cuando capturaremos...
- Dijo que estaba dispuesto a hacer una peli...
- Bueno, ya sabemos como es la gente... a ver.
Estábamos a mil empezando a tantear el barrio, al mismo tiempo que armando las instalaciones en Intermediae Matadero Madrid donde estaríamos hasta el día de hoy, con la incertidumbre de qué podía realmente pasar con todo aquello.
Ibamos muy atareados, como siempre vamos. Tan atareados que no teníamos ni la más remota idea de lo que aquel señor mayor, Gioacchino Di Blassi, desencadenaría. Porque solemos tener la torpeza de no relacionarnos tan bien con los sueños cuando los tenemos delante. Porque vivimos como si los grandes momentos de la vida estuvieran en algún lugar ajeno al momento presente, al acontecer cotidiano. 
Por eso seguramente, cuando lo vimos aparecer  puntualmente al otro día, era imposible tener  la lucidez de saber que aquel desconocido nos haría viajar a una experiencia cinematográfica profunda y  que ocho meses más tarde tendríamos que grabar sus últimas imágenes en una sala del hospital 12 de ocubre de Madrid en sus últimos días, afectado de un cáncer terminal.
De todas las frases que amontonaba Edgar Morin quizá nos quedemos con la de Maurice Henry “Entro en el cine como en un sueño”    Más allá de la Verdad fue una ensonación en la que entramos durante  ocho meses y que ahora continúa con su familia y con más gente de la que comenzó. Un sueño que en lugar de morirse al despertar nos mantiene despiertos cada vez que arranca la película. Un cine que obró sin haber llegado a ninguna sala, que creó vida sin ser exhibida. El primer paso que en Cine sin Autor consideramos fundamental para validar el proceso. Una imagen activa socialmente antes de ser obra final.
“Nosotros nos ponemos al servicio de gente porque... bla...bla...bla”  solíamos y solemos decir desde el colectivo.
Pero lo cierto fue que nadie en los años de nuestra corta historia había tomado con tanta autoridad y con tanta intensidad nuestro ofrecimiento. 
Quizá porque nadie tenía la desprejuiciada e insolente actitud de, a los 79 años,  disciplinarse como un joven y de violentarnos día a día para exorcizar y liberar su imaginario , para sentarse a discutir cada idea del montaje, sugerir la música, discutir cada plano que colocábamos o para narrar recordando, una y otra vez, las ambiguas e increíbles historias que Gioacchino había vivido en Italia, Suiza, Francia, Argelia, Madrid y en sus 30 años de su añorado mar de Ibiza.
Y muchas veces, sobre todo al principio, repetíamos el mismo diálogo entre el equipo:
- Hombre, es que una historia individual para nosotros que trabajamos por un cine colectivo...
- Ya pero es que...
Y mientras corrían esos puntos suspensivos tan ridículamente teóricos a veces, Gioacchino avanzaba cada día como aquel que había aprendido a saborear cada minuto como si fuera el último. Porque en realidad, quizá algo le decía que era así. Y aparecía cada vez con una idea más, con una corrección, con otra escena, con un álbum de fotos que había construido el día anterior para situarnos con precisión, con un teléfono que había rastreado para involucrar a gente  de su pasado, con un amigo que recuperaba después de 20 o 30 años, con una hija a la que sin contarle nada involucraba o con esa terminal fatiga con que muchas veces lo encontrábamos tirado en uno de los sillones de Intermediae sin poder llegar a la caseta que estaba a 15 metros, respirando hondo, tratando de tranquilizarse y diciéndole a quien se le acercaba: ya estoy bien, en unos minutos estoy... es que estuve pensando ayer que podríamos cambiar...
Y mientras seguíamos en los puntos suspensivos de nuestras dudas teóricas, veíamos que Gioacchino estaba siendo capaz de reinventarla, porque su película, sus temas, su historia, empezó a ser habitada, conversada, participada por más gente. Vecinos y amigos nuestros que protagonizaron parte de su ficción,  amigos técnicos, su familia, amigos de su familia, todos comenzamos a habitar, opinar, cuestionarnos sobre el universo cinematográfico de Gioacchino que estábamos construyendo y porque es imposible no interesarse por esos inagotables grandes temas, el amor, la vida, la muerte, la autenticidad del vivir, la guerra... cuando se hablan en primera persona y con total crudeza.
Y entonces, en mitad de los puntos suspensivos de nuestras teorías entendimos que una vida individual se puede hacer colectiva si la persona que detona la historia abre lo más profundo de su vida, sus contradicciones, sus sufrimientos y sus grandezas,  a la opinión, a la participación de quien quiera involucrarse, al debate, a la modificación, a la inventiva. Y Gioacchino se hizo cineasta haciendo eso.
Nuestra mirada se agudizó con su película. Ahora, cada vez que enfocamos a alguien por primera vez y le hacemos la pregunta...“qué película haría”... cada vez que comenzamos con otro grupo cualquiera y empezamos ese tímido juego de conocernos haciendo cine, nos recorre una indescriptible sensación de misterio. 
Muchas veces no prospera, muchas veces se queda a mitad de camino, muchas veces es solo una entrevista más. Pero la película de Gioacchino nos ha desarrollado un instinto inexplicable y una certeza que nos susurra al oído cada vez que iniciamos un proceso: graba, graba y respira hondo, déjalo ser, deja que te desarme, deja atrás tus certidumbres, deja que componga la imagen, deja que se apodere del montaje, deja que lo discuta todo...deja que el misterio aparezca. Pero entiende que el misterio siempre es inimaginable... como la vida que cualquiera esconde. Estáte atento porque cuando el misterio aparezca te violentará profundamente, te sacudirá inexplicablemente hasta llevarte a los límites de tu propia Verdad y muy posiblemente... Más allá de la Verdad... 
El 15 de octubre a las 20hs, todo aquel que quiera puede ver el primer corte final en la Sala Azcona de la Cineteca de Matadero Madrid y allí podrán opinar aún y hacernos las sugerencias que crean oportunas para mejorarla. 

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