Asistimos esta semana a una curiosa, cuando no patética y un poco increíble puesta en escena por parte de la policía que realizó una performance oficial al detener no se sabe qué tres personas de la organización Anonymus diciendo: "Desarticulada la cúpula de la organización hacktivista Anonymous en España".
Muchos tuvimos que hacer un verdadero esfuerzo mental para entender que no era un chiste. La foto que acompañó la noticia es muy ilustrativa: dos policías sonriendo con una máscara de anonymus sobre la mesa, de esas que se pueden comprar en las tiendas.
¿Quién era el joven? Ni idea. Lo conocerán sus amigos y amigas. Cuando hubo que repetir lo que se había consensuado y no parecía claro, los y las participantes decíamos: el de verde, el de verde... (el chaval tenía una casadora verde).
En cuatro semanas, de Movimiento, no es posible reconocer lider o lideresa alguna de forma nítida sino caras que han ejercido funciones de manera frecuente.
La gente de la organización se conoce más entre ella, pero cualquier participante que no esté en lo cotidiano de las comisiones no podría identificar por la calle a la mayoría de los moderadores y moderadoras de las asambleas que se han sucedido a lo largo de este último mes y que han sido los más expuestos a la visibilidad.
Esto no quiere decir que hayan desaparecido los protagonismos, las broncas, envidias, perversidades individuales, personalismos exacerbados o egoismos privados.
Lo que parece suceder es que cuando se trata del ámbito común, de lo político común, algo se activa en este movimiento que suspende (no elimina) el interés individual. Las operativas colectivas que han irrumpido en nuestra sociedad a través del 15-M han tocado otros resortes a nivel humano. No los ha inventado, los ha activado. Y si no estás medianamente cerca no lo puedes entender. Uno se come la ansiedad particular en una asamblea decisiva como la del martes porque de alguna manera sabe que si es un consenso absoluto disminuyen las posibilidades de fragmentación, aunque esté harto de escuchar opiniones. ¿En qué consiste si no la utópica fórmula de respetar las minorías? Pues seguramente que en algo muy parecido a lo que ocurre en los procesos asamblearios que estamos presenciando por toda España. ¿Que es problemático, lento y agotador? Sí claro. ¿Y?
Y en medio de ese clima que se experimenta al entrar en la órbita del movimiento 15-M vienen la policía nacional y hace el chiste: Hemos desactivado a la cúpula de anonymus. Un movimiento horizontal de personas sin cúpula al que le desactivan la cúpula. No hay manera. Las viejas categorías del imaginario social nos gobiernan como fantasmas nómadas: 1) los líderes, la cúpula, los cabecillas de 2) una masa, participantes de relleno, seguidores, convencidos, seducidos por esos líderes que les nutren de argumentos, esos “grandes hombres” que había que perseguir para desarticular una organización. Viejas codificaciones, caducas, obsenas, de chiste.
La foto de la policía nacional es representativa de esa crisis del imaginario. Lo que muestran los mandos policiales aparte de su sonrisa es precisamente lo que ocurre en el intento de captura entre un imaginario que desconoce la realidad que tiene que atrapar. Manotazos al aire y cuando va a ver, tiene solo vacío... una máscara sin cuerpo, el simulacro de una captura.
Es la crisis de un tipo de imaginario social ante el nacimiento de una realidad inmersa en otro y que ya muta con gran rapidez. La puesta en escena de la otra política que ha sido la Plaza del Sol con sus asambleas y casi sistema de vida, al mismo tiempo que se desmonta, no ha hecho más que crear otras situaciones que abruman el imaginario: los lugares públicos intocables se están viendo invadidos por grupos de personas o verdaderas multitudes en otros casos. Lo colectivo de un movimiento como el 15-M parece a-representacional si entendemos como representación las antiguas imágenes con las que operábamos. Al principio se les increpaba por estar visibilizándose en la plaza del sol y se les incitaba a que “esos perroflautas” (vieja categoría que se queda corta) se fueran al Congreso. Cuando el escenario se traslada al congreso, las cortes valencianas, el ministerio, dicen los reaccionarios (aquellos esclavos de su propio imaginario estático): "joder, es que no pueden ocupar cualquier lugar como se les de la gana." De chiste.
Si hay algo que nos vuelve conservadores no es precisamente la edad, sino la incapacidad para cambiar nuestras representaciones al ritmo del tiempo real y de los acontecimientos que la realidad nos antepone.
Hemos escuchado en este último mes una gama increíble de categorizaciones que pretenden agotar el estado insurreccional en tres o cuatro explicaciones. Desde los que apuntaron y apuntan a una oculta y casi metafísica planificación de Rubalcaba hasta los que piensan en un romántico despertar de un estado revolucionario que conseguirá objetivos sin violencia, pasando por chistes como los de la policía nacional desactivando cúpulas que no existen.
Nosotros optamos por suspender el pensamiento por tiempo indefinido. Lo dijimos desde el segundo día. Pero por supuesto que es inevitable y útil ir categorizando sobre la marcha. Lo que parece caduco es el acto de fijar el entendimiento para conformarnos con un: ¡ya lo tengo, ya sé lo que es! Menos mal. Es que no me cerraba. Eso sí que se vuelve un poco ridículo.
Un estado de crisis de nuestro imaginario como el que estamos viviendo, trae como consecuencia, un obligado despertar. Ya no como gloria de alguna iluminación sino simplemente como ejercicio cotidiano ante la aceleración de los hechos a los que debemos mirar minuto a minuto. Para mirar hay que estar despiertos.
Incluso en los que deseábamos un acontecer revolucionario para este país, el imaginario previo debe entrar en crisis. La imaginería de la revolución tienen que dar paso a los hechos revolucionarios, siempre más desbordantes, más cutres, más locos, más incomprensibles, más idiotas, que nuestra comprensión: “si la comprendes, no es una revolución”.
No estamos diciendo que lo sea. Hasta ahora son grandes movilizaciones con clara intención de reorganización democrática surgida de una, aún, minoría con respecto a la población total española. Pero es que las revoluciones contadas a tiempo pasado son muy fáciles de entender. 82 locos en un pequeño barco posiblemente sean solo unos locos en un barco del que nadie tiene conocimiento e incluso podría ser solo un grupo de inmigrantes africanos a la deriva. Pero si ese barco se llama Granma y lo situamos zarpando de una localidad llamada Tuxpan, en el estado de veracruz del México de 1956 y alguno de esos locos se llamaban Fidel Castro y Che Guevara, entonces, claro... clarísimo... es el comienzo de la Revolución Cubana. ¡Hombre, hombre!... no vamos a comparar.... aunque en el tiempo real todo aquello pudiera ser una verdadera cutrez incomprensible de unos iluminados.
Hoy son otros tiempos. No hay "grandes hombres" donde fijar la vista. Y es claro que el 15-M puede disolverse como la espuma. ¿Y? ¿si volviéramos al letargo y somnoliento sueño en que estábamos? ¿Eso sería el mal peor? ¿Lo peor es saber ahora, que podríamos despertarnos en cualquier momento y acorralar multitudinariamente el parlamento, las alcaldías, los bancos, los ministerios o las comisarías a quienes no nos gusta el funcionamiento corrupto de nuestras minorías políticas y que encontramos formas de protestas masivas?
Aquí y ahora todo parece perfilarse hacia una versión actualizada del viejo tema de las dos Españas que mencionan los que la han repasado o vivido más. Pero no ya entre una franquista y otra seudodemocrática, o entre una republicana y otra borbónica.
Quizá estamos caminando hacia una conflictividad entre Una España gestionada por una minoría política y cultural subyugada a grupos minoritarios empresariales y financieros, respaldada por una población que vota cada cuatro años y que deja carta blanca a sus representantes para hacer lo que se les de la gana en perjuicio de la totalidad y en beneficio propio y, Otra España, alimentada por una joven generación que ha quedado descolgada de ese sistema altamente corrupto y sin señales de recuperación y que está contagiando y sabiendo incluir a descontentos de otras generaciones afectados por la España capitalista. Estos proponen por medios pacíficos una reformulación del modelo, una democracia real. Puede ser.
Las revoluciones son generalmente generacionales si el sistema que los antecede llega a grados extremos de exclusión como en el que estábamos en España y otros países vendidos al gran Capital.
Y ¿nosotros? hormigas cineactivistas, nos preguntamos en medio de este follón ¿qué pintamos?
Cada uno desde su sitio debe forzar la máquina del cambio. Y bueno, nos sigue obsesionando la responsabilidad del diseño de otro modo de producción del audiovisual y el cine. Si se va a desactivar el actual sistema de cosas, pues aportamos discretamente los criterios para la desactivación de su cultura audiovisual, su industria y su cachondeo infame.
En medio de un estrés galopante como el que tiene la gente de la Comisión de Audiovisual de la acampada y de una reunión muy loca de la pasada semana, propusimos a quien quisiera empezar un grupo de trabajo. La intención es trabajar en la desactivación de las estructuras de producción audiovisual y cinematográficas, en el estudio crítico de las leyes que lo sustentan, en un replanteamiento profundo de sus prácticas de negocio y producción y en el diseño de un nuevo modelo de realización y de industria audiovisual. El objetivo es compartir nuestra experiencia de estos años y enriquecernos de otras visiones y otras prácticas. Aún es como murmurar en mitad de un griterío. Imposible que se escuche. Es lógico por la prisa de los acontecimientos y la urgencia informativa. Pero empezaremos a hacer camino. No tenemos ninguna prisa. Estamos acostumbrados a los largos tiempos de lo social. Así hacemos nuestro trabajo. Que la representación cultural y audiovisual tampoco nos representa lo sabemos desde hace mucho tiempo. Que hay otras maneras de hacer donde la gente común construya colectivamente sus propias representaciones, es algo que también sabemos y hacemos hace tiempo aunque sea a muy pequeña escala. Compartirlo es nuestro deber. Seguir minando las instituciones de nuestros métodos y teoría es algo que también lo estamos empezando a hacer. Y sumergirnos en el espíritu de un movimiento como el del 15-M es nuestra obligación. Ahora lo tenemos más claro. No es que estuviéramos solos, es que estábamos incomunicados. Y eso se ha roto. Definitivamente.
Quizá podamos empezar a decir en algún tiempo, como nuestros amigos Anonymous: "somos una legión, no perdonamos, no olvidamos”... desactivaremos vuestros métodos y vuestras instituciones culturales y lo haremos de forma pacífica... “esperadnos”.
Muchos tuvimos que hacer un verdadero esfuerzo mental para entender que no era un chiste. La foto que acompañó la noticia es muy ilustrativa: dos policías sonriendo con una máscara de anonymus sobre la mesa, de esas que se pueden comprar en las tiendas.
El día que se decidió el levantamiento de la acampada sol, en medio de un largo y espeso ejercicio de llegar al consenso total, se leían textos sobre la inteligencia colectiva haciendo hincapié en que funciona de manera diferente a la individual. Delirante y agotadora asamblea sí, pero que acabó con un consenso que contempló la postura de las pocas personas que se oponían al levantamiento de la acampada. Nuestros viejos esquemas asamblearios hacían cortocircuito. No todo es puro, obviamente, porque por momentos parecía exagerada la obstinación de los y las moderadoras en conciliar las posturas absolutamente minoritarias. Eran más de las 12 de la noche y estábamos un poco hartos ya porque había una mayoría casi absoluta y se seguía debatiendo a causa de unos participantes cuyas posturas no tenían mucha consistencia. Más cortocircuito en nuestras cabezas. Lo individual no servía de nada allí. Estábamos envueltos en una neblina colectiva cuando de pronto apareció un joven de entre los que estaban sentados, con un texto corto que había preparado como fórmula conciliadora. Lo leyó, pidió permiso para consultar si había alguien en discenso, lo hizo y se creó un silencio sepulcral. ¿No hay nadie en absoluto discenso? - preguntó. Por un momento no hubo oposición alguna y sin dar crédito estallaron los aplausos contenidos durante más de 4 horas. Luego aparecieron matices a algunas palabras del texto y en los minutos siguientes se llegó al dichoso consenso.
¿Quién era el joven? Ni idea. Lo conocerán sus amigos y amigas. Cuando hubo que repetir lo que se había consensuado y no parecía claro, los y las participantes decíamos: el de verde, el de verde... (el chaval tenía una casadora verde).
En cuatro semanas, de Movimiento, no es posible reconocer lider o lideresa alguna de forma nítida sino caras que han ejercido funciones de manera frecuente.
La gente de la organización se conoce más entre ella, pero cualquier participante que no esté en lo cotidiano de las comisiones no podría identificar por la calle a la mayoría de los moderadores y moderadoras de las asambleas que se han sucedido a lo largo de este último mes y que han sido los más expuestos a la visibilidad.
Esto no quiere decir que hayan desaparecido los protagonismos, las broncas, envidias, perversidades individuales, personalismos exacerbados o egoismos privados.
Lo que parece suceder es que cuando se trata del ámbito común, de lo político común, algo se activa en este movimiento que suspende (no elimina) el interés individual. Las operativas colectivas que han irrumpido en nuestra sociedad a través del 15-M han tocado otros resortes a nivel humano. No los ha inventado, los ha activado. Y si no estás medianamente cerca no lo puedes entender. Uno se come la ansiedad particular en una asamblea decisiva como la del martes porque de alguna manera sabe que si es un consenso absoluto disminuyen las posibilidades de fragmentación, aunque esté harto de escuchar opiniones. ¿En qué consiste si no la utópica fórmula de respetar las minorías? Pues seguramente que en algo muy parecido a lo que ocurre en los procesos asamblearios que estamos presenciando por toda España. ¿Que es problemático, lento y agotador? Sí claro. ¿Y?
Y en medio de ese clima que se experimenta al entrar en la órbita del movimiento 15-M vienen la policía nacional y hace el chiste: Hemos desactivado a la cúpula de anonymus. Un movimiento horizontal de personas sin cúpula al que le desactivan la cúpula. No hay manera. Las viejas categorías del imaginario social nos gobiernan como fantasmas nómadas: 1) los líderes, la cúpula, los cabecillas de 2) una masa, participantes de relleno, seguidores, convencidos, seducidos por esos líderes que les nutren de argumentos, esos “grandes hombres” que había que perseguir para desarticular una organización. Viejas codificaciones, caducas, obsenas, de chiste.
La foto de la policía nacional es representativa de esa crisis del imaginario. Lo que muestran los mandos policiales aparte de su sonrisa es precisamente lo que ocurre en el intento de captura entre un imaginario que desconoce la realidad que tiene que atrapar. Manotazos al aire y cuando va a ver, tiene solo vacío... una máscara sin cuerpo, el simulacro de una captura.
Es la crisis de un tipo de imaginario social ante el nacimiento de una realidad inmersa en otro y que ya muta con gran rapidez. La puesta en escena de la otra política que ha sido la Plaza del Sol con sus asambleas y casi sistema de vida, al mismo tiempo que se desmonta, no ha hecho más que crear otras situaciones que abruman el imaginario: los lugares públicos intocables se están viendo invadidos por grupos de personas o verdaderas multitudes en otros casos. Lo colectivo de un movimiento como el 15-M parece a-representacional si entendemos como representación las antiguas imágenes con las que operábamos. Al principio se les increpaba por estar visibilizándose en la plaza del sol y se les incitaba a que “esos perroflautas” (vieja categoría que se queda corta) se fueran al Congreso. Cuando el escenario se traslada al congreso, las cortes valencianas, el ministerio, dicen los reaccionarios (aquellos esclavos de su propio imaginario estático): "joder, es que no pueden ocupar cualquier lugar como se les de la gana." De chiste.
Si hay algo que nos vuelve conservadores no es precisamente la edad, sino la incapacidad para cambiar nuestras representaciones al ritmo del tiempo real y de los acontecimientos que la realidad nos antepone.
Hemos escuchado en este último mes una gama increíble de categorizaciones que pretenden agotar el estado insurreccional en tres o cuatro explicaciones. Desde los que apuntaron y apuntan a una oculta y casi metafísica planificación de Rubalcaba hasta los que piensan en un romántico despertar de un estado revolucionario que conseguirá objetivos sin violencia, pasando por chistes como los de la policía nacional desactivando cúpulas que no existen.
Nosotros optamos por suspender el pensamiento por tiempo indefinido. Lo dijimos desde el segundo día. Pero por supuesto que es inevitable y útil ir categorizando sobre la marcha. Lo que parece caduco es el acto de fijar el entendimiento para conformarnos con un: ¡ya lo tengo, ya sé lo que es! Menos mal. Es que no me cerraba. Eso sí que se vuelve un poco ridículo.
Un estado de crisis de nuestro imaginario como el que estamos viviendo, trae como consecuencia, un obligado despertar. Ya no como gloria de alguna iluminación sino simplemente como ejercicio cotidiano ante la aceleración de los hechos a los que debemos mirar minuto a minuto. Para mirar hay que estar despiertos.
Incluso en los que deseábamos un acontecer revolucionario para este país, el imaginario previo debe entrar en crisis. La imaginería de la revolución tienen que dar paso a los hechos revolucionarios, siempre más desbordantes, más cutres, más locos, más incomprensibles, más idiotas, que nuestra comprensión: “si la comprendes, no es una revolución”.
No estamos diciendo que lo sea. Hasta ahora son grandes movilizaciones con clara intención de reorganización democrática surgida de una, aún, minoría con respecto a la población total española. Pero es que las revoluciones contadas a tiempo pasado son muy fáciles de entender. 82 locos en un pequeño barco posiblemente sean solo unos locos en un barco del que nadie tiene conocimiento e incluso podría ser solo un grupo de inmigrantes africanos a la deriva. Pero si ese barco se llama Granma y lo situamos zarpando de una localidad llamada Tuxpan, en el estado de veracruz del México de 1956 y alguno de esos locos se llamaban Fidel Castro y Che Guevara, entonces, claro... clarísimo... es el comienzo de la Revolución Cubana. ¡Hombre, hombre!... no vamos a comparar.... aunque en el tiempo real todo aquello pudiera ser una verdadera cutrez incomprensible de unos iluminados.
Hoy son otros tiempos. No hay "grandes hombres" donde fijar la vista. Y es claro que el 15-M puede disolverse como la espuma. ¿Y? ¿si volviéramos al letargo y somnoliento sueño en que estábamos? ¿Eso sería el mal peor? ¿Lo peor es saber ahora, que podríamos despertarnos en cualquier momento y acorralar multitudinariamente el parlamento, las alcaldías, los bancos, los ministerios o las comisarías a quienes no nos gusta el funcionamiento corrupto de nuestras minorías políticas y que encontramos formas de protestas masivas?
Aquí y ahora todo parece perfilarse hacia una versión actualizada del viejo tema de las dos Españas que mencionan los que la han repasado o vivido más. Pero no ya entre una franquista y otra seudodemocrática, o entre una republicana y otra borbónica.
Quizá estamos caminando hacia una conflictividad entre Una España gestionada por una minoría política y cultural subyugada a grupos minoritarios empresariales y financieros, respaldada por una población que vota cada cuatro años y que deja carta blanca a sus representantes para hacer lo que se les de la gana en perjuicio de la totalidad y en beneficio propio y, Otra España, alimentada por una joven generación que ha quedado descolgada de ese sistema altamente corrupto y sin señales de recuperación y que está contagiando y sabiendo incluir a descontentos de otras generaciones afectados por la España capitalista. Estos proponen por medios pacíficos una reformulación del modelo, una democracia real. Puede ser.
Las revoluciones son generalmente generacionales si el sistema que los antecede llega a grados extremos de exclusión como en el que estábamos en España y otros países vendidos al gran Capital.
Y ¿nosotros? hormigas cineactivistas, nos preguntamos en medio de este follón ¿qué pintamos?
Cada uno desde su sitio debe forzar la máquina del cambio. Y bueno, nos sigue obsesionando la responsabilidad del diseño de otro modo de producción del audiovisual y el cine. Si se va a desactivar el actual sistema de cosas, pues aportamos discretamente los criterios para la desactivación de su cultura audiovisual, su industria y su cachondeo infame.
En medio de un estrés galopante como el que tiene la gente de la Comisión de Audiovisual de la acampada y de una reunión muy loca de la pasada semana, propusimos a quien quisiera empezar un grupo de trabajo. La intención es trabajar en la desactivación de las estructuras de producción audiovisual y cinematográficas, en el estudio crítico de las leyes que lo sustentan, en un replanteamiento profundo de sus prácticas de negocio y producción y en el diseño de un nuevo modelo de realización y de industria audiovisual. El objetivo es compartir nuestra experiencia de estos años y enriquecernos de otras visiones y otras prácticas. Aún es como murmurar en mitad de un griterío. Imposible que se escuche. Es lógico por la prisa de los acontecimientos y la urgencia informativa. Pero empezaremos a hacer camino. No tenemos ninguna prisa. Estamos acostumbrados a los largos tiempos de lo social. Así hacemos nuestro trabajo. Que la representación cultural y audiovisual tampoco nos representa lo sabemos desde hace mucho tiempo. Que hay otras maneras de hacer donde la gente común construya colectivamente sus propias representaciones, es algo que también sabemos y hacemos hace tiempo aunque sea a muy pequeña escala. Compartirlo es nuestro deber. Seguir minando las instituciones de nuestros métodos y teoría es algo que también lo estamos empezando a hacer. Y sumergirnos en el espíritu de un movimiento como el del 15-M es nuestra obligación. Ahora lo tenemos más claro. No es que estuviéramos solos, es que estábamos incomunicados. Y eso se ha roto. Definitivamente.
Quizá podamos empezar a decir en algún tiempo, como nuestros amigos Anonymous: "somos una legión, no perdonamos, no olvidamos”... desactivaremos vuestros métodos y vuestras instituciones culturales y lo haremos de forma pacífica... “esperadnos”.
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