domingo, 29 de julio de 2012

Despertando en los territorios de los “memos”. Actitud, imaginario, y organización social creativa en torno al cine.

Aprovechamos quizá ese curioso veraneo que parece infalible para una parte de la población cada vez más minoritaria, para sumergirnos en nuestras playas privadas de materiales, releyendo apuntes, ordenando películas, agudizando la mirada para que cuando vuelvan esos afortunados veraneantes y cumplan con el manual postvacacional de “me he despejado” o “que duro es volver”, pues nos pille con ventaja y sepamos con precisión cómo seguir.
Dicho esto, en ese repaso tranquilo del borbollón de ideas que generó la instalación y puesta en marcha de la Fábrica de Cine sin Autor desde el mes de mayo, uno de los temas recurrentes en nuestra reflexión es la propia gente y el desafío que supone dejar de ser público para progresivamente volverse cocreadores de cine.
Tema que por recurrente no se agota.
Los autores del “Nuevo Hollywood” , del que hemos hablado en otras ocasiones, luego de actualizar el análisis sobre la producción llegan en el capítulo final del libro y antes de las conclusiones, al “público”.
Dicen que “los ejecutivos de la producción invocan al público para medir los éxitos y reinvindican conocer lo que la gente quiere. Sin embargo, no son los únicos que prestan atención al público. Los reguladores también lo hacen, con el fin de administrar, los partidarios de la psicología con el objetivo de generar pruebas, y los grupos de presión con el de cambiar los contenidos...” y que por tal motivo, las pantallas son “rutinariamente investigadas por el Estado, la psicología, el marxismo, el neoconservadurismo, la Iglesia, el feminismo liberal y otras instancias”.
Es decir que todo dios se dedica a darle la matraca de “lo que quiere y es el público”, la gente, los usuarios, la población o como le llamemos a esa gran masa de personas que, en definitiva, sostiene a las minorías que diseñan el discurso explícito del funcionamiento social.

Al principio del capítulo, estos autores dicen: “nuestro punto de partida es la provocación de que el público es artificial, una criatura de estas distintas instancias citadas que influyen sobre su creación” (la industria, el Estado y la crítica).
Y para rematar algunos párrafos más adelante, afirman que “dichos grupos consideran a los públicos en su calidad de consumidores, estudiantes, delincuentes, votantes o idiotas. Y sus perspectivas precisan lo que Harold Garfinkel dio en llamar en 1964 el “memo cultural”, una figura mítica ‘que produce las características estables de la sociedad actuando en conformidad con las alternativas preestablecidas y legítimas de acción que proporciona la cultura común”.
Dejémoslo ahí porque ya tenemos muchos asuntos que resolver en nuestro trabajo si aceptamos algunas de esas afirmaciones.
Si al fin y al cabo, una parte del discurso legítimo de una sociedad, se apoya en la artificial existencia de “memos” llamados “público”, “electorado”, “pueblo”, “estudiantes”, “votantes”, etc, sobre el que otra parte minoritaria de la sociedad basa su estabilidad, no es extraño que cualquier acción cultural que "despierte a los memos" pueda, por lo menos, amenazar con desestabilizarnos o hasta tornarse subversiva en el momento menos esperado.
Quizá, por ese principio conservador que tenemos todos, es que necesitamos renovar constantemente el perfil y la presencia de los "memos", como una sutil forma de controlarlos, de convertirlos en estadística, concepto o mera descripción técnica, para no perder la aparente estabilidad de que gozamos. Codificarlo en sus aspectos, sin más.
Pero...y ¿si se nos ocurriera despertar a los “memos” y hablar con ellos? ¿Qué pasaría?
Nuestra labor cinematográfica, en buena medida, lleva tiempo despertando a los “memos” e intentando crear con un número de ellos una forma de cine. Vamos muy lentamente y no hemos provocado más que algunos cambios específicos en personas concretas.
Cuando salimos a la calle y al ponernos a trabajar con la gente (esos "memos" destinados a entenderse solamente como público) el solo contacto con las personas desactiva la ideas previas. Un ejemplo. Donde decíamos “la gente que no sabe hacer cine”, debemos explixitar y corregir por “la gente que no ha tenido oportunidad de por lo menos decidir si quiere o no hacer cine”. No estamos haciendo estadísticas, pero podríamos decir que es menor el número de personas que se niega de forma rotunda a participar en hacer una película, bastante menor. Su respuesta depende en la mayoría de las veces de si las operativas que proponemos se adaptan a sus posibilidades, fundamentalmente de tiempo. Pero negación, la mínima.
En la Pre-producción, el encuentro social con gente que podría entrar en procesos de creación cinematográficos, las personas se plantean, por primera vez, la posibilidad de hacer cine, de participar en una experiencia de producción donde su rol no sea ver-consumir una película, sino de participar en su creación activamente. Digamos que con eso despertamos el “territorio de la actitud” del supuesto memo. Abrimos una posibilidad exepcional y al menos tiene que decidir una pregunta insólita: querer o no participar de hacer su propia película.
Pero obviamente, que esto es insuficiente porque esa simple encuesta a pie de calle o al comienzo de un trabajo grupal donde cada persona responde a la pregunta "Y tú...¿qué película harías? " no siempre desemboca en un trabajo conjunto entre el equipo de cine sin Autor y las personas. De igual manera, debemos reconocer que no han sido pocas, en estos años de trabajo, las veces que ya hemos generado verdaderos y fuertes lazos humanos que se han convertido también en entornos creativos.
La gente común es solamente público porque no se le ofrecen alternativas para dejar de serlo. En cuanto éstas aparecen, muchos y muchas no dudan en lanzarse a hacer películas.
Territorio de la actitud, decimos.
Una vez inmersos en una relación de co-creación con las personas con las que trabajamos, el territorio de lo común se amplía al del imaginario. Esas personas tienen un imaginario conformado por muchos, muchísimos elementos sonoros, visuales, sensoriales, racionales, vivenciales, que alojados en su memoria operan en su presente. Y es en ese territorio donde empezamos juntos a trabajar, a construir texto fílmico.
Cuando las personas elaboran de manera más o menos espontánea su primer sinopsis de película, no solo aparece el cine visto y consumido sino también sus mundo interior todo, el que ha ido conformando su vida.
El territorio de la actitud nos permite pasar al territorio de su imaginario para compartirlo, hacerlo común.
Una vez desactivada la actitud de “memo- público” y activado el imaginario de poder operar como “productores activos" que deciden sobre el hacer de una película, comenzamos la planificación propiamente cinematográfica, escena a escena, plano a plano, etc. Es el territorio de organización, de hacer juntos, de debatir, de rodar, montar, de conducir juntos la película.

Territorios de actitud, territorios del imaginario y territorio de organización social productiva que podríamos definir como un plan para despertar al “público”.

Tanto tiempo dormido en las múltiples butacas comerciales o privadas, nuestro trabajo busca crear un modelo de cine donde “el memo del público”, de repente, se despierte en el alba, mire el reloj del cine y entienda que lo que que ha visto hasta ahora, ha sido un increíble, agitado e intenso sueño creado por unos pocos. Un sueño del que quizá deba ya despertar y ponerse activo para cpmstruit, él mismo, su propio cine.

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