domingo, 7 de octubre de 2012

Todo el cine en una caseta. La vida, la utopía, las cosas...en dos frases.

Nos llamó la atención una frase de la Historia del Cine de Mark Cousins con la que abre el período entre 1928 a 1945, nada menos que lo que luego constituirá su edad de oro:
“El cine empezó a cantar en los años 1928-1945. Por aquel entonces, la gente iba al cine hasta cinco veces por semana, por lo que no es de extrañar que el séptimo arte se convirtiera en una obsesión en todo el mundo. ..Un crítico de la época comenta de qué modo ‘la abundancia, la energía, la transparencia y el sentimiento de comunidad’ de las películas de entretenimiento conseguían seducir al público frente a la ‘fealdad, el cansancio, la angustia y la fragmentación’ de sus vidas cotidianas. Esta es justamente la esencia del entretenimiento, que hacía cobrar realidad a sentimientos inexistentes, y que, además, mostraba ‘cómo se debería sentir la utopía y no tanto cómo debería organizarse”.
Hasta cinco veces por semana dice el autor que  la gente acudía a las salas de cine...a sentir la utopía, a olvidar, dejar por un momento, obviar, “la fealdad, el cansancio, la angustia y la fragmentación de sus vidas cotidianas”.
Quizá sea una simplificación, pero sabiendo que hablamos de la década de los 30, con el cine sonoro que recién aparecía, no es extraño imaginar esa rutina escapista.
La vida real y la vida ofrecida por el cine. Dos mundos paralelos, casi emocionalmente opuestos podríamos decir, dos circunstancias separadas por los límites de una sala a oscuras que “el espectador de cine” tenía que atravesar para experimentar ese fascinante mundo de luz y sonido que se le ofrecía.
Dos circunstancias pero también dos actitudes: sentir el cine u organizarlo.

A la luz de la linea de reflexión que el autor mantiene en su visión de la historia cinematográfica, no creemos que extraiga la misma conclusión que nosotros de esta frase dicha con curiosa levedad, pero ya que la plantea, nos parece sugerente.

Las dos actitudes, desde nuestro punto de vista, suponen un cambio sustancial en la relación social con el cine.
La relación de proximidad que supondría el “acercarse a experimentar un rato de utopía”, supone la vivencia de lo utópico propuesto y planificado por otros: la sala oscura como circunstancia y la película como utopía exhibida para ser percibida. Una utopía propuesta casi como enajenación de “la propia realidad”, durante un breve lapso de tiempo.
Si la frecuencia de asistencia a las salas era tal como la que dice el autor, casi se comprende el éxito masivo del cine. ¿A quién no le gustaría por muy poco dinero experimentar la utopía evasiva varias veces a la semana?
No parece una premonición del autor, pero podríamos perfectamente llevarla a nuestro terreno y decir que “aquella experiencia mostraba cómo se debería sentir la utopía porque aún no era posible vivir  ‘cómo debería organizarse’ ”.
Faltaría más de medio siglo para que ésta aparentemente liviana observación de Mark Cousins pudiera hacerse realidad y que la gente pueda empezar a reunirse para organizar aquella utopía (la sala y sus películas), para organizar, en definitiva,  el sistema social del cine.

Bajando a nuestra realidad cotidiana, en la Fábrica de Cine sin Autor, esta semana vinieron ocho jóvenes (chicas y chicos) a plantearnos constituirse como grupo.

El proceso de más de una hora de conversación fue justamente el organizarse en torno a la creación de una película.
Al acercarse a nuestro Estudio Abierto podemos decir que se han acercado al cine, a una experiencia y un lugar de cine. Un acercamiento para organizarse en torno a la producción y no a la exhibición.
En el transcurso de la sesión también se habló de la vida real y de la posible vida a representar en una película.
Como es de esperar, de seguir adelante, deberán surgir una frecuencia de encuentros para “hacer” e ir viendo el desarrollo del film.
Comenzamos a hablar del contenido de esa película cuyo primer texto venía planteado como una serie de historias cómicas que pudieran surgir de la angustiosa realidad que viven. Reirnos de la situación -decían-, escaprse, quizá.
La conversación pasó por géneros conocidos. Al empezar estaba marcado por un aire de comedia, una película que retrataría la manera en que éstos y éstas jóvenes enfrentan las dificultades de la crisis.
Y largamos la pregunta a cada uno: ¿tú que episodio aportarías a esta película?
Luego de las primeras anécdotas que podrían convertirse en escenas, algunos empezaron a inclinarse más por incluir asuntos de la realidad actual: las manifestaciones sociales en contra de la situación actual deberían aparecer o ambientar alguna de las escenas, dijo uno de los chicos.
Pero hacia el final de las intervenciones se soltó el debate y el género empezó a cambiar para tornarse más dramático. Y ¿ustedes cómo están? preguntó David, compañero del colectivo ¿cómo están vuestras vidas? Así el drama cobró valor y comenzaron un intercambio de sus propias situaciones. De eso también tendría que hablar la película.
Nosotros hicimos algunos comentarios. Nos dio toda la impresión de estar frente a un posible retrato generacional por la variedad de situaciones que retrataban y así lo devolvimos a la conversación. Si solo acompañáramos con las cámaras sus vidas actuales, decíamos, encontraríamos una cantidad de episodios que reflejarían a miles de jóvenes que se encuentran en la misma situación. El formato documental aparecía como posible herramienta pero sin abandonar la ficción.
En más de una hora de conversación, sin conocernos apenas e incluso sin conocerse algunos entre ellos, hablamos de la vida y del cine, de esas dos dimensiones que Mark Cousins retrataba para hablar del arranque de la época dorada del cine.
Alejandro, un profesor de la universidad de Cali que nos estaba visitando cuando aparecieron y que se quedó a la sesión, siguió con atención  todo el proceso para decirnos al final: es increíble, tienen una película pero todavía no lo saben.
Y es verdad. Este grupo de jóvenes, sus vidas, sus vestimentas, ese skate de uno de ellos al costado del sillón donde estaba sentado, la imposibilidad de estudiar de otro de los jóvenes luego de presentarse a 8 módulos y no encontrar plaza para terminar trabajando de drag queen en un boliche nocturno para ganar 500 pavos, la huida a Londres de otra de las chicas que se irá hoy domingo por tres meses solo por cambiar de aire ante la ausencia total de posibilidades, las conversaciones en los parques y en los bares que contaban, la complicidad pero también su “positivismo a pesar de todo”, para nuestros ojos cinéfilos, era evidente que estábamos ante un grupo con un potencial cinematográfico enorme.
La realidad, esa que decía Mark Cousins que el cine buscaba hacer olvidar, reventaba en la caseta de guión de nuestro estudio mientras la utopía se escapa entre el ensañamiento de un orden de cosas donde quienes gestionan el asunto político parecen tener claro que su gestión de la sociedad pasa por el sádico homicidio social.
No iremos como en los años 30 al cine para presenciar “cómo debería sentirse la utopía” en una película que otros nos pongan delante para luego volvernos a la desolación de la vida. Al menos parece que pasaremos a la segunda parte que Mark Cousins plantea timidamente. Si algo de la utopía puede ser reflejada en una película, vamos a ver cómo la organizamos, .
Y esto produce el efecto contrario. Porque luego de acercarse “al cine”, al espacio de cine que hemos creado, no volvieron a sus vidas para seguir solamente masticando la “fealdad, el fracaso, la angustia y la fragmentación” de sus vidas sino al revés. Al final de la sesión se iban con enorme entusiasmo al haber visto que en medio del desamparo y mientras tanto sucede la vida, al menos podrían plasmar en una pantalla su grito, su rabia, su diversión y su positivismo.
Y ya que hoy es un día de darle vuelta a las frases, vamos a una de un libro que apareció poco antes de Mayo del 68 en el que analizaba el malestar de una cierta juventud francesa cultivada, “Les Choses” (Las cosas) de  Georges Perec, que alguna vez mencionamos,  donde el autor retrataba así a aquella específica juventud: “Tenían sobre todo el cine. Y ese era, sin duda, el único campo en que su sensibilidad lo había aprendido todo... Era su primera pasión, se entregaban a ella casi todas las noches. Amaban las imágenes por poco que fueran bellas, por poco que les entusiasmasen, les encantaran, les fascinasen. No carecían de gusto... Por desgracia, muy a menudo, es verdad que quedaban tremendamente decepcionados. Aquellas películas que habían esperado durante tanto tiempo, hojeando casi febrilmente, cada miércoles, apenas salía, la Guía de los Espectáculos, aquellas películas que casi todo el mundo les había asegurado que eran admirables, por fin aparecían anunciadas. Coincidían todos en la sala la primera noche. La pantalla se iluminaba, y ellos se estremecían de placer. Pero los colores resultaban viejos, las imágenes saltaban, las mujeres habían envejecido terriblemente; salían: se sentían tristes. No era la película que habían soñado. Ese film que hubiesen deseado realizar ellos. O más secretamente quizá, que hubiesen deseado vivir”.

Godard pondrá un pequeño plagio de este párrafo, en el pensamiento del personaje Paul (Jean Pierre Laud) del film Masulino-Femenino (1966)  conjugándola en primera persona cuando el personaje reflexionaba frente a la pantalla de un cine: "ibamos a menudo al cine, la pantalla se encendía y nos estremecíamos. Pero casi siempre nos decepcionaba... Estábamos tristes, no era la película de nuestros sueños, no era la película total que cada uno lleva dentro, esa película que queríamos hacer y más secretamente, sin duda, que queríamos vivir”.


Podemos reutilizarla también. Si la película era una metáfora de la utopía, quizá, también lo sea de éste país. Porque estos jóvenes hablaban de lo mismo. La película de la vida que les habían contado, para la que se prepararon tanto y que sus mayores les habían hecho desear, les ha decepcionado profunda, angustiosa y desoladoramente.

Las películas del cine y las películas de la vida no son las “que habían soñado”.
Como siempre, no sabemos que pasará con esta aventura cinematográfica que el miércoles a la tarde quisieron comenzar. Lo que parece claro, es que no han llegado a un esapacio de cine para mirar o sentir la utopía, sino para organizarla.
Los años que relataba Mark Cousins eran el preámbulo de la mejor época del cine industrial. Los años del libro de  Georges Perec  y del film de Godard eran la mitad de los 60 en plena década explosiva, con fuertes síntomas de otro cambio profundo en el cine.
Hoy volvemos a estar en una época convulsa, de decadencia y reinvención de las películas que nos habían contado y de la vida que ya no será como la habíamos soñado.
Para nosotros queda más que claro que el cine seguirá perdiendo todo su valor si no  busca más allá de sus antigua función de hacernos vivir momentáneamente una realidad tan ajena a la vida, si solo busca, aunque sea sofisticadamente, entretenernos.
La frase que desearíamos escuchar  algún día sobre ésta generación podría quedar así:  
"Eran jóvenes y amaban la vida como si fuera una película. Por poco que fueran bellas las cosas cotidianas, por poco que les entusiasmaran, les encantaran o les fascinasen. No carecían de gusto. Pero se habían decepcionado. Aquella vida que habían esperado tanto tiempo, hojeando casi febrilmente en la Guía de la política y la sociedad  y que todo el mundo les había asegurado que eran admirables, pues había envejecido terriblemente...  Por eso se lanzaron sin más a construirse su propia película de la vida y por eso fueron capaces de organizarse para reinventar una vez más el cine”.

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