Richard Dyer analiza “Las estrellas cinematográficas” en el libro que lleva este nombre.
Nos quedamos en el capítulo 6 cuando dice que “la imagen de una estrella se crea mediante textos mediáticos” y los enumera: promoción, publicidad, película, crítica y comentarios.
Es cierto que la película tiene en esta “cadena de producción” de la “imagen de algo o de alguien”, un lugar distintivo pero no único.
Hablamos de una imagen fuerte que produce efectos no desestimables y que nos habla con claridad de que aunque es cinematográfica no la produce solo un film que circula. Imagen cinematográfica creada fuera de ella, producida por otra cantidad de textos, en su afuera.
Su afuera, significará, imaginamos, en la mente del espectador conquistable. Si el dinero fluye bien y en gran cantidad, en el sistema industrial: la promoción prepara, la publicidad difunde y repite, llega la película y reafirma, aparece la crítica y la consagra y finalmente coletean los comentarios para dejar su eco. O todo se da simultáneo.
Es un sistema de producción. El canon de la manufactura fílmica.
Dyer cita en páginas anteriores una frase de Edgar Morin: “Las características internas (del sistema del estrellato) son las más importantes del capitalismo financiero e industrial a gran escala. El sistema del estrellato es, ante todo, fabricación... las técnicas industriales han convertido definitivamente a las estrellas en una mercancía destinada al consumo de masas”
Fabricación metafilm, decimos. Exhaustivo trabajo pre y post película. Preventivo y postraumático. “Lo que va a ver usted es esto...¡véalo!....¿vio como lo vio?...pues, eso”.
Pero si nos ponemos a pensar, las películas hechas para la conquista masiva, también responden a los mismos parámetros. Hay que hablar, entonces, de la caducidad de estas maniobras del imperialismo cinematográfico.
¿Y si volvemos a la idea de que una película es todo lo que se hace para producirla, distribuirla y exhibirla y es también los efectos sociales que produce?
Si diseminamos la representación a la complejidad de su elaboración y existencia, quizá rompamos un poco la mirada del espectador pasivo que alucina mirando un film. En la misma película podríamos incluir la negociación del accionista con el productor, la vida del ayudante de producción que gana una mierda por su trabajo, o las reacciones de unos jubilados a la salida de una exhibición que dicen que se lo han pasado pipa. Por decir algo.
Después de todo es la misma industria del cine la que actualmente marca la pauta de que es insuficiente ofrecer a “los consumidores” la sola película. Hay que ofrecer escenas del rodaje, entrevistas, opiniones de expertos, trailer promocional, ruedas de prensa con periodistas. Todo un cine-pack. La propia industria cede ante la incontrolable evidenciación de la información. Y ¿quién ha dicho que una entrevista sobre la película, o el propio rodaje, no son también la película?
Es una manera de liberarnos un poco de tanto batiburrillo y canon productivo. Hay posibilidad de película donde hay una cámara y una firme disposición a hacerla. Las biografías no son la vida del biografiado o la biografiada, son solo una miserable síntesis de la vida que se escapa. Una película son solo los restos ordenados y antojadizos de un sistema de producción, puerta de acceso a un complejo social y económico que lo posibilitó. Pero esto no es nada nuevo. Ya sabemos que hemos abandonado aquella antigua caverna donde las sombras eran el único espectáculo posible. Aquella antigua película está agonizando porque agoniza el sistema de cómo producirlas. Hagamos circular el saber hacer películas. Okupemos el Cine haciéndolas.
Nos quedamos en el capítulo 6 cuando dice que “la imagen de una estrella se crea mediante textos mediáticos” y los enumera: promoción, publicidad, película, crítica y comentarios.
Es cierto que la película tiene en esta “cadena de producción” de la “imagen de algo o de alguien”, un lugar distintivo pero no único.
Hablamos de una imagen fuerte que produce efectos no desestimables y que nos habla con claridad de que aunque es cinematográfica no la produce solo un film que circula. Imagen cinematográfica creada fuera de ella, producida por otra cantidad de textos, en su afuera.
Su afuera, significará, imaginamos, en la mente del espectador conquistable. Si el dinero fluye bien y en gran cantidad, en el sistema industrial: la promoción prepara, la publicidad difunde y repite, llega la película y reafirma, aparece la crítica y la consagra y finalmente coletean los comentarios para dejar su eco. O todo se da simultáneo.
Es un sistema de producción. El canon de la manufactura fílmica.
Dyer cita en páginas anteriores una frase de Edgar Morin: “Las características internas (del sistema del estrellato) son las más importantes del capitalismo financiero e industrial a gran escala. El sistema del estrellato es, ante todo, fabricación... las técnicas industriales han convertido definitivamente a las estrellas en una mercancía destinada al consumo de masas”
Fabricación metafilm, decimos. Exhaustivo trabajo pre y post película. Preventivo y postraumático. “Lo que va a ver usted es esto...¡véalo!....¿vio como lo vio?...pues, eso”.
Pero si nos ponemos a pensar, las películas hechas para la conquista masiva, también responden a los mismos parámetros. Hay que hablar, entonces, de la caducidad de estas maniobras del imperialismo cinematográfico.
¿Y si volvemos a la idea de que una película es todo lo que se hace para producirla, distribuirla y exhibirla y es también los efectos sociales que produce?
Si diseminamos la representación a la complejidad de su elaboración y existencia, quizá rompamos un poco la mirada del espectador pasivo que alucina mirando un film. En la misma película podríamos incluir la negociación del accionista con el productor, la vida del ayudante de producción que gana una mierda por su trabajo, o las reacciones de unos jubilados a la salida de una exhibición que dicen que se lo han pasado pipa. Por decir algo.
Después de todo es la misma industria del cine la que actualmente marca la pauta de que es insuficiente ofrecer a “los consumidores” la sola película. Hay que ofrecer escenas del rodaje, entrevistas, opiniones de expertos, trailer promocional, ruedas de prensa con periodistas. Todo un cine-pack. La propia industria cede ante la incontrolable evidenciación de la información. Y ¿quién ha dicho que una entrevista sobre la película, o el propio rodaje, no son también la película?
Es una manera de liberarnos un poco de tanto batiburrillo y canon productivo. Hay posibilidad de película donde hay una cámara y una firme disposición a hacerla. Las biografías no son la vida del biografiado o la biografiada, son solo una miserable síntesis de la vida que se escapa. Una película son solo los restos ordenados y antojadizos de un sistema de producción, puerta de acceso a un complejo social y económico que lo posibilitó. Pero esto no es nada nuevo. Ya sabemos que hemos abandonado aquella antigua caverna donde las sombras eran el único espectáculo posible. Aquella antigua película está agonizando porque agoniza el sistema de cómo producirlas. Hagamos circular el saber hacer películas. Okupemos el Cine haciéndolas.
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