Es obvio que la urgencia de los hechos nos obligó, como primera reacción al entrar en la órbita del movimiento 15-M, a la tarea informativa. En nuestro caso, comenzamos con un barrido a pie de plaza de decenas de entrevistas cortas preguntando ¿por qué estás aquí? ¿que razones te trajeron? Luego seguimos con entrevistas y recorridos por las comisiones que en las dos primeras semanas se crearon en la Acampada Sol para informar sobre su funcionamiento y en tercer lugar seguimos grabando asambleas.
Luego de 15 días paramos al comprobar que la comisión de audiovisual en la que estamos comenzó a organizarse eficazmente al punto de sacar un informativo con piezas más elaboradas y a emitir las asambleas en streaming. Fantástico trabajo de los compañeros y compañeras.
No dudamos de que la primer función política de las imágenes para cualquier videoactivista, realizador, realizadora que se acercara a las primeras semanas de irrupción del movimiento 15-M debía ser divulgativa e informativa y que aún sigue siendo una tarea de primera necesidad. Cualquier visión desde dentro, siendo respetuosa, debe comprometerse a conformar el imaginario audiovisual que la sociedad en general debe hacerse de este movimiento insurreccional. Documentalismo activo, informativo, divulgativo, militante.
Pero mientras atendíamos la urgencia de los vertiginosos hechos, nos comenzó a rondar la otra pregunta que expresábamos la semana pasada: ¿dónde está el cine y qué función debía cumplir ante unos hechos de tal magnitud?
Y de la misma forma en que en las asambleas se habla de política a corto plazo y política a largo plazo, con respecto a lo audiovisual nosotros nos ubicamos dentro de una política audiovisual y cinematográfica a largo plazo. El tiempo que llevamos en esto nos lo permite.
Posiblemente las imágenes más poderosas que cualquiera ha podido y puede recojer, son las de las asambleas populares masivas que irrumpieron como una realidad casi utópica en el seno de la sociedad española. Utópica por su participación, por sus procedimientos y por la energía colectiva que las habita. Una utopía tal que algún joven desconocido llegó a comentarle a un amigo: esto tiene que acabarse porque es irreal. Las asambleas masivas de sol, con toda su operativa, crean in situ un sentimiento ambiguo donde uno se está diciendo todo el tiempo: esto no puede estar ocurriendo así, pero está ocurriendo así.
Fue la grabación de esas asambleas las que posiblemente nos hicieron detener para pensar mejor cómo seguir inmersos en el 15M. En nuestro caso, como colectivo de Cine sin Autor, hemos sentido siempre un camino a contracorriente dada la ausencia de un tejido social preparado para procedimientos asamblearios donde la imagen a producir pudiera decidirse en colectivo con personas cualquiera y no en los guetos videoactivistas o cinematográficos minoritarios.
Esta irrupción del asamblearismo popular con participación tan diversa de gente nos ha confirmado en un camino de búsqueda y a la vez nos ha abierto interesantes preguntas y profundas expectativas.
Si hay una cosa que parece clave en este movimiento, es el hecho de que las miles de personas movilizadas en las distintas asambleas cada noche hacen un esfuerzo por imaginar cómo sería este país si se cumpliera un mínimo de condiciones de respeto por la gente de parte de su clase dirigente y sus grupos financieros. La demanda de una democracia real ha puesto de manifiesto el sentir popular de que lo que tenemos es una democracia irreal, no creíble.
Las asambleas son una magnifica puesta en escena de operativas y procedimientos de participación ciudadana con respecto a cómo debería ser nuestra sociedad y cómo debería gestionarse y legislarse.
Allí se producen ideas comunes que de alguna manera empiezan a hacer imaginar ese funcionamiento nuevo y deseable del orden social, político y económico que nos rige. Todo incipiente y emergiendo aún, está claro. Como cualquier nacimiento, viene atravesado por toda la potencia de la vida y toda su debilidad.
Quizá los temas más importantes aún no pasan por cuestionar la propiedad privada de las ficciones de este país, la manera de inversión del dinero de la producción audiovisual y cinematográfica volcado a una industria arcaica, las prácticas institucionales de producción de cultura sin actualizar o la revisión de un sistema educativo que parece ignorar el mundo audiovisual en el que vive.
En nuestro caso, posicionarnos con el 15-M pasa, como para la mayoría de las personas, por preguntarnos cuales son nuestros aportes posibles a él y no qué nos puede dar a nosotros el movimiento.
Y a este sueño social de horizontalidad y buena gestión política creemos que debemos poner a su servicio las reflexiones y prácticas que venimos desarrollando desde hace años en el Cine sin Autor, con una perspectiva más alejada en el tiempo y más allá de lo que supone la tarea informativa, divulgativa y documentalista que la que venimos haciendo.
Una dinámica asamblearia y de gestión horizontal como la que se desarrolla en el movimiento debe pensar en una nueva forma de producción y gestión cultural acorde a esa dinámica.
En un momento en que se intenta comenzar siempre por un planteo de mínimos, los puntos sobre la mesa que creemos útiles empezar a plantear en lo que refiere al cine y la producción audiovisual, podrían ser los siguientes:
a) Una lectura crítica de la legislación vigente en temas de producción audiovisual y de la propia ley del cine con el fin de que esta nueva legislación permita sentar las bases de otra forma social de producción en estas áreas, tanto en la gestión de fondos públicos como en los diferentes modelos de producción que la ley permita y estimule.
b) Poner en amplia discusión los métodos de realización y gestión de las producciones que hacemos y la puesta en común de alternativas a esos métodos. Promover este debate con todas aquellas personas dedicadas a la producción audiovisual y cinematográfica que estén interesadas en un cambio sustancial de funcionamiento,
c) Poner sobre la mesa formas de creación audiovisual y cinematográficas que sigan el modelo asambleario, que puedan funcionar con grupos y colectivos compuestos por profesionales, videoactivistas y realizadores y realizadoras del sector junto a la población cualquiera, en situación de colaboración horizontal y para el fortalecimiento y desarrollo de representaciones colectivas y participadas por la gente común.
Creemos que lo que está en disputa es la producción de ficción social en un sentido amplio que como actividad y en los modelos vigentes, está claramente controlada y administrada por minorías de poder que funcionan como dueñas y gestoras de la narración y representación social, de cuyas producciones solo ellas se benefician y a las que buscan mantener (o mantienen sin buscarlo) una imaginación colectiva al servicio de intereses de grupos minoritarios.
Que el movimiento 15-M deberá plantearse estas cosas en algún momento del mediano plazo no hay lugar a dudas. Lo que sí estimula es que este sentir histórico no nos deja más opción que asumir un compromiso en coherencia con lo que pensamos o replegarnos en la pasividad de no estar a la altura de los acontecimientos que nos atraviesan. Donde la vieja política con la vieja cultura nos había acostumbrado a decir “deberían hacer” hinchándonos la boca de argumentos, esta irrupción del sentido común e indignación popular nos ha enseñado a conjugar un (aún) extraño “nosotros” que nos devuelve la obligación como desafío. Si antes no encontrábamos excusas para tener que reaccionar, ahora solo queda acelerar la marcha.
Luego de 15 días paramos al comprobar que la comisión de audiovisual en la que estamos comenzó a organizarse eficazmente al punto de sacar un informativo con piezas más elaboradas y a emitir las asambleas en streaming. Fantástico trabajo de los compañeros y compañeras.
No dudamos de que la primer función política de las imágenes para cualquier videoactivista, realizador, realizadora que se acercara a las primeras semanas de irrupción del movimiento 15-M debía ser divulgativa e informativa y que aún sigue siendo una tarea de primera necesidad. Cualquier visión desde dentro, siendo respetuosa, debe comprometerse a conformar el imaginario audiovisual que la sociedad en general debe hacerse de este movimiento insurreccional. Documentalismo activo, informativo, divulgativo, militante.
Pero mientras atendíamos la urgencia de los vertiginosos hechos, nos comenzó a rondar la otra pregunta que expresábamos la semana pasada: ¿dónde está el cine y qué función debía cumplir ante unos hechos de tal magnitud?
Y de la misma forma en que en las asambleas se habla de política a corto plazo y política a largo plazo, con respecto a lo audiovisual nosotros nos ubicamos dentro de una política audiovisual y cinematográfica a largo plazo. El tiempo que llevamos en esto nos lo permite.
Posiblemente las imágenes más poderosas que cualquiera ha podido y puede recojer, son las de las asambleas populares masivas que irrumpieron como una realidad casi utópica en el seno de la sociedad española. Utópica por su participación, por sus procedimientos y por la energía colectiva que las habita. Una utopía tal que algún joven desconocido llegó a comentarle a un amigo: esto tiene que acabarse porque es irreal. Las asambleas masivas de sol, con toda su operativa, crean in situ un sentimiento ambiguo donde uno se está diciendo todo el tiempo: esto no puede estar ocurriendo así, pero está ocurriendo así.
Fue la grabación de esas asambleas las que posiblemente nos hicieron detener para pensar mejor cómo seguir inmersos en el 15M. En nuestro caso, como colectivo de Cine sin Autor, hemos sentido siempre un camino a contracorriente dada la ausencia de un tejido social preparado para procedimientos asamblearios donde la imagen a producir pudiera decidirse en colectivo con personas cualquiera y no en los guetos videoactivistas o cinematográficos minoritarios.
Esta irrupción del asamblearismo popular con participación tan diversa de gente nos ha confirmado en un camino de búsqueda y a la vez nos ha abierto interesantes preguntas y profundas expectativas.
Si hay una cosa que parece clave en este movimiento, es el hecho de que las miles de personas movilizadas en las distintas asambleas cada noche hacen un esfuerzo por imaginar cómo sería este país si se cumpliera un mínimo de condiciones de respeto por la gente de parte de su clase dirigente y sus grupos financieros. La demanda de una democracia real ha puesto de manifiesto el sentir popular de que lo que tenemos es una democracia irreal, no creíble.
Las asambleas son una magnifica puesta en escena de operativas y procedimientos de participación ciudadana con respecto a cómo debería ser nuestra sociedad y cómo debería gestionarse y legislarse.
Allí se producen ideas comunes que de alguna manera empiezan a hacer imaginar ese funcionamiento nuevo y deseable del orden social, político y económico que nos rige. Todo incipiente y emergiendo aún, está claro. Como cualquier nacimiento, viene atravesado por toda la potencia de la vida y toda su debilidad.
Quizá los temas más importantes aún no pasan por cuestionar la propiedad privada de las ficciones de este país, la manera de inversión del dinero de la producción audiovisual y cinematográfica volcado a una industria arcaica, las prácticas institucionales de producción de cultura sin actualizar o la revisión de un sistema educativo que parece ignorar el mundo audiovisual en el que vive.
En nuestro caso, posicionarnos con el 15-M pasa, como para la mayoría de las personas, por preguntarnos cuales son nuestros aportes posibles a él y no qué nos puede dar a nosotros el movimiento.
Y a este sueño social de horizontalidad y buena gestión política creemos que debemos poner a su servicio las reflexiones y prácticas que venimos desarrollando desde hace años en el Cine sin Autor, con una perspectiva más alejada en el tiempo y más allá de lo que supone la tarea informativa, divulgativa y documentalista que la que venimos haciendo.
Una dinámica asamblearia y de gestión horizontal como la que se desarrolla en el movimiento debe pensar en una nueva forma de producción y gestión cultural acorde a esa dinámica.
En un momento en que se intenta comenzar siempre por un planteo de mínimos, los puntos sobre la mesa que creemos útiles empezar a plantear en lo que refiere al cine y la producción audiovisual, podrían ser los siguientes:
a) Una lectura crítica de la legislación vigente en temas de producción audiovisual y de la propia ley del cine con el fin de que esta nueva legislación permita sentar las bases de otra forma social de producción en estas áreas, tanto en la gestión de fondos públicos como en los diferentes modelos de producción que la ley permita y estimule.
b) Poner en amplia discusión los métodos de realización y gestión de las producciones que hacemos y la puesta en común de alternativas a esos métodos. Promover este debate con todas aquellas personas dedicadas a la producción audiovisual y cinematográfica que estén interesadas en un cambio sustancial de funcionamiento,
c) Poner sobre la mesa formas de creación audiovisual y cinematográficas que sigan el modelo asambleario, que puedan funcionar con grupos y colectivos compuestos por profesionales, videoactivistas y realizadores y realizadoras del sector junto a la población cualquiera, en situación de colaboración horizontal y para el fortalecimiento y desarrollo de representaciones colectivas y participadas por la gente común.
Creemos que lo que está en disputa es la producción de ficción social en un sentido amplio que como actividad y en los modelos vigentes, está claramente controlada y administrada por minorías de poder que funcionan como dueñas y gestoras de la narración y representación social, de cuyas producciones solo ellas se benefician y a las que buscan mantener (o mantienen sin buscarlo) una imaginación colectiva al servicio de intereses de grupos minoritarios.
Que el movimiento 15-M deberá plantearse estas cosas en algún momento del mediano plazo no hay lugar a dudas. Lo que sí estimula es que este sentir histórico no nos deja más opción que asumir un compromiso en coherencia con lo que pensamos o replegarnos en la pasividad de no estar a la altura de los acontecimientos que nos atraviesan. Donde la vieja política con la vieja cultura nos había acostumbrado a decir “deberían hacer” hinchándonos la boca de argumentos, esta irrupción del sentido común e indignación popular nos ha enseñado a conjugar un (aún) extraño “nosotros” que nos devuelve la obligación como desafío. Si antes no encontrábamos excusas para tener que reaccionar, ahora solo queda acelerar la marcha.
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