sábado, 14 de febrero de 2009

La Clase. Déjà vu. El éxito del éxito de un profesor.

Por si nos quedaban dudas sobre la ausencia de lo documental.
Vimos La Clase. Es una película de ficción sobre la problemática que viven los profesores y concretamente el profesor Françoise en su clase.
Es una buena película “de ficción del montón” casi rodada en primeros planos que tiene un buen mosaico de gestos que alimentan el flujo de imágenes. Película claustrofóbica sobre las vivencias del profesor con sus alumnos en el aula, que apenas ofrece planos del exterior del patio casi siempre mirados desde una ventana. No hay exterior en la película.
Su grado de realismo está depositado en la posibilidad ofrecida a François Bégaudeau (profesor, escritor y oh, crítico de Cahiers du Cinema, casualmente) de representar su propio papel. Una especie de doble recompensa. Recompensado por su libro con premio y ventas. Laurent Cantet lo recompensa con hacer una película donde se represente a sí mismo. Una vez más el cine hecho sobre un libro premiado y vendido, con seguridad de difusión y rentabilidad. Una vez más la fórmula comercial cabalgando la realidad.
Otro dato de conexión con la realidad del instituto ha sido el taller de improvisación ofrecido por Cantet a alumnos y alumnas para crear los personajes que ayudaran a la re-construcción del profesor Françoise. Deseamos que este taller haya traído efectos en los y las jóvenes despertando vocaciones para futuros actores y actrices por lo menos.

Fuera de la ficcionalización que hace de sí mismo el profesor Françoise, muy buena, no vemos otro dato de conexión con la realidad. Los alumnos y alumnas no corrieron la misma suerte ya que ninguno pudo, por lo que cuentan sus autores, ficcionizar su propia vida (ninguno lo merecería seguramente, ningún ha escrito un libro traducido a más de 15 idiomas para merecer tal gesto de un cineasta, creemos).
Una buena ficción comercial para debatir y alimentar lo ya sabido. Para qué más. Lo importante era adaptar las conflictividades del profesor escritas en el libro que ha alcanzado el éxito.
Servirá para mucho debate y para poca crítica del sistema educativo, imaginamos. El propio Sarkozy felicitó a Laurent Cantet, su director, y alabó el filme. Con lo cual, cualquiera puede darse por satisfecho. Exito, dinero, premio en Cannes y la bendición del mismísimo... No nos vamos a poner, encima, quisquillosos y a pedir que la realidad del distrito XX de Paris donde está el Instituto Françoise Dolto, con su gente y su conflictividad social, venga e impregne la película. A ver si nos la cargamos y hemos gastado en balde 2.300.000 euros. ¡Cuánto cuesta grabar a un profesor en un aula, buf!.

Nos olvidábamos.¡Qué inconscientes!. Un tercer dato de realidad que comenta un artículo de El Mundo:
“La película ha tenido efectos ajenos al propio cine. Por ejemplo, Aïssata Ba, madre de Boubacar Touré, uno de los muchachos que interpreta a los alumnos, llevaba sin papeles desde su llegada a Francia desde Mali, en 2003. Pero la apadrinó Cantet, miembro de Red Educacion Sin Fronteras y el 28 de mayo de 2008, tres días después de que La clase ganara en Cannes, la policía le confirmó que tramitaba el caso.”

Es que en el cine de hoy, con 2.300.000 euros, se consigue hasta “la promesa” de la policía de que comenzará a tramitar los papeles de una ilegal que salió en una película. El cine tiene eso: consigue lo imposible...
Pero no estamos bromeando, con ese dinero, nosotros hubieramos implementado un laboratorio permanente de cine autogestionado para los propios chavales y chavalas del barrio. Y si alguno piensa que exageramos, ¡por favor!, que haga cuentas. ¡Que ya está bien!. ¡Que no somos estúpidos!
Se acabó. Que no queremos perder más el tiempo.

1 comentario:

  1. Tampoco yo había visto, hasta ahora, “La clase”. Sin duda un exceso de prudencia y una especie de complejo cinéfilo me habían llevado a depositar un resto de confianza en la película de Cantet, ya que conocía algún trabajo suyo anterior bastante interesante y desconocía casi completamente los pormenores de lo que está, en realidad, en juego en este fraude premiado en Cannes. Cumplido ahora el (desagradable) trabajo de informarme al respecto, he de decir que suscribo enteramente lo dicho por Gerardo en este blog. También nosotros (Rizoma), estamos embarcados en un trabajo cinematográfico continuado con adolescentes, entre los muros de las instituciones disciplinarias, y somos muy conscientes del drama pedagógico que supone intentar contrarrestar los efectos de la máquina trituradora de conciencias del espectáculo mediático. La película de Cantet no está mal, eso es cierto (es un cine muy bien hecho y muy eficaz, arriesgado formalmente y políticamente correcto), lo verdaderamente dramático es que está peor: no se trata de una ficción llevada adelante con actores que viven del cuento de sus interpretaciones al mejor postor, sino de una fórmula interpretativa impuesta a los adolescentes como un juego de rivalidad entre ellos (el famoso y nefasto taller de improvisación) que clausura completamente su propia realidad para adaptarla a los registros del espectáculo mediático, pretendiendo, además, hacernos tragar todo eso como “educación”. No sólo es ilegítima la concepción económica que delata este correcto y super-profesional cine de gran formato y gran presupuesto (cuyo compromiso con lo documental es nulo), sino que es del todo irresponsable abordar la educación desde los atroces presupuestos del espectáculo (y esto es lo que hace ilegítima la concepción económica de esta película, porque como bien dice Gerardo con ese dinero se hubiera podido –y debido- hacer verdaderamente “algo” eficaz por la educación de los adolescentes implicados, en vez de meterlos en la máquina trituradora espectacular y abandonarlos, allí dentro, a su maldita suerte de actores en ciernes). Nos parece entonces que ante la ortodoxia asfixiante del espectáculo mediático, metido ya hasta la misma médula de las instituciones educativas, cualquier herejía es necesaria y urgente, y en ese sentido desde Rizoma consideramos que el CsA está empezando a incidir en una puesta en jaque decisiva de muchos presupuestos espectaculares asumidos como necesarios o, lo que es peor, como “naturales”.


    Miguel Ángel Baixauli

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