domingo, 17 de noviembre de 2013

La crisis del cine no es la crisis del Cine. Desplazamientos de Autoridad y Poder.



La  Autoridad y el Poder son las potencias o facultades humanas que estructuran las relaciones sociales y el edificio productivo que siempre generan. Si un cambio social busca una mayor justicia en el sistema de sus relaciones, tendrá que evidenciar el funcionamiento de estas dos facultades. La pregunta es una sola: ¿quién y cómo ejercen, en un grupo específico, la autoridad y el poder? 
 La Autoridad es una facultad con la que alguien está investido por adjudicación o por natural posesión. Tiene la autoridad sobre un tema, un oficio, un saber. Guarda la memoria de eso que sabe. Lo que haga con ello es otro asunto. El poder es el ejercicio de esa autoridad, su puesta en marcha, las acciones volcadas al resto de personas y cosas a las que pretenderá determinar. Los modos de ejercerlos son evidentemente variados  igual que sus efectos.
Resumimos grotescamente, claro, términos que son muy bastos.
Que el cine está en crisis parece obvio para muchos. No sabemos cuando en este país no lo estuvo pero digamos que si, que las quejas que vienen del sector son veraces. Tampoco se analiza con profundidad que es lo que realmente se está moviendo, desplazando y mutando en  esta crisis. Tampoco se separa quienes participan realmente de esa crisis y quienes no. 
En primer lugar una crisis no es solamente mala. Es un momento de cuestionamiento o derrumbamiento de un orden que se transformará en otro orden. Lo que es malo es una crisis, digamos, deficitaria. Aquella que resta posibilidades en lugar de abrirlas. Aquella que un grupo determina en detrimento de una mayoría. En ese caso, la crisis deficitaria del cine es fundamentalmente del sector, del grupo de profesionales, inversores y distribuidores que producen y gestionan un determinado tipo de películas. De esto a afirmar que el Cine como posibilidad de representación de la sociedad esté en crisis,  es sencillamente una mentira conveniente. 
En segundo lugar digamos que hay una crisis más profunda y es de Autoridad y de Poder de ese sector con respecto al Cine total y que no solamente tiene que ver con las disputas con el ministro de Cultura, el IVA y la suspensión de pagos. Asunto específico entre una autoridad y unos grupos concretos de la actividad sobre todo privada. Como en cualquier conflicto de trabajadores, uno desea que se solucione de la manera más honrosa posible para todas las partes. Pero si mañana cambia el color de la administración, bajan el IVA, vuelven subvenciones, pagan las deudas y  se mejoran las condiciones para el sector, ¿estaría resuelta la crisis?
Estaría resuelta la crisis del sector del cine. Pero no estaría resuelta la crisis del Cine.
El Cine como posibilidad de autorepresentación de una sociedad tiene una crisis profunda y positiva, un cambio en su sistema social de producción, una crisis de Autoridad y Poder de carácter histórico. 
¿En qué consiste la crisis de Autoridad?
En que el sector del Cine ha perdido ese estatus de exclusividad que tuvo hasta antes de ayer, como una elite muy definida que producía y gestionaba en solitario la producción.  En este país, además, ha habido un tejido semi industrial bastante raquítico de producción, que en cortos períodos puede haber tenido un mayor o menor acompañamiento del sector público en cuanto inversión y políticas favorables pero que tampoco históricamente se ha destacado por entender el cine ni por apostar por él como asunto importante. Este momento es uno más donde el sector público parece darle la espalda al sector cinematográfico por un simple e irritante capricho neoliberal. 
Pero aunque cambie de color político y de actitud la administración, esa crisis de Autoridad no se pasará porque responde a otros sismos más profundos y más positivos. Sismos democráticos. La Autoridad de la producción del Cine en la dinámica de las sociedades actuales se sigue desplazando  hacia la sociedad. Las nuevas generaciones llevadas por su manejo tecnológico y su exorbitante manipulación de las imágenes y los sonidos, pueden pasar olimpicamente de la Autoridad Cinematográfica con sus pesadas narrativas, intereses, costos y formalidades. Eso no quiere decir que sepan hacer cine, pero quiere decir que estamos masivamente más cerca de una sociedad capaz de producir y no solo de ver el cine.
Y entonces la gente del sector anda allí a la deriva tratando de meter sus películas, concebidas con los viejos estilos de producción, con sus estatus de cineastas y profesionales de una vieja manera de desarrollar su oficio, y en una crisis de identidad porque están dejando de ser lo que eran pero no llegar a ser algo en el nuevo concierto de la Autoridad desplazada y diseminada socialmente.
¿Y en qué consiste la crisis de Poder?
En que esa Autoridad en crisis, cuando quiere ejercer su poder en las prácticas de producción, distribución y exhibición, se encuentra otra vez con un debilitamiento evidente. Ah, - tiene que reconocer el sector- tampoco aquí conservamos nuestros privilegios de exclusivos artífices  y gestores de las películas. Vaya. 
Muchas personas andan con las mismas tecnologías que con las que producen los profesionales realizando cada vez más sus propios registros audiovisuales y produciendo cada vez más sus propias narrativas cinematográficas si encuentra condiciones favorables.
Ahora bien, la crisis de Autoridad y Poder en el Cine como fenómeno de producción social, es un movimiento de tierra aún convulso.
Lo que nosotros venimos planteando una y otra vez, es que todo el conjunto de la producción social de “lo cinematográfico”, su sector y su periferia productiva, deberían imaginar otro territorio de producción y gestión de la realidad audiovisual.
Porque debería ser obvio ya que hay una producción oficial y una producción no oficial que cada día produce flujos impensables de material audiovisual y entre este, de películas de todos los tamaños y calidades.
Hasta el momento los reclamos de la gente del sector no contemplan en absoluto esta crisis positiva de democratización. No quieren imaginar los envalentonados e irritados profesionales un modelo inclusivo que mejores las condiciones tanto del sector oficial como de otras maneras de producir y gestionar el Cine total. Nadie está pensando seriamente en cambiar estructuralmente, legislativamente, programáticamente las cosas como para que sus problemas de cine, se correspondan con los problemas de la “producción no oficial de cine”. .
No parecen caer en la cuenta de que ya no basta con que el sector cinematográfico oficial tenga una política pública que le beneficie para seguir produciendo con sus modelos sino que se necesita otra política para la colectividad, para el conjunto social ese que cada vez quiere y puede producir sus materiales. No se piensa demasiado en garantizar a todas las personas la posibilidad de unirse a sitios locales de fabricación, que haya un desarrollo de imaginarios sociales y no solamente privados o individuales, que se fomente la organización local en torno al hacer el cine y no solo a verlo, que se promueva, investigue y financien formas de comercialización, distribución y exhibición de toda esa producción aún dispersa y no que solo se miren las formas de mejorar el negocio del sector.
 Obviamente que estamos pensando en un futuro de muy diferente funcionamiento al actual. Creemos que el desarrollo histórico de la imaginación vinculada al cine, luego de haberse desarrollado como imaginación industrial y como imaginación autoral individual, está en condiciones de entrar en una fase de desarrollo como imaginación social para la cual necesita bases firmes, planificaciones públicas y garantías mayores que posibiliten un tejido productivo social nuevo. Otro país a lo mejor, claro. Nuevas acciones, dispositivos, metodologías y políticas cuyo sujeto social y beneficiarios primeros sean las personas de la sociedad en su conjunto y no solo el sector que ha disfrutado en solitario la Autoridad y el Poder de hacer y gestionar el cine. Preferiríamos que hubieran menos llantos y rasgadas de vestiduras, más diálogo con la sociedad y más imaginación y responsabilidad social por parte del sector cinematográfico. Pero no parece que la haya, ni que les importe demasiado.

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