El lunes tuvimos la reunión de presentación del CsA en la Tabacalera Madrid en el marco de los encuentros con Franco Ingrassia. Se habló bastante, mostramos algunos materiales y hubo una pregunta que nos interesaría rescatar de todo aquello ya que seguiremos las reflexiones a distancia:
Fue al final, cuando alguien nos dijo que se había quedado con muchísimas preguntas y nos lanzó una: ¿a quién va dirigido el Cine sin Autor, a quién interpela?¿a cineastas, a la industria?¿Esto es para cineastas, lo puedo hacer yo con mis amigas?
En su momento dimos algunas respuestas, para nosotros insuficientes, ya que se dan en el marco de conversaciones más ágiles y por eso nos parece importante abordarla aparte.
Ahora se nos ocurre alguna otra apreciación para esta pregunta:
El CsA es una noción conceptual y un práctica socio-cinematográfica. Indisolubles. Una idea que al concebirla activa la potencia creadora. Escucho la idea ¡Cine sin Autor! (porque me lo han dicho, me lo están contando, lo leí, lo he sentido, lo estaban haciendo allí, por la causa que sea)... y aceptar esta idea activa la potencia creadora: ah, ¿y ¡lo podemos hacer nosotros, nosotras también aquí?
Su dimensión práctica hace que si no se vive algún proceso, toda su teoría, aunque puede ser útil, puede realmente deformar la idea.
Creemos que la noción de CsA es un impulso de las formas de producción de este siglo y que se viene generando y materializando en diferentes ámbitos de la actividad humana: ¡hagámoslo juntos!, ¡seamos políticos haciéndolo juntos ya que ahora poseemos otras herramientas más acordes a tal fin! Creemos que en el ámbito de lo cinematográfico occidental no se ha evidenciado ni conceptualizado toda esta manera colaborativa y autorganizativa, más que en los guetos de producción entre artistas y gente vinculada a la cultura, a cierta cultura. Minorías extremas. Y tampoco de manera radical.
El camino que venimos haciendo, justamente, responde a querer ser coherentes con ese impulso emergente de producción social actual. Teorizar sobre ello para mejorar operativas, procedimientos, herramientas de intervención y habitación de la realidad, es lo que hicimos desde un principio y seguimos haciendo. Es una forma de hacernos legible ese impulso, de entenderlo y hacerlo como servicio también a otras personas.
Aunque hagamos alarde de la indudable democratización de la tecnología digital vemos que el imaginario social sigue reaccionando al término “cine”, con una ráfaga de imágenes e ideas, procedimientos, fantasías y fantasmas aprendidas que provienen y pertenecen al siglo pasado cuando la “circunstancias de producción” eran completamente diferentes.
Una noción, decíamos, y una práctica.
Nos surge la Noción y nos despierta la potencia de la acción: ¿lo podemos hacer nosotros?
Respuesta simple: sí, por supuesto. Respuesta compleja: todo el camino que se ha descrito para hacer cine, sus ejemplos, sus libros, sus técnicas, sus tecnologías, sus historias, su glamoures, sus guerras mercantiles, su sistema de estrellas, sus estéticas, sus formas narrativas, etc., te llevará al siglo pasado. Las experiencias emergentes en las últimas dos décadas de un cine producido como impulso social colectivo, como impulso que organiza socialmente para la creación, no es precisamente un camino regado de manuales, revistas, historiografías, películas y libros. Más bien lo contrario. Habrá que andarlo. Se está andando. Son prácticas incipientes (aunque algunas gocen ya de buena edad).
Nuestro camino intenta ir dejando huellas. Un nombre genérico, unos conceptos, unos procedimientos y mucho caminar sobre el pantano.
Ahora bien ¿a quién interpela el Cine sin Autor? era la pregunta. Su emergencia como dispositivo en un lugar, escenario y tiempo específicos con personas concretas supone una interpelación múltiple y variada. Primero a quienes decidimos hacerlo, (al colectivo activista) y a las personas que entran en el proceso (muertos como espectadores si los pensamos a la antigua). Nos interpela ya que nos obliga a desprogramarnos de nuestros antiguos lastres y categorías (el director, los profesionales, la gente que obedece al director y sus profesionales, etc.) La teoría ya generada (y la que se va generando) es una interpelación al cine que nos antecede, necesaria para poder operar de otra manera y hacerlo con mediana solidez y eficacia. Interpela, también, a diversas disciplinas sociales ya que la crisis socio-cinematográfica de la que parte pone en vacío todo el sistema de relaciones del colectivo: afectivas, de poder, sentimentales, etc. disponiéndolas para la creación conjunta en igualdad de valor. Esto supone y da como resultado interferencias que llevan a replantearse niveles institucionales, terapéuticos, sentimentales, políticos, etc. que el cine como campo habitado va a poner de manifiesto en todo el proceso.
A la interna del propio colectivo tenemos generalmente una dificultad para llegar a establecer si lo que define realmente el Cine sin Autor, en esencia, es “lo puramente cinematográfico” o “su capacidad de producción colectiva”. No todo es respuesta clara. Cuanto y a quien interpela una experiencia de CsA puede ser muy específico del proceso concreto. Generalmente es muy específico.
Lo importante, quizá, no es llegar a una caracterización científica de los porcentajes de su composición y su injerencia. Las cosas ni son ni tienen por qué ser tan claras. Dice Alberto Farassino en su capítulo sobre el Neorrealismo italiano de la Historia General del Cine que hoy el balance que se hace de este acontecimiento es “bastante halagador para un fenómeno nacido de modo sustancialmente espontáneo, privado de teorización sistemática” y por lo que aún resulta “imposible definirlo en términos precisos”.
Y páginas después, dice que “el neorrealismo no es una escuela ni un movimiento pragmático propiamente, porque no es una invención de pocos sino que es un sentir colectivo, una exigencia general del cine italiano después de la guerra”.
Parecía obvio que aquel cine de corta irrupción y prolongadísima estela, tenía que surgir de las condiciones y circunstancias sociales que se vivían en la Italia de la postguerra. Las épocas originan impulsos y consensos.
Lo importante es que por alguna razón, las prácticas culturales actuales (y las humanas también), nos van atravesando con sus flujos, dinámicas, impulsos, y nos están llevando a algunos, a la experimentación de otras maneras de sentir, concebir y materializar lo cultural.
Lo importante es responder a ese impulso creador con formas nuevas de sensibilidad que vayan ayudando, acompañando, posibilitando a vislumbrar el futuro en el que ya estamos pero que siempre hay que construir.
El Cine sin Autor nos interpela conceptual- y prácticamente porque proviene de los flujos del hacer, sentir y crear pos-capitalistas. Al modelo capitalistas ya le hemos visto y comprobado sus posibilidades e intereses. Del espíritu de otro modelo que se está gestando en diversos lugares y múltiples experiencias,. Cual de un virus se tratase, nuestro colectivo está enunciando y haciendo estas prácticas en Madrid y en Toulouse, no más que como un simple portador. Curiosamente, un compañero nuestro, hace pocas semanas atrás, se encontró en Madrid con un joven venezolano que estaba de paso acompañando a una amiga suya. Cuando le preguntó qué hacía, el joven, que era fotógrafo le contestó más o menos esto: buscamos comunidades alejadas, nos vamos para allí con cámaras, nos instalamos en el lugar y empezamos a filmar y luego devolvemos a la gente lo grabado para empezar un proceso social de debate sobre el pueblo y el material. Le llaman Cine para Armar. No hay casi nada en internet. No nos dio tiempo de entrevistarle. Nuestro compañero no salía de su admirado asombro. Es como terminar de hacer un invento y que entre un tipo por una puerta ofreciéndote otro igual. El tema aquí, es que sencillamente, no hay invento que patentizar, no hay inventor individual que respetar, ni sabios que exaltar. Solo hace falta estar alerta a todo lo que huela a otros modelos de vida, otros modelos de hacer, otros modelos de amar, otros modelos de crear. Solo hace falta el rigor de trabajar con eficacia en estos pocos difundidos caminos.
Se trata de saber gustar de ese espíritu colaborativo de nuestro tiempo, que emerge como la hierba salvaje que rodea los antiguos edificios del cansino capitalismo cultural. Si trabajamos para dejarlas crecer, ocuparán, seguramente, el terreno que habitamos.
Gracias Gerardo. Todo el tiempo de la charla en Tabacalera, y ahora leyendo esto, tengo en mente mi (hecho con otros/as) programa de radio Una línea sobre el mar, en Radio Círculo.
ResponderEliminarPor momentos siento una gran cercanía con CsA y por momentos veo grandes diferencias.
Espero el momento de seguir conversando ¿quizás en nuestro programa de radio?
chao. marga