domingo, 28 de octubre de 2012

¡Abrir las puertas del Cine!. La incipiente Escuela de Cine sin Autor y el cocinero que devino de pronto en cineasta.


Mohsen Makhmalbaf es una de las figuras claves para entender la emergencia del cine de autor iraní. Se pueden consultar en la red rasgos de su trayectoria. Lo mencionamos hoy aquí porque puede resultar ilustrativo el indiscutible cruce que ocurre en su biografía entre el cine, la vida y el contexto político.
Sin posicionarnos a favor o en contra de sus visión de las cosas ya que no tenemos los mínimos elementos para contextualizar su biografía, lo que se cuenta de él y lo que el mismo cuenta en alguna entrevista que hiciera aquí en España, es inspirador al menos por los riesgos cinematográficos que aborda en su trayectoria y, sobre todo, los frutos.
Más joven que Kiarostami, uno de los más conocidos de la nueva cinematografía iraní de los 80, fue encarcelado a los 17 años por herir gravemente a un policía cuando era activista de un grupo revolucionario clandestino.
Muchos años después de ese episodio hará la película “Un momento de inocencia” para la cual había convocado por el periódico a un casting de actores no profesionales y donde por casualidad, se presentó aquel policía que había herido hacía ya muchos años.
Ante lo irónico de la situación abandonó su primer idea de proyecto y decidió rodar en su lugar una película sobre aquel episodio, ofreciéndole al policía recrear los hechos desde su punto de vista y suyo propio.
Ese procedimiento de cruce entre la vida y el cine, da rasgos del grado y el modo de realismo muy particular que luego podemos observar en ciertas películas iraníes. Cualquiera puede imaginar como esta manera de enfocar su proyecto provocará desplazamientos sobre la autoría de la idea que sostiene la película, la dirección y la propia interpretación. Otro día podríamos hablar de ello pero lo cierto es que marco por su procedimiento con la realidad, un momento particular de originalidad.
En una entrevista, este autor relata como los 80 se vuelven la época dorada del cine iraní, ya que hubo un grupo de cineastas que utilizaban el cine como espejo para que la población se viera en el. Un acercamiento a la vida de las personas, a tal punto, cuenta Makhmalbaf, que al casting de alguno de sus film aparecían miles de personas que “se partían las piernas” por salir en la película.
Clouse Up, de Kiarostami, es un reflejo de ese momento. Un film que lo implicará directamente porque reconstruye el episodio real de un hombre, Ali Sabzian, que se hizo pasar por Makhmalbaf y convenció a una pareja de ancianos y a sus hijos para rodar una película sobre la vida de ellos y que al ser descubierto sería encarcelado. Una vez liberado Sabzian, Kiarostami convencerá a todos los involucrados, incluido el propio Makhmalbaf,  para que reconstruyan los hechos, dando como resultado una de las películas más interesantes del autor de ¿Donde está la casa de mi amigo?, Y la vida continúa, etc.
Esta obsesión de Ali Sabzian hasta mutar su identidad en la del director, será una muestra de la obsesión social que mucha gente adquirió  por el cine en esos años, según cuenta.
Makhmalbaf  había abandonado el activismo político de la lucha armada por la no-violencia y por acercar la cultura al pueblo mediante el cine.
Su fijación le llevó a proponer al Ministerio de Cultura iraní la fundación de una escuela para acoger a 100 estudiantes y ofrecerles nuevas técnicas de enseñanza del cine.
Ante la negación del Ministerio, Makhmalbaf decidió con la ayuda de conocidos, echar andar la Makhmalbaf Film en su propia casa (Makhmalbaf Film House). Los estudiantes serían hijos de amigos y personas afines.
Tiempo después, la Makhmalbaf Film House se transformaría en productora desde donde realizaría las películas producidas en la escuela, varias de ellas de integrantes de su propia familia.
¿Por qué recordamos esta trayectoria?
Porque ese cruce entre los permanentes obstáculos, el riesgo asumido en una manera de entender el cine, el interés por la formación de otros cineastas (Makhmalbaf estaba convencido de que los cambios políticos solo pueden venir de la mano de un cambio de mentalidad), nos parecen relevantes para los tiempos que “nos” corren.
Volviendo a la cotidianidad de nuestro trabajo, estamos teniendo una oferta cada vez mayor de colaboradoras y colaboradores, aparte de la gente que está comenzando sus proyectos y que en goteo diario aparecen con ganas de integrarse al trabajo en la medida de sus tiempos. Interés por hacer cine, por participar en su producción, por estar, de alguna manera en la creación de películas y todo lo que esto conlleva.
Los debates que nos atravesaron esta semana, tienen que ver justamente con el modelo de producción de cine que estamos desarrollando, con el contexto social y político que acosa y agrede, con la necesidad de formar nuevos y nuevas cineastas y con la vida.
Por eso nos acordamos hoy de Mohsen Makhmalbaf, así como podríamos recordar otros cineastas cuyas reacciones, cinematográficas y políticas, han estado profundamente ligadas a la propia vida y al momento que les tocó vivir.
Parece evidente, que en la medida que se afirma la operativa de nuestra Fábrica de Cine sin Autor, aumenta el interés de diferentes personas, grupos e incluso instituciones sociales o educativas por hacer cine de ésta manera abierta, llana e inmediata como la que planteamos. Se están acercando a colaborar estudiantes, profesionales o gente afin a la actividad audiovisual que quiere ofrecer horas de trabajo a cambio del gusto de participar o de aprender.
Nada es solamente casualidad. En este contexto político que vivimos de paro generalizado, de asfixia, de opresión sobre el sentir de la vida, todos y todas buscamos salidas, formas de encontrarnos y de organizarnos en torno a los propios intereses. Esta crisis del imaginario sobre lo que éramos y lo que no alcanzamos a imaginar que podemos ser, posiblemente fomente que en muchos casos, este cine en abierto sea al menos una posibilidad de soñarse otro, de fabricar o de participar en la creación de otros mundos.
Teníamos planes a mediano plazo de crear un espacio de formación pero la realidad, como siempre, se nos adelanta. 
Y la pregunta que no paramos de hacernos esta semana es ¿cómo se organiza la demanda de quienes quieren ser parte de un modelo de producción cinematográfico que también en nuestro caso está pegado a un modelo de colectividad, de relación humana, de reacción organizativa?
Si pensamos en una Escuela de formación de Cine sin Autor que emerja de la Fábrica, no pensamos en una escuela al uso con sus profesores y alumnos diferenciados, sino que la incorporación de dichas personas la hacemos de forma activa, en cualquier tarea de producción donde quien llega, sienta que pueda desarrollarse, en cualquiera o en varios de los proyectos que están en marcha o que pronto comenzarán.
Pero no basta con la integración activa, nos decíamos, creemos que una Escuela de Cine sin Autor, tiene que ser capaz de crear cuadros autónomos que puedan seguir acompañando colectividades de personas que deseen hacer sus películas bajo nuestros métodos y nuestra ética. Buscamos una soberanía social de producción, hemos dicho otras veces, y eso pasa por crear las bases para que aprender, signifique no solamente la adquisición de unos conocimientos técnicos y teóricos, sino conjuntamente y de la misma manera, el cultivo de una actitud de servicio en el terreno de la producción cultural, de respeto mutuo por las ideas, lo sensible y el imaginario de los demás, una apuesta también por la efectividad organizativa a la hora de crear colectividad social que produzca cine.
No estamos atravesados por una idea que nos parece oportuna o útil, estamos reaccionando a los efectos de nuestro postulado fundamental de trabajo: el vaciamiento de la propiedad autoral sobre la producción de cine. Cuando uno quita ese control sobre la autoría y vacía de autoridad artística de quién parece que la debiera poseer, los y las artistas, lo que se produce es una ocupación social de ese vacío. 
En estos años lo veníamos haciendo con los procesos de película y con grupos o personas determinadas. 
La Fábrica de Cine sin Autor, sin embargo, no es un proyecto sino un espacio de institucionalidad creativa de cine. No busca un grupo específico solamente, sino ofrecer un entorno social y organizado de creación de películas.
Los proyectos artísticos o cinematográficos suelen desarrollarse con un grupo determinado y en un tiempo, que aunque pueda ser largo, tiene principio y  fin.
El concepto y la operatividad de una Fábrica de Cine sin Autor, tiene vocación de crear un modelo institucional y estable, se asienta como plataforma de producción y gestión de películas y obras audiovisuales, donde las personas y grupos pueden desarrollar una metodología que pueden replicar al infinito si así lo desean. Entre ellos y ellas o con otros. Si su proceso de organización se hace fuerte, lo lógico es que se estabilicen y emprendan el camino de crear su propia filmografía.
El límite lo pone la cantidad de personas que se involucran para aportar su imaginario y la cantidad de profesionales (o técnicos en formación, colaboradores) que están dispuestos a entrar en este modelo de producción, al tiempo de trabajo que se ofrece.
A raíz de que siguen llegando colaboradores, una Escuela de Cine sin Autor, no nos surge por decisión arbitraria del equipo que coordinamos la Fábrica, sino como reacción al arribo de personas que ven la posibilidad de acercarse al cine de esta manera, sabiendo que el otro cine mantiene su hermetismo, su privacidad y su elitismo exacerbado.
Si pensamos en una Escuela de Cine sin Autor, es por pura necesidad de dar respuesta coherente a una demanda de participación que parece que va a ir en aumento.
No es tan difícil entrar a ser parte del Cine, solo se necesita que el Cine rompa su cinismo y abra las puertas de su producción y gestión a cualquiera.
Por eso nos inspiraban las palabras y el testimonio de Mohsen Makhmalbaf. Una vida entregada al activismo cinematográfico, un cine que se pegó a la vida de la sociedad iraní, unos efectos que provocarían el deseo masivo de participar en sus películas y una obsesión por crear una Escuela para impregnar otra mirada del cine y que sorteando los obstáculos, terminó por poner en marcha en su misma casa, con amigos y allegados y con su propia familia donde varios miembros devinieron luego en cineastas.
Cassavettes ya había demostrado que el buen cine puede salir de una organización casi familiar que se hipoteca en cada proyecto. También Mohsen Makhmalbaf se hipotecó para algunos de sus films. Son ejemplos de vidas que derribaron las puertas cerradas del cine.

Este viernes pasado estábamos rodando en la calle, cerca del metro Canillas, en una urbanización donde este país parece rico. Era la escena primera del corto Entrenosotros. El coche donde se desarrolla es de un amigo de uno de los chicos. Su oficio: cocinero profesional. Miraba en silencio mientras organizábamos la puesta en situación. Discutíamos las ideas. No sabíamos como resolver uno de los gestos. De pronto, nuestro cocinero intervino. Lo resolvimos. Poco rato después, se volvió a animar comentando apreciaciones más sutiles sobre la imagen que estábamos produciendo. No eran tonterías lo que decía. Eran sutilezas de mucho gusto. Una vez más, la puerta estaba abierta, por eso entró y porque de eso se trata: de derribar las puertas elitistas del cine... para que cualquiera circule libremente por su historia y sus historias.

Poco más que comentar. Bienvenidos a la Fábrica de Cine sin Autor, es decir, ¡pueden ustedes habitar activamente el cine!

No hay comentarios:

Publicar un comentario