Otro libro. Otra vida. "Peter Watkins, historia de una resistencia." Un repaso por sus películas, su trayectoria y algunos de sus textos.
Dos cosas, entre otras, impactan en este cineasta nómada, censurado obsesivamente y resistente, posiblemente, como pocos.
Angel Quintana, en la introducción del libro, sitúa el origen de Watkins en “el curioso caldo de cultivo del cine británico de los años sesenta, cuando la escuela documental halló un nuevo terreno de fusión y experimentación gracias a la ligereza técnica que había introducido el medio televisivo”
Más concretamente en “el auge que experimentó la televisión estatal británica a principios de los sesenta, especialmente a partir de la creación del segundo canal de la BBC, en 1964, cuando empezaron las emisiones de una serie de programas arriesgados que proponían la reconstrucción de diferentes acontecimientos reales que sentaron las bases de la brillante escuela del docudrama televisivo... años en los que en Europa, se había forjado el concepto de servicio público aplicado a los medios de comunicación”.
Antibelicista, Watkins ha conjugado en su obra, cosas muy difíciles de encontrar en cualquier otra cinematografía: desde sus comienzos ha construido sus películas rompiendo los procedimientos habituales del cine y la televisión de manera eficaz y perturbadora (rompiéndolos de verdad, decimos, para evitar que los listos de siempre se crean transgresores con cualquier rupturita de estilo). Por otro lado, siempre ha dirigido sus películas como misiles de denuncia, y evidenciación del cinismo con que diferentes gobiernos en complicidad con los medios masivos de información, manipulan los contenidos ante la población.
Para dar muy breves pistas para quien no lo conozca, el primer largometraje de Watkins, Culloden, 1964, donde recrea la batalla de Culloden de 1746 entre el ejército de los jacobitas y otro mucho más numeroso que apoyaba al rey Jorge II , Watkins filmará la recreación histórica de los hechos al estilo del cinema verité y con técnicas de reportajes televisivos, como si las cámaras hubieran estado en ese momento allí. Utilizará como actores gente no profesional que, en esta película, además, compartían una relación emotiva con los acontecimientos filmados, ya que la mayoría eran descendientes directos de los habitantes de las Highlands que fueron exterminados. Estos procedimientos se convertirán en constantes de su trabajo.
Por dar otro dato más más de su perfil, podríamos mencionar lo que ocurrió con la película The War Game (Juego de guerra) de 1965. Un film sobre la guerra nuclear y sus consecuencias, para el que el cineasta entrevistó a médicos y científicos, y estudió la información de libre acceso sobre la cuestión, además de documentos y relatos sobre los bombardeos de Hiroshima, Nagasaki, Hamburgo, Dresde y Darmstadt. La película muestra la preparación para el ataque nuclear, la evacuación masiva, la explosión devastadora, el sufrimiento inconcebible de las personas afectadas por la explosión y por los efectos de la radiación, y la desintegración social más absoluta.
Según el relato del propio Watkins, desde el mismo momento de aprobación del guión por la BBC, de mala gana, comenzaron las llamadas telefónicas del Ministerio del Interior británico preguntando por qué aquel cineasta estaba haciendo una película sobre ese tema. Por la investigación, Watkins había escrito a dicho Ministerio, recabando información que le sirviera para imaginar qué pasaría en caso de que ocurriera un ataque nuclear generalizado en Reino Unido.
Una vez acabada, leemos en el relato de Watkins, “a la BBC le entró pánico cuando vieron el filme, y consultaron al gobierno acerca de su emisión en televisión...el 24 de septiembre de 1965 realizó una proyección en secreto de The War Game para los altos cargos del Ministerio del Interior, del Ministerio de Defensa, de la Dirección General de Correos (que controlaba las telecomunicaciones) un representante de los jefes del Estado Mayor del Ejército y Sir Burke Trend, Secretario del Gabinete de Harold Wilson. Unas seis semanas más tarde, la BBC anunció que no emitiría la película en televisión” negando cualquier relación con aquella proyección, hasta el día de hoy, según cuenta.
Watkins narra la marginación que sufrió a partir de entonces, las interpelaciones que llegaron al parlamento pidiendo aclaraciones y la mucha gente que escribió a la BBC pidiendo la emisión de la película, al punto de que la cadena decidió publicar una carta abierta al público explicando que la película no sería emitida por su condición de fracaso artístico, aludiendo que eran procedimientos normales de la cadena, que solía tener experimentos que a veces no llegaban a exhibirse.
Esta situación, según el relato del propio Watkins, de censura y marginación, se harán constantes en su carrera. Comenta el cineasta que las “palabras de una importante autoridad de aquel entonces, otoño de 1965 diciéndole: “Hazte cargo, Peter, tu película no llega a ser una obra maestra”, respondería a la misma lógica que utilizará La Sept ARTE en Francia para suprimir La commune en el año 2000, última película del cineasta británico, que hemos comentado hace algún tiempo aquí.
A pesar de todo,“The war game” ganaría el oscar al mejor documental en 1967, siendo la primera película de ficción de la historia que lo conseguía
Cuando luego, en su ensayo sobre La Crisis de los Medios, encontramos su concepto sobre La Monoforma y cómo esta opera, entendemos que no se trata del resultado de una reflexión intelectual sino de la experiencia profunda de un hombre que lleva 50 años de continua confrontación con ciertos sectores de poder y que tuvo que emigrar de su país a consecuencia de su marginación profesional.
No hemos visto todas sus películas, pero las pocas que sí, resultan de una fuerza poco común seguramente como efecto de una realización totalmente fuera de la norma y por la potencia e insistencia de Watkins en evidenciar los temas más ocultados por las mafias de control político y mediático.
Pero parece mentira que en esta orgía del audiovisual que vivimos, que da la engañosa sensación de anarquía expositiva, seguramente el aviso de un hombre como Watkins, recobre una actualidad inquietante.
Su gran tema de denuncia y que le lleva parte de su labor pedagógica en las universidades y centros de enseñanza de muchos lugares del mundo, es “el funcionamiento cada vez más irresponsable de los mass media audiovisuales (MMAV) y su desastroso impacto en la sociedad, los asuntos humanos y el medio ambiente” acusando sobre todo a los MMAV norteamericanos.
La Monoforma, de Watkins, “es la forma interna de lenguaje (montaje, estructura narrativa, etc.) utilizada por el cine y la televisión comerciales para representar sus mensajes”
Seguramente volveremos sobre este tema donde expone con lucidez, la ingeniería del lenguaje único de los medios audiovisuales, del cine y de la información.
La sensación que dejan sus escritos confirman una sensación que solemos tener como perceptores del mundo audiovisual: que no terminamos de ser lo suficientemente conscientes de lo que vemos y escuchamos cuando miramos cualquier pieza. Que se es poco consciente de que no se trata solamente de una inocente arquitectura de imágenes y sonidos, sino de una creación necesariamente manipulada por alguien, elegida por alguien, acotada por alguien, y que esto la convierte en una representación de la realidad absolutamente relativa, un indicio apenas de verdad sobre el que debemos desarrollar otras capacidades para ver y oír con profundidad crítica. La creación audiovisual no es una realidad fiable sino solo una huella construida con claras intenciones, por alguien.
Acabamos de ver la maniobra sobre un video que circuló, el 21 de agosto de como Al Jazzera decía retransmitir en directo desde la Plaza Verde en Trípoli al pueblo y los rebeldes libios festejando la caída del “dictador” Gadafi, hasta que días después la cadena rusa Internacional RT denunciaría que no solo era falsa la toma de la plaza libia, sino que había sido grabada en una réplica de dicha plaza construida en Qatar , a modo de escenario cinematográfico, donde, con la participación de actores se representaron los hechos. El análisis de las imágenes les llevó a los expertos a detectar elementos de la plaza (palmeras, un estocado) que en el falso vídeo no aparecían.
Esta cínica ficción tiene su efecto en la realidad como dicen que reconoció el cabecilla de los insurrectos Mustafá Abdeljalil: “Esta mentira ha engañado a las tropas de Muamar el Gadafi que forman parte de la armada, además han remontado la moral de los rebeldes y más de 11 países han reconocido al CNT y hemos podido recuperar aproximadamente 13 embajadas. Todas estas ventajas son el resultado de estas mentiras que fueron trabajadas y transportadas de manera inteligente para engañar a los partidarios de Muamar el Gadafi…”.
Sabemos que estas tácticas son utilizadas permanentemente para confundir al enemigo y como formas de control social por parte fuerzas occidentales y sobre todo de EEUU.
Pero es igualmente ridículo creer que tenemos una visión crítica por escuchar otro vídeo sobre unos analistas que no sabemos ni de dónde son, dónde solo se nos muestra un título con su voz doblada, unas fotografías que parecen demostrar la falta de estos elementos en la toma del plano y un tipo que comenta con seriedad que tenían la información sobre la construcción de ese escenario de réplica en Qatar desde hace algún tiempo.
Luego vemos otro vídeo donde el supuesto hijo de Gadafi dice ( bueno, el doblador de su voz, que entendemos que traduce un discurso que no escuchamos), que efectivamente las fuerzas occidentales habían interrumpido sus comunicaciones para mal informar y causar un impacto negativo en la población libia. ¿Y por qué no puede ser de nuevo Omar Jali, el actor que dicen que interpretó increíblemente al hijo de Gaddafi, Seir el Islam? ya que no hemos visto al hijo de Gadaffi más que por algunas fotos.
Así nos podemos pasar todo el día en el juego virtual de creer que nos informamos cuando en realidad no somos más que marionetas que deambulamos entre las noticias de la Monoforma de los medios, como dice Watkins y las aguas de la contrainformación que tampoco podemos verificar.
Esto no quiere decir que no podamos acceder a un mínimo de veracidad, solo quiere decir que esa veracidad no sale solamente de nuestro acto perceptivo de imágenes y sonidos y que un mínimo de criticidad obliga a indagar en su modo de producción, en sus propietarios y sus creadores, en su circunstancia y sus intenciones.
La semana pasada veíamos una conmovedora película llamada Le Quattro Volte, de Michelangelo Frammartino basada en la vida de unos personajes de un pueblo italiano en la que el tema es un cierto homenaje al ciclo de la vida. Sensible película de planos largos y fijos que ni siquiera tiene diálogos.
Los cultos cinéfilos podrían decir que es una muy buena película de autor en ese liviano criterio de que un tipo de cine se puede juzgar como mejor que otro por lo que hemos visto en la pantalla. Pero por más que su mecánica de construcción sea estética y narrativamente conmovedora, que nos cause ciertos efectos emocionales, perceptivos, debemos asumir que solo hemos participado durante menos de dos horas en la construcción imaginativa de su autor. No está ni mal ni bien, en eso ha consistido siempre el cine.
Una visión crítica no supone la negación de la representación que se nos exhibe, sino el necesario extrañamiento de ella para darle la justa veracidad que tiene, no como verdad, sino como obra de opinión y por más eficaces técnicas de persuasión que tenga.
Siempre nos gusta repetir aquella frase para nosotros enigmática de Serge Daney sobre la imagen: “Llamo imagen a lo que se apoya aún sobre una experiencia de la visión y visual a la verificación óptica de un procedimiento de poder”.
Pensar en “el fenómeno visual” como en un acto donde lo óptico ejerce una función de verificación de un procedimiento de poder, siempre nos ha parecido altamente sugerente, porque parece revelarnos una potencia escondida y poderosa de este acto que nunca ejercitamos lo suficiente pero que parece contener la capacidad de que ver una imagen, supone que somos capaces de radiografiar procedimientos de poder.
De lo contrario, ver se convierte en colgarnos enajenadamente durante un lapso de tiempo en un imaginario construido por otro, para luego despertarnos de la nube hipnótica sin otra cosa que haber contemplado las ideas audiovisuales de un extraño. Es en todo su esplendor el viejo cine.
Watkins tiene una expresión para ello: “suelo comparar la estructura narrativa de Hollywood con una montaña rusa, porque en ambas las sensaciones de la gente están dispuestas de modo minucioso a lo largo de un trayecto predeterminado y cuidadosamente dirigido. Los raíles son la estructura narrativa que se mueve en una previsible serie de altibajos emocionales: las pausas y los momentos culminantes en una historia. La Monoforma actúa como sistema de referencia que acompaña al viajero, controlando siempre la velocidad de alimentación emocional y la amplitud del espacio permitido para reflexionar”.
La imagen es eficaz, en una montaña rusa estamos abiertos a sensaciones extremas de vértigo durante el corto viaje, porque los dueños del parque nos aseguran que nuestra vida será la misma antes y después de la experiencia, exactamente la misma. Experiencia solo posible con grandísimas estructuras y sistemas de seguridad que eliminen todo azar peligroso de la vida.
Eso nos enseña Peter Watkins con sus películas, ofreciéndonos al mismo tiempo que una reconstrucción histórica o una construcción futurista, la interrupción de los hechos mediante un reportaje en el lugar mismo de la ficción, o la misma visión de los actores sobre el personaje que están representando en pleno escenario.
Sus películas desactivan la hipnosis y nos colocan activamente en una realidad que sabemos mentira (por ser ficción) pero que nos golpea como verdad casi inapelable devolviéndonos eficazmente a nosotros mismos con nuestra realidad.
Sin duda que un tipo que dedicará casi toda su vida a desactivar las trampas hipócritas del cine, la televisión y los medios masivos, tenía que haber resultado peligroso e intencionadamente marginado.
Querido Peter, son otros tiempos, el desenmascaramiento de toda esta mafia que busca alucinarnos como a corderos, parece ganar fuerza social. A uno le alienta que hayas resistido tanto y que sigas por ahí. Con solo estar a la altura de tu resistencia y de tu reacción, seguramente seremos un poco mejores personas. Seguro que sí y gracias. Desde ahora, tu relevo deberá ser masivo. No cabe mejor homenaje para un hombre de tu estatura.
Dos cosas, entre otras, impactan en este cineasta nómada, censurado obsesivamente y resistente, posiblemente, como pocos.
Angel Quintana, en la introducción del libro, sitúa el origen de Watkins en “el curioso caldo de cultivo del cine británico de los años sesenta, cuando la escuela documental halló un nuevo terreno de fusión y experimentación gracias a la ligereza técnica que había introducido el medio televisivo”
Más concretamente en “el auge que experimentó la televisión estatal británica a principios de los sesenta, especialmente a partir de la creación del segundo canal de la BBC, en 1964, cuando empezaron las emisiones de una serie de programas arriesgados que proponían la reconstrucción de diferentes acontecimientos reales que sentaron las bases de la brillante escuela del docudrama televisivo... años en los que en Europa, se había forjado el concepto de servicio público aplicado a los medios de comunicación”.
Antibelicista, Watkins ha conjugado en su obra, cosas muy difíciles de encontrar en cualquier otra cinematografía: desde sus comienzos ha construido sus películas rompiendo los procedimientos habituales del cine y la televisión de manera eficaz y perturbadora (rompiéndolos de verdad, decimos, para evitar que los listos de siempre se crean transgresores con cualquier rupturita de estilo). Por otro lado, siempre ha dirigido sus películas como misiles de denuncia, y evidenciación del cinismo con que diferentes gobiernos en complicidad con los medios masivos de información, manipulan los contenidos ante la población.
Para dar muy breves pistas para quien no lo conozca, el primer largometraje de Watkins, Culloden, 1964, donde recrea la batalla de Culloden de 1746 entre el ejército de los jacobitas y otro mucho más numeroso que apoyaba al rey Jorge II , Watkins filmará la recreación histórica de los hechos al estilo del cinema verité y con técnicas de reportajes televisivos, como si las cámaras hubieran estado en ese momento allí. Utilizará como actores gente no profesional que, en esta película, además, compartían una relación emotiva con los acontecimientos filmados, ya que la mayoría eran descendientes directos de los habitantes de las Highlands que fueron exterminados. Estos procedimientos se convertirán en constantes de su trabajo.
Por dar otro dato más más de su perfil, podríamos mencionar lo que ocurrió con la película The War Game (Juego de guerra) de 1965. Un film sobre la guerra nuclear y sus consecuencias, para el que el cineasta entrevistó a médicos y científicos, y estudió la información de libre acceso sobre la cuestión, además de documentos y relatos sobre los bombardeos de Hiroshima, Nagasaki, Hamburgo, Dresde y Darmstadt. La película muestra la preparación para el ataque nuclear, la evacuación masiva, la explosión devastadora, el sufrimiento inconcebible de las personas afectadas por la explosión y por los efectos de la radiación, y la desintegración social más absoluta.
Según el relato del propio Watkins, desde el mismo momento de aprobación del guión por la BBC, de mala gana, comenzaron las llamadas telefónicas del Ministerio del Interior británico preguntando por qué aquel cineasta estaba haciendo una película sobre ese tema. Por la investigación, Watkins había escrito a dicho Ministerio, recabando información que le sirviera para imaginar qué pasaría en caso de que ocurriera un ataque nuclear generalizado en Reino Unido.
Una vez acabada, leemos en el relato de Watkins, “a la BBC le entró pánico cuando vieron el filme, y consultaron al gobierno acerca de su emisión en televisión...el 24 de septiembre de 1965 realizó una proyección en secreto de The War Game para los altos cargos del Ministerio del Interior, del Ministerio de Defensa, de la Dirección General de Correos (que controlaba las telecomunicaciones) un representante de los jefes del Estado Mayor del Ejército y Sir Burke Trend, Secretario del Gabinete de Harold Wilson. Unas seis semanas más tarde, la BBC anunció que no emitiría la película en televisión” negando cualquier relación con aquella proyección, hasta el día de hoy, según cuenta.
Watkins narra la marginación que sufrió a partir de entonces, las interpelaciones que llegaron al parlamento pidiendo aclaraciones y la mucha gente que escribió a la BBC pidiendo la emisión de la película, al punto de que la cadena decidió publicar una carta abierta al público explicando que la película no sería emitida por su condición de fracaso artístico, aludiendo que eran procedimientos normales de la cadena, que solía tener experimentos que a veces no llegaban a exhibirse.
Esta situación, según el relato del propio Watkins, de censura y marginación, se harán constantes en su carrera. Comenta el cineasta que las “palabras de una importante autoridad de aquel entonces, otoño de 1965 diciéndole: “Hazte cargo, Peter, tu película no llega a ser una obra maestra”, respondería a la misma lógica que utilizará La Sept ARTE en Francia para suprimir La commune en el año 2000, última película del cineasta británico, que hemos comentado hace algún tiempo aquí.
A pesar de todo,“The war game” ganaría el oscar al mejor documental en 1967, siendo la primera película de ficción de la historia que lo conseguía
Cuando luego, en su ensayo sobre La Crisis de los Medios, encontramos su concepto sobre La Monoforma y cómo esta opera, entendemos que no se trata del resultado de una reflexión intelectual sino de la experiencia profunda de un hombre que lleva 50 años de continua confrontación con ciertos sectores de poder y que tuvo que emigrar de su país a consecuencia de su marginación profesional.
No hemos visto todas sus películas, pero las pocas que sí, resultan de una fuerza poco común seguramente como efecto de una realización totalmente fuera de la norma y por la potencia e insistencia de Watkins en evidenciar los temas más ocultados por las mafias de control político y mediático.
Pero parece mentira que en esta orgía del audiovisual que vivimos, que da la engañosa sensación de anarquía expositiva, seguramente el aviso de un hombre como Watkins, recobre una actualidad inquietante.
Su gran tema de denuncia y que le lleva parte de su labor pedagógica en las universidades y centros de enseñanza de muchos lugares del mundo, es “el funcionamiento cada vez más irresponsable de los mass media audiovisuales (MMAV) y su desastroso impacto en la sociedad, los asuntos humanos y el medio ambiente” acusando sobre todo a los MMAV norteamericanos.
La Monoforma, de Watkins, “es la forma interna de lenguaje (montaje, estructura narrativa, etc.) utilizada por el cine y la televisión comerciales para representar sus mensajes”
Seguramente volveremos sobre este tema donde expone con lucidez, la ingeniería del lenguaje único de los medios audiovisuales, del cine y de la información.
La sensación que dejan sus escritos confirman una sensación que solemos tener como perceptores del mundo audiovisual: que no terminamos de ser lo suficientemente conscientes de lo que vemos y escuchamos cuando miramos cualquier pieza. Que se es poco consciente de que no se trata solamente de una inocente arquitectura de imágenes y sonidos, sino de una creación necesariamente manipulada por alguien, elegida por alguien, acotada por alguien, y que esto la convierte en una representación de la realidad absolutamente relativa, un indicio apenas de verdad sobre el que debemos desarrollar otras capacidades para ver y oír con profundidad crítica. La creación audiovisual no es una realidad fiable sino solo una huella construida con claras intenciones, por alguien.
Acabamos de ver la maniobra sobre un video que circuló, el 21 de agosto de como Al Jazzera decía retransmitir en directo desde la Plaza Verde en Trípoli al pueblo y los rebeldes libios festejando la caída del “dictador” Gadafi, hasta que días después la cadena rusa Internacional RT denunciaría que no solo era falsa la toma de la plaza libia, sino que había sido grabada en una réplica de dicha plaza construida en Qatar , a modo de escenario cinematográfico, donde, con la participación de actores se representaron los hechos. El análisis de las imágenes les llevó a los expertos a detectar elementos de la plaza (palmeras, un estocado) que en el falso vídeo no aparecían.
Esta cínica ficción tiene su efecto en la realidad como dicen que reconoció el cabecilla de los insurrectos Mustafá Abdeljalil: “Esta mentira ha engañado a las tropas de Muamar el Gadafi que forman parte de la armada, además han remontado la moral de los rebeldes y más de 11 países han reconocido al CNT y hemos podido recuperar aproximadamente 13 embajadas. Todas estas ventajas son el resultado de estas mentiras que fueron trabajadas y transportadas de manera inteligente para engañar a los partidarios de Muamar el Gadafi…”.
Sabemos que estas tácticas son utilizadas permanentemente para confundir al enemigo y como formas de control social por parte fuerzas occidentales y sobre todo de EEUU.
Pero es igualmente ridículo creer que tenemos una visión crítica por escuchar otro vídeo sobre unos analistas que no sabemos ni de dónde son, dónde solo se nos muestra un título con su voz doblada, unas fotografías que parecen demostrar la falta de estos elementos en la toma del plano y un tipo que comenta con seriedad que tenían la información sobre la construcción de ese escenario de réplica en Qatar desde hace algún tiempo.
Luego vemos otro vídeo donde el supuesto hijo de Gadafi dice ( bueno, el doblador de su voz, que entendemos que traduce un discurso que no escuchamos), que efectivamente las fuerzas occidentales habían interrumpido sus comunicaciones para mal informar y causar un impacto negativo en la población libia. ¿Y por qué no puede ser de nuevo Omar Jali, el actor que dicen que interpretó increíblemente al hijo de Gaddafi, Seir el Islam? ya que no hemos visto al hijo de Gadaffi más que por algunas fotos.
Así nos podemos pasar todo el día en el juego virtual de creer que nos informamos cuando en realidad no somos más que marionetas que deambulamos entre las noticias de la Monoforma de los medios, como dice Watkins y las aguas de la contrainformación que tampoco podemos verificar.
Esto no quiere decir que no podamos acceder a un mínimo de veracidad, solo quiere decir que esa veracidad no sale solamente de nuestro acto perceptivo de imágenes y sonidos y que un mínimo de criticidad obliga a indagar en su modo de producción, en sus propietarios y sus creadores, en su circunstancia y sus intenciones.
La semana pasada veíamos una conmovedora película llamada Le Quattro Volte, de Michelangelo Frammartino basada en la vida de unos personajes de un pueblo italiano en la que el tema es un cierto homenaje al ciclo de la vida. Sensible película de planos largos y fijos que ni siquiera tiene diálogos.
Los cultos cinéfilos podrían decir que es una muy buena película de autor en ese liviano criterio de que un tipo de cine se puede juzgar como mejor que otro por lo que hemos visto en la pantalla. Pero por más que su mecánica de construcción sea estética y narrativamente conmovedora, que nos cause ciertos efectos emocionales, perceptivos, debemos asumir que solo hemos participado durante menos de dos horas en la construcción imaginativa de su autor. No está ni mal ni bien, en eso ha consistido siempre el cine.
Una visión crítica no supone la negación de la representación que se nos exhibe, sino el necesario extrañamiento de ella para darle la justa veracidad que tiene, no como verdad, sino como obra de opinión y por más eficaces técnicas de persuasión que tenga.
Siempre nos gusta repetir aquella frase para nosotros enigmática de Serge Daney sobre la imagen: “Llamo imagen a lo que se apoya aún sobre una experiencia de la visión y visual a la verificación óptica de un procedimiento de poder”.
Pensar en “el fenómeno visual” como en un acto donde lo óptico ejerce una función de verificación de un procedimiento de poder, siempre nos ha parecido altamente sugerente, porque parece revelarnos una potencia escondida y poderosa de este acto que nunca ejercitamos lo suficiente pero que parece contener la capacidad de que ver una imagen, supone que somos capaces de radiografiar procedimientos de poder.
De lo contrario, ver se convierte en colgarnos enajenadamente durante un lapso de tiempo en un imaginario construido por otro, para luego despertarnos de la nube hipnótica sin otra cosa que haber contemplado las ideas audiovisuales de un extraño. Es en todo su esplendor el viejo cine.
Watkins tiene una expresión para ello: “suelo comparar la estructura narrativa de Hollywood con una montaña rusa, porque en ambas las sensaciones de la gente están dispuestas de modo minucioso a lo largo de un trayecto predeterminado y cuidadosamente dirigido. Los raíles son la estructura narrativa que se mueve en una previsible serie de altibajos emocionales: las pausas y los momentos culminantes en una historia. La Monoforma actúa como sistema de referencia que acompaña al viajero, controlando siempre la velocidad de alimentación emocional y la amplitud del espacio permitido para reflexionar”.
La imagen es eficaz, en una montaña rusa estamos abiertos a sensaciones extremas de vértigo durante el corto viaje, porque los dueños del parque nos aseguran que nuestra vida será la misma antes y después de la experiencia, exactamente la misma. Experiencia solo posible con grandísimas estructuras y sistemas de seguridad que eliminen todo azar peligroso de la vida.
Eso nos enseña Peter Watkins con sus películas, ofreciéndonos al mismo tiempo que una reconstrucción histórica o una construcción futurista, la interrupción de los hechos mediante un reportaje en el lugar mismo de la ficción, o la misma visión de los actores sobre el personaje que están representando en pleno escenario.
Sus películas desactivan la hipnosis y nos colocan activamente en una realidad que sabemos mentira (por ser ficción) pero que nos golpea como verdad casi inapelable devolviéndonos eficazmente a nosotros mismos con nuestra realidad.
Sin duda que un tipo que dedicará casi toda su vida a desactivar las trampas hipócritas del cine, la televisión y los medios masivos, tenía que haber resultado peligroso e intencionadamente marginado.
Querido Peter, son otros tiempos, el desenmascaramiento de toda esta mafia que busca alucinarnos como a corderos, parece ganar fuerza social. A uno le alienta que hayas resistido tanto y que sigas por ahí. Con solo estar a la altura de tu resistencia y de tu reacción, seguramente seremos un poco mejores personas. Seguro que sí y gracias. Desde ahora, tu relevo deberá ser masivo. No cabe mejor homenaje para un hombre de tu estatura.
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