domingo, 26 de agosto de 2012

Colectividades sociales de cine con fondo de aire rojo.

Aunque este mes de agosto estamos de ordenamiento interno y preparación de la segunda fase de pre-producción que llevará hasta diciembre, diariamente siguen apareciendo personas ya sea para informarse, ofrecer colaboración o directamente plantear la realización de una película.


A veces nuestro Estudio Abierto se convierte momentáneamente en una especie de consultorio cinematográfico. Cuando aparecen personas con el fin de colaborar, la conversación deriva al tema cinematográfico y cuando llegan para participar, con sus ideas y narrativas, vivencias, sentimientos y emociones la conversación de cine deriva en asuntos sobre la propia vida y la realidad.

Todo esto es lo que está actualmente alimentando ese objetivo fundamental del Cine sin Autor que imaginamos desde el principio de nuestro trabajo: que la materia prima principal de donde emergen las películas sea el imaginario social y no el de los especialistas.

Pero ¿cómo organizar todo esto? debatíamos ésta semana.


En este momento de tan aguda crisis de nuestro imaginario como sociedad, devastado por el crimen político y la servidumbre a las finanzas, hacer películas desde el sentir y protagonismo social se impone como algo complejo.

El Cine siempre ha ido reaccionando a las diferentes situaciones sociales.

Esta semana una compañera nos pasó los capítulos de la Historia del Cine del británico Mark Cousins y nos pusimos a verla. Como toda historia, repasa parcialmente los momentos propios de innovación y renovación del cine desde sus orígenes hasta el momento actual. Y aunque no coincidimos con su tesis principal de que no es el dinero sino la creatividad el verdadero motor del cine, es una historia que vale la pena ver, contada con gran sensibilidad, según su propio autor, creada a la vez por el odio y el amor que le tiene al cine.

Mirando sus capítulos,i el cine se nos presenta como una "odisea" de ensayos plasmados en películas, de reflejos continuos entre una industria que busca formas de conquista y persuasión ante diferentes momentos y acontecimientos y la reacción innovadora, los ensayos en películas de un conjunto de cineastas que, en diferentes lugares y con los más variados intereses, respondieron a su necesidad de expresión, a su propia vivencia.

Hace unas semanas atrás, al enterarnos de la muerte de Chris Marker, nos dio por rendirle homenaje volviendo a ver su película “Le fond de l’air est rouge” (El fondo de aire es rojo) de 1977 donde retrata con un apabullante collage de varias horas el ambiente de revueltas y utopías de la década del 60 y 70. Y otra extraña sensación nos invadía mirando este gran film: despertares ante un posible cambio de paradigmas, estado de indignación colectivo, sensación social de impotencia, protestas y duros enfrentamientos con la policía por doquier, alzamientos sociales contagiándose de un lugar a otro, todas imágenes que podrían superponerse a muchas de las que hoy captamos con solo salir a la calle.

Apenas comenzar la película, aparecen las imágenes de un piloto de un avión norteamericano que transmite por radio sus acciones y que parece divertirse matando vietnamitas a la distancia. Es inevitable relacionar estas escenas con el material revelado por wikileaks donde se muestra otro piloto norteamericano (que raro) de un avión militar que nos sobrecoge de repugnancia cuando sentimos sus comentarios por radio en el que parece también divertirse matando personas sin discriminación. Solo un ejemplo.


Es verdad que hoy, un presente de revuelta sistémica, la sociedad no es la misma. Aquella que siempre permaneció “expectante” frente a los cambios del cine, ha entrado a jugar un rol diferente del que jugó a lo largo del siglo pasado al producir información y material audiovisual de forma masiva.

Si bien existe una evidente explosión de esta “producción social de representación”, individual y espontánea en una grandísima parte, creemos importante pensar en una nueva organización de la producción de narratividad cinematográfica y audiovisual en general. Y aunque por momentos cueste mucho salirnos de la urgencia y la gravedad del momento, nosotros optamos por trabajar para el largo plazo, esculpiendo lentamente otro modelo social de producción. Ya hemos hablado aquí muchas veces sobre el tema.

Volviendo sobre nuestro trabajo y la atención que queremos dar a la gente que está y seguirá llegando en los próximos meses a nuestro Estudio Abierto, creemos que debemos ofrecer una forma de organización y unos métodos precisos a la hora de trabajar.

La función de la Fábrica y de quienes coordinamos las actividades cobra una dimensión de responsabilidad sobre ese imaginario social (esas personas concretas).

Nos parece oportuno el momento para desarrollar la actividad en torno a “colectividades sociales de cine”, concepto que en otros momento hemos definido.

Creemos que será pertinente organizar esas colectividades por algunos criterios concretos:

a) convergencia de intereses de forma y contenido (partiendo de los intereses que traen, sugerir una agrupación según quienes se inclinan más por un documental de denuncia, quienes prefieren una historia dramática, o un corto de ensayo, una comedia, etc) ya que es el código de arranque con el que llegan a la Fábrica.

Cada colectividad puede tomarse como un territorio temático, simbólico y formal de representación que luego el trabajo grupal irá madurando con su desarrollo.

b) otro criterio serán sus aptitudes para el trabajo sobre el método sinautoral ( horizontal y no jerárquico entre profesionales y no profesionales, abierto, inclusivo, asambleario, etc).

Queremos pensar cada colectividad como un entorno de aprendizajes y pedagogías diferentes de las que habitualmente se emplean en la producción audiovisual. La imagen cinematográfica como resultado del debate y la construcción social y no como simple resultado del ejercicio de los especialistas.

c) La Colectividad como encuentro de vida. Que aunque el eje que articula toda la acción sea la creación fílmica, quienes constituyan el grupo de trabajo se constituyan también como entornos donde cruzar las preocupaciones cotidianas, las cosas que nos aquejan y las que nos potencian, ya que éstas preocupaciones y puntos de vista suelen aparecer siempre como componentes de los debates.


En una primera estimación, que aún debatimos, pensamos que el primer piloto de producción de la Fábrica de Cine sin Autor podría involucrar a unas cuatro o cinco colectividades de cine, cada una con un número aproximado de veinte personas, con lo cuál podríamos aspirar a tener alrededor de unas primeras 80 o 100 personas produciendo su primera películas, operarios y operarias, de forma sostenida durante un período de tiempo.


Si la precariedad cada vez más aguda que aqueja el tejido social, laboral e institucional nos lo permite, tendremos la posibilidad de poner en práctica esta segunda dimensión fundamental del modelo de producción cinesinautoral: el cine hecho por colectivos surgidos de la población.

Sabemos que caminamos en mitad de un campo minado en el que las decisiones políticas han dinamitando sin remordimiento alguno y con cinismo insoportable el tejido social, las estructuras de la cultura, el sustento laboral, las formas del vivir y que el estado de shock nos nubla muchas veces el presente. Es totalmente comprensible. Pero igualmente nos parece indispensable contribuir a la otra cara que esta siniestra moneda nos está mostrando: la emergencia de otras formas de organización social que responden a la agresión. Cada cual en lo suyo, debemos responder con creatividad e inventiva para poner en práctica otro tipo de convivencia productiva, otras formas de encontrarnos culturalmente, otras formas de soñarnos.

Eso intentará nuestro trabajo desde septiembre y de cara al 2013.

Si hablábamos al principio de los ciclos de renovación e innovación que el cine ha ido mostrando en su siglo de historia con respecto a su relación con la sociedad, creemos que nuestra labor es seguir caminando en mitad del campo minado tratando de ofrecer a las nuevas formas de sociedad que puedan surgir, una nueva forma de construir el fascinante, perverso también y poderoso mundo del cine, cuyo aire parece seguir teñido de un fondo extrañamente rojo.

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